Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Críticas de reporter
<< 1 90 99 100 101 126 >>
Críticas 629
Críticas ordenadas por utilidad
7
22 de febrero de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se apagan las luces de la sala y los pocos rezagados que pululaban por el teatro se apresuran -ahora sí- a tomar asiento. Uno carraspea; otro tose y en pocos segundos se ha instalado en la platea una sinfonía a base de fastidiosos sonidos guturales. La orquesta deja de tocar en el mismo momento en que se enciende un foco y permite ver que en el escenario hay dispuestos un taburete elevado, un micrófono con soporte y una mesita en la que hay un vaso de agua. El fondo está coloreado, como manda el dogma, con el rojo de un muro de ladrillos. (Qué pereza). Suenan ahora una gráciles notas percutidas en lo que seguramente es una batería y aparece en escena un graciosillo -se supone- que da un sorbo al mencionado vaso, mira a la audiencia que tiene enfrente y esboza una leve sonrisa. Primeros síntomas de aprobación entre el público.

El presunto humorista se acerca al micro, dice: ''La suegra...'' y calla. Primera carcajada entusiasta en el club. Aquí se ha venido a reír. Cueste lo que cueste y sin importar el material ofrecido. No importa si éste ha sido empleado infinitas veces antes. Es más, si la excusa para el monólogo de turno es el más sobado de los tópicos, todavía mejor. De modo que ''La suegra...'', ''Mi patética vida sexual...'', ''La diferencia entre hombres y mujeres es...'' o ''Le soy infiel a mi novia...'' son solo algunas de las mejores entradillas para ponerse el público en el bolsillo a las primeras de cambio. Con qué poco se ganan las batallas hoy en día. Ya que estamos, sería inmoral olvidarse de la impertérrita ''Acabo de cumplir la cuarentena...'' Con la crisis de los cuarenta topamos. Otra vez. Comentada por Judd Apatow. Otra vez. Lo compramos.

Lo hacemos porque, a pesar de que el tufillo a repetición sea uno de los rasgos más definitorios de la velada, también es cierto que no son pocos los humoristas que se han ganado muy dignamente la vida entonando siempre el mismo monólogo. Ejemplo: la última vez que un servidor tuvo el placer de ver al gran Pepe Rubianes, se rió a más no poder, a pesar de saberse de memoria el 90% de sus chistes. Moraleja: si el material es bueno y el humorista está entonado, adelante con las reposiciones que hagan falta. Volviendo al meollo, toca hablar, precisamente, de regresos. Vuelve Judd Apatow después del injusto batacazo de 'Hazme reír' (sobre la vida de un reputado y, en efecto, cuarentón humorista) y lo hace volviendo al leitmotiv que ha marcado buena parte de su carrera en el largometraje. Vuelve la crisis de los cuarenta... y en pie el público para aplaudir, vitorear el nombre del comediante y, faltaría más, estirar al máximo los músculos faciales con tal de lucir la más amplia y ''sincera'' de las sonrisas.

Asustan, y mucho, los primeros compases de 'Si fuera fácil' (otra incomprensible traducción marca de la casa del original 'This is 40'), spin-off de la deliciosa 'Lío embarazoso' (de nuevo, sin comentarios respecto a ''nuestro'' título). Surge el pesimismo porque observa uno a Apatow y no hay manera de que se le quite de encima la tan incómoda sensación de estar asistiendo a los prolegómenos del más odioso de los stand-up show, donde el en-teoría gurú de la comedia no puede ocultar su necesidad de la complicidad / triste predisposición para reírse por parte de la audiencia si no quiere que su numerito se hunda. Al grano: empieza la película y vemos a una feliz familia de la típica clase alta-media suburbial norteamericana celebrando el cumpleaños de la madre, quien se encarga de cubrir de un absurdo halo de misterio todo lo concerniente a su edad. Pero por mucho que lo oculte o que mienta al respecto, lleva tatuado en la frente (de esto se encarga el propio Apatow) un número que ha pasado de ser una broma enlatada a uno de los mayores traumas experimentables en la actualidad. Planteada la problemática, empieza el espectáculo.

