Miseria, hambre, desesperación, amargura. Todo eso (y es poco se los juro) es lo que refleja este clásico entre clásicos que luego de verlo te deja una sensación de desesperanza que perdura. Porque de por sí es horrible ver un film tan realista donde nuestro protagonista y su hijo parecen condenados a la absoluta pobreza. Puedo soportar cualquier escena fuerte de cualquier índole. Pero ver a un niño sufrir es algo que me desespera y me duele como ninguna otra cosa. Y ver tanto maltrato y dolor injusto en un pequeño, que desanda su derrotero por la vida acompañando a su padre es casi diría yo masoquista. Amo el cine más que cualquier otro arte, siento que aprendí las cosas mas valiosas a través de él. Pero les aseguro con una mano en el corazón que esta maravillosa obra del gran Vittorio es lo más triste que ví nunca. La volví a ver después de muchos años y me dolió tanto como la primera vez. Abracé muy muy fuerte a mi hijo mientras él dormía y me juré nunca volver a verla. Es de un realismo tan lascerante que no, no la recomendaría. Creo que demasiado angustiosa es la vida para que una película me haga tanto daño. Porque todo se puede soportar y tolerar menos el dolor tan profundo de una criatura.

Que me disculpen los seguidores del Nano por pedir prestada su canción para darle título a esta modesta crítica. Lo que pasa es que este rollito de exponer el sexo como objeto de estudio y análisis de pajerillos estudiantes de cine me la suda. Se creen unos transgresores y sólo destilan mediocridad. A los que quieren ver gente follando descuartizadas como pollo a la brasa, pués genial que los felicito, para esos fines tienen las pornos. Pero no me quieran venir con el viejo truco de "estudiemos costumbres sexuales de diversas partes del mundo", presentadas por una señora de lo más seria, con trajecito negro y gafas intelectuales para otorgarle aplomo y presunción al asunto. Bien, allá vamos. Todo comienza con breves explicaciones de la nombrada señorona, que comenta como si se tratáse de física cuántica, que en algunos sitios la gente hace porquerías con su sexo. Y ahí te las mandan unas mujeres tocándose las tetas a lo bestia vestidas de campesinas, dibujitos muy simpáticos de damas que se pasan el pescado por ya saben dónde, otras mostrándo las chochas bajo una lluvia torrencial, tipos haciéndose unas pajillas en unos agujeros de madera, otros follándose al césped (si...AL CESPED) y otras sandeces más. Todo éso para que la tierra de buenas cosechas... Bue, me dije, tengámos un poco de paciencia que viene algo mejor. Y no. Un videoclip de lo más barato y primitivo con parejas poniendo y sacándo lamiendo y mamando cuerpos en fragmentos que duran segundos. Una pavada que ní en un colegio primario lograría asustar. Y aquí si, viene el plato fuerte, el viejo pederasta más consumado del cine actual, Larry Clark, y viene en plan de hacerse el domumentalista y se pone a entrevistar a unos púberes re lindos preguntándoles cosas como: le tocás las tetas a tu novia?, le chupás lo otro a las mujeres?, te gusta hacérlo tirándote del placard?, y acto seguido unos brutales primeros planos de los penes de los jóvenes, así a pelo. Como anciano pedófilo que és Larry selecciona a un chico precioso y lo pone a tener sexo totalmente explícito con prostitutas bastante entradas en décadas. Todo es así, una infamia con envoltorio progre. El único que realmente se luce y capta la propuesta al dedillo es Gaspar Noé. Sin escatimar sexo, tetas, semen, juguetitos y culos nos hace un muestrario de la soledad sexual por la que está transitando la humanidad, dónde los vínculos se vuelven cada vez más abstractos, al punto que podemos excitarnos, follar, tener niños y autocomplacernos en la más absoluta soledad. Un vivo alegato a la incomunicación que se hace cada vez más tangible en todos los sectores sociales. Y ésto es lo único rescatable de este canto a las pajas y manos peludas. Por momentos sentí vergüenza (y para que lo diga yo...imaginénse!).

Me fascina el cine de Lucrecia Martel. Adoro su manera de contar, de filmar, la dirección perfecta que tiene sobre sus actores (es la única directora que puede hacer actuar a un muerto) su obsesión por contar lo que parece no interesar a nadie. Sus pequeñas grandes historias de su Salta natal. La gente del interior que aún cree en los fantasmas, en la luz mala, en los aparecidos, en el mandinga (mi abuelo atormentó mi infancia con leyendas del diablo y se reía cuando me moría de miedo) y todo ese folklore que se va perdiendo con el tiempo poco a poco. No puedo evitar quedar literalmente hipnotizada cuando veo una película suya, hay momentos que siento estar fisgoneando la vida de otros porque Martel sabe muy bien como cautivarnos. La niña santa es mi favorito de todos sus films. En un congreso de médicos se viven diferentes historias. La actríz seducida por el Dr. Jano, Amalia su hija, confundida por su crianza religiosa que busca su misión en la vida. La amiga de ésta que embarra la cancha por querer ayudar a su amiga. Todo está contado con pocas palabras en un ámbito cerrado, húmedo. Muy hermético. Los rostros sin maquillaje (otra constante en el mundo Martel) muestran gente común que no parecen actuar. Personas que con sus mejores intenciones de ayudar terminan perjudicando al objeto de su afecto. Mujeres fuertes que manipulan a los hombres. Juegos sexuales a la hora de la siesta. Todo eso forma parte del universo de Lucrecia Martel. Habrá quienes encuentren muy lento su modo de filmar, tal vez les resulte hasta aburrido y es lógico. Estamos ante un cine de autor y esos son los riesgos que se corren. Extraordinaria la musicalización. Podría decirse que tenemos un cine Campanela, clásico y masivo; y un cine Martel que camina por otro sendero. Y los dos son fantásticos.

Una señorona de clase media alta encuentra en medio de la noche a un jóven negro enorme y bonachachón y se lo lleva a vivir a su casa. La familia perfecta de mamá-papá-niños hermosos lo reciben como si lo conocieran de toda la vida en su hogar perfecto y lo acobijan cómo si fuése animalito abandonado y deben enfrentar los cotilleos y rumores de sus allegados ante la inesperada adquisición de ésta familia burguesa. Es un film de un racismo recalcitratnte como hacía años no nos regalaba la querida Industria, mostranto como mensaje subliminal que los negros sin la ayuda de los blancos no pueden lograr nada rebajándolos como si se tratáse de una minoría medio tonta y carente de recursos. El único punto es porque Sandra Bullock es una actriz adorable y en la película se esforzó de lo lindo para no sobreactuar (aunque de ahí a un Oscar hay un abismo...). Un telefilme prejuicioso y discriminatorio que provoca vergüenza ajena. Horrendo.

Amigos varones, tienen toda la razón del mundo en repudiar este engendro cinematográfico. Película asquerosa que no debería mostrarse a ninguna niña hasta los 21 años por mostrar un mundo irreal, donde el hombre tiene el poder y el dinero y la mujer sólo posee belleza física y cero inteligencia. Basura fílmica de la peor calaña, pésimamente actuada y con un guión bochornoso. Si alguna de sus novias, amantes o esposas gusta de ésta porquería, no lo duden ni un instante: ésa mujer carece de inteligencia y deben huírle raudamente. Nadie en su sano juicio puede gustar de éste pastiche asqueroso. Nauseabunda.