Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Antonio Morales
<< 1 90 99 100 101 308 >>
Críticas 1.537
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
8 de enero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que existan muchos admiradores del cine de Garci que superen mi devoción hacia su cine y su amor por el cine clásico, sus tertulias cinematográficas y sus programas que siempre he seguido descubriendo multitud de detalles, conceptos y soluciones que me habían pasado desapercibidos. Lo cual no significa que algunas veces no se pueda equivocar cegado por su pasión cinéfila, y algunas de sus películas no resulten brillantes. Eso es lo que ocurre con esta comedia dramática, excesivamente teatral y plomiza, en mi opinión, plagada de citas fílmicas y algo pedantes para el no iniciado. De ahí que el film de Garci, “Sesión contínua”, fuera un fracaso en taquilla, porque el público en general no tiene porqué ser un erudito cinematográfico y conocer o asumir los continuos guiños cinéfilos que Garci nos va lanzando continuamente, aunque seguro que es con la mejor intención.

No es menos cierto que Garci, hacía poco que había sido premiado con el Oscar, se había dado un baño de multitudes en Hollywood, rindiendo pleitesía a la industria americana y en cierto modo con esta película pretendía homenajear con esta modesta y mínima obra de cine dentro del cine, a todos esos maestros y leyendas del cine que aparecen al comienzo del film, muchos de los cuales había tenido el honor de conocer durante su visita a Los Ángeles, y a los que está dedicado la película. Por cierto, dejando claro que él la financió con su dinero, según parece llegó a deber unos 25 millones de pesetas de la época, sin costarle ni duro al contribuyente, no como otros presuntuosos que acostumbran a hacer experimentos con las subvenciones de nuestros impuestos.

Una película muy humana, nostálgica y melancólica, como casi siempre en el universo de Garci, que narra los avatares de Jesús Puente y Adolfo Marsillach encarnando estupendamente a un guionista y un director que preparan una película: “Me deprimo despacio”, a cuyo productor, el siempre magistral José Bódalo, intentan convencer de filmarla en blanco y negro dado el tema que trata. No deja de ser, el eterno dilema de buscar la fórmula del éxito. Los diálogos y situaciones intentan ser jocosas y brillantes pero no siempre lo consiguen, adoleciendo como ya dije antes de una excesiva acumulación de eslóganes cinéfilos. Unos personajes que prefieren refugiarse en el placer de la ficción a tener que enfrentarse a la dura y cruel realidad en sus respectivas vidas. Una dependencia de un tiempo pasado que no volverá. Un homenaje a la mitología del cine.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
7 de enero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando te arrebatan o pierdes a un hijo es como si perdieras parte de ti mismo y de tu alma. Eso es lo que nos intenta transmitir acertadamente el cineasta Stephen Frears, gran director en tratar temas humanos, recordemos sus más ilustres trabajos: “Las amistades peligrosas”, “Café Irlandés” o “The Queen”. Partiendo de una historia real, la de Philomena Lee, una mujer que, cincuenta años después, quiere encontrar al hijo que le fue arrebatado por las monjas de un convento en el que vivió de adolescente, Frears nos brinda una película modesta e intimista pero sentida y desgarradora. Para ello se basa en el libro “The lost child of Philomena Lee”, de Martin Sixsmith, el periodista que la ayudó en su búsqueda siguiendo la pista hasta los EEUU, personaje (Steve Coogan) coprotagonista junto a la propia Philomena (Judi Dench). Por otro lado, hay también una velada denuncia de los métodos poco delicados y cristianos con que en algunas ocasiones, la jerarquía católica ha valorado más lo material que lo espiritual.