Y lo hace de manera imprecisa; titubeante. No del todo incoherente, pero sí indigna en uno de los autores que con toda justicia puede considerarse como uno de los reinventores -reanimadores, si se prefiere- de la comedia estadounidense. Pero de lo que se trata aquí parece que es darle el poder a la cansina fórmula de ''El club de la comedia''. Tras una breve presentación de los personajes, el humorista tira de gastadísimo repertorio y hace que sus peones escupan un seguido de reflexiones (la mayoría de las cuales tocando temas ciertamente banales pero siempre con las dosis de picante imprescindibles para llegar a cotas cómicas mínimamente exigibles) planteadas con gracia pero con poco sentido de conjunto. El show divierte, pero pocos gags sobreviven a los caprichos de la memoria. Además, pasan los minutos y no se vislumbra con claridad ningún destino, en lo que por otra parte es la enésima constatación de que Apatow quizás se dé demasiada poca prisa en la formulación de sus tesis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
21 de septiembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
''He cruzado océanos de tiempo hasta encontrarte.'' Una de las declaraciones de amor más legendarias y duraderas -nunca mejor dicho- que nos haya legado jamás el cine, obviamente sólo podía salir de la boca de un vampiro. De uno de los de antes; de los de verdad. De los que no brillan cuando les da la luz solar; de los que antaño entraban en las pantallas de medio mundo. Lo cierto es que siguen haciéndolo... pero sin pedir permiso antes. Ahora, excepto alguna honrosa excepción, se inmiscuyen en nuestras vidas, y a estas alturas es de locos esperar que sus colmillos no nos chupen la sangre menos de cinco veces por temporada. Después de tantos años, después de tantas películas... ¿se percibe el agotamiento de la fórmula?

Si tenemos que fiarnos por los números otorgados por la todopoderosa taquilla, en absoluto. Los chupópteros prueban suerte entre el público una y otra vez... y rara vez salen escaldados de la experiencia. No es casualidad, y la infame saga 'Crepúsculo', híper-ventas (en todos los formatos imaginables) donde las haya, ayuda a entender -o por lo menos a intuir- el por qué de este auténtico expediente X de la box office. ¿Y es que cómo puede explicarse que alguien que apenas sabe de la existencia de la obra de Bram Stoker pueda forrarse a costa de hablar de vampiros? Fácil. Estas criaturas demoníacas de la noche parecen adaptarse mejor que ninguna otra a los constantes cambios que inflinge un tiempo que les parece ajeno.

El vampiro cambia sin problema aparente y moldea su apariencia y alma (si es que la tiene) constantemente a imagen y semejanza de los cánones de lo sugerente, lo morboso, o lo simplemente bello. En la enésima versión sobre el mito vampírico ofrecida por el séptimo arte, se nos presenta nada más empezar y a ritmo de pop a un ser que efectivamente ha tenido que cruzar océanos de tiempo para encontrar a su amor verdadero. La diferencia está en que ahora no hablamos del mítico Conde Drácula, sino de una vampiresa cuyas distintas representaciones pictóricas atestiguan su incombustible e imperturbable viaje a través de los siglos. Junto a ella, dos compañeras inseparables que comparten su pasión por el desenfreno... y por la hemoglobina, por supuesto.

Las primeras impresiones son fundamentales, y Dennis Gansel (principal responsable detrás de la interesante pero muy sobrevalorada 'La ola') da buena cuenta de ello. En un lujoso jet privado que está en pleno vuelo, todo parece transcurrir con normalidad. Sin embargo, cuando la cámara empieza a moverse, van descubriéndose más y más cadáveres, todos ellos empapados en sangre. La raíz de esta pesadilla se halla en un trío infernal de sed insaciable y que se deja caer literalmente en Berlín, antes de que el avión ocupado se estrelle. De forma rápida, concisa y brutal -como debe ser-, así se nos presenta 'Somos la noche', enésima revisión vampiresca del celuloide, que llega a nuestras salas con dos años de retraso, y que tiene en su cuarteto protagonista su principal atractivo.

El guión escrito a cuatro manos por Jan Berger y el propio Gansel, no muestra en ningún momento a ningún vampiro masculino (básicamente porque éstos no existen). Ésta es definitivamente una ginecocracia pura y dura (''los hombres son demasiado glotones y estúpidos'' afirma en un momento del filme una de las heroínas), en la que consiguientemente la mujer está al mando en todos los sentidos. Con declaraciones tan alocadas -y abundantes- que apuntan muy envenenadamente al sexo opuesto (a la ya citada se le añade, entre muchas otras, ''cuánto más malo es un hombre, más dulce es su sangre''), el filme se convierte en un gamberro y divertido alegato feminista, dirigido especialmente a la mujer de clase alta del siglo XXI (los que en su día la catalogaron como la ''Sexo en Nueva York con colmillos'' no iban demasiado desencaminados).

