La historia empieza y acaba a lo Ford, pero se deja entre medias lo que pudo haber sido por el pecado de su despegue en la industria que le hizo pasar por el aro con un guión arrebatado y perfectamente filmado, dentro de lo que cabe.

El inicio engancha si se obvian los acelerones de guión y las pocas explicaciones. Sabemos que el doctor es un luchador idílico, ajeno de las injusticias que el mercado hace en sus víctimas. El propio Ford, en esta película, es víctima de lo voraz de la industria.

El punto de partida es una genialidad y aparece seguir, con un tren que se colapsa y un hotel en donde la gente se tiene que instalar. Aquí partimos desde lo cómico para ir adentrándonos poco a poco en el misterio.

Este es el norte de esta coqueta y graciosa película, comedia francesa, con pequeñas dosis de melodrama light, que nos acompaña durante poco más de 90 minutos en un viaje curioso desde la jet set parisina a los bajos fondos de la urbe con vistas al Panteón.

Anne Vernon derrocha belleza y sensualidad por los cuatro costados, con una planta ingenua y una mirada bella, que poco hace importar que el argumento sea un tanto estrambótico y que ella sea tan infantil que no es consciente que solo se rodea y cruza de depredadores malvados.

Curiosa película con la que me he encontrado, una modernidad para el año 76 que, vista hoy, sigue de rabiosa actualidad, con la excepción de las vestimentas y la decoración setentera.

Aún así, me despistan las elipsis tan concatenadas, que no dejan espacio a la reflexión.

Curiosa película del año 1950, en la postguerra mundial, en donde se hace una reflexión entre lo moderno y lo tradicional, cuestión que se estaba debatiendo y dilucidando en aquel Japón paleocapitalista. El personaje de la hermana joven sobresale en modernidad, con ese curioso tic de la lengua que le hace tener mucha personalidad.

La historia de amor entre su hermana mayor y el vendedor de muebles es el loco hilo conductor que nos va llevando de la mano por la película, entendiendo cómo es el amor de juventud y las cicatrices que deja en el alma conforme vamos alcanzando la edad adulta.

El alcohol es el verbo que utiliza Ozu para expresar el impacto de "lo moderno" en ese mundo que se abría a su futuro, con la banda sonora de los clásicos, citando a Shakespeare "ser o no ser" de Hamlet, y focalizando a Cervantes en la cita que da título a mi crítica, la cual preside el Bar Acacia.