A pesar de tener un material humano de una potencia y de un dramatismo sin parangón, Frears rehúye cualquier atisbo de blandenguería lacrimógena y aparatosa para apoyarse en un guión que contiene todos los elementos del melodrama clásico, otorgándole un toque de elegancia y pulcritud británica, todo funciona con una precisión descriptiva sorprendente pero eficaz. Aunque existe algún “flash back” describiendo la vida en el convento de la joven, muy elocuente en todo caso, el film se centra en el proceso de investigación que madre y periodista llevan a cabo. Dos personajes dispares cuya relación, es tomada como epicentro de la construcción dramática del film. Se trata de dos personas que nada tienen en común, uno es ferviente religioso (Philomena) y el otro es un ateo convencido (Martin), unidos para llevar a cabo un trabajo que beneficiará a los dos: para ella, conocer el paradero de su hijo; y para él, publicar un libro sobre lo ocurrido que le devuelva la credibilidad profesional tras haber sido expulsado como asesor del Partido Laborista del Reino Unido.

Con esta extraña pareja al mando del argumento todos los demás elementos van encajándose en el film sin dificultad alguna. A medida que Philomena y Martín irán averiguando la vida y amistades del hijo perdido, la relación en cierto modo, entre la madura mujer y el periodista se irá también estrechando, algo cercano pienso yo, a una noble labor por descubrir la verdad, salvando claro está las distancias, pues además de la labor meramente profesional surge una amistad sincera y sentida que el propio periodista luce en más de una ocasión, al conocer lo que verdaderamente ocurrió con aquel niño arrebatado que su madre sólo pudo ver por última vez tras los cristales traseros de un lujoso coche que observó cómo se alejaba entre el frondoso bosque que rodeaba aquel convento, un lejano día de mitad del siglo pasado.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
6 de enero de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como el turrón y los mazapanes, “La gran familia” igual que otros clásicos navideños que están en la mente de todos, solemos volver a verlos en Navidad porque son historias amables y utópicas, que se digieren bien, sentimentales hasta emocionar, donde todo es positivo y lo que no lo es, pues fácilmente se supera con un poco de buena voluntad, nada mejor que verla la noche de Reyes, noche mágica para los pequeños y que también debería de ser para los que ya no lo somos. Esta película producida por Pedro Masó y dirigida por el eficaz realizador Fernando Palacios, se convirtió tras su estreno en un autentico fenómeno social. Calificada por el régimen franquista como de interés nacional, disfrutando de todas las prebendas del poder. No en vano, glorificaba la familia numerosa de clase media de la sociedad franquista, bendiciendo su heroica forma de subsistencia, teniendo en cuenta la mísera ayuda que el gobierno español dedicó siempre a la natalidad.

Una película entretenida que gusta a todo tipo de público, sus personajes todos simpáticos y encantadores, encarnados por un elenco de actores de lo mejor del cine patrio y de todas las edades, desde los veteranos a los jóvenes que se abrían paso. El argumento narra la vida cotidiana de un matrimonio, el abuelo, el padrino y nada menos que 15 hijos. Podemos apreciar el optimismo en su vida cotidiana tratada en tono de comedia, hasta ciertos momentos melodramáticos y por supuesto el romanticismo que a pesar de la cruda realidad nunca falta en este tipo de historias.

Lo mejor de la película, es esa mezcla de ternura y humor de esos personajes entrañables, en mi opinión, es la excelente puesta en escena, su medido pulso narrativo que en ningún momento decae, más bien el interés va creciendo a medida que se avecina la parte final, como no podía ser de otra forma, en plenas fiestas navideñas en el que el drama y la angustia invade el clima alegre y humano de la Navidad. Destacan tres actores magistrales, Alberto Closas, López Vázquez y el gran Pepe Isbert que con su personal voz transmite una simpatía entrañable a su personaje. Una película paradigmática del cine complaciente de una determinada época de la sociedad española, hoy felizmente superada.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
5 de enero de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Mallord William Turner, fue un pintor inglés especializado en paisajes, considerado comúnmente como "el pintor de la luz", su trabajo es homologado como un prefacio romántico al impresionismo, autor de la famosa frase: “¡El Sol es Dios!”. El film goza de una antológica fotografía y un impecable trabajo de dirección artística característico del cine británico. La película arranca con una imagen – ese plano general del paisaje holandés – que parece indicarnos que, en efecto, vamos a ver un film sobre la vida de un artista que se va a esforzar en reproducir en pantalla las más famosas imágenes y hasta los colores característicos de la obra del pintor biografiado.

