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Críticas de Tono
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Críticas 34
Críticas ordenadas por utilidad
8
12 de abril de 2010
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gene Hackman se encuentra al borde de la omnisciencia. Su habilidad para las escuchas le permite conocer los secretos (pecados) de cualquier persona. Como Prometeo, ha robado un atributo de la divinidad pero, al no ser Dios, no puede decidir el destino de aquellos a los que espía. Como buen personaje prometeico, Hackman padece a un castigo permanente, cíclico, en su caso la sensación de culpa, de pecado, junto a una idea de su propia vulnerabilidad que le obliga convertirse en una persona hermética. Poco importa la peripecia, correctamente planteada y resuelta por Coppola. Lo relevante es que el personaje de Hackman no se desprenderá nunca de su condena, porque no es humana sino divina. De hecho, quien le llama por teléfono hacia el final de la película, ¿es Harrison Ford o es Dios?
Tono
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8
2 de marzo de 2007
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película muy estimable. Desprovista de pomposidad, se permite sin embargo profundizar en aspectos como la necesidad de dar y recibir cariño desde una perspectiva sensible y reflexiva. Equilibrada en los contenidos, bien interpretada, comedidamente rodada. Una modesta joya.
Tono
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2
17 de julio de 2007
31 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mujeres no muy cultas y novelas mediocres forman un binomio inseparable. Ni a aquellas les gusta la buena literatura ni los malos libros les gustan a mujeres (u hombres) de otra condición. Es éste el principal tópico sobre el que se sostiene (tambaleante) esta película. Hay otros, como que la crítica literaria es pomposa y elitista o que los gays son promiscuos. Así pues, ya que los novelistas vulgares escriben para dependientas y peluqueras, lo mejor es que unos y otras lo acepten y se unan en matrimonio sin hacerse más preguntas.

Lo anterior pretende ser, en una singular amalgama de atrevimiento y miopía, nada menos que la fórmula de la felicidad o así. En un momento como el actual, en que el mercado amenaza con reducir al arte a un producto de consumo y en el que el gran hallazgo intelectual es sostener que todo es opinable y que no hay más criterio de calidad que el “pos a mí me gusta”, en este momento, digo, el apuntalamiento ideológico de películas como ésta resulta tan conveniente como un iceberg para el Titanic.

Cualquier idea de superación personal ha sido expulsada por quien quiera que haya elucubrado el guión de esta película. Naturalmente, el vulgar escritor protagonista no debe aspirar a hacer mejor literatura que la que le brota, sino acomodarse a su condición de medianía. Por su parte, la lectora de noveluchas sostiene que no puede leer otro tipo de libros sin usar un diccionario. Lo que no se nos dice es que si se decidiera a hacerlo quizá su vocabulario mejorara y el diccionario resultara cada vez menos necesario; pero semejante idea parecería anticuada en comparación con el populismo pacato y posmoderno que sostiene (tambaleante) la trama. No se trata de aceptarse sino de conformarse.

De alguien tan palmariamente incapaz de engendrar una idea sólo se podría esperar una película tan fracasada en lo formal como ésta. Con la burda voluntad de dotarla de un charme afrancesado, el director introduce levitaciones absurdas, planos cenitales gratuitos y números musicales sonrojantes. Lo que pretende ser personal y minimalista termina resultando vulgar y previsible. Qué otra cosa se puede esperar de alguien cuya idea de la felicidad consiste en tocar los bongos encima de una mesa.

Así pues, lo que pretende ser una oda a la normalidad termina siendo, en todos los sentidos, un elogio de la mediocridad. Y para ser fiel a su propia premisa, la película resulta desacomplejadamente mediocre. Enhorabuena, objetivo cumplido.
Tono
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2
9 de julio de 2008
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las pelis de trinchamientos, evisceraciones y charcuterías varias componen un género muy interesante y que dice mucho de la condición humana. Como el porno y su exposición minuciosa del ajetreo sexual. Lo digo sin ironía alguna. El hecho de que existan estos géneros y que, correlativamente, existan unos espectadores que disfrutan de ellos dicen mucho del ser humano, de sus tabúes, de sus miedos, del sentido del morbo y demás.

Ahora bien, una cosa es analizar profundamente esos géneros en su crudeza y otra muy distinta intentar darles profundidad a los productos de género. Personalmente, cuando algún crítico dice que una peli porno es compleja y vanguardista, que lleva el género un paso más allá y cosas por el estilo, huyo como alma que lleva el diablo. El porno es monótono y repetitivo, vacío, sin argumento ni profundidad psicológica. El porno es pretexto y sexo.

Algo parecido le pasa a las slasher movies, que son huecas por definición. Hay que montarse una buena excusa para que el psicópata de turno desenfunde el arma homicida, pero poco más. Si uno pretende dar profundidad a algo en cuya esencia está la superficialidad te puede pasar lo que le pasa al Sr. Zombie con el Halloween: El origen. Que te queda un pastiche pretencioso que no funciona ni en el fondo ni en la superficie.

Pensemos por un momento la "compleja" y "elaborada" construcción del personaje de Myers por esta película e intentemos aguantar la risa:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tono
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7
4 de diciembre de 2007
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el cine de James Ivory no es apto para todos los paladares es poco discutible. Sus películas suelen ser cadenciosas y un tanto solemnes, si bien su oficio como director y la alta calidad media de su obra no debe ponerse en duda.

Esta "Condesa rusa", a pesar de contener aciertos claros, no está entre las mejores películas de su filmografía. Aunque la trama está correctamente planteada y resuelta, algunos de sus extremos parecen mostrar una naturaleza más literaria que cinematográfica (no en vano el guión es de Kazuo Ishiguro), lo cual lastra el impecable ejercicio de Ivory en la dirección. Los intérpretes rayan igualmente a buen nivel (por más que el encasillamiento de Ralph Fiennes comience a ser preocupante), contribuyendo a redondear la película hasta dejarla apenas a un paso de la excelencia.
Tono
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