Una mujer muy querida en su comunidad y de gran corazón se ha dedicado a acoger chicos huérfanos hasta que les encontraran una familia que les adopte. Durante ese tiempo solo ha encontrado a cuatro tan difíciles que no les pudo encontrar un hogar y por ello fue ella misma quien les adoptó. Después que su madre muera en un tiroteo en circunstancias extrañas, los cuatro hermanos se reunirán en el entierro después de tantos años y tratarán de aclarar los hechos.
Lo primero que te preguntas al ver la película es como una mujer tan buena ha criado a estos cuatro maleantes. Y es un mismo personaje, al principio, quien lo explica. Y es que si no hubiese sido por esa mujer, estos cuatro se habrían convertido en los peores delincuentes posibles. Si bien no han llegado a tanto, no tendrán reparos en buscar pelea o emprenderla a tiros con quien sea para aclarar las causas de la muerte de su querida madre.
Este es una actualización de un western con John Wayne como protagonista, llamado Los cuatro hijos de Katie Elder. Sigue su trama solo en parte, pero claramente la versión actual está de alguna manera planteada como un western urbano.
El guión no es perfecto, tiene sus altibajos, pero funciona en la mayor parte del tiempo. Este guión, junto al buen hacer de los actores que aquí se ganan su sueldo, consigue dar cabida a momentos realmente dramáticos en la cinta, o momentos donde se desata la acción y la violencia que llevan dentro estos rebeldes hijos e incluso momentos cómicos tan necesarios para aliviar la crudeza de los hechos.
Estoy seguro que para muchos, cuando la vea, sobrepasará sus expectativas, y es que lo que a todas luces parece que va a ser poco más que un drama de sobremesa, es mucho más.

Remake de una película de finales de los sesenta. En ambas películas se trata un hecho tan importante e imprevisible como es el que una hija, les presenta a sus padres, el que espera se convierta en su marido. El trance no es fácil para ninguna de las partes y con la excusa de la dificultad del momento y de los enredos que se forman, los guionistas aprovechan para deleitarnos con una comedia fácil de ver. Por si fuera poco, la futura pareja es interracial y eso complica más el asunto. Lo que el padre ve como un problema, los guionistas lo saben aprovechar para colocar a los actores en toda clase de situaciones comprometidas, con la ventaja de poder explotar la vertiente del conflicto interracial. Los típicos chistes interraciales fáciles y los tópicos y estereotipos aparecen de forma continua haciendo algo repetitiva esta comedia. El guión es correcto, pero no brillante y la dirección poco más que pasable. La comedia se sostiene con una excelente interpretación de los actores, tanto de los principales como de los secundarios.

Atípica historia de un samurai. Pues a diferencia de la habitual caricatura estereotipada que sueles encontrar en las películas hechas en Hollywood sobre estos personajes, esta vez encontrarás a un tipo normal. Sin habilidades fuera de la capacidad humana. Algo bueno a primera vista, pero también olvídate de certeros movimientos de espada, porque este la ha cambiado por una pistola con silenciador. Y no hay mayor insulto a este colectivo que desproveerlos de su arma preferida. Para compensarlo tendremos que sufrir con la distintiva forma del protagonista para guardar tan deshonrosa arma, reminiscencia sin duda de lo que haría en caso de tener una auténtica katana.
La historia es sencilla, no nos perderemos con intrincados sucesos ni cambios de rumbo imposibles del guión. Aun así es difícil disfrutar la película, el problema viene porque la alargan demasiado. Claramente más allá de toda tolerancia, siendo gran parte de lo que veremos en auténtico relleno. Veremos a Ghost dog haciendo toda clase de tareas que no añaden nada a la historia, sobre todo robar y conducir coches. Para lo cual repetirá siempre los mismo pasos. Describiendo el hecho de forma mecánica, soporífera. Todo esto lo convierte en una lenta y predecible producción que aburrirá en la mayor parte del tiempo. La responsabilidad es sin duda de su guionista y director Jim Jarmusch que no acierta a darle un ritmo correcto a esta cinta. Este director orientado más a películas independientes y cine de autor prefiere perderse en debates elevados como los comentarios del protagonista a incorporar una narrativa directa al espectador. Su trabajo es una parte filosófico, envuelto en un amargo entorno dramático y adornado con acción, pero esta acción está tratada de forma tan poco estilizada como el resto de la película haciendo de ella una sombra de lo que podría haber sido.
Seamos sinceros, Forest Whitaker es un excelente actor, pero no encaja como samurai. No es solo su oronda figura, ni que no sea japonés, le falta gracia y verle hacer algo más que recitar textos filosóficos. Lo único que le veremos hacer donde lo identificaremos como samurai es en una toma practicando con una espada, la única en toda la película. Con eso no es suficiente para caracterizar a un personaje. Además un aspecto interesante hubiera sido permitir a este actor transmitir el conflicto que todo samurai tendría entre su deber al maestro y su sentido de la supervivencia. La cinta lo evita apelando al camino del guerrero, correcto aunque es una oportunidad perdida de añadir historia que no sea relleno. Los mafiosos que pueblan esta película son como poco patéticos. Todos en sus ya entrados cincuenta años, parecen de segunda clase. Son una caricatura de ellos mismos y no ayudan a mejorar el producto final.
No es un completo fracaso, pero necesita menos guiños personales del director a anteriores obras suyas y de otros autores y aportar más escenas relevante para conformar una historia más sólida.

