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Críticas de Quatermain80
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Críticas 406
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
9 de mayo de 2010
84 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película de Clouzot, realizada durante la ocupación alemana y de la mano de la productora Continental, creada por Goebbels para competir con Hollywood.

"El cuervo" es el anónimo firmante de una serie de cartas dirigidas a distintos habitantes y autoridades de la pequeña localidad de St Robin en las cuales denuncia sus comportamientos inmorales e hipócritas, propiciando así un clima de sospechas, recelos e inquietudes generalizadas.

Cuando se estrenó el filme, en 1943, no le gustó a nadie; tanto la izquierda como la derecha francesas, así como la Iglesia y miembros destacados de la Resistencia repudiaron su ácida visión sobre la sociedad provinciana, plasmada aquí bajo el signo de la hipocresía, las apariencias y la ruindad. Tachada de colaboracionista fue rápidamente prohibida, y su autor condenado al ostracismo durante un par de años. En mi modesta opinión, que en modo alguno es original, esta película está entre las mejores obras de Clouzot, junto a "El salario del miedo" y "Las diabólicas".

Resulta interesante observar cómo puede cambiar la percepción que genera una obra artística en función del contexto en que es creada; así, este filme, que en su época fue leído como una visión podrida de la sociedad provinciana francesa, visión que presuntamente servía como justificación de la ocupación alemana, hoy puede entenderse como una aguda mirada sobre una sociedad que en gran medida colaboró con los ocupantes, propiciando un clima de sospecha, delaciones y desconfianza que constituye precisamente el eje central de la película.

Beneficiada por un magnífico guión, con diálogos excelentes y una buena labor interpretativa, la historia avanza con buen ritmo, ganando en angustia conforme advertimos que las denuncias de "el cuervo" no sólo revelan la hipocresía de los habitantes de St Robin, sino que logran sacar a la luz el lado siniestro de una sociedad cuyos miembros, parapetados tras una apariencia de normalidad, necesitan pocas excusas para destruirse unos a otros. La realización de Clouzot destaca en la puesta en escena y en la concepción de algunas secuencias, como el hallazgo de las cartas, especialmente la del entierro (un plano en picado muestra la comitiva rodeando una misiva acusadora caída en el suelo) y la de la Iglesia, en la que la carta cae llovida desde las alturas, ante los ojos de los parroquianos.

Por último apuntar que esta película, por el original acercamiento que hace de una sociedad provinciana corrupta enfrentada a su misma corrupción, ha podido influir poderosamente en una obra tan reciente, y en aquél aspecto tan similar, como "La cinta blanca" de Haneke.
Quatermain80
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7
3 de mayo de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera película de Tornatore, que se acerca al fenómeno criminal camorrista inspirándose en una historia real, la del jefe de la "Camorra Reformada" durante los años setenta y ochenta, Raffaele Cutolo.

El filme narra el ascenso de este personaje, conocido por el apodo de "profesor", que desde su primer encarcelamiento (por asesinato) comienza a labrarse un nombre entre los reclusos gracias a su inteligencia y carácter, hasta llegar a destronar al líder de la prisión, un camorrista. A partir de este momento encabezará un creciente número de seguidores con los que, desde su jaula dorada, tratará de reformar la Camorra.

La película cobra interés cuanto más se conoce el contexto que aborda; lo que "el profesor" intenta es construir una organización fuertemente jerarquizada, con un único líder (él mismo, claro), y que tenga el poder suficiente para comprar o pactar con los poderes del estado. Esto, en el ámbito de las prácticas camorristas clásicas constituía una absoluta novedad, pues hasta entonces (y posteriormente también), éstas se habían basado en una multitud de líderes, familias, pactos de equilibrio, pequeñas guerras, así como en su alejamiento de la política. Es por eso que este personaje entabla una feroz batalla contra la Camorra tradicional, y que intenta establecer una colaboración directa con los líderes de la Cosa Nostra (que controlan el tráfico internacional de drogas) en Nueva York. Llama la atención cómo es capaz de organizarlo todo desde su lujosa celda, que más que un impedimento constituye un magnífico vehículo desde el que impartir órdenes, pensar estrategias y forzar negociaciones. La película transmite muy bien los innumerables tentáculos que estas organizaciones tienden sobre la sociedad italiana, especialmente en aquellos lugares en los que tradicionalmente el estado se halla poco presente o sus iniciativas no prosperan.

La película se beneficia de un buen guión adaptado, con algunos diálogos precisos y con fuerza, así como de unas estupendas interpretaciones, comenzando por la magnífica creación de Ben Gazzara, absoluto protagonista. Son destacables secuencias como la del "beso de despedida" al lugarteniente Alfredo, la del terremoto (absolutamente verídica, por cierto), y la última, un hermoso plano general en ligero picado, que nos muestra por última vez a este rey enjaulado, fantaseando aún con la sombra de su propio poder.
Quatermain80
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9
1 de mayo de 2010
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quisiéramos definir en pocas palabras el objetivo que esta serie persigue podríamos concluir que, en esencia, constituye una penetrante radiografía de la vida de una ciudad, Baltimore, partiendo del fenómeno criminal del tráfico de drogas, pero trascendiéndolo hasta conseguir plasmar el funcionamiento de una sociedad, que nos es mostrada a través de unos personajes complejos y realistas.

Nada más y nada menos que eso es lo que consigue "The Wire"; plasmar la realidad de un lugar, sus problemas, sus gentes, y hacerlo con la brillantez y credibilidad de una gran obra artística, sin apresuramientos, sin personajes planos ni tramas innecesarias. Es una serie que más allá de las particularidades de sus cinco temporadas, requiere ser visionada en orden, con calma, porque cada episodio, cada personaje y cada situación constituyen fragmentos de un mosaico que encaja a la perfección.

Otra de sus grandes virtudes estriba en el medio a través del cual la realidad de Baltimore nos es mostrada en todas sus perspectivas y variantes: los personajes. Todos ellos son vehículos narrativos por si mismos, contienen tanta verdad, tantos matices, que su presencia, incluso cuando se trata de secundarios, se hace imprescindible para el desarrollo de los argumentos. ¿Cómo entender el oeste de Baltimore sin Barksdale, Omar, Bubbles, Marlo...? Y lo mismo cabe decir de la policía, los estibadores, la política, las escuelas, las redacciones periodísticas, todos ellos ámbitos que sirven de ejes centrales para cada una de las temporadas de la serie, y que deben su veracidad y brillantez a los personajes que en ellos encontramos.

En "The Wire" no ganan los buenos, ni tampoco los malos; la ausencia de maniqueísmo con que se abordan las situaciones propicia que podamos encontrar acciones honorables en un criminal y deshonrosas en un policía; que un político o un abogado tengan menos moral que un ladrón, y que un drogadicto imparta lecciones de tenacidad y rehabilitación personal. Así, la línea entre el bien y el mal se difumina, se oscurece, y son las actitudes y decisiones de cada personaje las que al final constituyen un triunfo o un fracaso. Así son las cosas, o como diría Avon Barksdale, o cualquier camello de las esquinas, "así es el juego".
Sigue en spoiler, sin revelar detalles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quatermain80
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8
21 de abril de 2010
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico retrato social de una barriada popular neoyorkina, "Dead end" analiza eficazmente los ambientes, personajes y problemas que preocuparon a cierto sector de la izquierda o el progresismo estadounidense durante la era Roosevelt.

Así, aunque la película se sirve de la figura destacada de un Gángster (de vuelta por su antiguo barrio), el tema central que en ella se aborda es la injusticia social y el desprecio que las clases pudientes sienten hacia los más desfavorecidos; es ese desdén, y el recurso fácil al autoritarismo policial, el que crea el caldo de cultivo de la pequeña delincuencia, encarnada aquí por una pandilla de chicos, ansiosos por destacar con sus bravuconadas y gamberradas. El personaje interpretado por Bogart tiene bastante interés, por cuanto es, en realidad, una imagen premonitoria de lo que acabarán siendo dichos chavales, si alguien no lo evita. Y los llamados a evitarlo no son ni las autoridades, ni los ricos, ni la policía, sino aquéllos en los que sí se puede confiar: los miembros de las clases trabajadoras, encarnados aquí por Sylvia Sidney y Joel McCrea. Estos dos personajes son los mejor valorados en el filme, ya que a su honradez y honestidad cabe añadir un talante comprensivo, predispuesto a otorgar oportunidades a los que habitualmente no las tienen.