Así, no es de extrañar que las nuevas condesas de la noche celebren tan enérgicamente el hecho que pueden librarse a todo tipo de excesos (comida, sexo...) sin tener que pasar por peaje alguno (sobrepeso, embarazo...), siendo una vez más su emancipación con respecto al hombre el telón de fondo, así como su logro más preciado. De nuevo, la casualidad se ausenta del espectáculo, confirmándose así que Dennis Gansel ha sabido escoger, entender y a la postre jugar correctamente con el universo ficticio ideal para su relato. La vamp, mito genuinamente cinematográfico, reina en esta ocasión en las noches desmadradas del Berlín contemporáneo, e importa desde la eternidad su sensualidad, erotismo y posición de marcada superioridad sobre el supuesto ''sexo dominante''.

Por lo visto, las formas cambian, pero el contenido es siempre el mismo. La buena noticia es que la receta sigue sin cansar, por mucho que, en este caso concreto, los personajes (así como las relaciones entre ellos) tengan un pobre desarrollo, y la historia termine por caer irremediablemente en lo anodino. A pesar de esto último, 'Somos la noche' no deja de ser un correcto entretenimiento con buena factura técnica (que gana enteros en las escenas de acción) y con un planteamiento lo suficientemente atractivo como para que al menos los más incondicionales del subgénero sientan, por enésima vez, aquella tentación contra la que no se puede luchar, y que les atrae con la fuerza del primer día (y por muchos océanos de tiempo que pasen), a la sala de cine.
reporter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
16 de marzo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De talento innegable, lo que saltaba a la vista que necesitaba la directora Lynne Ramsay era una especie de correa... o yendo al otro extremo, un catalizador. Lo que necesitaba era alguien al lado que de algún modo diera sentido a la avalancha de buenas pero no del todo concretadas sensaciones (sus excelentes combinaciones entre música y imágenes, por ejemplo) que dejaron tras de sí sus dos primeras obras. Un buen remedio para dicho mal es por ejemplo el de la -buena- inspiración literaria (una novela de Lionel Shriver, en este caso), que por definición, marca al adaptador unas mínimas pautas que, le guste o no, debe seguir al pie de la letra, nunca mejor dicho. Tanto en 'Ratcatcher' como en 'Morvern Callar (el viaje de Morvern)' se percibían detalles de gran cineasta, pero el conjunto nunca terminaba de despegar (difícil lo tenía en el segundo caso, teniendo en cuenta el bombardeo de topicazos españoles que abundaban en la recta final de su guión).

Justamente con una referencia a nuestro país empieza 'Tenemos que hablar de Kevin'. Después de ver la ventana medio abierta de un balcón, la cámara nos lleva en majestuoso picado a la famosa fiesta de la Tomatina. Allí vemos a una mujer (notable como siempre este inconfundible talento alienígena que responde al nombre de Tilda Swinton) arrastrada por la multitud, pero con posado ausente. El rojo-sangre obviamente inunda la celebración... y hace lo propio con la casa de la protagonista, al ser ésta objeto de un reciente acto de gamberrismo. Un ataque vandálico que tiene las raíces en un pasado turbulento, un pasado, que cada vez acosa con más insistencia e intensidad a una madre cuyo único acompañante a lo largo de los últimos años ha sido -y es- el sufrimiento.

En el centro de tanto dolor encontramos a un mocoso llamado Kevin, de mirada diabólica (tan oscura como el vacío en el que debería estar su alma), actitud angelical cuando se lo propone, y mente extremadamente maquiavélica. Es el hijo de la protagonista, fruto de un embarazo no deseado... y encarnación del mal en estado puro. De lo maligno, de lo nocivo, del odio más rabioso, aquel que no responde a ninguna razón. Simplemente existe. Así lo deja claro esta cinta, que se encarga de desmenuzar con cura, sutileza y en constante crescendo la relación entre madre e hijo, yendo hacia delante y atrás en el tiempo y construyendo un sólido y duro relato sobre la maldad, la -falta de- comunicación, el amor maternal, el peso del pasado... y la posibilidad del perdón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
24 de diciembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el poco memorable remake de la también poco memorable -admitámoslo- 'The Haunting', de Robert Wise, un bonachón Owen Wilson manifestaba que no se fiaba un pelo de los que por entonces eran unos de los personajes televisivos más queridos por los niños de todo el mundo. Vivían en una colina cubierta de hierba, sobre la cual salía siempre un sol radiante y sonriente. Ocupaban gran parte de su jornada jugando, comiendo alegremente, aprendiendo nuevas palabras y maravillándose con la fauna y flora de su mundo multicolor. Se querían los unos a los otros, y no desperdiciaban ninguna ocasión para compartir ese amor con los millones de telespectadores que cada día se congregaban frente al televisor. Así eran los Teletubbies, los seres más adorables del momento.

