Plácido

Tal vez, con permiso en todo momento de "El verdugo", la mejor película del malogrado Luis García Berlanga, sin duda, uno de los nombres clave en la historia del cine español. De la mano de un guión absolutamente genial por parte del inolvidable Rafael Azcona, esta sencilla peliculita trata como las más grandes de temas tan universales como la hipocresía o la doble moral imperante.

Solamente puede catalogarse de milagro navideño que una obra cinematográfica en aquella época tan oscura de la historia de España, se colase en las nominaciones a los Oscars. Con un reparto histórico (sobresaliendo entre tanta excelencia un espectacular Cassen y el gran José Luis López Vázquez), diálogos chispeantes y momentos de verdadero desamparo, en un baile donde la censura se marea.

En una sociedad donde todo se suponía que iba muy bien, había multitudes pasando frío, gente que recibía cestas para untarse sin remordimiento de conciencia, pobres diablos que hubieran golpeado al vecino con tal de tener un trozo de pan, "queridas" de intachables hombres de familia...

Berlanga vuelve a reflejar sus fobias ante los papeleos, el pago de las letras, el sentirse una hormiguita mareada por las autoridades varias.

No ya una de las obras maestras indiscutidas e indiscutibles de Berlanga y el cine español, sino una obra cumbre del cine mundial pues pocas veces una comedia en clave negra y satírica ha dicho tanto y tan bien de la situación moral, económica y humana de un país.
A partir de la campaña real navideña de "Siente un pobre a su mesa" por la cual el día de Nochebuena cada familia española debía invitar a cenar a su casa a un pobre, hacen Berlanga y Azcona el más desatado, feroz y divertido ataque a la situación contemporánea que les estaba tocando vivir. En "Plácido" no se deja títere con cabeza: la caridad cristiana queda hecha añicos y polvo llevado por el más suave de los vientos en partes tan delirantes como la subasta de los pobres y artistas; la moralidad humana queda restregada, resquebrajada de muerte y de risas oscuras en secuencias tan antológicas como cuando Amelia de la Torre, en un inefable acto de beatísima incurable, obliga a casarse a un pobre indigente ya moribundo con la mujer con la que vivía en pecado (para mí lo más genial que recuerde en una pantalla desde el punto de vista de mezclar lo cómico con lo trágico, para resultar lo más absurdo); el agradecimiento sincero de los pobres queda enterrado por la extrema y desconsiderada voracidad de éstos... Y así, todo. Y así el pobre Plácido (genial Cassen) luchando por poder pagar la primera letra de su motocarro, su auténtico medio de subsistencia sin que nadie le haga caso (auténtico centro neurálgico y vértice de la película).
Bebe "Plácido" del neorrealismo italiano, pero crea un neorrealismo propio que cruza genialmente "Ladrón de bicicletas" con "Milagro en Milán" para crear una obra perfecta, antológica, redonda e irrepetible. Ingeniosa, de guión insuperable, es una demostración superlativa de manejo de larguísimos planos-secuencia con un sinfín de personajes cacareando constantemente pero jamás estorbándose.
Un reparto formidable para un film formidable, al que bien justamente es posible calificar como el mejor de la Historia del Cine, pues es a la vez clásico y ortodoxo en la factura, como rompedor y ferozmente transgresor en su esencia y entrañas. Y es que faltan adjetivos exactos para calificar tan armoniosa, natural e irrepetible obra.

P.D.: Si esta película no fuese española estaría considerada, sin duda, como una de las diez mejores de todos los tiempos.

"Plácido" es España. Nadie ha retratado mejor nuestra falsedad, nuestro pais dividido, nuestro choteo, nuestra guasa, nuestro corazón noble y nuestra maldita envidia cochina. Es el costumbrismo llevado a los altares. El engaño a la censura llevado a los límites. Son los maestros Berlanga y Azcona jugando con nosotros como dos chiquillos.

Siempre he tenido debilidad por los personajes de los pobres, que no entienden el bullicio que se monta alrededor suyo ni saben lo que tienen que decir cuando le preguntan los periodistas, pero que saben muy bien cómo actuar delante de un plato de jamón y un chato de vino. Es increíble ver cómo esos pedazos de actores (Luis Ciges y Félix Fernández) son capaces de soltar sus frases con la boca llena de lonchas de lomo. Digan "Pamplona".

"Tenía que haberme conocido usted cuando la guerra. ¿La de África? No, la Austrohúngara".

Película que representa como pocas lo que fue España, pero también lo que es y será. El carácter de todo español queda reflejado en esta extraordinaria comedia de tintes teatrales, de sainetes y farsas, donde todos los personajes chocan entre ellos buscando el interés propio.

La no solidaridad, el “venga usted mañana”, el “es en la otra ventanilla” queda asombrosamente reflejado en una historia tan simple que cuesta resumirla. Plácido, que es contratado para participar con su motocarro recién comprado en la cabalgata de la campaña navideña “cene con un pobre”.

Todas las miserias del ser humano quedan reflejadas en unos diálogos tan espontáneos que asustan en una comedia tremendamente fluida y con un poso de amargura final que nos deja tocados.

"Plácido" es, probablemente, la película de Luis García Berlanga que mejor refleja la hipocresía de la sociedad española en los años 50-60 en clave de humor. Con un argumento que parte de algo tan simple como las vicisitudes de un pobre hombre para pagar la letra de su motocarro, la película ahonda en la diferencia de clases, en el cinismo de gente que cree hacer una labor solidaria y trata de ignorar por su propio interés lo que fácilmente podía hacer feliz a los demás, en las profundas supersticiones religiosas de la época extendidas por el régimen franquista, etc. Realmente hay muchos aspectos en la película que Berlanga esconde implícitamente para obligar al espectador a percibirlos e invitarle a hacer una profunda reflexión posteriormente. Y, por supuesto, no faltan sus famosas referencias al Imperio Austro-Húngaro.