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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Críticas de El Golo Cine
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Críticas 831
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora Amy Holden Jones y la guionista Rita Mae Brown realizaron The Slumber Party Massacre (1982), película de terror del sub género slasher en la que se puede apreciar una mirada crítica sobre otras producciones similares.

Por Nicolás Bianchi

Otra vez una película en la que un grupo de jóvenes mujeres es perseguida por un asesino psicópata que utiliza un arma cortante para destrozarlas. Pero hay en The Slumber Party Massacre una diferencia por momentos sutil pero muy presente que tiene que ver con que fue realizado por dos mujeres, con consciencia además del lugar en el que se encontraban.

La época y el género pusieron sus límites pero Holden Jones y Brown lograron colar otra mirada en una historia muchas veces contada. En un suburbio estadounidense la estudiante Trish (Michelle Michaels) despide a sus padres que se van a pasar unos días afuera, lo que indica que estará sola en sus casa, y luego va al colegio donde se reúne con su grupo de amigas.

Luego de la clase de educación física las chicas toman una ducha en el vestuario, en lo que sería la típica escena, en este tipo de películas, en la que se muestra cuerpos de mujeres desnudas. La directora hace tan groseros los paneos sobre las tetas y los culos de las jóvenes que hay allí una observación, un mensaje. Si quieren esto se los doy, pero sepan que no suma nada a la narración y si, lo disfrutan, es realmente desagradable, parecería indicar Holden Jones.

Después de cumplir con la cuota de desnudos femeninos la atención pasa a estar en los diálogos de las chicas que organizan una reunión en la casa sola de Trish, quien quiere invitar a la recién llegada Valerie (Robin Stille), que es además su vecina. Las demás dudan y Valerie escucha la conversación por lo que luego cuando es invitada se niega a participar, seguramente por no sentirse del todo bienvenida. De fondo, en distintos momentos, la radio y los diarios informan que el asesino serial Russ Thorn (Michael Villella) está suelto.

Thorn está caracterizado como un adulto que representa a un joven de otra época, con jeans azules, campera de jean y remera roja. Tiene un look rockabilly como el de aquellos jóvenes de fines de los 50 y principio de los 60, o sea la generación que por edad serían los padres de las chicas que protagonizan el film. Utiliza como arma un taladro mecánico inalámbrico que se asemeja a un falo, lo que queda claro en distintas tomas en la que la directora lo hace evidente. La más clara es una en la que una de sus víctimas está en el suelo y él es tomado de atrás por la cámara por lo que el taladro parece surgir de entre sus piernas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Golo Cine
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9
7 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En The Exorcist (1973), de William Friedkin con guión de William Blatty, resulta tan interesante seguir el camino del héroe, el cura que practica el exorcismo, como el de la madre y su hija que son víctimas de la posesión demoníaca.

Por Nicolás Bianchi

Cuando una película está esculpida al detalle tanto desde lo narrativo como desde lo simbólico como The Exorcist, toda imagen o escena puede remitir a algún significado no del todo velado a primera vista. Se trata además de una película que puede ser analizada por secciones, con su muy llamativo prólogo como primera parte, y en el que se desarrollan dos historias que avanzan por caminos paralelos hasta el desenlace en el que ambas se cruzan.

En primer lugar la larga introducción que transcurre en Irak y que presenta al personaje secundario del padre Merrin (Max Von Sydow) marca el origen del mal. Una excavación remueve piedras que deberían haber sido dejadas en su lugar y un antiguo demonio se libera para viajar hasta la costa Este de Estados Unidos. ¿Es una alusión a la crisis del petróleo que por esos años jaquea la economía occidental? ¿Desde Medio Oriente hay una maldición que se extienden hasta América? El tiempo le dio envergadura al planteo, si es que fue ese, con las sucesivas guerras libradas en aquellas tierras a partir de los años 90.

Ya en Georgetown los personajes son otros. El padre Karras (Jason Miller) atraviesa un período crítico de su vida. Su madre está convaleciente y él no tiene dinero para internarla en un asilo. Karras es cura pero también es un psicólogo que estudió en las mejores universidades del país. Su madre agonizante pone en cuestión a su vida dedicada a la fe ya que no tiene con qué mejorar su situación. Cuando la anciana mujer muera él sentirá una inmensa culpa y deuda.

Por otra parte Chris MacNeil (Ellen Burstyn) es una mujer moderna. Está separada, vive con su hija y es una exitosa actriz. Su casa y sus bienes denotan riqueza e independencia. Quien comenzará a verse alterada es su hija Regan (Linda Blair), una niña a punto de ingresar en la pubertad. Las primeras manifestaciones de la posesión serán unos bruscos movimientos en la cama de la muchacha, que no podrá conciliar el sueño por las noches.

