Lo peor del debut de Beatriz Sanchís en la dirección no es la estética de anuncio de perfume-compresa-agencia de viajes, ni que Elena Anaya se pase toda la película ojiplática llorosa con la boca abierta, ni que esté rodada casi por entero en dos habitaciones de un chalet setentero de La Moraleja, ni que nunca se explique por qué la señora que vive con ella es mexicana, ni que al pobre chaval de Águila Roja (uf) le hayan disfrazado de Kurk Cobain con, incluso, gorrito rojo, ni que Macarena García esté infrautilizadísima como choni mascachicles vendepastillas a la manera de Yosoylajuani, ni siquiera que un jurado afectado por la sangría playera haya recompensado tamaño engendro con varios premios en Málaga. Lo peor de 'Todos están muertos' es que el pasmarote protagonista no se afeite el puto bigote cuando llega incluso a tener una rasudarora entre las manos. Imperdonable.

¿Por qué y para qué? ¿Cuál es el motivo para que se realicen estas películas, que no cuentan historias nuevas, que no pretenden innovar en nada, que ni siquiera emocionan? Nunca lo sabremos. Y es un fenómeno muy español, sobre todo en los filmes de postguerra, con malos malísimos (sí, otra vez Karra Elejalde), malos con algún sentimiento escondido bajo el aguilucho (sí, otra vez Eduard Fernández) y parejas guapas que sufren en silencio. Uribe ya había rodado otras películas semejantes y, quizás, vuelva a hacerlo. El fracaso en taquilla nunca es un impedimento.

Con 'Los cronocrímenes' sucedía algo parecido, pero el talento era más visible. En cambio, en 'Extraterrestre' las ideas se quedan cortas, muy cortas, y la falta de presupuesto se nota en cada minuto del metraje. Además, el que esto escribe siempre se asusta cuando pasan más de 10 minutos en una peli y el escenario sigue siendo el mismo. Y cuando los personajes afirman y niegan lo mismo según les dé, y, sobre todo, cuando hacen cosas "que no vienen a cuento". Y las tres circunstancias ocurren en la segunda pelicula de Vigalondo. Suspenso.

Así da gusto enfrentarse a los 7 grados bajo cero de la sala de cine de un atorrador Madrid de 40 grados, con una película romántica bien escrita, interpretada y dirigida, sin más. Con, casi, solo dos personajes que hablan sin parar, a todas horas, sin medida, sin descanso, sin tener tiempo para beber vino o besarse. Casi dos horas de charla que fluye entre la irritación, la tristeza, la alegría y la parodia (esos momentos de admiradora que entra al famoso escritor) en la que es imposible no sentirse identificado. Sí, a todos nos han dicho alguna vez que ya no nos querían, o que somos egoístas, o que no limpiamos el water, o que solo pensamos en nosotros o que si les habíamos puesto los cuernos a alguien. Sí, es la vida. Y esta vez tiene la forma de grandísima película.

En efecto, sí, la dirección corre a cargo de una mujer. Quizás un hombre no habría fabricado una película fundamentada en la huida de una chica porque su chico... no es que la ponga los cuernos, que la maltrate, que no la entienda, que ya no le quiera... es que no quiere ser padre. Y como ella sí, pues me voy 'a la francesa', sin pensar en lágrimas, angustias y comidas con la madre. Y todo es agradable, Jamás se ha visto una Europa tan bonita y tan soleada y con gentes tan comprensivas y amables que te abordan por la calle para facilitarte la vida. Lo demás, también
es bonito: la banda sonora, la fotografía, los decorados (qué habitaciones más chulas tienen todos) y la amistad que reina entre todos. Me gustó la película, me agradó lo bien rodada que está y sus saltos en el tiempo, pero...