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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 376
Críticas ordenadas por utilidad
10
15 de abril de 2013
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo importante es amar” es hoy por hoy una película de culto, aunque evidentemente no siempre fue así. De hecho París Match la calificó con acierto, y no sé si como medida de prevención, como “un puñetazo en plena cara”. Provocó que un amplio sector conservador intentara boicotearla, a los que se sumaron los cinéfilos más “puristas” de gustos institucionalizados. En España se recupera la versión íntegra cuando se repuso en 1984. Con el paso del tiempo se ha visto que el ucraniano Andrzej Zulawski no sólo hizo su obra maestra, si no que creó un estilo de “nervatura”, de crispación, aumentado por la cámara en mano y que luego ha sido imitado hasta la actualidad, pero que en su día resultó bastante chocante, muy rompedor. Para colmo el clima de la película es muy real, tenso y casi asfixiante, sumido en una estética “feísta” y violenta que turba. Zulawski siguió en esa línea con la magnífica y aterradora “Posesión” y con “La mujer pública”, notable película sobre la alienación y de la que se me antoja que sirvió de cierta inspiración a Aronofsky para su “Cisne negro”. Luego su director parece que tranquilizó su tumultuosa vida (cerrando el capítulo de los innumerables problemas con el régimen polaco) rodando casi todo en Francia, aunque en un plano más esporádico. Y fue Romy Schneider la que impuso al director, desconocido (y censurado por las autoridades polacas), para salvar un proyecto arriesgadísimo en muchos sentidos. Delerue hace una de sus composiciones más personales, a base de temas muy cortos de duración. Mientras la percusión y los instrumentos de viento desempeñan un papel agresivo, los instrumentos de cuerda sirven sobre todo para dar lirismo a la desgarradora historia de amor. Aronovich a la fotografía hace un espléndido trabajo capaz de captar hasta la más mínima intención en la mirada de sus actores, sea por ejemplo el fabuloso momento de Jacques Dutronc en los servicios o el mismo arranque de la historia, con una Romy Schneider perfecta y que ganó el primer César del cine francés que se otorgaba por esta interpretación de la ya mítica Nadine. Creo que nunca la he visto tan conmovedora, tan desesperada, luciendo una belleza natural casi sin maquillaje y sin operaciones, algo poco usual hoy día. Y se podría hablar más de esta magnífica película, pero por falta de espacio opto por recomendarla y que sea el espectador quien juzgue. Grandes escritores y críticos la han alabado, por ejemplo Andrés Aberasturi le rindió un precioso artículo (dedicado a una amiga suya ya fallecida, Maite, creo recordar), y también sé que la defensa que hace de ella Carlos Boyero irrita a más de uno. Pero es que “Lo importante es amar” sigue provocando opiniones muy encontradas, sigue viva y no es una película fácil de ver, sobre todo para el espectador medio acostumbrado a historias de amor más convencionales y edulcoradas.
Maggie Smee
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6
2 de junio de 2018
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo de las empresas no es un argumento nada nuevo en el cine. A lo largo de los años ha sido tratado desde distintos géneros y con diferentes resultados. Lo que ocurre en la actualidad es que, a raíz de la crisis, o de la supuesta crisis generada por una serie de intereses diabólicos que nos golpeó hace una década, el género puede interesar más al espectador, ya que sus posibilidades se han abierto tal y como como se abren las fauces de cualquier depredador cuando va a engullir una presa. De hecho, al comienzo de “Corporate” unos rótulos nos “advierten” de que los personajes son ficticios pero los hechos que se nos cuentan sí que son reales, advertencia que sobra excepto para el espectador más desinformado o que viva enajenado. Lo que antes podía sonar a ciencia ficción hoy, por desgracia, es puro realismo.

“Corporate” es una producción francesa y que se trata del debut en el mundo del largometraje de Nicolas Silhol, lo cual se nota. También su director firma el guión con Nicolas Fleureau, algo que podía haber mejorado ciertos factores, como el desarrollo de algunos personajes, sobre todo el de su protagonista, Emilie, pero no ha sido así. Digamos que en “Corporate” se deja entrever lo que ocurre en una “ópera prima” que sea meramente correcta, despidiendo incluso cierta frialdad. Pero su resultado final, al menos para mí, es interesante, porque hay ciertas virtudes que se han logrado, por lo que en un futuro Silhol podrá poner remedio a fallos comunes.


Silhol podía haber optado por el thriller, pero ha preferido mantener la atención desde el punto de vista del cine de denuncia y el conflicto dramático de sus personajes, lo cual le acerca a una cotidianidad y, en consecuencia, a un realismo que en ningún momento huele a falso. Sabe de lo que habla y, lo más importante, el espectador también, y es ahí donde radica su mayor acierto, porque convierte a “Corporate” en un film necesario que toca una problemática cada día más común. En España, uno de los países más retrasados en recuperar la inestabilidad económica y laboral de la comunidad europea, “Corporate” es un film que debería tener más espectadores, porque bien nos vendría tener más conciencia ante el problema que supone el acoso laboral y ser capaces de denunciar a los que la ejercen.


Película correcta en todos los sentidos, sea por su factura técnica o sus actores: desde su protagonista, Célline Sallete como Emilie, a Lambert Wilson, de sólida carrera que ronda el centenar de largometrajes y que cada día tiene mayor peso delante de una cámara, gracias al haber trabajado con excelentes directores.


Aunque en el spoiler apunto un par de detalles que me ha llamó la atención, quede claro que recomiendo su visionado, no ya a los aficionados al buen cine si no, sobre todo, a los muchos cerdos y cerdas que he conocido, o simplemente que me han hablado de ellos, y que han ejercido (o ejercen) su estúpido poder dentro de empresas (sean grandes superficies, productoras o negocios pequeños) y cuyas cabezas, en muchos casos, acabaron por fortuna rodando y decidieron sumergirse en el mundo de las drogas o el alcohol para olvidar los pecados que nunca expiaron y lo mediocres que fueron... o son. Porque para tener un cargo de poder y comportarse como dictadores sin escrúpulos no hay que valer sino carecer de alma. Hasta el conocer de cerca a la escoria siempre puede enseñarnos algo, aunque sea para saber qué es lo que nunca querríamos llegar a ser.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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9
26 de octubre de 2019
36 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la primera vez que lo digo y me temo que no será la última: ¿por qué algunos críticos o comentaristas de cuarta no saben hablar de una película sin destriparla? Porque la mayor virtud de “Parásitos” es que, a medida que avanza su proyección, se va desgranando, como capas de una cebolla, y, en cada momento se va centrando bien en la comedia, el drama, la descripción de sus personajes o en el “suspense”, salta de una cosa a otra casi imperceptiblemente, sin traicionar lo ya contado y avanzando sin perder ritmo. El desconocer todo de su argumento sería una gran ventaja para quien desee verla y disfrutarla plenamente. Puede que ese fuera uno de los motivos por los que se llevó la Palma de Oro en Cannes y por lo que, en premios se refiere, se podría llevar muchos más, convirtiéndose en la posible ganadora del “Oscar” al mejor film de habla no inglesa.


Porque además “Parásitos” habla de muchos temas, pero todos comprensibles para nuestra sociedad occidental tan “avanzada” y “moderna” y supuestamente alejada de la oriental, para ser más exactos de la coreana. Por eso su guion, aunque con algún cabo suelto que contaremos en el “spoiler” que nos queda claro, es un ejercicio cinematográfico logrado en muchos sentidos, desde una reflexión social y humana, a una comedia sorpresiva o un thriller que bucea en la mejor tradición.


