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Argentina Argentina · Argentina
Críticas de Crotalus
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Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
2 de julio de 2017
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una muy breve opinión sobre una serie que daría para escribir diez páginas. Exactamente al revés de lo que fue Breaking Bad, que a medida que avanzaba se iba poniendo cada vez mejor hasta terminar en el famoso FeLiNa, esta House of Cards, en su 5ta temporada se ha vuelto pesada y aburrida.
Han tomado como eje la remake del fraude electoral que dejó sin la presidencia a Al Gore en el 2000 por la votación en el estado de Florida. Ese tema no da para una temporada completa. El espectador busca menos intriga palaciega y más acción, que los hechos avancen, que haya consecuencias. Así fue la primera temporada. Y no que dejen mil cabos sueltos para darles sentido en el último capítulo (que todavía no vi, voy por el 8) en el mejor de los casos.
Una decepción, poca creatividad del guionista, muchas ganas de seguir haciendo dinero por parte de los productores parándose en el éxito de las primeras temporadas, pero con un resultado pobre. Tanto en el cine como en la literatura lo más difícil es hacer que parezca fácil. Este no es precisamente el caso.
Otra cuestión: ya el mercado nos ha adoctrinado para que consumamos lo que no necesitamos. ¿También vamos a permitir que nos hagan creer que para disfrutar de una serie hay que ser un experto en cuestiones de política interna y externa de los EE.UU., conocer al milímetro el organigrama de sus instituciones y de su sistema electoral? No me vengan con eso que tengo autoestima suficiente como para no creérmelo. Y además, para el caso me bastó con ver Borgen, donde sin artificios para extender las temporadas cualquier espectador más o menos despierto comprende cómo se juega a la política y a los medios de comunicación en Dinamarca.
Si le puse un 5 fue en compensación por las temporadas 1 y 2. A la última temporada le pondría un 2 y ambos puntos irían para K. Spacey y para R. Wright.
Una pena ver la decadencia de una serie que pintaba bien.
Crotalus
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8
8 de abril de 2017
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que la razón primigenia por la que decidí ver “Kapò” fue la curiosidad por descubrir qué era la abyección en el cine, concepto que no lograba comprender en profundidad. Y esa curiosidad surge, como podrán imaginar, a partir de la crítica a Kapò que hizo Jacques Rivette, columnista y director de la épica Cahiers du Cinéma. En la misma, Rivette decía, allá por 1961: “Observen en Kapò, el plano en que Riva se suicida, arrojándose sobre las alambradas electrificadas: el hombre que decide, en ese momento, hacer un travelling hacia adelante para reencuadrar el cadáver en un contra-picado, ocupándose de inscribir exactamente la mano alzada en un ángulo de su encuadre final, ese hombre sólo tiene derecho al más profundo desprecio”. Eso decía Rivette a los poco más de treinta años de edad.
Ahora bien, vamos a la definición de abyecto: despreciable o vil. Rivette calificaba de este modo a Pontecorvo porque consideraba que éste estilizaba el horror. Mucho le faltaría por ver y muy frescas tendría en sus retinas las imágenes de “Noche y Niebla” (mediometraje de A. Resnais, uno de los más desgarradores documentos fílmicos de la historia, construido con las imágenes capturadas por las tropas aliadas cuando liberaron los campos de concentración nazis) para emitir desde el lugar de privilegio que le otorgaba escribir para Cahiers semejante sentencia sobre Pontecorvo.
Finalmente vi “Kapò”. Y francamente, no encontré abyección. Que me disculpen los adoradores de la cultura del celuloide, pero lo que encontré fue una película interesante, valiente en su relato para la época en que fue realizada, lejos de los tanques, las bombas y los finales llenos de héroes y condecoraciones. Inevitable recordar al verla, al gran libro de Viktor Frankl, “El hombre en busca de sentido”, pero aún así, Pontecorvo tuvo la virtud de no dejarnos tentar juzgando a Edith, sino que demostró la sabiduría suficiente para que podamos comprenderla.
¿Qué queda por decir sobre la abyección? Si es tan detestable en el cine como en cualquier otra disciplina artística ¿qué opinión nos merece todo el arte renacentista, con mártires, sangre y tormento a toneladas? Y más aún ¿qué nos queda por decir de escenas como la de la aclamada (y por mí odiada) “Más allá de las fronteras”? Allí A. Jolie, en la toma que todos recordarán, se acerca a un niño desnutrido y al buitre que está a su lado esperando que muera para devorar su carroña. Sólo esa escena me dio ganas de vomitar. Y ni hablar de la ganadora del Oscar, la primera primerísima en mi lista de películas odiadas: “La vida es bella”. En esta la abyección es terrible, porque trasciende lo estético, la abyección es conceptual. Podríamos seguir con la lista de abyecciones en el cine que a ningún director le valieron el precio que pagó injustamente Pontecorvo y frente a las cuales, que yo sepa, Rivette no expresó jamás públicamente desacuerdo alguno.
Valga solamente esta opinión para salvar la memoria de Gilles Pontecorvo, recomendar su cine -“La batalla de Argel”, obra maestra- y manifestarme en contra de tanta afectación culturosa y cobarde que durante décadas rondó en torno a su cine.
Crotalus
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7
19 de septiembre de 2016
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tengo en mi casa un solo disco de cumbia ni me gusta bailarla en las fiestas, es decir no soy una fan de la música tropical y desde ese lugar fui a ver “Gilda”.
Se trata de una película que tiene dos rasgos distintivos: el primero, que su directora ha recreado el mundo de la música más popular de las clases más populares sin caer en lugares comunes ni rozar el grotesco, con buen gusto y sobre todo con muchísimo respeto por los artistas y el público que los admira (algo que lamentablemente no supieron hacer Cohn y Duprat en “El ciudadano ilustre”, cuya crítica escribí la semana pasada y parece no haberle sido muy útil a las clases medias que van al cine a reírse de la gente de menores recursos intelectuales de las cuales, por supuesto, las separa un abismo) Pero volviendo a Gilda, sostengo que uno de sus mayores logros es que aborda la vida de esta cantante de un modo ético en lo conceptual y grácil en lo estético.
El otro rasgo sobresaliente es la actuación impecable de Natalia Oreiro, nos captura con su belleza y su talento como actriz y como cantante durante toda la película. Si bien el director se excede un poco con tanto primer y primerísimo plano de su cara perfecta, esta repetición no resulta molesta. Y su despliegue al encarnar el personaje de Gilda tanto sobre el escenario como en su vida personal es más que elogiable.
Un párrafo aparte para los extras: el público de Gilda, todas esas personas que irradian devoción aparentemente sin filtro alguno. Memorable la escena en la que canta en la cárcel, una gema dentro de la película.
Quizás sean demasiados los minutos de rodaje dedicados a verla bailar y cantar sobre el escenario, pero eso es lo que ella era para el público y por lo que es recordada, como lo son todos los ídolos populares.
Una buena película, que reconoce sus límites y que se mueve dentro de ellos con elegancia, con verosimilitud y dando además la posibilidad de una lectura sobre la opresión que sufren en silencio tantas mujeres condenadas a no tener sueños. Y que además tiene el mérito de derrumbar prejuicios: me parece que en estos días me bajo algunos temitas de Gilda.
Crotalus
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3
12 de septiembre de 2016
38 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, decía el célebre Tolstoi. Si esa fue esa la intención de los directores de “El ciudadano ilustre”, el mundo estaría habitado en su totalidad por personas grotescas, corruptas, ignorantes, de mal gusto; mujeres dominadas o prostituidas, obesos que rozan la oligofrenia, pobres diablos con pequeñas cuotas de poder y grandes cuotas de impunidad, locutores de radio bobos que no saben lo que significa un Premio Nobel. Ni hablar de la gastronomía, hasta el asado se vuelve impropio con las cabezas de cordero. Sólo se salva el aspirante a literato.
A pesar de la buenas, algunas buenísimas, actuaciones de la mayor parte de su elenco (no Dady Brieva, por Dios, qué horror) la película no brilla. Cohn y Duprat hacen uso del recurso fácil de parodiar el atraso del interior argentino pero no lo hacen en su justa medida: toda la película es la repetición del mismo chiste, el de ridiculizar a la gente que no ha salido de su pueblo en contraste con quien ha conquistado el mundo. Y el chiste no es bueno, no sólo por lo repetido (ya, a la tercera vez resulta aburrido) sino porque está planteado en una forma tan exagerada que no nos creemos lo que nos cuentan. De allí que tampoco logra ser una gran ironía, porque para la ironía hace falta que el humor sea inteligente.
A la película le falta sutileza, le falta la pincelada que distingue y le sobra vulgaridad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Crotalus
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10
5 de junio de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si prefiero “Fanny y Alexander”, “Sonata de Otoño” o “Fresas salvajes” más que “Gritos y Susurros”. Resulta más accesible el cine que se explica a sí mismo, el cine que no usa en exceso la elipsis, porque ese exceso resulta incómodo, porque a veces no basta para captar la naturaleza de los personajes (lograda con excelencia en esta película) sino que se necesita conocer a qué se debe la construcción de esa naturaleza. Si no podemos acceder a ese origen llenamos esos huecos con los que se nos ocurre o con nada, que es mucho peor. Somos memoria, somos historia, somos una consecuencia, y esa concatenación es la que no está del todo presente en estas tres hermanas y en su sirvienta.
Seguramente Bergman lo ha hecho así por alguna razón que no logro comprender, pero eso no va en detrimento de la admiración que esta película me ha generado.
En “Gritos y Susurros” hay un uso de lo simbólico que nos obliga todo el tiempo a interpretar más que a ver, un uso del color que nos captura, una escenografía y un vestuario que nos subyuga y nos conduce hacia el otro lado de la pantalla, y actuaciones absolutamente geniales, sobre todo y por encima de todas las demás, la de Harriet Andersson (Agnes)
La película tiene a flor de piel el odio, la abnegación, el cinismo y la soledad, en la piel de Karin, de Anna, de María y de Agnes. Pero no sabemos por qué, sólo podemos imaginarlo, especular sobre la raíz de sus emociones aunque esa limitación no nos impide percibirlas en toda su intensidad. Y, creo, allí está la grandeza de Bergman, que puede permitirse no decirnos lo que no nos quiere decir a la vez que nos hipnotiza desde el primer minuto. Aunque no seamos eruditos del cine, sólo si somos permeables al arte, ver esta película será una experiencia inolvidable.
El primero de los primerísimos primeros planos de Agnes: su sufrimiento. El siguiente: su ternura por María y un instante de rencor, de un resentimiento que adivinamos lejano, profundo. Y reprimido. Sólo esos primeros minutos valen lo que una obra completa, pero después nos da más, nos da la ambigüedad de María, la bondad y la sabiduría de Anna (Kari Sylwan, imposible no recordar en su cara a “La lechera” o a la mujer de “La lección de música” o a otras mujeres de Vermeer), el interior oscuro y misterioso de Karin. Y la muerte rodeándolo todo, hasta la penúltima escena, cargada de toda la frivolidad del mundo, de ese mundo habitado por personas que no se conciben mortales porque les es inasible el concepto mismo de la muerte y por eso han vuelto su cara hacia otra parte o han desesperado cuando ésta les susurra desde la voz de Agnes compañía, compasión.
Sólo Anna, encarna el amor, un amor que es tan grande que eclipsa el sufrimiento y calma el dolor de otros. Un personaje que rinde homenaje a la grandeza de los invisibles que hacen que el mundo no colapse bajo el peso de la indiferencia, el odio y la codicia.
Una película impresionante, grandiosa, de un humanismo profundo y auténtico, para ver con el corazón abierto.
Crotalus
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