La historia de un diseñador de modas en la Inglaterra de posguerra que se enamora de una camarera a la que convierte en su modelo favorita. Creador sádico atrapado por su musa. El fetiche al poder en la nueva película de Paul Thomas Anderson, donde la elegancia de la puesta rivaliza con el de las prendas que se confeccionan en el sofisticado taller del modisto Reynolds Woodcock (guiño a la vida de Hardy Amies). La historia es un delicado encaje de sutilezas psicológicas que bien podrían haber sido escritas por Henry James. Soberbio (y al parecer último) trabajo de Daniel Day Louis. Se lo extrañará. Más allá de las posibles críticas a la película, la mejor del año para mí y lo más alto en la filmografía de Paul Thomas Anderson.

Excelente película plagada de estrellas que no están, como en tantos otros casos, al servicio de llenar una propuesta vacía. Kenneth Branagh crea un Poirot sin demasiadas afectaciones, más físico. Siempre amé y consideré el mejor Poirot al que representaba David Suchet, así como odié el de Peter Ustinov. Kenneth se luce en todo sentido (es protagonista y director) en esta excelente recreación de la novela de Agatha Christie.

Interesante y valiente (para la época) película que trata el tema de la pederastia. Jean Carter se ha mudado a un pequeño pueblo de Canadá donde su padre ejercerá el cargo de Director de escuela. Los Olderberry son la familia más poderosa y la que ha fundado el pueblo. La niña es corrompida por el anciano sr. Olderberry, que le ofrece caramelos a ella y a su amiga para que se desnuden frente a él. A partir de ese episodio y ante el intento de sus padres de llevar a juicio al viejo, se desata en el pueblo un desfile de actitudes hipócritas, cómplices y encubridoras. Llama la atención y no deja de ser un punto a tener en cuenta, que la realización de la película haya estado en manos de la productora Hammer que entre los 60 y 70 realizó las más entrañables películas de terror del cine inglés. Sorprende la enorme sutileza de los diálogos, que hasta me parecen adelantados para la época. Lástima que al final, el intento de subestimar al espectador con una moraleja obvia empañe, apenas un tanto, esta excelente película.

La historia va de que sos un cultivador de lirios al que, después de multiple premios, el capitalismo te traicionó con una bancarrota al final de tu vida. Entonces encontrás la salvación, para contestarle al sistema, uniendote como mula a una banda de chicanos narcotraficantes. Lo consigues con un poco de inocencia y un poco de no sabemos bien qué, porque los personajes son de una profundidad psicológica nula. ¿Cómo llega un cultivador de lirios en bancarrota a conocer a los narcos? Fácil, te los presenta un invitado a la boda de tu hija que te escuchó decir que sabías manejar. Te dá una tarjeta de los chicanos, porque esto es Holiway y acá hasta los narcos tienen tarjeta de presentación.
Todo es tan obvio, tan inconsistente, tan cliché, que hasta consiguieron para el papel de cappo mafia al donado Andy García (sí, otra vez).
Si pudiera ver a Clint le preguntaría como hizo el protagonista, con un vivero de lirios derruido, para llevar todas las flores a la boda de su hija y al velorio de su esposa. ¿Debería detenerme en esos detalles? Lo destaco porque lo destacan.

Por último: Me tiene podrido Clint haciendo chistes racistas y homofóbicos. Una vez, bueno. En todas las películas, es político. No le cabe a un republicano hacer chistes de lesbianas y "negratas". Ya en el Gran Torino me había resultado insoportable.

En serio, no vayan.