Kevin Reynolds siempre será el amigo de Kevin Costner, que le ayudó a realizar sus mejores películas. Por desgracia par él le quita mérito. Su "Tristan e Isolda" es muy aceptable. Desgraciadamente, dada la gran base literaria de la que parte este Conde de Montecristo, sin ser mala, no está a la altura de lo que se espera. La realización es correcta, el problema radica en el guión y sobretodo en la precipitación de su parte final. También parte del reparto, en concreto Guy Pearce y Luis Guzmán, no tiene las actitudes que le reclamaría a unos buenos personajes de una obra del Siglo XVIII. Están estereotipados y sus tics resultan chocantes.
La ambientación y los escenarios, algunos naturales, como los jardines y palacio que adquiere, que están originalmente en Irlanda, están retratados con sumo cuidado, asi como el vestuario de la época. Habitual en una buena producción americana.
La escena con Richard Harris en presidio, y posterior fuga de Edmond son lo mejor de la función.

Yo no esperaba ver ni mucho menos otro "Crash", pero de ahí ha encontrarme con una de las películas más aburridas de la temporada va un mundo.
No sólo no funciona el cruce de las tres historias, sino que el interés que despierta cada una de ellas por separado es prácticamente nulo. Ni el carisma de su impresionante reparto levantan la función.
La historia que se desarrolla en Paris, con Liam Neeson y la hermosa Olivia Wilde es la única que he conseguido ver con cierto desdén sin sonrojarme, porque lo realmente sorprendente es que las historias que se plantean son insufriblemente dramatizadas e increíbles. Tan sólo le hubiese faltado otra centrada en Barcelona titulada Biutiful para haber llegado al póker completo de insensateces.

La he visto motivado por su buen reparto y por el interés que me despertaba su director. También he considerado que al haber estado nominada al globo de oro de comedia del 1976 no debería estar tan mal. Error.
Pasado los cinco primeros minutos en el que se plantea la trama, nada desdeñable, se pasa a prácticamente una representación teatral en el único espacio de un hotel, The Ritz, en el que conviven un abanico de gais y cabareteras que se buscan unos a otros para intercambiar flujos corporales.

Lo mejor: F. Murray Abraham con pluma y Treat Williams de hombre duro con voz de pito.
Lo peor: el de siempre en el cine de Lester, que una vez que realiza un buen gag lo repite hasta la saciedad hasta que le pierdes la gracia.

Cinta semidocumental con Gabrielle haciendo de Gabrielle. Su punto fuerte es la honestidad con la que nos presenta una sencilla historia de amor, sencilla pero a la vez desconocida para la inmensa mayoría, ya que Gabrielle padece el síndrome de Williams, y tiene serias dificultades para integrarse en una vida normal.
Ella transmite una gran alegría hacia la vida y hacia la música. Se está despertando su sexualidad, y no todo su entorno comparte esa felicidad, ni comprenden hasta que punto sus diferencias sean compatibles con sus sentimientos.
El punto de partida argumental es honesto. Las interpretaciones son correctas. La puesta en escena es adecuada a su planteamiento. Los momentos musicales están realizados con ligereza, hasta incluso cierto descuido, pero no molesta. Pero a pesar de ello y aunque se deja ver sin dificultad, es algo larga para tan poca premisa argumental y me imagino que sin dificultad la olvidaré.

El verdadero título desvela algo que desconocía, que ya existía una versión anterior que nos regaló Terrence Malick.
Andrew Marton es un director técnico. Destaca por ser jefe de la segunda unidad de multitud de títulos clásicos. Él se dice que es el verdadero artífice de la carrera de cuádrigas de "Ben-Hur". Por lo tanto en esta versión nos encontramos que prima más la acción que la filosofía discursiva de la novela, que tan bien reflejó Malick en su largometraje. Aún así los momentos en el que los personajes se definen están bien mostrados.
Las escenas de batalla son abundantes y para ser una película de serie B, con un presupuesto limitado, alcanzan un notorio nivel.
Keir Dullea, conocido por ser el coprotagonista de "2001" hace un destacado papel en el que años más tarde destacaría Jim Caviezel.