Buena película sobre un director de escuela de pequeñines. ¡Cuánta flexibilidad para tratar con alumnos, compañeros docentes, madres y padres, políticos, asistentes sociales! La verdad es que un maestro así es una joya o mejor dicho “una aguja en un pajar”.

Filme en b/c, del género bélico (II G.M. en su vertiente nipona-norteamericana sobre Filipinas), de calidad regular.

Trata sobre un coronel yanqui de nombre Jackson (interpretado por John Wayne) que junto a un capitán filipino (interpretado por Anthony Quin, actor de rasgos multirraciales que le capacitaban para hacer de filipino, de esquimal, de mongol, de mexicano, de indio navajo, de griego, etc., etc. y parecerlo en verdad) se dedican a hacer guerra de guerrillas en suelo filipino, aglutinando a los civiles y matando por sorpresas a los japoneses que habían invadido la isla; despejando así el terreno para el posterior desembarco que tendría lugar de las tropas norteamericanas.

Trama inquietante, enrevesada, donde hay lugar para el amor, para la infidelidad, para la sospecha, para que una vez más quede de manifiesto que "No hay que dejarse llevar por las apariencias porque las apariencias engañan".

Se nos presenta el matrimonio, la familia, con sus dificultades, con diversas problemáticas de las que ocurren en la institución básica de la sociedad: unión de hombre y mujer (que esto es lo que siempre fue, ES y será un MATRIMONIO).

Una película bastante notable que nos sorprende por su desarrollo muy bien contado donde se ven envueltas varias personas, todas ellas con algún eslabón que les engarza.

Película sobre negros peleones y tipos violentos de asco y vomitera, más o menos parecido al filme español "Tres metros sobre el cielo"; es decir, cine para descerebrados, musculitos y acomplejados que se identifican o ven con aureola a esta clase de personajes violentos, todo un "dechado social".

Shohei Imamaura, después de su dramática y conmovedora película "La balada de Narayama" (Japón 1983), no ha vuelto a alcanzar un nivel tan alto en calidad e impacto cinematográfico. Sí, "La anguila" es un filme pasable, digno, con buenos actores y fotografía, pero no cala, no conquista. Las interpretaciones, tanto de Koji Yakusho como sobre todo la de la bellísima Misa Shimizu —actriz preferida de este director que ha intervenido en buena parte de sus filmaciones— sí son relevantes y actractivas.

Y además tiene la película algunas escenas medio humorísticas de bailes flamencos, auténtico fenómeno que apasiona a muchos japoneses de la actualidad, con sus gritos de "¡ore, ore, ore!" tratando de asemejarse a los españolísimos "¡ole, ole, ole!".