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Conspiración de silencio

Intriga En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes ... [+]
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Críticas 73
Críticas ordenadas por utilidad
21 de julio de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya forma de empezar una película: un tren atraviesa el desierto a toda velocidad para detenerse de repente en un pueblo formado por cuatro casuchas, de él se baja un hombre con chaqueta y corbata, al que le falta el brazo izquierdo, y todos los habitantes del pueblo centran en él sus miradas, entre curiosas y desafiantes. El tren no ha parado ahí en cuatro años, todos lo observan con recelo, es un forastero y en ese pueblo se sospecha por sistema de los forasteros. Sólo traen problemas.
Acaba de empezar y ya nos tiene enganchados, se respira la tensión in crescendo que no augura nada bueno.

Es cine negro filmado como un western, es una gran película que habla de la intolerancia, del patriotismo mal digerido, del honor que sirve de motor en la búsqueda de la verdad, y también de paso, una demostración de que más vale maña que fuerza.
La narración es impecable, desgrana lentamente la trama, aumentando la tensión con cada conversación, moviendo las piezas de la partida de ajedrez, encausando los acontecimientos hasta que por fin se tengan que romper las hostilidades hacia un desenlace que parece inevitable.
Puede que esté hilando fino, pero veo en la figura de ese testarudo forastero la personificación de la Justicia, vetusta, lastimada, zarandeada y burlada por los que se creen fuera de su alcance, pero que sigue su camino inexorable llegando hasta los últimos rincones perdidos. Estamos ante un héroe diferente a los que estamos acostumbrados, no cae en provocaciones, soporta las burlas y el desprecio, sabe cuando agachar la cabeza si la situación es desfavorable y salir de puntillas, y no tiene reparos en pedir ayuda a los que considera honestos si la situación se complica, y aún así no perde nunca la dignidad.

Robert Ryan, Ernest Borgine y Lee Marvin son presencias turbadoras de muchos kilates, todos gravitando alrededor de un colosal Spencer Tracy, hilo conductor de la historia que aglutina la tensión y se agranda ante ella. Menos mal que siempre tendremos a Walter Brennan, defensor de los valores de la vieja escuela del oeste.

Fue la primera película en Cinemascope de la Metro, y vaya gran utilización, no hay ni un palmo de pantalla que se quede sin detalles, me encantan las escenas de interiores, abarcando desde el fondo de la estancia habitaciones enteras en las que vemos a todos los personajes a la vez, sus movimientos y sus gestos corporales. También las escenas al aire libre tienen una belleza singular, con el desierto polvoriento y las montañas lejanas que hacen de inmenso muro que aprisiona el pueblo en su propia malicia.

Otra joya de ese gran director que fue John Sturges, maestro del western, junto a “Desafío en la ciudad muerta”, “Fort Bravo” o “Duelo de titanes”.

Realmente, fue un mal día en Black Rock. Aunque se hizo justicia.
Orson_
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8 de marzo de 2011
18 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justita cinta de intriga que pese a durar 80 minutos se hace larga. Apenas cuenta con un par de escenas de acción, y eso viniendo de Sturges es bien poco. La idea no es mala, el argumento principal es un suspense extraño, como extraño es que en un pueblo no pare un tren en cuatro años. Luego se hace previsible, es fácil darse cuenta de lo que esconden esos paletos yanquis y no sorprende su actitud. El valor del vejete manco Spencer Tracyes es más que destacable, tiene gracia ver cómo se lo monta para tirar adelante (incluso conduce y le mete una paliza a uno de los paletos así, con un brazo) La verdad es que la denuncia de la ignorancia de las gentes de los pueblos yanquis rurales me la trae al pairo, el mensaje es bien pobre, falto de interés, y si a ello le añado que se hace incomprensiblemente larga como un día sin pan, pues me temo que incluso me he pasado metiéndole un cinco. Pero ahí queda igualmente mi valoración, sea por Spencer Tracy o por el justo final.

