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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Críticas de Maldito Bastardo
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Críticas 2.181
Críticas ordenadas por utilidad
7
10 de diciembre de 2006
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una fotografía de Edward Lachman (“Lejos del cielo”), música de Michael Been (The Call) y unas estupendas interpretaciones de Willem Dafne y Susan Sarandon es difícil y muy complicado errar. Si el guión lo firma Paul Schrader y lo dirige el mismo entraría en los terrenos utópicos mandar al traste semejante esfuerzo colectivo.
Aunque tal vez ese poso de déjà vu que existe en sus trabajos posteriores al guión de “Taxi driver” no convenzan a parte del respetable.

Particularmente las andanzas de Travis Bickle y John LeTour las veo emparentadas en el insomnio de ambos, las cuentas de la vida que anotan en un diario, los ambientes sórdidos y taciturnos en los que se mueven y una futura redención a través de la violencia como vía de escape, pero LeTour no es el “héroe fascista-americano” de la magnífica película de Scorsese.
Paul Schrader prefiere enfocar la historia de un vendedor de drogas de altos vuelos desde otro ángulo más trágico sacando la basura la sociedad acomodada de los noventa a las calles, como esas pilas de bolsas que se van amontonando en la gran manzana por una huelga.

Desde la primera secuencia, como sucedía en “Taxi driver”, Schrader deja claras sus intenciones: de esa visión lineal, que mira y sigue adelante, de la basura que se encuentra en las calles, se nos muestra el cielo, el escape, la redención. Tal vez la traducción del título original (“Light sleeper”) deja entrever demasiado estas intenciones.

Algunos no perdonaran la unión visual-sonora propia de videoclip, que Schrader mande al traste toda posible narración con más de lo mismo y que copie descaradamente a Bresson y su magnífica “Pickpocket”. Para los que amamos las cumbres fílmicas de Scorsese y el francés nos servirá el homenaje y la poesía trágica que desprenden sus imágenes a la perfección.

Junto con “Aflicción” lo mejor que he visto de Schrader.
Maldito Bastardo
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7
30 de diciembre de 2012
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reconstrucción de los mitos, cuentos y leyendas y la moda imperante de las comedias de terror para todos los públicos instauradas en las imprescindibles “Los mundos de Coraline” y múltiples aportaciones burtonianas, son los dos motores principales de la poco original pero sí brillante “El alucinante mundo de Norman”. Se reduce al enfrentamiento y conflictos que generan miedos por (y de) y las consecuencias de ambos. El discurso es inteligente en esa mirada sobre el terror y la violencia que pueden generar las masas (poco encefálicas) sobre lo desconocido. Esas reacciones de la sociedad a sus miedos y el ejemplo de un pasado oscuro de un pueblo por la maldición de una bruja, teje una historia sobre un niño capaz de hablar con los muertos siguiendo la estela de “El sexto sentido” y cuyo temor principal es su incapacidad de comunicarse con los vivos.

«Tener miedo no tiene nada de malo. Tan sólo no dejes que eso cambie quién eres tú en tu interior» se convierte en el discurso sobre que el mayor miedo es conocer la verdad que nos negamos a entender. Luego está el adorno, los golpes de humor negro y las delirantes líneas críticas para describir las reacciones del pueblo ante sus temores o sus homenajes constantes y consecuentes.

Entre sustos y conflictos interiores, se impone la visión de una sociedad maltratadora ante la diferencia y esas víctimas maltratadas que pueden ser ángeles salvadores o convertirse en terribles demonios. Pero en la película de Sam Fell y Chris Butler la muerte y la estancia terrenal de esos fantasmas pasa a un segundo plano para la historia que está por contar: una revisión con vuelta de tuerca de un ataque zombi. El estudio Laika parece sentirse cómodo en el stop motion después de “Los mundos de Coraline” y utilizar el tarro de las esencias de Henry Selick y Neil Gaiman. Ahora con Sam Fell da la impresión de pretender unir, en cierta media, el universo Aardman con el reverso gótico-burtoniano en la estética de los decorados. Sus encantos visuales son pulidos sobre el homenaje y los jóvenes espectadores se verán sorprendidos enfrentándose a sus propios temores, muertos vivientes, brujas, seres ectoplásmicos y fantasmas. La caricatura es palpable, como la descripción de una sociedad idiota de esa turba satírica incapaz de solucionar sus errores salvo por la utilización de la violencia o posponerlos durante toda la eternidad. Pero finalmente “El alucinante mundo de Norman” demuestra que todo se reduce al perdón y la redención para seguir adelante y mostrar a la sociedad un espejo donde puedan ver reflejados sus pecados.
Maldito Bastardo
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7
22 de abril de 2011
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
O ‘El (verdadero) amor’.

Apartado de toda convención anterior en “Two Lovers” no hay una conexión directa con “Cuestión de sangre” ni “La noche es nuestra” salvo la aparición del actor principal de esta última. No hay pistolas, aunque sí disparos, a modo de flechazos de Cupido, y la tensión es meramente emocional. El drama ataña al personaje principal, un bipolar y desquiciado suicida por amores esquivos, dolorosos y pasados, y la elección enlaza con el clasicismo de “Amanecer” de Murnau o “Noches blancas” de Visconti. Se erige así una concepción de la dicotomía del propio protagonista entre la noche y el día, entre la luz y la oscuridad… pero en tonalidades grises… como si todo se sobrellevase en una salida y puesta de sol. Ambas mujeres, en este caso, tienden a confundirse. La femme fatale es rubia y denota cierta luminosidad. Sus encuentros son diurnos aunque finalmente tienden a la nocturnidad. Ella padece los mismos síntomas amorosos y cierta predisposición a las drogas y la locura. En cambio, el amor luminoso es el que nos parece más oscuro a todos. Más real y al mismo tiempo impuesto e impostado.

“Two Lovers” nos habla del amor como locura que deja tocado al ser humano arrastrándole hasta las últimas consecuencias. Esa mezcolanza de locura, desubicación del ser, principios, necesidades y tendencia a la muerte física cuando llega la expiración amorosa es interesante. “Two Lovers” sería una comedia romántica si no se añadiesen esas numerosas gotas de drama con un personaje tocado por la des-ligación del amor. Los amores no correspondidos son lo más queridos. Aquí, como en toda comedia romántica, hay dicotomía sobre la elección: amor y necesidad real. Esta última también está bien conducida con otro personaje femenino que aporta estabilidad emocional tanto a su vida como a su corazón. Pero aparece la locura. El otro amor. Es interesante como esa indiferencia de los padres de Leonard provoca cierta tendencia a pensar en el personaje de Michelle (Gwyneth Paltrow) como una invención del propio protagonista. Podría ser una fantasía para que su cerebro asimilase de nuevo el acto de enamorarse pero aparece él… el novio de ella. Y es ahí donde el manotazo sobre la realidad se apodera del desgraciado protagonista. Todos los personajes tendrán que hacer sus elecciones y todas traerán consecuencias a los mismos. También nuestro corazón resulta adicto al drama y a la tragedia. Deseamos instintivamente que un vagabundo recoja el guante del protagonista, por ejemplo, como punto final… pero los derroteros aquí resultan ambiguos e inusualmente tan positivos como perturbadores. Como una sonrisa congelada por la desdicha interior.

Aquí no hay mafias, ni tiros ni sangre derramada salvo la que emana los desligues amorosos. Ese siseo del viento en azoteas en las que se construye y se consuma, poco a poco, el nuevo amor. No hay salto al vacío… pero sí un amor suicida que da todo como vía de escape.
Maldito Bastardo
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7
20 de febrero de 2011
23 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llevaron de Dakar a Francia para cuidar a los niños y la pusieron a fregar, a cocinar y a pasar la bayeta antes de que dejase la maleta en el suelo… ¡¡¡Y a hacer el café!!! Y, por supuesto, a que la den besitos en las mejillas las visitas…:

«Tranquilos es un animal… no entiende nada pero lo hace por instinto, como los animales…»

Ella lo hace de punta en blanco y con tacones con las esperanza de salir a ver las tiendas, pero serán la frutería y la tienda de ultramarinos. Y todavía queda lo peor: vienen los niños.

Desde Dakar (con amor) se acuerdan de ella:

«No te acuerdas de nosotros, no nos mandas dinero y te lo estas pasando bomba despilfarrándolo…»

Y encima es una desagradecida y una holgazana porque a veces la pobre no puede más. Ella calla pero entiende… y su explosión no será decirles las cuatro verdades a la cara ni un acto de rebeldía frente a la tiranía… será mucho mas doloroso y cruel (pero para ella lo pagará con su sangre… puro sacrificio).

