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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
10
29 de enero de 2009
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día cualquiera, Robert F. Stroud, mató a un hombre por defender a una prostituta que estaba siendo atacada. Este hecho lo llevó a la cárcel, donde después, Stroud, mató a un guardia a quien le importaba más el cumplimiento estricto de las reglas, que el perdón y la bondad. Por esto, lo condenaron a pasar el resto de su vida en el más completo aislamiento... ¡Y a esto lo llamaron justicia!, pero no fue más que un cruel acto de venganza, de quienes detentaban el poder, contra un excluido que no tenía más que el cariño de su madre.

Salvo en casos excepcionales, la cárcel no resocializa, ni rehabilita; sólo excluye y degrada. La cárcel no genera amor, ni comprensión, sólo te ofrece odio y resentimiento. Esto es lo que ocurre en la mayoría de los casos, ante la indiferente mirada de las autoridades, y peor aún, de los gobiernos de turno… pero, de pronto, con la luz del sol entra un hombre que tiene otro destino.

Lo aquí contado, ocurrió en 1912, cuando el prisionero, Stroud, fue transferido a la cárcel de Leavenworth y condenado, luego, a morir en la horca. La lucha de su aguerrida madre, logra que le sea conmutada la condena y convertida a cadena perpetua... y de repente, cuando ya se resignaba a ir y venir entre cuatro paredes, leer cada tanto, y ver los mismos rostros de unos pocos guardias durante el resto de su vida… un gorrioncillo, a punto de morir bajo la lluvia, despierta su adormecido sentimiento de solidaridad y, cuando menos lo piensa, se convierte para Stroud, en una poderosa razón para vivir... y nuestro hombre se mostrará ávido de conocimiento… y después sorprenderá al mundo con sus alcances, aunque sólo pasó por la escuela hasta el tercer grado de la primaria.

Con un guion de Guy Trosper, quien adaptaba el libro de Thomas E. Gaddis, "Birdman of Alcatraz, The Story of Robert Stroud" (1956), el director John Frankenheimer, ha hecho un filme de gran valor humano. Una alegoría de la posibilidad de surgir aun cuando la arena movediza en que se ha caído, esté a punto de taparnos la nariz. Sólo se trata de saber ver, porque, el Universo Creador, siempre nos pone oportunidades a nuestro alcance.

Stroud, el ornitólogo, es un ser humano ejemplar y lo que a él le ocurre reafirma su grandeza, y deja muy mal parada a una sociedad que se dice civilizada.

Burt Lancaster, consigue aquí muy merecidos laureles, y el conjunto de actores que lo acompaña: Karl Malden, Thelma Ritter, Betty Field, Neville Brand, Telly Savallas… proporcionan un gran aliento a los seres que darán sentido a su vida.

<<EL HOMBRE DE ALCATRAZ>>, tiene fuerza y espíritu para diez estrellas.

Título para Latinoamérica: LA CELDA OLVIDADA
Luis Guillermo Cardona
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6
16 de abril de 2018
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La relación entre el director John Huston y el guionista Anthony Veiller, comenzó con “Moulin Rouge”, siguió con “Beat the Devil” y terminó con “EL ÚLTIMO DE LA LISTA”, pero, la flecha que señala el nivel de éxito, en vez de apuntar hacia arriba, cada vez apuntó un poco más hacia abajo. La trama de este último filme resulta, en principio, interesante y nos atrapa, sin dificultad alguna, con el cuento del tipo asesinado en un ascensor… la lista en la que sólo queda faltando Adrian Messenger… y (en flashback) el anterior encargo de Messenger a Anthony Gethryn, ex-empleado de un ministerio (así, sin más explicaciones, aunque en el libro homónimo del que se parte, escrito por Philip McDonald, es un agente del MI5), de una lista con diez nombres para que le averigüe exactamente donde viven. La trama daba para un thriller de alto calibre si Huston se hubiese tomado en serio la historia, pero, aunque pudo contar con un magnífico grupo de notables actores (Kirk Douglas, Burt Lancaster, Tony Curtis, Robert Mitchum y Frank Sinatra) secundando a George C. Scott, a quien se le dio el papel del detective, Huston se topó con un grupo de maquilladores, encabezados por John Chambers, quienes le mostraron una revolucionaria técnica que lo descrestó de tal manera que, a partir de ese momento, se le ocurrió jugar a convertir a sus grandes estrellas en figuras irreconocibles. Así, nuestro papel como espectadores, debe moverse en dos frentes: 1. Tratar con Gethryn y su ayudante Le Borg, de encontrar al asesino en serie… y 2. descubrir quiénes son Douglas, Lancaster, Curtis y los demás, entre los singulares personajes que vemos en escena.

