Correcto aunque algo anémico thriller de periodista de raza a la búsqueda obsesiva de la verdad sin más arma que su lápiz y su libretilla. Destaca sobre todo por la intensa presencia de Gabriel Byrne (con esa mirada capaz de preñar a una mujer) y la luz que pone Richard Deakins a las sombras de su enrevesada trama (pocas veces Greta Schacchi habrá salido tan guapa). De suspense moderado, no llega a hacerte vibrar con su intrigante propuesta, pero al menos constituye una honesta aportación al cine sobre el periodismo y las cloacas del Estado. Potable.

Comedia de la Ealing realmente simpática que se las ingenia para crear siempre situaciones moderadamente divertidas con buen ritmo y una notable performance de un primerizo James Fox (William en los créditos). Es un pequeño y desenfadado homenaje a la curiosidad, la fantasía y la travesura infantil, que articula su bien forjado malentendido sobre cosas poco graciosas a priori como un gran imán y un pulmón de acero. Cierta mofa del psicoanálisis proporciona el toque adulto al humor de una cinta disfrutable y aún bastante fresca. A rescatar de las catacumbas de Netflix.

Plomizo drama romántico-religioso que parte de un asesinato pero se preocupa más por la investigación del alma que por la criminal. Articulado a base de flashbacks, en cuanto te descuidas te asesta una transición de cortinilla o un debate teológico. Stanley Kramer parte de una obra de teatro, y al menos se esfuerza en airearla: los personajes hablan y hablan de paseo por el pueblo o en una montaña o en el porche de una casa o en un descapotable. Es decir, que aire le sobra, pero le falta tensión sexual, pues hay poquita química entre el cura y la monja, y demasiada metafísica (el titulo español es un acierto). Si me quedé hasta el final no fue porque la trama me arrastrara, sino porque estaba embobado con la belleza angelical de Kathleen Quinlan, fotografiada aquí por el gran László Kovács. Telefilmesca y cargante.

Película irregular y dispersa cuyo mérito reside en su capacidad para incrustar la ficción en la realidad política del momento y capturar la convulsión que agitaba USA en 1968, con manifas por la paz, lucha por los derechos civiles, asesinatos políticos, primarias demócratas y hippismo psicodélico. La cinta quiere ser una reflexión palpitante, viva sobre el medio televisivo (cool medium según McLuhan) y la violencia omnipresente, y elevarse de paso a retrato coyuntural de la nación, pero acaba por resultar un tanto artificial y acartonada, pues no funcionan ni interpretaciones ni improvisaciones. Lo más convincente es la parte "Kes" con el niño amante de las palomas, y lo más curioso esa escena en la que anuncian por la tele "El desprecio" con Jack Palance justo cuando Robert Forster más se parece a.... Jack Palance. Godard más Ken Loach, una mezcla que no disuena con la propuesta de este fallido pero interesante film.

Disparatada comedia con muy poquita gracia que se deja ver por la simpática interpretación de Yves Montand (a un paso aquí del silly walk de Monty Python) y la constante exhibición de piernas y pies de Marthe Keller (un 9 en la escala de Tarantino). Aristócratas en decadencia, con una mano delante y otra detrás (es decir, tirando al diablo por la cola) en una película igual de pobre, que por momentos recuerda a "Las brujas de Eastwick" con esa especie de Lucifer irresistible, y se anticipa a "Apocalypse Now" en el uso narrativo, intradiegético de La Cabalgata de las Valquirias. Transmite cierta alegría de vivir (sin hacer nada) y podría calificarse de sexy, pero entra claramente en la categoría de olvidable.