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Críticas de VictorRodrigo
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Críticas 68
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de febrero de 2019
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este año los Oscar estarán marcados por la denuncia racial. Spike Lee, uno de los más icónicos directores de cine afroamericanos, vuelve a saltar a la primera línea después de casi dos décadas de producciones menores. "BlacKkKlansman" es un puñetazo en la mejilla más racista, xenófoba y trumpista de Estados Unidos en la actualidad. Esta historia, basada en unos hechos reales de los años 60, se fusiona con los enfrentamientos actuales entre nazis y antifascistas, además de las nuevas irrupciones del Ku Klux Klan en la vida americana en los últimos dos años.

Ron Stallworth (John David Washington) es el primer policía negro que ingresa al cuerpo de la pequeña localidad de Colorado Springs. Su incorporación es una novedad en una sociedad polarizada por supremacistas blancos y los Panteras Negras, asociación revolucionaria de afroamericanos. Haciéndose destacar, decide investigar una nueva organización que aparece en la localidad: el Ku Klux Klan.

Mediante el humor ácido y pintoresco de Spike Lee, la historia avanza con una clara línia argumental: Stallworth contacta por teléfono con los racistas y por los encuentros cara a cara recibe la ayuda de un compañero, Flip Zimmerman (encarnado por un gran Adam Driver) un policía judío que se acaba infiltrando en la organización neonazi. Juntos, desenmascarando todo un subterfugio de grupos que esconden el KKK real: vecinos, políticos, simpatizantes e incluso, el gran "mago" y líder, David Duke (un personaje real).

La cinta encuentra similitudes y realiza pequeñas (pero muy claras) referencias al racismo latente actual de los Estados Unidos, cargando literalmente contra el trumpismo, el presidente actual, sus simpatizantes, el nuevo neonazismo norteamericano y el America First, una de las consignas más utilizadas en la campaña presidencial de Donald Trump. No es una cinta parcial. Es un relato subjetivo, cargado de rabia y frustración por una comunidad afroamericana que encuentra demasiadas reflejos en una década considerada enterrada como la de los 60 con la actual.

La guerra racial, como concepto y casi como mensaje, es una de las claras líneas cinematográficas de la película de Spike Lee. No se esconde ni da un paso atrás. Enseña, mediante casos reales, el racismo social e institucional que rodeaba una gran parte de los ciudadanos de Estados Unidos. El desarrollo de los hechos es previsible pero el mensaje de trasfondo es lo suficientemente potente para permitir estas lagunas de guión o de cierre de tramas.

Los personajes están desarrollados con una normalidad poco destacable, ya que cumplen un papel claro de clichés: el blanco inculto racista, el líder del KKKlan que es más orador que hombre de acción, los afroamericanos rabiosos dispuestos a regresar o agentes de policía con pocas luces. El mensaje es claro: la película gira en torno al humor, la acidez y la crudeza pero apunta a la Casa Blanca de Donald Trump y le envía una morcilla. Los afroamericanos le declaran la guerra racial y cultural al nuevo supremacismo blanco que campa a sus anchas... y no les faltan razones.
VictorRodrigo
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7
7 de febrero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento en que el racismo, la xenofobia, la homofobia y los dogmas cargados de odio pueblan medio planeta, llega esta película sencilla, fresca y llena de mensajes extrapolables a nuestros días. "Green Book"es más simple y necesaria de lo que puede parecer en un primer momento. El viaje en el que nos transportan Viggo Mortensen y Mahershala Ali es una catarsis en compañía del espectador, limando todas aquellas carencias que casi todos tenemos, sin quererlas admitir, en un mundo como el nuestro.

Principios de los años 60. Tony Lip, italoamericano residente en el Bronx, se busca la vida como sea para llevar dinero a casa. Es el prototípico cliché: inculto, familiar, hermético en sentimientos, casposo y anticuado, mal hablado, racista y agresivo. Llegado el momento, le ofrecen un trabajo: ser el chofer de un genio de la música clásica y llevarlo por medio Estados Unidos, sobre todo por la conflictiva zona del sur (deep south). ¿Cuál es el problema? El músico es negro.

Bajo este principio arranca un viaje que pondrá de manifiesto muchas de los prejuicios que hoy en día aún se arrastran. Escenificará situaciones que quizás ahora nos parecen inverosímiles o ridículas pero que, en esencia, aún perduran en la sociedad occidental. El Green Book que da nombre a la película es una guía de viaje para aquellos afroamericanos que quisieran atravesar el sur del país "sin tener ningún problema" y pudieran alojarse "en sus lugares adecuados". Es inimaginable, a día de hoy, un libro con estas "recomendaciones" claramente racistas? Estamos seguros? Por desgracia, yo creo que no.

Viggo Mortensen y Mahershala Ali hacen una dupla cargada de química, lecciones de interpretación y se comen la pantalla. Ambos están nominados a los Oscars de manera merecida. La música que interpreta Ali a través de su personaje es el trasfondo de la película, el instrumento que no entiende de razas, clases sociales ni orientaciones sexuales. Y la banda sonora de la película, paralela a la música clásica del personaje, es impecable.

Green Book pone de manifiesto muchos escenarios: el conflicto racial, es el más evidente; el conflicto social, de clases, que se mezcla con el anterior; y la lucha por las causas justas, que es la reflexión más profunda. La película no es metafórica ni poética ni melancólica. Es un canto cinematográfico al coraje, a las injusticias que sufrieron los afroamericanos pero también a las barreras que tenían que romper, estereotipos que ellos mismos, incluso, llegaron a perpetuar.

El espectador empatiza con los dos personajes, con sus emociones, visualiza la transformación que viven a través del Cadillac azul zafiro que los transporta por Indiana, Kentucky, Alabama, Carolina del Norte, Georgia ... El guión es dramáticamente humorístico, con pocos momentos dolorosos pero cargados de significado y astucia. Su mensaje penetra, se interpreta bien y llega a todo el mundo. Es una de las imprescindibles de los Oscars. Nadie saldrá descontento.
VictorRodrigo
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8
31 de enero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
- "¿Por qué entraste en política?
- No entiendo la pregunta".

La nueva película de Rodrigo Sorogoyen es mucho más necesaria de lo que puede parecer. Es el retrato abstracto de un sistema putrefacto, de una manera de hacer política que se tejió décadas atrás en este país, arraigando miles de personas y salpicando cientos de ciudades. "El reino" es el reflejo de una España corrupta, de una España real y de una España atrapada en su propia alcantarilla.

Manuel López-Vidal es un vicesecretario autonómico del partido que gobierna una comunidad española (sin especificar). Es parte de un engranaje complejo, de altas esferas y ágil en corrupción: manipulación de concursos públicos, mordidas y comisiones asignadas a dedo entre un grupúsculo de buitres carroñeros. Cuando sale a la luz una de las partes de esta trama corrupta, Manuel es aislado por el partido y inculpado como único responsable. Su respuesta? Hacerlo caer todo.

El filme de Sorogoyen es de alto nivel, con unos planos de cámara frenéticos, cargados de adrenalina y que dibujan un lenguaje cinematográfico de espiral descendente. Antonio de la Torre está sencillamente sublime y los actores secundarios que acompañan el recorrido por el reino de la corrupción son imprescindibles: Luis Zahera y Bárbara Lennie lo clavan (nominados a los Goya, como De la Torre), Ana Wagener, José María Pou y Nacho Fresneda, exquisitos en sus pequeños papeles.

Todo es familiar. Las referencias indirectas a casos de corrupción sonados en toda España se entrecruzan por todo el guión. Seguramente tenemos un problema si la producción doméstica no puede realizar películas con casos explícitos, como en muchas producciones americanas, pero el reflejo estructural al que abre la puerta Sorogoyen es general; acompaña la reflexión y hace un retrato de paisaje grave. "Esto sería cargarse un país", afirman en un momento de la película.

El director clava un bisturí de manera quirúrgica en la deformación (corrupta) de una manera de hacer política. Escenifica el retrato hipócrita de los integrantes de las tramas, que caen como piezas de dominó y arrastran a sus familias, sus compañeros, rompen las amistades y son señalados como leprosos. Empatizamos con el personaje de Manuel, pero frunciendo la nariz; con asco.

Los personajes de Sorogoyen forman parte de una alcantarilla construida para llenarlo todo de mierda; ratas que se estiran entre ellas desde el abismo para sobrevivir, ahogándose con el agua putrefacta de aquellas cloacas que ellas mismas han edificado, engrasado y cuidado. "El reino" también gira la cámara y enfoca al espectador, haciéndolo corresponsable de todo lo que está viendo; invitándole a la autocrítica y a la introspección: ¿ha existido el espíritu crítico en este país? ¿Se ha permitido esta vida política para las élites? ¿Bajamos la cabeza para no ser conscientes de la realidad?

Nadie se salva. Nadie es inocente. La película reza: "Los reyes caen pero el reino sigue". El reino de la corrupción se mantiene y sólo fabrica herederos, nunca leyendas ni salvaguardas. Como escenificó Alfonso Guerra, "quien se mueva no sale en la foto". Del reinado de las alcantarillas o eres partícipe o sales con los pies por delante. Lástima no poder acabar de afinar el tiro de la trama, señalando con nombres y apellidos los protagonistas de muchas (demasiadas) décadas de corrupción en todo el país. Todo el reino.
VictorRodrigo
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7
24 de enero de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida es un viaje cargado de sorpresas, personas y momentos, pero también una travesía llena de decepciones. El paso del tiempo se convierte en una ola que arrastra a todo el mundo, que desgasta relaciones, amistades y devuelve recuerdos de una vida anterior que, siguiendo la norma metafórica, "tiempos pasados siempre fueron mejores".

La última película de Elena Trapé aborda las distancias físicas y emocionales de un grupo de tres amigos que viajan a Berlín para celebrar los 35 años del cuarto integrante. Este no los recibe ni mucho menos como ellos esperaban y el fin de semana deriva en una espiral de melancolía, situaciones extrañamente cómicas y donde todos acaban desembocando viejas disputas entre todos ellos.

Alexandra Jiménez, Miki Esparbé, Isak Ferriz, Bruno Sevilla, María Ribera son los cinco únicos actores y actrices protagonistas de la película, recreando unos personajes muy naturales, creíbles y que diagnostican toda una generación confundida por la rapidez que se convierte en la misma vida .

"Las distancias" es una oda cinematográfica a la vida imperfecta, al impasse de la etapa joven a una vida adulta donde las responsabilidades desbordan. El reencuentro en la capital alemana es sólo el paisaje, la excusa perfecta para reencontrarse sin realmente tener las ganas de reencontrarse, ya que el hecho de verse y exponer su vida en la situación en la que están, degenera en conflictos humanos y cotidianamente tristes.

El espectador se sentirá verdaderamente interpelado con la trama, cargada de momentos irónicos y no de comedia; es una gracia entristecida, una degeneración cómica de las vidas de los personajes que caen por su propio peso. La confusión en ellos es evidente y el film consigue atrapar rápidamente a todos aquellos que ven la película.

Amistades rotas, amores que pudieron ser, discusiones congeladas en el tiempo y viejos recuerdos idealizados son algunos de los ingredientes de esta relación disfuncional entre los cuatro amigos donde también participa un quinto personaje, la pareja de uno de ellos.

Los kilómetros nos pueden alejar literalmente de las personas que queremos, de las que guardamos un buen recuerdo o de las que no queremos perder nunca. Son un impedimento, un obstáculo. Pero las distancias emocionales, aquellas que pueden poner en peligro el amor, la tristeza, el olvido y el miedo a un futuro incierto, son las que más cuesta afrontar. Elena Trapé ha iniciado una gran película que no dejará frío a nadie.
VictorRodrigo
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7
15 de enero de 2019
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El poder corrompe. Es una máxima inalienable que invade las cúpulas políticas de todos los estados del planeta. Existe un país, sin embargo, donde esta premisa se eleva por encima de todos los demás: los Estados Unidos. En un 2019 donde el país dirigido por Donald Trump sobrevive con un bloqueo federal en la administración, Adam McKay recupera la figura de Dick Cheney (interpretado por un insuperable e irreconocible Christian Bale) uno de los últimos dinosaurios vivos de la vieja política de Washington.

La película gira en torno a la obra política de Cheney, quien sirvió a las órdenes de varios presidentes. Sus inicios políticos se remontan a Richard Nixon, evolucionan con Gerald Ford, se consolidan con George H. Bush (el padre) y su poder alcanza el éxtasis haciendo ticket con George W. Bush (hijo) durante sus dos mandatos. Ejerció como secretario de Defensa, jefe de gabinete del presidente y de vicepresidente.

"El vicio del poder" es un puñetazo, seco, directo y en la garganta contra una forma de hacer política en Estados Unidos. McKay presenta un metraje muy ágil, cargado de ironía, humor ácido e inteligente, además de contextualizaciones históricas que nos situan en la trama. Al principio de la película explican que intentaron documentarlo todo, pero Cheney es una de las personas más herméticas que pisaron la Casa Blanca (con el permiso de Henry Kissinger, quien también sale en la película) y por tanto, partes del metraje son "ficción". Sin embargo, al final, el filme ironiza con un gag que la película está bien protegida, ya que han consultado antes con abogados.

El reparto es de lujo. Steve Carrell interpreta a Donald Rumsfeld, político adicto al poder, que introduce a Cheney en la política de la Casa Blanca. Sam Rockwell, ganador del Oscar a mejor actor secundario el año pasado, interpreta magistralmente a George Bush hijo. Otros secundarios destacados son personajes de la política estadounidense, como Colin Powell (Tyler Perry), secretario de Estado de Bush.

Amy Adams, pero, come en un plato aparte. Su papel de Lynne Cheney, esposa del ex vicepresidente, es la segunda pata principal de la película, coprotagonista de un filme marcado por la presencia de Bale pero que el guión no se sustentaria ni entienderia sin la vida de Lynne. Conservadora hasta la médula, es la verdadera mano que mueve los hilos de un mediocre político como era Dick al iniciarse en política. Ella lo acompañó en cada momento, decisión y bifurcación importante.

"Vice" (título en inglés) es una película difícil de visionar si no se tiene unos mínimos conocimientos que situen en contexto. Peca de simplista, ya que pretende aglutinar décadas de vida política alrededor de Cheney, además de ir construyendo una crítica muy ácida desde una posición muy de izquierdas. Es una crítica, sí, pero con argumentos y hechos contrastables: a la guerra de Irak, a la gestión de los atentados del 11-S y al concepto del poder que abanderaban hombres en la sombra como Cheney, Rumsfeld , Nixon, Bush o Reagan.

La crítica no sólo es política, también es social. Los gags / palos que recibe la sociedad de los Estados Unidos en esta película se necesitan contar con más de dos manos, centrándose en Donald Trump y la polarización radical de la opinión general, cada vez más arisca, escéptica y vendida al marketing o al periodismo mediocre y tergiversado (palo directo a Fox, con referencia literal).

"El vicio del poder", además, rompe la cuarta barrera e interpela directamente al espectador, lo hace cómplice y le cuenta la historia al oído. McKay juega con la trama, con la producción y la narrativa audiovisual, mezclando sketchs, fotografías, imágenes que ocurrieron realmente pero simuladas con los actores, vídeos y momentos reales, además de bromas fuera de contexto.

El poder, en manos de mediocres silenciosos que permanecen a la sombra como Cheney, provocan guerras, cientos de miles de muertos y escriben la historia con sangre. Películas como las de McKay, sin embargo, recuperan la dignidad, vuelven la verdad a la luz y encima, son buenas.
VictorRodrigo
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