Esta es una de esas películas que, sin ser nada del otro mundo, se dejan ver, sobre todo, por la excelente interpretación de Daniel Auteil y José García, secundándolos los demás intérpretes.
El argumento puede parecer algo trivial, pero no deja de interesar por lo bien que está administrado el nudo de la historia, al menos desde el principio hasta más de la mitad. Después, el final es algo previsible, pero se salva por la nota inquietante de la última escena, que pone un toque de humor (o no) algo amargo.
Con la trama se podría haber hecho algo más, alguna complicación accidental, como, por ejemplo, un cruce de parejas, pero, tal como está, es también pasable.

Si no se tiene otra película a tiro, esta se deja ver. Pero se deja ver no del todo bien. Primero por una cámara al hombro que llega a marear, aunque es verdad que, conforme avanza la película, se serena un poco. Segundo, porque los personajes no llegan a importar y mucho menos a emocionar. Y es que cuando no hay profundidad -y eso hoy es muy corriente- los alardes técnicos sirven de bien poco.
Johny Depp, casi siempre tan bueno, aquí está plano. Y el pobre de Christian Bale tiene que hacer un papel carente de la más mínima hondura. Marion Cotillard hace lo puede en un guión mal trazado desde el principio.
Las escenas finales, que, en buena retórica dramática, deberían impresionar, te dejan indiferente.

Una comedia casi nunca es rotunda y esta tampoco lo es, pero está bien confeccionada e interpretada, con algún pero. Sin duda Meryl Streep puede hacer lo que quiera, pero aquí el personaje está como sobreactuado, sobre todo en el doblaje en español.
Para disfrutarla por entero hay que tener cierto gusto gastronómico. Si gusta hacer de comer esta película es interesante siempre. Quienes no participen de esto puede ser que en algún momento se aburran.
El metraje resulta un poco excesivo. Con quince o veinte minutos menos hubiera ganado en agilidad.

Aunque ambientada en el siglo XIV, la trama es absurda en cualquier época, pero más en la Edad Media. Más que absurda, inverosímil.
Los actores tienen que representar papeles poco creíbles, pero a pesar de eso lo hacen bien.
La idea de que unos actores representan lo que ocurrió en la realidad está ya en el Hamlet de Shakespeare, pero ¡qué diferencia! Aquí los diálogos nunca dan con ideas profundas sino con caricaturas, sobre todo en el desenlace de la trama.
Buena la ambientación y el vestuario.
Malo el pretendido suspense, que se ve venir desde la mitad de la película.

Una costosa producción, con excelentes decorados y ambientación. Nada que objetar a esto.
Una música sugerente al principio pero que acaba cansando.
Unos intérpretes pasables, entre otras razones porque el guión no daba para más.
Un guión, en efecto, deslavazado, sin tensión dramática, salvo quizá al final.
Todo esto al servicio de una tesis, en favor de la cual caen las evidencias históricas o se inventan sucesos. Lo peor, después de estar más de media película instruyendo en astronomía (?) es hacer a la gran Hipatia nada menos que antecesora del descubrimiento de las órbitas elípticas, con lo que el pobre Kepler queda como un copión.
La manera de recrear a Cirilo de Alejandría es casi de farsa, en contra de los numerosísimos estudios, mucho más matizados, que hay sobre este importante personaje.
En síntesis, Amenábar no escapa del error de la mayoría de las películas históricas; ver el pasado con los ojos del presente; en este caso, cómo pensaría yo hoy si fuera Hipatia.
La película, por el penoso guión, aburre de forma esporádica. Y no emociona nunca.