Bong Joon- Ho, que es el director y guionista junto a Jim Won Han, bien por casualidad o porque, tras reflexionar, a lo mejor haya entendido que de las situaciones más comunes se puede sacar más partido dramático de que circunstancias fantásticas o excéntricas pasadas de rosca, logra aquí su mejor trabajo. De lo que había visto de él, no conectaba con su cine del todo, se me quedaba superfluo, de serie B y a veces hasta pretenciosa, teniendo en cuenta sus desorbitados presupuestos. Para mi sorpresa, afortunadamente, logra con “Parásitos” lo que no me había pasado, participar de su cine sin la más mínima animadversión.


Eso sí, como ya era habitual en su cine, nada que objetar al envoltorio técnico, de notable calidad, sobre todo con la fotografía de Kyung- Pro Hong y al numeroso departamento de efectos visuales. El reparto muy bien todos, en los diferentes cometidos tan diferentes uno de los otros, como Kang- Ho Song, Park Yeon- Kyo, los más jóvenes, o Hye- Jin Jang como la joven matriarca.


Como buen cine oriental, los sentidos se cuidan también, dando importancia a los colores, los sonidos e incluso a los olores, aspecto que los occidentales muchas veces descuidamos en la narración anteponiendo lo obvio, lo visual.


También deberíamos advertir, que aunque sea en una lengua para nosotros no muy común, deberíamos verla en su versión original. Los doblajes cada vez resultan más artificiales, quizás porque desde hace décadas los actores “expertos” que doblaban han ido desapareciendo dando paso a otras generaciones más imperfectas. Ese es otro mundo no muy conocido por el espectador y que debería conocerse más, para comprobar lo cerrado que es y lo mal que funciona.


“Parásitos” creo que es un film muy notable que con el cinéfilo lo puede pasar “bien”, me refiero a que seguro que le entretendrá, por eso, una vez más, echando un ligero vistazo a los comentarios que nunca leo antes de escribir el mío, no comprendo que haya comentarios con baja puntuación y luego, cuando se zampan un mojón, todo queda en justificaciones que se sobrevaloran. Y es que el que vean cine no significa sinónimo de cinefilia.
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Maggie Smee
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2
2 de octubre de 2022
32 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocía que desde “Showgirls” no había una producción que hubiera tenido una distribución tan mayoritaria con la temida calificación de NC-17 por sus escenas “subidas de tono”, que en Estados Unidos, con lo mojigatos que son para estas cuestiones, es veneno para la taquilla o cualquier plataforma, ya que queda restringida la entrada o la visión para los menores.

Este proyecto de adaptar la dudosa obra de Joyce Carol Oates viene de muy atrás, hace más de una década. Se barajaron posibilidades para su protagonista como la gélida Jessica Chastain, que afortunadamente lo rechazó, o Naomi Watts, que era una posibilidad más viable, pero que también declinó la oferta. Casualmente, en ese año, fue cuando Michelle Williams protagonizó “Mi semana con Marilyn”, que fue una de las más logradas encarnaciones que se han hecho sobre Marilyn Monroe y estuvo justamente nominada a multitud de premios, incluyendo el “Oscar”, ya que de no haber mediado Meryl Streep con “La dama de hierro”, a la que, dicho sea de paso, le deben más premios de los que ha recibido con sus más de veinte nominaciones, Williams contaba con posibilidades de llevárselo, o incluso la Academia hubiera saldado al fin su deuda con la eterna nominada y nunca ganadora Glenn Close por “Albert Nobbs”. A saber.

Pero centrándonos en el tema que nos concierne, lo que sí reivindico en estos momentos, repito, es el trabajo que hizo Michelle Williams, cosa que muchos parecen haber olvidado o ni siquiera vieron. La actuación de Ana de Armas para mí, es lo más reseñable de la película, porque se ve que ha hecho un gran esfuerzo, ha estado nueve meses sin parar puliendo su acento cubano y ha estado ayudada en todo momento por un estupendo equipo de maquillaje y peluquería, pero lo que no he visto en ningún comentario es que el acento, en contados momentos, se le va, puede que el motivo sea que la hayan visto doblada al español o no lleguen a ese nivel de perfección, pero mucho me temo que los más puristas no van a querer que sea nominada al “Oscar”.

Sí, por el acento, como el anuncio nacional de la cerveza Cruzcampo hubiera permitido que Lola Flores hablase en algún momento con un ligero acento francés, por ejemplo. Pues como que no. Y ya digo que se ven las ganas que le ha puesto Ana de Armas en su empeño, cosa que sin duda valoro, pero no supera a la comentada Michelle Williams.

También la banda sonora, que corre a cargo de dos estupendos músicos que ya colaboraron con Andrew Dominik, Warren Ellis y Nick Cave, este último muy querido tanto como admirado que lleva una temporada deprimido tras la pérdida de su hijo por sobredosis, podrían encontrar una oportunidad para que les nominen.

Pero la base, por desgracia, es la que falla. Brad Pitt, amigo del director, es uno de los productores, y muchas veces ha tenido olfato en sus proyectos. Incluso Pitt ya había trabajado también como actor con Dominik en la buena “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford” y en la notable, aunque no apreciada por muchos, “Mátalos suavemente”. Pero aquí ha errado el tiro.
Han confiado en una novela, que aunque sea de la prestigiosa Joyce Carol Oates a la que proponen para un Premio Nobel, parece un sucedáneo de lo peor de Harold Robbins, que no se basa en hechos reales, si no en elucubraciones y situaciones no demostrables de la Monroe, y encima con un guion sin ritmo y confuso, que convierten sus casi tres horas en una proeza tragársela entera.

Si hubiera sido más “camp”, si hubieran sido más exagerados y le hubieran puesto sentido del humor, quizás la hubieran podido igualar con otro biopic trash” famoso de los ochenta, “Queridísima mamá” de Frank Perry, que fue ganadora en los premios Razzie, quizás porque se sustentaba en el libro de Christina Crawford, escabroso y a veces hasta “marciano”, pero cinematográficamente bien realizada y contaba con una excepcional Faye Dunaway de protagonista, que solamente por eso ya se recomendaría ser vista, pero no merecía que arremetieran con ella de esa forma en los premios Razzie. Y si con ella no dudaron en hacerlo, puede que con “Blonde” ocurra tres cuartos de lo mismo. Igual fallo en mi predicción, pero en vez de tanta nominación al “Oscar” igual se convierte en el drama favorito de los Razzie en el nuevo milenio.

Y es que “Blonde” es más pretenciosa. Tiene secuencias casi imperdonables y se toma en serio en todo momento con los elementos que juega. Porque eso es lo que hace, no construye ni plantea, si no juega con fuego. Y esto sí que no me lo esperaba de Andrew Dominik, que como guionista y director falla estrepitosamente. No entretiene y en vez de un tributo a Marilyn Monroe es un insulto sin sentido, ni común ni ético, porque Marilyn era y es mucho más que eso. Incluso hay veces en que creo que se han inspirado más en la Frances Farmer de “Frances” para llevar a la pantalla su vida, por cierto, donde Jessica Lange hacía una interpretación monumental.

Por más cambios de fotografía, texturas y colores que hayan querido utilizar y por más actores a los que han recurrido para darle cierto empaque en papeles mal escritos, como el de Bobby Cannavale, Adrien Brody o Julianne Nicholson, está elaborada como un vulgar telefilm donde se cuentan medias verdades o mentiras a granel, sin sacar nada positivo de su protagonista, que por cierto, de alto coeficiente intelectual y que de tonta no tenía un pelo, por más “sex symbol” que fuese. Por eso, hasta en recientes anuncios de perfume, ha seguido siendo explotada. Y ahora comentar en la zona spoiler un par de cosas.
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Maggie Smee
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3
3 de octubre de 2015
27 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. La primera película que puntué en Film Affinity (aunque no hice crítica de ella) fue “Ágora”, hace ahora cinco años y medio. Desde entonces ha llovido mucho. He de decir que tengo un alto concepto de Alejandro Amenábar. Aunque su filmografía me parezca acertada a medias (“Tesis”, sobre todo “Los otros” y “Ágora”) y haya otros títulos (“Abre los ojos”, o su laureada “Mar adentro”) que no me convenzan, no es la típica personalidad casposa o convencional que abunda en el cine. De él me interesa tanto lo que suele decir en las entrevistas como lo que hace, aunque no esté logrado. Pienso que es actualmente uno de los mejores directores del panorama español a la par de relevante. También me gusta su actitud personal: discreta, humilde y nada arrogante, incluso con un buen sentido del humor, género que no me extrañaría que terminara abordando en un futuro como que también le pudiera salir bien.
Aclaro, por si acaso, que no sé si quiera si mi cara le sonaría, ya que me lo he cruzado algunas veces, pero que no soy una amistad del cineasta ni tampoco familiar: ni su madre, tía, prima o la portera del edificio. Y también he de decir que he sido testigo en varias ocasiones, en círculos cinematográficos, con distribuidores y críticos, en el que algún que otro mediocre ha llegado a manifestar su deseo de que se pegara un buen trastazo, pero no haciendo uso de nuestro deporte nacional con un comentario típico, si no con mucha rabia en su fondo, con verdadera ganas. La putada es que con “Regresión” muchos de ellos han encontrado, al fin, el cielo (o el infierno) abierto para atacarle sin contemplaciones con una navaja, posiblemente ya oxidada y dentada por el paso del tiempo transcurrido, tan vieja como el rencor que escondían. De hecho, no recuerdo exactamente el portal porque ya lo han retirado, pero de entre sus noticias de actualidad, con una foto de Ethan Hawke de fondo ponía un titular: “Hoy se estrena el último fiasco de Amenábar”. Gracioso, ¿no? ¿Cuántas mierdas ha estrenado nuestro querido cine patrio y no se ha entrado en calificativos en su promoción? ¿Se trata de difundir o de hundir?
No pretendo exculparle en esta ocasión, se debe asumir lo hecho y, con todo el dolor de mi alma, porque pienso que “Regresión” es muy floja. Su intento por hacer una exposición para desmitificar el bien y el mal le ha salido fatal. Ya debió aprender que no le convenía prescindir de su Pepito Grillo (su habitual colaborador, Mateo Gil, que aquí figura en los créditos finales como supervisor). No por ello es que se le haya ido el talento a Amenábar, es que se le ha ido la olla y no ha tenido ha nadie al lado que le dé el toque en la construcción de su guión, un guión desacertado desde el principio, que no logra inquietar y acaba aburriendo. Su dirección es anodina, muy de salir del paso y, sorpresivamente, con un mal cásting. Ninguno de ellos parece encontrarse cómodo, parecen forzados, sobre todo en el caso de su trío protagonista: un Ethan Hawke como desconcentrado, con un careto algo raro, incluso en algunos planos puede parecer miembro de la familia Aragón, los clásicos payasos de la tele, David Thewlis que parece que emule a Michael Caine y una Emma Watson, que está como pez fuera del agua, sin convencer. Su factura técnica cumple, sobre todo Roque Baños, pero no hay nada que destacar de ella, solamente el tedio que produce y lo ridículo que quedan esos seres supuestamente inquietantes con cara blanca y túnica, que parecen salidos de una función del teatro clásico de Mérida.
No soy quién para dar consejos, pero creo que cuando Amenábar está más entonado es cuando juega con los “miedos” y, en consecuencia, con el espectador que se siente inmerso en lo que se propone, pero cuando se nos restringe información y luego nos echa la “charleta” o disertación correspondiente, bien como ser maduro o como cineasta documentado es cuando la caga, por mucho hecho real en el que se base. En fin, que hasta los más grandes alguna vez se equivocaron y aprendieron de ello, cosa que espero que ocurra también en el caso de Amenábar, porque de tonto no tiene un pelo.
Maggie Smee
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