Cinco amigos suben a un avión de alquiler pilotado por una de ellos que ha obtenido su licencia de vuelo hace poco. En pleno vuelo empezarán a surgir problemas técnicos y el grupo vivirá una situación que les pondrá al límite de sus posibilidades.

El director Kaare Andrews da el salto a los largometrajes tras dirigir varios cortos con un guión de Paul A. Birkett especializado en películas hechas para la televisión. La apuesta es arriesgada, porque si bien para montar una película de terror tan sólo se necesita a un grupo de adolescentes desbocados, aislarles del mundo y poner algo que les vaya cazando uno a uno, esta vez la acción se enmarca en un avión reduciendo de forma drástica las posibilidades de la historia.

Veremos pasar demasiado tiempo del metraje con el grupo dedicado a los preparativos y la etapa sin sobresaltos del vuelo. Con esto el director trata de situarnos en la película, pero fracasa debido a dos cosas. La primera de ellas es que los personajes principales albergan poco misterio e interés. Dejando a los secundarios en una posición todavía peor en cuanto a desarrollo de una personalidad propia. Así se daña el desarrollo posterior de la historia porque no lleva al espectador a interesarse realmente por la supervivencia del grupo. El segundo es que una vez pierden el control del avión mayoritariamente les veremos discutiendo como afrontar lo inaudito de su situación, principalmente culpando a la piloto por lo sucedido, pero ni la historia ofrece demasiadas emociones fuertes ni el director marca un ritmo que la mantenga viva. Tan poca imaginación hace resentirse la idea original que era el ambientar la película en una cabina, pero es que el guión no da para más y la monotonía es el resultado.

Personalmente creo que el guionista pensaba en M. Night Shyamalan al escribir la historia, pues el miedo debería jugar un factor determinante en ella. Sin embargo los actores, con Jessica Lowndes de la nueva versión de Sensación de vivir a la cabeza, no consiguen hacer creíbles sus papeles.

En resumen una cinta más del montón que tiene a su favor estar ambientada en medio de un vuelo que es a la par su mejor baza y su peor limitación.

Malcom y John son dos agentes del FBI, que tienen como misión volver a capturar a un peligroso delincuente que ha conseguido escaparse. Apenas si tienen pistas de donde podría dirigirse este individuo. Su mejor posibilidad es que trate de reencontrarse con su antigua novia y su hijo, que van a pasar por casa de su abuela. Pero como no está Malcom va a tener que aprovechar sus mejores habilidades en disfraces, para pasar como una perfecta abuela sureña.
La película no es más que un vehículo para el lucimiento de Martin Lawrence. Toma prestado lo mejor de algunas comedias de éxito, como Poli de guardería usando la parte donde una mujer tiene que huir porque su antiguo novio viene a por ella. O al profesor chiflado con todo su humor girando alrededor de la oronda figura del personaje. Entiendo que la idea era mezclarlo todo y autoconvencerse que algo favorable saldría de mimetizar estas películas. El resultado es bueno, que no magnífico. Consigue hacerte pasar un buen rato.
El guión está basado en una cuestión como mínimo difícil de creer. Pues no parece muy lógico ni creíble que Malcom sea capaz de transformarse en esta arisca, pero también adorable y muy querida mujer. Consiguiendo engañar no solo a su nieta con la que pasa mucho tiempo, sino también al hijo de esta e incluso a todo el vecindario. Bueno, dejémoslo en un hito conseguido para las habilidades de este agente del FBI. El desarrollo de la cinta resulta un tanto caótico. No hay una clara trama que ir avanzando, simplemente sirve como excusa para ir pasando de escena graciosa a escena graciosa y poner así a esta mujer en toda clase de situaciones comprometidas. Además a medida que pasa el tiempo te das cuenta que todo es más y más predecible e increíble. Menos mal que en general los chistes funcionan, siempre y cuando no te moleste el humor un poco grosero en el que se apoyan. Casi olvidas porque están allí, para atrapar un criminal y no para aprovechar la envergadura de esta mujer haciéndonos reír. Así que ignoradla si estáis buscando una película que merezca un Oscar, aquí solo hay humor barato.
A Martin Lawrence se le ve muy cómodo interpretando este papel. Esto ayuda enormemente a convencernos el que la gente no se de cuenta del engaño. Su interpretación no estará exenta de sus habituales exageraciones y tics, pero el tener que pasar como una mujer mayor los reduce. El resto de los actores, están para complementar y tienen poca carga interpretativa. Nia Long cumple con su cometido, que es el de lucir figura. Paul Giamatti y Anthony Anderson solo tienen que resultar más patéticos de lo que Martin Lawrence resulta. Lo consiguen así que no hay razón para decir que hacen un mal trabajo.
No se puede ver con mayor pretensión que la de reír. Así es hasta disfrutable.