Huston se entretuvo tanto con esto último, que, no sólo se olvidó del posible thriller que tenía entre manos, sino que, obedeciendo al reclamo de los actores que sentían demasiado pesadas las sesiones de maquillaje y en vista de que sus roles no eran para nada exigentes -con excepción del de Kirk Douglas-, puso a otras personas a que los reemplazaran en la actuación y sólo en el instante del ¡descubrimiento!, los verdaderos actores se dejaron maquillar para quitarse enseguida la máscara, siendo la única toma en la que aparecían. Esto ocurrió con todos, a excepción de Robert Mitchum que decidió asumir su tarea, y Kirk Douglas, a quien el maquillaje permite identificar claramente en sus variadas caracterizaciones.

Todo este juego, es el que da a la película un toque especial, y aunque bien mirado el cuento tiene su gracia, más le hubiera valido al director asumirlo de entrada como una comedia, pero, este género nunca fue de las cosas en las que Huston se sintiera nadando a plenitud… aunque entre su filmografía se pueden encontrar escenas bien divertidas.

Se le abona que, aunque muy brevemente, vuelve aquí a presentar su alegato contra la caza y el exterminio de las especies animales; resulta muy atinada la metáfora que se deriva de La Caza del Zorro; la ambientación general preserva un estilo gótico bastante atractivo… y bueno, una “mala” película de un buen director, a veces es mejor que una “buena” película de un director incompetente.

Título para Latinoamérica: LA LISTA DE ADRIAN MESSENGER
Luis Guillermo Cardona
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8
14 de marzo de 2018
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La sensibilidad debe ser la base de toda ciencia (…); sólo cuando parte de la naturaleza, es la ciencia verdadera ciencia. La historia es la preparatoria para la conversión del hombre en conciencia sensible”. Karl Marx (1)

Desde 1750 hasta los albores del siglo XX, fueron años florecientes cuando, en una rápida sucesión, comenzaron a aparecer notabilísimos inventos: La pila eléctrica, la locomotora, el telar, el ferrocarril, el telégrafo, el gramófono, el automóvil, el cine… Se hablaba ya de una sociedad avanzada y la luz eléctrica, el gas y el transporte público, estaban ya asentados en las más grandes ciudades. Fue así como comenzó a hablarse de la Revolución Industrial. Comenzaron a surgir grandes empresas… la gente abandonaba los campos en busca de las comodidades de las grandes metrópolis… la población crecía año tras año y las necesidades aumentaban con la nueva cultura… y así comienza también otra forma de esclavitud porque, como dijera Karl Marx, “el trabajo externo del obrero no pertenece a su ser y cuando está en él no se pertenece a sí mismo sino a otro (…) El trabajador sabe que el capitalista es la negación de su existencia” (2), y de ñapa, raras veces se le paga lo justo de tal manera que consiga resolver sus necesidades básicas.

“EL JOVEN KARL MARX”, se va a ocupar de mostrarnos los años difíciles (1843-1848) por los que atravesó este hijo de Alemania que, con sus revolucionarios escritos, mostró por fin una dura realidad que, poquísimos obreros y campesinos lograban entender y ningún empresario decidía aceptar.