El tono de la película resulta lógico siendo el guión obra de Lillian Hellman, conocida izquierdista que en 1952 se negaría a dar nombres ante el Comité de actividades Antiamericanas, actitud por la que permanecería diez años en la lista negra. Con William Wyler, de ideología más moderada pero también progresista, colaboraría en más ocasiones, siendo la más significativa su guión para "La loba", una de las obras mayores del director. Wyler logra una vez más una realización aparentemente simple, sin alardes, siempre al servicio de la historia y no desprovista de elegancia formal, como se aprecia al inicio, con una cámara montada en grúa que desciende lentamente desde las alturas hasta el barrio y la calle sin salida (por cierto, estupendos decorados). También es reseñable su habilidad para emplazar la cámara, de modo que con mínimos movimientos sea capaz de reflejar el máximo posible de situaciones y personajes. La fotografía, a cargo del habitual Toland, es tan buena como siempre, y las interpretaciones correctas, especialmente las de los chicos que componen la pandilla.

Para concluir, Wyler vuelve a elevar la cámara por encima de la calle y del barrio, mostrándonos, a lo lejos, los rascacielos de Nueva York (pintados, claro). Es un cierre sencillo, lleno de lógica y de cierto pesimismo; por encima de esas calles y barrios degradados e injustos, la gran ciudad sigue su ritmo, indiferente a todo, y como titularía King Vidor... el mundo marcha.
Quatermain80
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7
18 de abril de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Marcel Carné realizó esta película hacía tiempo que su mejor y más productiva época, que se sitúa en las décadas de los 30 y 40, con obras tan importantes como "El muelle de las brumas", "Amanece", y "Los niños del paraíso", había pasado ya. Tras la segunda guerra mundial su carrera, aunque no se detuvo, decayó claramente, acaso afectada por el proceso de depuración al que fue sometido Carné tras la ocupación, y a las cada vez más ácidas críticas hacia su obra por parte de un joven y ambicioso grupo de críticos y futuros cineastas, desde las páginas de Cahiers du Cinéma.

Pese a ello, Carné logró aún buenos resultados, como queda de manifiesto en este filme, un singular drama ambientado en el mundo del boxeo. Cinematográficamente, y por obra y gracia del cine estadounidense, en el que destacan como referencias ineludibles "Cuerpo y alma" de Rossen y "Nadie puede vencerme" de Wise, el boxeo ha quedado unido al género negro, potenciándose aspectos como la sordidez, los amaños, la dureza y la injusticia. La originalidad de esta película estriba en que, partiendo de personajes característicos, como el boxeador, su entrenador, el entorno y la guapa mujer fatal, las respectivas personalidades aparecen mucho más matizadas de lo que suele ser habitual, de modo que lo que uno espera generalmente de tales personajes no es lo que a la postre va a mostrársenos. Así, el boxeador resulta ser un tipo amargado e infeliz, necesitado del apoyo de los demás, con una sensibilidad a flor de piel que lo hace moralmente vulnerable; el entrenador, lejos de ser un hombre interesado o un pillo, aparece afable y paternal; por último, la supuesta mujer fatal se muestra ansiosa de amar y ser amada, hasta el punto de sacrificar en beneficio ajeno su felicidad y porvenir.

Aprovechando un guión ágil y bien escrito, el trío protagonista conformado por Gabin, Arletty y Lesaffre cuaja una eficiente labor, bien secundada por el resto de intérpretes, especialmente la familia italiana (la película es una coproducción francoitaliana, claro). Tras la cámara, Carné opta por un estilo más natural y luminoso que en épocas anteriores, en las que su cercanía al expresionismo alemán se hacía notar; no obstante, mantiene el rigor que caracteriza su composición y puesta en escena. Es notable la secuencia del combate, rodada en tiempo real, y que recoge con gran autenticidad el ambiente de un local popular de aficionados, logro bien secundado por la interpretación de los púgiles, Lesaffre incluido.

Por tanto, una buena película de un gran director, al que no siempre se trató con justicia, si bien su obra es una referencia imprescindible dentro de la cinematografía francesa.
Quatermain80
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