Pero le sigue un movimiento de cámara que rompe ese estatismo, demostrando que “Mr. Turner” no es una recreación estética ni esteticista de la obra de J. M. W. Turner (1775-1851), por más que no evite esa recreación, la cual está en todo momento dramáticamente justificada; tampoco es, ni mucho menos, lo que se denomina un “biopic” al uso, dado que no pretende abarcar la totalidad de la existencia del pintor porque se centra en sus últimos años (salvo alguna referencia verbal a su infancia o juventud); “Mr. Turner” más bien pretende ser el retrato de un gran artista, desde un punto de vista humano.

Utilizando un símil pictórico, el film vendría a ser como un dibujo impresionista de la vida del pintor (interpretado magistralmente por el actor Timothy Spall), llevado a cabo mediante rápidas pinceladas sobre momentos relevantes de esa última etapa de su existencia: su relación con el también pintor Benjamin Robert Haydon (Martin Savage), quién suele acudir a Turner para que le preste dinero para paliar su acuciante situación económica. Su enfrentamiento con el no menos grande John Constable (James Fleet) a quien insulta delante de los miembros de la Academia del arte, y la relación con la viuda Sophia Booth (Marion Bailey) con la que convivió hasta su muerte, forman un compendio de su decisiva etapa creativa.

Pero el film, no es sólo eso, es el retrato en profundidad del artista, un tipo singular que bajo su apariencia huraña y presuntuosa esconde un alma sensible, bondadosa e inteligente que lucha por mantener su personalidad y su integridad artística en el contexto de un mundo, el siglo XIX, todavía incapaz de ver hasta qué punto está avanzada su pintura, la misma que con su marinas tempestuosas de cielos borrascosos está ya diluyendo las formas en beneficio de la luz y el color en sí mismos considerados, llamando a gritos al impresionismo. La lucha de Turner contra el canon pictórico de su tiempo, es una dura y mordaz digresión sobre la pedantería que envuelve al denominado mundo del arte, mostrando como un entorno plagado de imbéciles que se llenan la boca de elevados conceptos intelectuales en su afán de clasificar el insondable misterio de la creación artística. El film es una brillante exposición sobre todo ello.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
4 de enero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un ensayo artesanal, deslavazado e imperfecto de thriller en clave de comedia, perteneciente a la incipiente carrera exitosa del joven Hitchcock en Inglaterra. El maestro desestimaba el film alegando que adolecía de numerosos defectos, entre ellos su desastrosa construcción (pocos autores han sido tan severos con su obra como Hitchcock). Aunque se atisban algunas constantes de su futuro estilo personal, donde podemos apreciar que las cosas no son lo que parecen, el pretexto o “macguffin”, en este caso un collar de diamantes, el humor socarrón, el misterio y las sombras amenazantes heredadas del expresionismo alemán.

Su falta de coherencia argumental, que nadie pone en duda, es la causa del rechazo mayoritario: casi nada de lo que se ve tiene demasiado sentido, todo parece un chiste cuando no una burla descarada, y además, no resulta atractivo. Pero, aún siendo una obra mal construida, la película posee bastante interés, la falta de prejuicios con la que el maestro realizó esta sencilla obra de compromiso hace más 80 años, pone en evidencia la falta de necesidad de ser narrada. Gracias a ese extraño tono conseguido, inspirado principalmente por el hecho de que las sombras de los actores parecían interesarle más que los personajes, los gestos y sus miradas más que sus palabras.

Puede verse también como un mundo absurdo en el que un hombre, persiguiendo su sombrero arrastrado por el viento, entra en una casa donde también se ha entronado lo absurdo: un cadáver que aparece y desaparece, una sordomuda que se expresa correctamente, un bandido que se finge policía y resulta ser un bandido distinto al que simulaba, un paseante que es policía, malvados con fino bigote y un vagabundo metomentodo. Divertidísimas persecuciones entre gloriosas maquetas con sentido del ritmo y una cierta distancia irónica. El resultado no es bueno, pero tampoco tan despreciable como se ha dicho.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 90 99 100 101 308 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow