Durante toda la película nunca sabes de verdad cuál es el problema que se está relatando. Eso hace que el suspense sea constante en todos los frentes abiertos por la trama.

El ritmo es bueno, las actuaciones son normales, el paisaje se corresponde con el ambiente desolador.

Pero el problema empieza a aparecer en el último tercio de la película cuando adviertes que todo está siendo un tanto exagerado. Hubiese sido mejor una mayor contención por parte del guionista y del director (que es la misma persona).

Y en el final todo se desborda de una manera innecesaria y frustrante. Y, curiosamente, en lugar de las palabras "The End" se escucha una guitarra rasgueando unos compases por soleares que no vienen a cuento.

Está claro desde el principio de la cinta que se van a visionar escenas un tanto absurdas que pretenden ser graciosas. Una vez aceptado este planteamiento, a veces te sonríes, a veces te ríes, y otra veces te aburres un poco.

Pero el conjunto es amable y agradable. Además te intriga ir descubriendo por dónde van a ir los tiros. No sabes realmente cómo puede acabar el embrollo. Las cosas cada vez se complican más hasta que por fin terminan de una manera suficientemente congruente y humana.

Las escenas de lucha kun-fu son curiosas, entretenidas y un tanto espectaculares. Pero el argumento es muy pobre.

Los caracteres de los personajes son completamente planos y maniqueos. Las situaciones son más propias de un cuento infantil que de una realidad más o menos verosímil.

Se trata de una película sencilla que relata un aspecto original acerca del problema racista entre blancos y negros.

Aunque se trate de un tema que se nos queda algo lejano para los que no vivimos en USA, la verdad es que la película se ve con agrado. Los actores trabajan bien, las situaciones son creíbles, los caracteres reflejan personajes humanos y bondadosos.

Ni el guión, ni las actuaciones, ni el resto de la película dan para más. Se trata sólamente de pasar un rato agradable aceptando situaciones más bien exageradas sin darle más vueltas a su verorimilitud.

La pena es que el sonoro es muy deficiente. A la mayoría de las películas argentinas les pasa que, por hablar los actores con su deje bonaerense característico, se producen unos altibajos de volumen en los que es difícil entender bien lo que dicen. Pero en esta película, al menos en la versión que yo he visionado en una cadena de televisión, el fenómeno es tan llamativo que había que estar continuamente con el mando a distancia en la mano subiendo y bajando el volumen del televisor.