Voz en off, estilo cuasidocumental (no importa las deficiencias de actuaciones), dos flashbacks y menos de una hora para contar una verdad universal que resuena desde milenios: antes los esclavos obedecían a latigazos… ahora a golpe de dinero y falsas esperanzas.
Por encima está la dignidad frente al vil metal…objeto con el que se compra una vida… y se seguirá comprando… y aunque la única amenaza sea la propia conciencia (metáfora del niño con la máscara persiguiendo al franchuten) se perderá una vez se cruce el puente entre el territorio extranjero y el civilizado.

Siempre pagan los mismos: ley de vida de un mundo injusto que ya contemplaban Ousmane Sembene y Diouna y que poco ha cambiado desde 1966.
Maldito Bastardo
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7
7 de agosto de 2012
71 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desentierro de los 80 en la gran pantalla está trayendo todo tipo de acercamientos que quedan guiados y unificados en la sendas de John Hughes, Robert Zemeckis y Steven Spielberg. Pero por mucho que se hablara de la spielbergiana “Super 8” de J.J. Abrams el mismo año “Paul” de Greg Mottola intentaba reformular la imposibilidad de crecimiento en el detalle del homenaje, utilizando a un personaje digital (icónico, como un alienígena) ‘corrompido’ y mal hablado por su estancia en la Tierra. En “Big” de Penny Marshall un preadolescente se ‘transformaba’ en Tom Hanks gracias a un deseo cumplido, pero acababa siendo un crío atrapado en el cuerpo de un adulto. Realmente el cine de los 80 parece congelado, atrapado y enraizado en nuestra infancia sin posibilidad de crecimiento o renovación: renegamos de los remakes pero al mismo tiempo tememos volver al material original para mantener a salvo nuestra inocencia y recuerdos.

El planteamiento de “Ted” pasa directamente por la mente de Seth MacFarlane. Se trata de un proyecto inicialmente pensado para conformar una serie de animación que finalmente acabó teniendo cabida como largometraje con actores reales. La imposibilidad de llevar a la gran pantalla el espíritu de “Los Simpsons” o “Padre de familia”, y del crecimiento interno y los personajes que las protagonizan, hace que el filme que protagoniza un oso de peluche ‘reanimado’ por el deseo de un niño recree dicha posibilidad y milagro. Nos encontramos ante ficciones inmóviles, condenadas a capturar un momento sin que sus personajes puedan crecer, al contrario de los que impone la ficción televisiva tradicional con actores reales. Tal vez por eso en “Ted” el choque de ambos mundos provoque la necesidad interior de MacFarlane de mostrar cierto avance y se plasme en la posibilidad de la imposibilidad, en el milagro como única explicación. Se ha convertido en nuestra tormenta (y tormento) personal.

Muchos somos hijos de los ochenta y parece que Hollywood es consciente de ese target nostálgico y emocional. Este año han desenterrado “21 Jump Street” para convertir “Infiltrados en clase” en uno de los éxitos en taquilla de la comedia de institutos bajo el patrón del R-Rated. “Ted” ha decidido moverse en un argumento previsible y facilón, tan trillado como complaciente para trazar la línea de la (im)posibilidad y de niños-adolescentes y peluches atrapados en cuerpos, ya sean adultos o muñecos ‘diabólicos’. El filme de MacFarlane no ofrece una originalidad argumental más allá de construir una fábula guiada por el humor de trazo grueso. A algunos les recordará a “Tú, yo y ahora... Dupree” (comparten cameo de Lance Armstrong, aunque en el caso de “Ted” sea meramente ‘testicular’) y a otros a la serie “Wilfred” (sobre todo esas conversaciones en el sofá poniéndose hasta arriba de hierba). Pero “Ted” quiere profundizar en el crecimiento y deformación del homenaje. Desde Tom Skerritt o Sam J. Jones, para reivindicar el lado trash de “Flash Gordon”, sumado a un nutrido número de cameos, MacFarlane demuestra que lo que funciona en la comedia es el humor: aquí 100% “Padre de familia” para regocijo de un completo catálogo funcional de chistes y referencias durante un compensado metraje. Algunos criticarán su humor escatológico pero, ¿qué se puede asociar a “Jack y su gemela” salvo cuatro putas y un mojón? “Ted” también guarda un lado nostálgico y emocional, ese que deberían tener en común tanto los políticos, banqueros como los vendedores de crack. Algunos se hacen mayores sobreponiéndose a tormentas y otros esperando que acaben de hacer temporadas “Los Simpson”. Es ley de vida. La estupenda cinta de John Bennett confirma, además, que no podemos mirar al futuro sin arrastrar con nosotros el pasado, porque la nostalgia siempre nos debe guiar hacia la madurez.
Maldito Bastardo
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