Malena Alterio ha estado demasiado marcada, quizá, por el encasillamiento en la serie "Aquí no hay quien viva". Y reproduce "guiños" de este personaje en la película: sigue siendo una chica que aspira a algo mucho mejor pero sin conceder mucho a los demás. Por ejemplo, al final de la película, cuando Antonio de la Torre, "Morsa", va para su casa, y ella lo está esperando en el parque y lo para para hablarle, podría haber tenido un gesto de complicidad con él, no que le replica que el síndrome de que le laven la ropa no es de superman sino de Peter Pan, sin ninguna sonrisa o gesto de ella. Aún así, era necesaria esta presencia protagonista de Malena Alterio en el cine, y se le puede sacar más partido, porque su bis cómico-trágica es muy particular; tendría que practicar la parte trágica -aunque a lo mejor a ella y a los directores y productores no les interese-.
En cuanto a Esperaza Pedreño, lamento mi ignorancia, no la había conocido en ninguna interpretación, pero me parece estupenda, quizá porque respecto a ella no tengo ningún punto de comparación. La escena más impresionante es cuando se quiere quedar con el bebé que ha encontrado en el contenedor, y le argumenta a Rosario, y le argumenta, y le argumenta. Es desgarradora esa imagen de las dos.

Harold es empeado de hacienda y tiene que investigar las irregularidades que ocurren en una pastelería cuya dueña es Ana, y de la que se enamora nada más verla. Pero, dado lo "cuadriculado" de su carácter, a Harold le cuesta reconocer la atracción hacia Ana. Lo que ocurre es que antes de lo precedente, resulta que Harold es el personaje creado por una novelista que tiene la intención de matarlo al final de su historia. El personaje se da cuenta y trata de buscar a su autora...

La película no consigue transmitir en absoluto (y no porque sea tan difícil trasladar al cine una novela) todo lo que la novela transmite a través de esos personajes, cuyo amor uno imagina que dura para siempre pero sin tener la necesidad de ver las caras envejecidas de Bardem y Mezzogiorno. Y aquí está la clave de la mala ejecución de la película: la caracterización forzadísima de los personajes, a los que parece que se les obliga a envejecer, que fuerzan esa etapa de su vida; es decir, no se ve grandes esfuerzos en los actores en resultar creíbles respecto a la edad que representan. Y es que el espíritu de García Márquez va mucho más allá de presentar a un Bardem envejecido casi desde el comienzo de la película y simulando un envejecimiento que no va en determinadas situaciones. Tampoco Mezzogiorno está bien caracterizada en su etapa de madurez (podría haber sido una mujer mayor tan bella como es). Los personajes protagonistas carecen, además, de la fuerza necesaria para hacer creíble ese amor infinito que se supone que sienten.

Parecería que no tiene lugar en la sociedad actual un cine con tan pocos medios, en el sentido de que parece que está infravalorado cuestiones como trabajar con actores no profesionales, pero el guión es excelente, la solvencia de los ACTORES, también, así como los detalles de la historia, como encontrar a un violinista con un muño como mano derecha para tocar el violín, o a un nieto, al final de la historia, que sigue el camino con la guitarra a un hombro y un arma al otro.

Quien realmente salva esta película es la actriz Marion Cotillard, excelente en la interpretación de la cantante: un físico muy apto y una interpretación espectacular del talante de la Piaf, de su delicado estado de salud, de sus excentricidades, y, al mismo tiempo, de la imagen siempre desvalida que daba. Sus movientos en el escenario, la forma de aparecer en escena, todo, indica que se ha metido en Edith Piaf. Los demás actores, sobre todo, Emmanuelle Seigner, están muy correctos. El montaje de la película hace, en cambio, que a veces sea un poco tediosa, que sobren cambios de plano y que falte más diálogo, más "vida íntima".