Sus relaciones familiares junto a la magnífica Jenny von Westphalen -ahora su esposa-, donde abundaba el amor, pero faltaban recursos económicos; su estrecha amistad con el renegado Friedrich Engels que se convertiría para Marx en un ángel salvador y en un aliado incondicional; sus frecuentes viajes para transmitir una conciencia de clase que escaseaba por toda Europa… y su lucha contra las fuerzas represivas que hacían cuanto podían para que no se difundieran sus luminosas e imparables ideas, es lo que vamos a ver en esta necesaria y oportuna película con la que el director, Raoul Peck (“Lumumba”, “I am not your negro”), ha querido celebrar doscientos años del natalicio del gran pensador alemán.

En coproducción, franco-alemana-belga, el director logró hacerse con un holgado presupuesto que le permitió rodar en las diferentes capitales donde subsistirá por siempre la huella del autor de “El capital”, y con una verosímil puesta en escena y un buen reparto encabezado por August Diehl (Marx), Vicky Krieps (Jenny), Stefan Konarske (Engels) y Hannah Steele (Mary Burns), estamos ante un filme que alienta el despertar, porque “lo absoluto es el espíritu”… y porque, las mayorías intelectuales saben que, Karl Marx, es el máximo pensador del último milenio y uno de los principales arquitectos de la ciencia social moderna.

(1) (2) Karl Marx, Manuscritos, Altaya
Luis Guillermo Cardona
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10
26 de febrero de 2017
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El imperio otomano se sostuvo durante largos, ¡muy largos siglos!, y su insaciable afán expansionista, preocuparía tanto a la Europa occidental que, pronto, se haría lugar a fuertes movimientos de resistencia siendo, Zsigmund de Hungría, el que lanzaría la primera cruzada para enfrentarlo, alentado por asegurar la independencia de Europa y la conservación del cristianismo. A su manera, el imperio otomano fue el sucesor islámico de los antiguos imperios, y entre los siglos XVI y XVII, se había expandido por tres continentes (Europa del este, Medio oriente y el norte de África).

Tras enfrentarse contra Rusia entre 1877 y 1878, el imperio otomano no sólo perdería la guerra sino también a Bulgaria, y Rusia se erigió en protectora de los cristianos ortodoxos, al tiempo que exigió derechos territoriales, exención de tributos y permisos de tránsito. A comienzos del siglo XX, el papel jugado por los árabes rebeldes, los ingleses y los alemanes, causarían el desplome final del muy largo imperio y el sultanato fue abolido, en 1922, por el primer presidente de la república de Turquía, Kemal Atatürk.

En 1924, el palacio Topkapi (en turco: La Puerta del Cañón) que fuera la residencia de los sultanes, se convirtió en museo con algunas de las ostentaciones en joyas, vestuario y otros chécheres que quedaron de sus antiguos moradores, y es una de estas joyas: La Daga de las Cuatro Esmeraldas, la que “enamora” a una ladrona de grandes ambiciones, quien, con un grupo internacional sin antecedente alguno (puros amateurs… ¡altamente profesionales!), va a planear como hacerse con las llamativas y valiosísimas piedras.

La novela, “La luz del día” (1962) de Eric Ambler, muy atinadamente adaptada por el ruso Monja Danischewsky -que, con la eficacia y meticulosidad del golpe aquí planeado, inevitablemente nos remite a “Rififí”-, entusiasmó enseguida al director de ésta, Jules Dassin, el cual vio pintada la ocasión para hacer otro éxito como el que lograra en 1955. ¡Y dio en el blanco!, porque “TOPKAPI” tiene también encantadores personajes, diálogos con mucha sal, una edición muy ágil, una ambientación bastante satisfactoria… y hasta una reluciente banda sonora de Manos Hadjidakis, para que todo luzca encantador.