Sin embargo, a Owen Wilson le daban cierto repelús... y razón no le faltaba. No hablamos de las irrisorias teorías conspiranoides con tintes homófobos que giraban en torno a uno de sus miembros, sino más bien a la fachada inmaculada que ofrecía el conjunto. Puede que los chavales, por pura inocencia, picasen, pero el resto de la humanidad no. Porque en nuestros tiempos los santurrones son tan falsos como la declaración de la renta de Iñaki Urdangarín. No existen. Porque todo el mundo tiene trapos sucios, y el que intente demostrar lo contrario, lo hace porque quiere desviar la atención; porque no quiere levantar sospechas... porque en realidad es malvado. Bravo pues por los desconfiados a los que no les dan gato por liebre.

Son estos entrañables personajes amargados, a los que no hay quien les quite de encima la imagen de paranoico, hasta que la amenaza que llevan tanto tiempo profetizando se abalanza sobre la masa incrédula. Entonces ya es tarde para retirar los insultos, pero al menos se habrá demostrado que tantos temores no estaban injustificados, por muy absurdos que fueran. Hablando de estupideces, ¿se acuerda alguien de John De Bello? ¿Sabe alguien quién es? Se trata de un director y guionista cuya obra, distribuida en varias series y películas, gira siempre alrededor del mismo tema: los tomates asesinos. Este delirante leitmotiv dio como fruto la que durante mucho tiempo fue considerada como una de las peores películas de la historia del cine (que encajaría mucho mejor en la categoría de pequeña joya trash, si se me permite).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
4 de noviembre de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuidado con Dinamarca, pero sobre todo cuidado con los habitantes de ese pequeño país nórdico. Lo que hacen la mayoría de seres humanos cuando tienen un mal día, es desfogarse con trivialidades -más o menos agresivas- que deben servir de válvula de escape. Cualquier tontería vale para dicho propósito: patear la primera farola con la que nos crucemos cuando vayamos por la calle, despotricar de algún famoso, ver un partido de nuestro deporte favorito, coger un mando de videoconsola hasta que los pulgares se queden planos, etc. Lo que hace un danés cuando está deprimido, es volcarse en cuerpo y alma en el mundo del arte. Novelas, obras de teatro, películas... todas las respuestas son correctas, mientras al receptor de dichas obras le entren unas ganas irreprimibles de cortarse las venas. Subamos ahora un peldaño, y asegúrense de que los niños no miren. Cuando Lars Von Trier se siente alicaído, concibe 'Anticristo'... y el público le recomienda el ingreso inmediato a un manicomio.

¿Y cuando está melancólico? Hace 'Melancolía'. Elemental. Dice la Real Academia Española de dicho término que es una "Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada." El típico estado anímico que experimenta Lars cada vez que toca reunirse con la familia. Hay degenerados que siguen pensando que encontrarse con los seres queridos (a razón de una boda, por ejemplo) es motivo de alegría. Pero en realidad, cada ser humano es un saco de egoísmo y malas intenciones, y hará todo lo posible para amargar la existencia a los que estén a su lado. No hay 'Celebración' posible, solo hay un caldo de cultivo putrefacto, del que no puede salir nada bueno. Primer ingrediente.

Lo que casi nadie sabe es que el concepto que da título a la película se atribuye también a un inmenso planeta azul, que atraviesa a toda velocidad el Sistema Solar... y que amenaza con colisionar contra la Tierra. El apocalipsis. Segundo ingrediente. Ya está todo listo para, tal y como la ha definido el propio director y guionista, "Una preciosa película sobre el fin del mundo." Lo nunca visto hasta la fecha en el cine de Von Trier ha conseguido un discreto aplauso en su presentación en sociedad en Cannes... y a un servidor le provocó algo que ninguna otra película de este genial autor había conseguido: frialdad absoluta. A ritmo de Tristán e Isolda, arranca esta ultra-pretenciosa y grandilocuente obra. Lo hace con un compendio de imágenes de brutal poder visual, que por estética y por temática (la relación del hombre con la naturaleza, la fantasía, la muerte...) bien podría ser una exposición de las one-frame-movies del fotógrafo Gregory Crewdson.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 90 99 100 101 126 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow