La American History X británica. Con claros y evidentes matices, esta pieza audiovisual hace recordar a la de inicios de siglo protagonizada por Edward Norton. El génesis del odio del nacionalismo extremo (fascismo) y del auge del racismo son increíblemente plasmados por una puesta en escena (imagen, arte, vestuario...) y por interpretaciones más que sorprendentes y extraordinarias. No diga This is England, diga This is Hate, o al menos es el odio, la desigualdad y la precariedad que generó el gobierno de Margaret Thatcher.

Ethan Hawke no solo dirige, sino que crea un documental muy especial a una de las figuras más importantes de la música clásica de la escena actual, Seymour Bernstein. El Músico (con merecidísima mayúscula) expone la trascendencia de este arte en la vida y en la sociedad y la evoca a una dimensión irascible, pulcra y fantástica. En el debut de Hawke como director, es inevitable no poder compararlo con su inicio como actor en El Club de los Poetas Muertos. Seymour Bernstein es ese profesor, ese ejemplo que encontró en Robin Williams.

Los registros de Anthony Hopkins son inacabables. Solo transcurrieron dos años entre la calculadora interpretación de Hannibal Lecter en El Silencio de los Corderos y la de Mr. Stevens en Lo que Queda de Día. Estamos hablando de uno de los grandes actores, y, si le acompaña una narración más que notable, el espectador gozará mucho. La puesta en escena es delicada y sofisticadamente dura, dentro de un conflicto elitista y bélico. Emma Thompson se convierte en un engranaje fundamental en el cambio de Mr. Stevens.

Tiene esa fragancia adictiva del teatro. El espectador no asiste a una película, sino a una representación de arte dramático, a una obra de Chéjov. Las actuaciones son geniales y los roles, meticulosos. Malle entendió a la perfección la esencia del teatro -hay muchas otras películas que no supieron adaptar esa esencia a la gran pantalla-. Vanya en la Calle 42 es única, con una personalidad carismática.

“Cuidado con lo que sueñas porque se puede cumplir”. Una frase tan alentadora como peligrosa que define francamente bien a esta formidable cinta. Momentos de ingenio, de dulzura, sufrimiento, incluso de fantasía enmarcados en un contexto tiernamente emotivo. El argumento es más que atrapante en ese aspecto y lanza un mensaje que satisfará mucho al espectador.