Lo mejor del filme es el conjunto actoral, con una Melina Mercouri, recreando a Elizabeth Lipp, una ladrona de grandes ambiciones, medio ninfómana, de gran sutileza y totalmente dispuesta… a salirse con la suya. Con Maximilian Schell (como Walter Haberlee, perdón, Harper), un tipo ‘puro cerebro’ de esos que “cuando lucha acorralado es cuando mejor lucha”. Peter Ustinov, llevándose un justo Oscar con su rol de Arthur S. Simpson, un historiador con pánico a las alturas, que dará lugar a las más divertidas situaciones. Y, entre otros, Robert Morley (Cedric Page), el inventor inglés que siempre está en la jugada. Y como diría una amiga mía, “lo segundo mejor de todo” (¿?), es la sutil manera como, además de internacionalizar su película, Dassin nos dice que ladrones hay en todas partes. Y de nuevo, es deliciosa la manera como el Fatum entra a jugar su muy simple e ingeniosa ficha… para dar lugar a la resolución definitiva.

Bruce Geller, reconoció haber sido inspirado por esta encantadora película al momento de comenzar a crear su serie “Misión: Imposible”, y sería imposible decir, cuántas veces he visto algo de su estructura, en otros filmes posteriores. ¡Ah! El policía que pretende retener el auto a Cedric Page, es Jules Dassin.

Con “TOPKAPI”, ha surgido otro clásico del cine.
Luis Guillermo Cardona
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7
23 de septiembre de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay personajes a los que muy pocos quieren, pero fueron necesarios. A Winston Churchill se le tildó de egocéntrico, ambicioso, terco, prepotente, demagogo… y otros tantos epítetos que daban cuenta de su mal carácter y del poco afecto que muchos le tenían. Hacía lo que fuera por obtener medallas que respaldaran su futura carrera política; hizo parte de algunas guerras invasoras (India, Sudán, Sudáfrica…); se arriesgaba por el puro afán de ser considerado un héroe; cambiaba de partido cada que se sentía incómodo donde estaba… pero, esto sí, no se puede negar que fue un hombre ejemplar en esa férrea capacidad de seguir su destino y que, en parte, gracias a él se logró consolidar la alianza Inglaterra-Unión Soviética-Estados Unidos, que permitió acabar con el temible avance de las fuerzas nazi-fascistas durante la II Guerra Mundial.

Durante sus largos años en Inglaterra, el productor y guionista Carl Foreman, fue invitado a un encuentro con Winston Churchill, tras la complacencia que, el entonces exprimer ministro, sintió viendo “Los cañones de Navarone”. El principal motivo del líder inglés, fue sugerirle que hiciera una película con su autobiografía “My early life: A roving commission”, de la cual, según él, “podía salir un excelente film”. Cuando el proyecto se sacó avante algunos años después, de seguro se pensó en dos partes: Una, “EL JOVEN WINSTON”, para la juventud de Churchill hasta su ascenso al parlamento, y otra, sobre sus años de madurez como primer ministro hasta su retiro… pero, es muy probable que, la regular acogida que recibió la película debido, seguro, a la objetividad de Foreman con su guion y a que, su director Richard Attenborough, fiel a su estilo sutilmente crítico (véase como ejemplo, la entrevista para la entrada de Churchill al Parlamento o el contraste en la escena de la fuga en tren con los insertos de titulares de los medios), no hicieron nada para glorificar al personaje y este resultó tan poco simpático que, muy probable es que nadie se haya encariñado con él -nosotros incluidos- y el ego de Churchill se debe de haber sentido bastante maltrecho.

Pero, aunque no hayamos logrado empatizar con ninguno de los personajes, visto en su apego a la verdad, y en la sutileza y efectividad con que se logra plasmar cada hecho de la historia, “EL JOVEN WINSTON” resulta un filme plausible y necesario, y siento que mucho me hubiera gustado ver la posterior aventura del señor Churchill, contada por los mismos talentos de Foreman-Attenborough.

Para resaltar, la excelente puesta en escena en terrenos marroquíes, la banda sonora y la fotografía que resultan muy efectivas, y la convincente actuación de Simon Ward haciendo de Churchill, al lado de dos grandes que hicieron de sus padres: Robert Shaw y Anne Bancroft. La que aparece fugazmente como su primera novia, Pamela, es Jane Seymour, entonces casada con el hijo del director.
Luis Guillermo Cardona
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