En The Exorcist la posesión demoníaca puede ser vista como un asalto hacia ese prototipo de mujer que se inscribe en la Segunda Ola del Feminismo. Se trata de alguien liberal, independiente, vinculada a una profesión artística. Cuando la acción se traslada a Georgetown Chris se encuentra trabajando en una película en la que interpreta a una activista juvenil. Mientras rueda una escena en las escalinatas de una universidad, y arenga a que los estudiantes tomen el campus, el padre Karras la observa desde lejos, en lo que es el primer cruce entre los personajes.

El demonio también se va a insertar en una niña que está por desarrollar su sexualidad. Durante la posesión el ser malvado hace hincapié en ese aspecto, mediante un lenguaje sumamente procaz y flagelaciones en el cuerpo de Regan que tienen una connotación sexual explícita. En suma, dentro de esta línea interpretativa, hay algo que viene a castigar a una mujer liberal e independiente, al punto de ponerla al borde de la desesperación, y a una niña que está por experimentar sus primeros pasos en la sexualidad.

Entonces alguien que no es creyente, como Chris MacNeil, acabará rogando para que un cura que atraviesa una crisis de fe, ya que Karras se encuentra volcado más hacia su costado científico psicológico, practique un exorcismo. Así es como The Exorcist encastrará todas sus piezas. Karras finalmente deberá buscar a Merrin, el primer personaje que se introdujo en la película, para poder practicar el ritual y expulsar al demonio. Estos son algunos de los juegos circulares argumentales que presenta el film, un hito en el género del terror y también en el cine en general. The Exorcist puede sostener una variedad de análisis, lo cual es una característica propia de las grandes películas.
El Golo Cine
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8
3 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Texas Chain Saw Massacre (1974) es una película independiente de terror que enfrenta a una familia de hippies con otra de… caníbales. Con una trama sencilla pero muchos detalles que se interpretaron de distintas maneras, Tobe Hooper construyó un éxito y un film que se transformó en un clásico.

Por Nicolás Bianchi

En el mundo de The Texas Chain Saw Massacre reina la muerte. La primera imagen del film es un tótem de cadáveres que unos profanadores de tumbas instalaron en un cementerio. La segunda es un armadillo muerto sobre el asfalto bajo un sol abrasador. Mientras tanto, la radio no para de lanzar noticias terribles sobre tragedias, desapariciones y más muertes. Así se nos ubica en el lado oscuro de la década del 70.

Un grupo de jóvenes viaja en una camioneta hacia, justamente, un cementerio luego de enterarse que la tumba de su abuela fue vejada. Los personajes principales son Sally (Marilyn Burns) y el parapléjico Franklin (Paul Partain), que son hermanos y los nietos de la ya fallecida señora. Además están en el vehículo el novio de Sally y otra pareja de amigos, que, bien vale el giro, serán solo carne de cañón.

El primer contacto de los jóvenes con el horror será a través de un autoestopista que levantan en la ruta y del que, luego de un altercado un tanto sangriento pero no fatal, se librarán. Llegan al cementerio, constatan que no pasó nada y están listos para volver pero se quedan sin combustible. En la gasolinera más cercana ya no hay más, por lo que se acercan a la granja de la familia Hardesty, el otro grupo de la película.

El mundo de la película no solo está rodeado por la muerte sino que también tiene un tono post apocalíptico y miserable. Se trata de un entorno pobre, descuidado. La gasolinera no tiene combustible. La casa a la que se aproximan está sucia y parece semi derrumbada. Cuando se abra la puerta el primer personaje que emergerá de allí será el célebre Leatherface (Gunnar Hansen), un gigantesco retardado mental que con mazas, cuchillos, y, sobre todo, con una motosierra perseguirá a los jóvenes.

El argumento no presenta mayores complejidades. Resta saber quiénes y cómo mueren y si alguien sobrevive. Otra línea de interés es conocer hasta dónde llega el horror en el que habita la familia Hardesty. Se trata de un grupo de psicóticos volcados al canibalismo luego de haber quedado sin empleo. Eran matarifes pero por los avances tecnológicos perdieron sus trabajos. Por eso las herramientas físicas que usan para perseguir a sus víctimas. Nada de pistolas ni armas de fuego.

En ese grupo familiar deforme hay roles, un patriarca que es un anciano postrado en una silla de ruedas, jóvenes que proveen a los demás y el brutal Leatherface que cambia de máscaras, seguramente hechas con piel de víctimas anteriores, durante la película. No es casual que use una de una mujer cuando hace algo parecido a cocinar. Hay un rol que está siendo interpretado y un ámbito, el familiar, que está siendo señalado por la película.

Ese Estados Unidos del interior semi rural que con el tiempo va quedando de lado es objeto de distintas lecturas y representaciones al día de hoy. Hay quienes incluso han visto en los Hardesty un alegato en favor del veganismo. De alguna manera la carne se produce como la consigue esa brutal familia y su consumo requiere de cierta hipocresía de parte del gran público, que no ve la violencia original en el producto terminado. Los Hardesty, bizarros y brutales, son asesinos que matan para comer y sobrevivir, lo que añade una capa más de sentido al despliegue de violencia que inunda la pantalla.
El Golo Cine
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9
23 de febrero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Birds (1963), una de las mejores películas de Alfred Hitchcock, puede mirarse como la presentación de un modelo de mujer moderna y disruptiva a la que un mundo conservador, que no se resiste a desaparecer, intenta domesticar.

Por Nicolás Bianchi

Tippi Hedren, modelo y actriz, es la protagonista excluyente de The Birds, film basado en una novela de Daphne Du Maurier, en el que Hitchcock elabora una batalla no declarada entre dos tipos de mujeres. Si bien no es la única forma en la que puede interpretarse la película, por la que también sobrevuela alguna lectura ecológica debido al ataque de los pájaros, sí resulta la más interesante.

Melanie Daniels (Hedren) es una mujer de una personalidad dominante y extrovertida. Ella es la protagonista de cada escena de su vida, o al menos de las que nos muestra la película. En la ciudad de San Francisco ingresa a una pajarería para comprar un ave para regalar cuando se topa con la oportunidad de realizar una broma. El galante abogado Mitch Brenner (Rod Taylor) busca comprar dos tórtolas para regalarle a su pequeña hermana que cumple años. El nombre en inglés de los pájaros, ‘lovebirds’, les dan un significado más potente. Es una pareja heterosexual que vive dentro de una jaula.

Melanie se hace pasar por la vendedora y engaña durante un rato al abogado, o al menos eso cree ella. El contraste entre los personajes se desarrolla por completo más adelante pero las bases ya están sentadas desde esta primera escena. ‘Yo siempre estoy del lado de la ley y no me gustan los bromistas’, dice Mitch. Melanie es todo lo contrario. Es desenfadada, busca divertirse y, por sobre todas las cosas, es muy segura de sí misma.
Tan es así que ella finalmente consigue los pájaros que él buscaba para continuar con la broma y se los lleva a su departamento, donde un vecino le advierte que Mitch se fue a pasar el fin de semana a un pequeño pueblo costero llamado Bodega Bay. Una serie de casualidades finalmente encarrilan la narración hacia el núcleo de la película, algo que en Hitchcock es habitual.

Melanie emprende en su auto deportivo, otro rasgo de independencia y seguridad frecuentemente asociado a lo masculino, el viaje hacia el pueblito. Mitch, a pesar de ser acartonado, es atractivo y Melanie no tiene por qué dejar pasar la oportunidad de dar rienda suelta a su deseo, tanto sexual como de diversión. En todo momento, sobre todo en el primer acto, el personaje está jugando. Por eso cuanto más difícil se le pone su absurda misión de entregar los pájaros más se obstina por lograrlo.

El primer ataque que se produce en Bodega Bay es contra Melanie justo cuando está por encontrarse con Mitch. Allí se puede leer claramente como Hitchcock despliega una sanción en la narración para esa mujer que altera el orden de lo tradicional. Su némesis será su potencial suegra, Lydia Brenner (Jessica Tandy), una mujer amargada y viuda que prácticamente no sale de su casa. Allí resguarda celosamente lo que considera suyo, dentro de lo que cuenta a su hijo Mitch.

Melanie es entonces el símbolo de la nueva mujer. No depende de nadie y obra a medida de su deseo y placer. Es independiente y tiene una gran autoestima. Si quiere algo va por ello sin esperar que nadie se lo alcance. Esa liberación es la que los pájaros parecen buscar castigar con sus ataques sanguinarios y horrendos. En San Francisco, mediante un plano y el sonido espeluznante de los graznidos, la amenaza se presentaba distante. Quizás en el medio urbano ese tipo de mujer pueda ser más libre.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
El Golo Cine
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7
16 de enero de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
One Night in Miami (2020), primera película de la ahora directora Regina King, cuenta una reunión entre el célebre boxeador Cassius Clay, el líder Malcolm X, el músico Sam Cooke y el jugador de fútbol americano Jim Brown en un hotel en 1964. Basada en una obra teatral se trata de una oda a la hermandad a pesar de las diferencias.

Por Nicolás Bianchi

¿Qué es el black power para los miembros más exitosos de la comunidad? ¿Qué es ser poderoso para alguien que puede ser el mejor del mundo en los suyo pero a la vez está discriminado por su color de piel? Sobre estos ejes gira One Night in Miami, que es una gran presentación de Regina King como directora y está basada en una obra teatral de Kemp Powers.

Corre el año 1964. Jim Brown (Aldis Hodge) es una figura de la NFL, la liga estadounidense de fútbol americano, pero aún es discriminado por ser negro en su estado natal, Georgia. Sam Cooke (Leslie Odom Jr.) es un cantante de blues famoso y en ascenso pero sufre ante la indiferencia de la audiencia blanca del prestigioso cabaret Copacabana de Nueva York. Cassius Clay (Eli Goree) está camino a ser el mejor boxeador del mundo pero se acerca al islam por las preguntas y dudas que le surgen por la actualidad que lo rodea. Por último Malcolm X (Kingsley Ben-Adir) siente que la vida se le escurre en cualquier momento, por eso mira a cada rato por encima de su hombro para ver quién lo persigue.

El acto de presentación de los personajes es sumamente cinematográfico y está filmado con excelencia. En las escenas más destacadas Cassius Clay tropieza en una pelea que de todos modos gana y Cooke brinda un show fallido en el mentado boliche neoyorquino. Más tarde el boxeador se consagra en Miami ante Sonny Liston y a los 22 años es por primera vez campeón del mundo.

Esa noche los cuatro amigos, vinculados a través de Malcolm X, se juntan en una habitación de un hotel para celebrar la victoria. El brío de los deportistas y el cantante contrasta con la austeridad del líder político y religioso, que ofrece apenas unos helados como festín. Lo que Clay, Brown y Cooke pensaban como una noche de música, bebidas y mujeres se convierte en un momento de reflexión, de debate.

El nudo de la película es más bien teatral. Transcurre en una habitación de un hotel y luego en la terraza donde los personajes se enlazan en discusiones por sus distintas visiones de la realidad. Todos exitosos en distintos ámbitos, sienten una contracara por ser miembros discriminados de la sociedad. De todas maneras Cooke quiere vivir las mieles del éxito mientras Malcolm, en el otro extremo, cree que es un momento en el que es indispensable jugársela por el cambio. El radicalismo del líder lleva a que los que piensan como el músico sean llamados ‘burgueses negros’ mientras que Cooke considera que la demagogia y el personaje se engulleron a la persona que Malcolm alguna vez fue. Las actuaciones de Odom Jr. y Ben-Adir sostienen el debate. El vanidoso y genuino Clay y el más apesadumbrado Brown, harto de ser el gladiador que pelea para los que gobiernan en la tribuna, se mantienen en calma durante la disputa.

One Night in Miami brinda un fuerte mensaje sobre la unión y la hermandad a pesar de las diferencias. Desde el punto de vista cinematográfico tiene alguno de los problemas frecuentes que suceden en las obras que están basadas en piezas de teatro. En este caso, algunos diálogos quizás un poco largos y, uno en particular, entre Clay y Cooke que es demasiado declamativo. Allí el boxeador dice lo que quiere decir el guionista o el escritor y no lo que podría pensar el personaje.

De todas maneras el film tiene varias virtudes cinematográficas. Las escenas de box filmadas por King son excelentes. Las actuaciones son todas correctas y la producción es fastuosa, lo que se observa tanto en los escenarios, sobre todo en los exteriores, como en un reparto que incluye secundarios de prestigio como Michael Imperioli (por siempre el sobrino de Tony Soprano), Lance Reddick (The Wire y John Wick, entre otros trabajos) y Beau Bridges.

Lo más interesante del planteo es la otra cara de la fama y del éxito para los hombres negros en aquel entonces. Clay es el mejor y el ´más lindo’, como el mismo dice una y otra vez. Cooke tiene cada vez más dinero pero aún no escribió esa canción que diga algo especial como puede ser Blowin´ in the wind, lo que el perseguido Malcolm le recuerda. Y Brown no quiere ser más el subordinado de lujo, el espectáculo del circo. Un mundo en el que podamos ser como queramos y podamos pensar lo que queramos pensar. Eso es lo que buscan los cuatro amigos exitosos y famosos de One Night in Miami.
El Golo Cine
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