La escena en el zoológico, con la rebelión simulada de los pigmeos y la captura de su domador, es en mi opinión lo único que merece la pena. De hecho transmite el mensaje de toda la película, con lo que el resto sobra.

Durante toda la película he estado pensando en cómo iban a volver, asociándolo inevitablemente al título. Para mí el regreso no es el del padre a su casa, porque no vuelve para quedarse, sino el del viaje, el que se ve en las fotos del final, aquel en el que se verán cumplidos los anhelos del padre por la capacidad de supervivencia de sus hijos (aunque quizá no a su gusto, ¡qué importa!), cosa que se demuestra con la última foto de la madre, que señala el regreso.

Tampoco he visto que se haya resaltado que el mayor toma el papel protagonista (la autoridad) cuando el padre muere, un contraste que sin embargo a mí ha sido de lo que más me ha convencido.

Hay una ruptura generacional, ruptura con un pasado ignorado pero indispensable (por lo lejos que les lleva) para que los portadores del futuro construyan una cultura común propia y duradera.

Descanse en paz.

El argumento es, punto por punto, una puesta en escena de la Antítesis de la Ley, con la victoria final del amor a los enemigos sobre la retaliación. Por eso el final parece no tener fuelle: había que rendir toda la película a ese mensaje.