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España España · sevilla
Críticas de Jlamotta
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Críticas 126
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
24 de febrero de 2011
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El thriller siempre ha dado lugar, como género, a otros subgéneros más o menos reconocidos, como el carcelario, periodístico, de huidas o secuestros, por citar algunos de los más destacados. Dentro de este último es imposible no pensar en films como Funny Games (Michael Haneke), Suddenly (Lewis Allen), The desperate hours (William Wyler) o The petrified forest (Archie Mayo). Todas ellas tratan el tema de la pérdida de libertad de unos individuos en un espacio cerrado, obligados a cumplir las órdenes de los (casi siempre) delincuentes. Estos pueden ser gangsters, forajidos, ladrones o simples amantes de la violencia. Obviamente, la película del director de Caché es la primera que nos viene a la mente a la hora de establecer algún punto de conexión entre el título de Miguel Ángel Vivas y un referente vinculante argumentalmente. Pero ahí, en el argumento, se acaban las semejanzas entre uno y otro, ya que mientras Haneke exhibe un intento por racionalizar filosóficamente la violencia, Vivas aspira a mostrarla de una forma directa y franca, sin explicar su origen evidenciando únicamente las consecuencias. No hay reflexión ni maduración, solo el resultado en bruto, lo que aporta de cara al espectador una satisfacción o repulsión instantánea, sin corromper debido a su paso por un innecesario filtro y ofreciendo un continuo vaivén de colisiones emocionales que terminan dejando huella en ese observador en primera persona que es el público. De esta forma, el símil con el martillo pilón que agujerea nuestro interior toma tras toma no se antoja exagerado. Vivas es constante, por lo que todo aquel que se haya introducido en la historia en los primeros 15 minutos, estará súbitamente pegado a su asiento hasta el sorprendente desenlace.

Los buenos novelistas saben que tienen tres páginas para calar en el lector con una situación enigmática o potente que provoque la tan ansiada atención del mismo. El director sevillano ha asimilado esta lección ya que la escena de apertura no puede ser más perturbadora y trastornada, estimulando así la imaginación del espectador, que inmediatamente piensa que, por que, para que, donde y quien. La aparente felicidad de la familia protagonista sirve de impulso y carrerilla para que, en el momento que llega la violencia descontrolada, esta nos parezca incluso más aterradora debido al simple recurso de unir temporalmente dos extremos anímicos con los mismos objetos de protagonistas. La valiente determinación de rodar el film en doce planos secuencia es un gran acierto del que salen beneficiados las interpretaciones de unos actores absolutamente entregados a la causa. Desde la contenida inquietud de Ana Wagener pasando por una histriónica (en el buen sentido) Manuela Vellés hasta la rabiosa fragilidad de un Fernando Cayo absolutamente genial.

Sigo en spoiler por falta de espacio pero no es spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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10
13 de febrero de 2011
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Aranofsky es uno de los creadores más interesantes de la actualidad no es ningún secreto. El director americano de sangre polaca intenta reinventarse en cada película e ir un poco más allá en su elaborada y extensa macro-tesis sobre su tema más recurrente: la locura ascendente como única posibilidad para lograr el éxito y la catarsis personal. Algo necesario, que tienes que desear por encima de familia, amigos, la propia existencia y, si, la felicidad. Ya en la inquietante Pí o The Wrestler (donde consigue que Rourke rompa la barrera de lo puramente humano para transformarse en un monstruo física y psicológicamente) incidía en el mismo asunto que nos muestra ahora en la brillante Black Swan. Almas perdidas que ya dieron lo mejor de si mismos (o no pueden dar más de sí) y deben sacar fuerzas de flaqueza para superar sus demonios internos tratando de ser útiles para la sociedad y, más interiormente, para encontrar el significado de su vida. Es esta, por tanto, una obra sobre el propio Aranofsky. Sobre sus dudas, sus miedos, sus excentricidades, sus tics, sus deseos, su anhelo de manifestar que la locura marca el devenir de su carrera. En resumen, que sin estar algo trastornado es imposible crear algo de calidad ya que, crear es imaginar y ese acto ya implica la salida (mental)del mundo real para peregrinar por otros derroteros fuera de nuestro alcance.

Las armas que emplea el director de The Fountain para ilustrar ese estado psicológico son varias y diversas. Por un lado, el film es totalmente consciente de su tempo y lo aprovecha para introducirnos en la mente de Nina (Natalie Portman) desde el primer fotograma. Ella es el guión, la historia, los giros, el punto de no retorno y, sobre todo, su cabeza es el ritmo y estado anímico por el que Aranofsky nos guía de forma desbocada. Los primeros minutos tenemos la sensación (es una película de sensaciones, siempre a flor de piel) de transitar por un escenario que ya hemos visitado con anterioridad en Eva al Desnudo o Las Zapatillas Rojas, claros referentes. Pero a medida que avanza el metraje y Nina se deja llevar (como tantas veces le ha sugerido el personaje de Cassel), nos sumergimos en un mundo frenético y exaltado donde nada es lo que parece y el juego de espejos que no deja de engañarnos (ojo, nos engaña pero no nos estafa) alcanza más similitudes con Fraude, de Orson Welles o cualquier película de Hitchcock que con las obras maestras de Mankiewicz y Powell/Pressburger. La reverencia nunca excesiva profesada a estos films es la clave para entender que lo que se pretende aquí es mostrar la destrucción de un ser pretendidamente puro y no labrar un producto homenaje al ballet, usado como mero vehículo estético para otros fines más oscuros y, porque no, pedagógicos como ya ocurriera en Raging Bull o Fat City.

Sigo en spoiler por falta de espacio
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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10
4 de febrero de 2011
117 de 150 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fieles a su anual cita con el séptimo arte, aquel que no dejan de glorificar con su presencia, se presentan los hermanos Coen con esta tragicomedia ambientada en el antiguo Far West. Subrayo lo de ambientada porque, de aquella salvaje y sangrienta época selecciona las características menos típicas y usadas en el cine, y nos la presentan como un mundo donde el Saloon, la prostitución, los jinetes pálidos o los sin nombre no tienen cabida. Sin embargo, los paisajes nevados, la mujer, el diálogo y el heroísmo poblan plano por plano las hermosas imágenes con las que, una vez más, nos engatusan hasta caer rendidos ante un talento que a medida que pase el tiempo se convertirá en legendario y digno de estudios y dossiers.

Ante la incipiente llegada de westerns crepusculares como El asesinato de Jesse James, Appaloosa u Open Range, los creadores de El hombre que nunca estuvo allí, dan las riendas de su poderoso caballo a una niña de 14 años que ha perdido a su padre a manos de un despiadado y estúpido asesino. En cualquier otra historia los cazarrecompensas irían como frías máquinas de matar a por su presa y su consiguiente paga extra. Aquí simplemente se limitan a cumplir con su trabajo sin más pasión que ganar unos cuantos dolares, vengan de donde vengan. Y no solo eso, sino que es la niña quien los contrata (por lo menos a uno de ellos) y, para más inri, los acompaña a la fuerz para proteger su inversión. Así es, el supuesto sexo débi se erige aquí en hilo conductor y a su vez, impulsor de la trama. Eso del cowboy solitario y callado ha pasado a mejor vida para dar protagonismo a una niña, un viejo borracho y un estricto Ranger de Texas. Ellos contra el asesino. Contra su banda. Contra la maldad. Contra el viejo y salvaje Oeste tal como Eastwood, Ford o Peckinpah lo concibieron.

Los hermanos parecen evolucionar en cada película su peculíar y único estilo cinematográfico con ese barniz tan europeo para, sin embargo, presentar después films profundamente americanos. De la buena mezcla solo salen excelentes resultados. Tecnicamente perfectos, aquí dan una lección de como introducir una historia y crear interés al espectador en tan solo 60 segundos con el escalofriante prólogo (por la parsimoniosa voz en off que nos pone en situación) acompañado de un torrente visual con aspecto formal de boceto hecho en carboncillo. Como ver abrirse una flor en primavera. Los personajes son presentados modelicamente y nos dejan anticiparnos a la personalidad posteriormente desarrollada de cada uno de ellos. Bridges, como siempre el mejor de la función(cuidado Colin Firth, igual tartamudeas de verdad en los Oscar), nos es mostrado por primera vez en una letrina escuchando tan solo su indescifrable habla a traves de ella, "ocupándose" de sus asuntos.

Sigo en spoiler sin ser spoiler por falta de espacio
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Jlamotta
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4
28 de diciembre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merece la pena hacer un western después de Sin Perdón?? Hacer una de alcohólicos después de Días sin Huella?? Hacer una serie policíaca después de The Wire?? Se puede intentar, por supuesto, sabiendo que superar el listón es imposible pero por lo menos aportando algo nuevo al género. En este caso, la sombra de El Exorcista es demasiado alargada ya que, al tratarse de un subgénero, el margen de mejora es demasiado reducido. Después de la obra maestra de William Fredkin, un aluvión de historias sobre exorcismos y posesiones inundaron las carteleras durante años. En los últimos años vuelve a estar de moda el tema y de nuevo tenemos Emily Rose, Connecticut y continuaciones de El Exorcista como protagonistas en los cines de medio mundo. No hay ninguna que debata sobre el origen del mal, su lucha contra el bien o las teorías religiosas sobre su existencia. A cambio tenemos sangre, vísceras y sustos que harían sonrojar al torpe villano de la saga Scream.

El film que nos ocupa nace con muy buenas intenciones. Mostrar la misma historia de siempre con un punto de vista diferente y con unas consecuencias diferentes. No lo consigue pero se agradece el intento. El principal problema es que a Filmax ya se le ve el plumero. Ha encontrado el filón del género de terror y no parece tener la más mínima intención de variar el rumbo. Ya podemos hablar, sin equivocarnos, de films made in Filmax. Con características que la diferencian del resto de productoras españolas. La ya citada apuesta por el terror, la sangre por doquier, realización lo más americanizada posible y productos que puedan ser fácilmente exportables al resto de cinematografías (De ahí el idioma de la cinta, el inglés).

El problema es que no basta con poner interpretes ingleses para que haya buenas actuaciones. Estos deben ser decentes profesionales y saber que si una niña levita 2 metros sobre el suelo es importante, y no parecer que estás pensando que llueve y tienes la ropa tendida. Ninguno de los actores parece implicado en la historia con especial mención para Richard Felix (el padre de la criatura), que no va a ganar el Razzie porque no es más famoso que el detergente Lagarto. Los personajes son meros estereotipos y enervan hasta tal punto que deseas que alguno de ellos sea la siguiente víctima del demonio-niña. El guión intenta, con bruscos giros, animar la historia con sobresaltos y muertes sorpresa, pero nada resulta con una trama tan manoseada. Particularmente, tengo debilidad por los planos fijos y he contado los que hay aquí: 2. En toda la película hay 2 planos fijos y 100 minutos de mareantes encuadres con movimiento, reencuadres sobre la marcha y abrir-cerrar campo (zoom). Sí lo que pretendía Carballo era de dotar de agilidad a la dirección lo que consigue es que te preguntes si no se podían haber gastado un poco menos en sangre y comprar un trípode.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
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Jlamotta
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5
16 de diciembre de 2010
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa cinta del veterano Bruce Beresford que trata de explicar un momento histórico concreto, el comunismo de Mao en la China de los 70, a través de la vida de Li Cunxin y su pasión por el ballet. A priori puede parecer un argumento interesante y recordarnos a la notable Billy Elliot, de Stephen Daldry. Pero las similitudes entre una y otra se quedan ahí, en el argumento. El guionista Jan Sardi apuesta por el choque directo de culturas (la china y la estadounidense) con una estructura demasiado torpe e inocente, mostrándonos al protagonista como un pulpo en un garaje (EEUU) de forma excesiva. La constante comparación entre comunismo y capitalismo llega a cansar debido a un tratamiento débil y santurrón, llegando a ridiculizar el sistema de vida chino y poniendo a EEUU como la bandera de la libertad y los derechos humanos omitiendo todos los defectos de la forma de vida americana.

La dirección apuesta por las transiciones más o menos elegantes rozando la ranciedad. Unas prácticas elipsis temporales son un recurso natural para mostrar los cambios del protagonista. Los planos generales y la escasez de movimiento en general nos hacen ver la acción como un cuadro en el que los personajes se mueven libremente. Las escenas de baile gozan de una coreografía brillante si bien la ralentización en estos movimientos sobran.

Desde luego, lo más chocante del film es el nulo aprovechamiento visual de unos escenarios espectaculares (La Muralla China, sin ir más lejos), que dejan entrever la poca pasión desplegada en un film de encargo para Beresford. No deja de sorprender el humor inocentón, infantil y poco brillante que, inaudito, cala en el público. Aunque deja la duda de sí se ríen con o de la película (en mi caso de). Para bien o para mal, no hay mucha diferencia entre esto y un telefilm de A3. Al igual que estos, entretiene y por lo menos cuenta una historia ligera con un ritmo adecuado que no aburre en ningún momento. Como curiosidad, Kyle Maclachlan se pasea unos minutos dando más pena que alegría para la vista.
Jlamotta
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