Quiero acabar anotando una impresión bastante personal, pero cada vez que veo en la pantalla a Robert Ryan soy capaz de afirmar que cualquiera puede ser actor, su interpretación es más plana que cualquiera de los secundarios. Sin duda, uno de los nombres menos sugestivos del cine pasado.
Luisito
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23 de enero de 2010
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese tren que transporta a John McReedy (Spencer Tracy) a Black Rock es como un puñal introduciéndose en el corazón rural de EE.UU, todavía almacenando odio y rencor a todo el que es diferente a ellos. Tuvieron que ser muchos los hombres que sufrieron tremendas injusticias, por el mero hecho de ser de origen japonés, en tierras norteamericanas después del ataque nipón a Pearl Harbour. Hombres que habían colaborado con su esfuerzo e incluso con sus vidas para el avance y el progreso del país, (aplastante avance y progreso, por cierto) pero que vieron como eran arrastrados por la sinrazón y la injusticia al ostracismo, a la locura y a su eliminación como seres humanos. Pocas veces hemos visto en cine el trato de este tema, por eso Bad Day at Black Rock, me parece un auténtico alarde de sinceridad, sentimiento de culpabilidad reconocido, y perdón a las personas que sufrieron ese expolio.

Sturges tiene al mejor actor para protagonizar el papel principal, que es Tracy, que a pesar de estar algo mayor, muestra sus mejores dotes de actor, para hacernos conmover a todos. No le faltaba razón a Sidney Lumet, cuando dijo que Tracy estaba entre los tres mejores actores de la historia. Cuando pisa Bad Rock y llega al hotel mirando fijamente a todo el mundo, nos hace emocionar de verdad. Todos le escrutan con desconfianza y utilizan malos modos para provocarle y sacarle de quicio, pero no lo consiguen. Incluso ironizan sobre su propia seguridad personal. Pocos actores podrían haber interpretado este papel. Como aguanta las miradas y como se va abriendo paso poco a poco en las entrañas del caso que sucedió en el pueblo y que todo el mundo trata de ocultar pase lo que pase. Un auténtico psicólogo, que ve quien es más proclive a ser sincero y a reconocer la verdadera historia que ocurrió en Black Rock.

Cuando vemos al sheriff echando una siesta en el interior de una celda abierta, nos damos cuenta que la justicia y el orden se encuentran atrapados en una jaula, cuyos dueños son Smith (Robert Ryan, otro papelón) y sus secuaces interpretados por Lee Marvin y Ernst Borgnine. McReedy se da cuenta de todo ello y avanza con lógica, tesón, decisión y autocontrol. Todo esto exaspera a los matones que no dudan en provocarle continuamente. La escena entre McReedy y Smith, tratando de ponerse nerviosos mutuamente, y como Tracy incomoda e incordia, con respecto al trato del tema de los japoneses y pone finalmente fuera de sí a Ryan, es para enmarcar. McReedy, herido en la guerra, quiere entregar una condecoración de un amigo que le salvó la vida, a su padre, que vivía en Black Rock. Encuentra algo que le llena de vida, después de pasar por un calvario, que nos da a entender que fue la guerra para él.

Economía de medios, rodada en Cinemascope y en Eastmancolor, utiliza Sturges para editar esta valiente y memorable cinta. Y todo en 80 minutos escasos. ¿Se puede pedir más?
bogartiano
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14 de abril de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el cine que se hacía hace 40 o 50 años la violencia, como ahora, podia ser brutal. La diferencia es, que entonces con dos miradas, un silencio y un susurro creaban una tensión y transmitían una fuerza que hoy no consiguen aunque despues de 20 minutos de peli empiecen a leches y no paren, que es lo normal, por otro lado.
Bueno, pues junta a John Sturges como director (Los siete magnificos, La gran evasion, etc) con dos tios duros de verdad, Spencer Tracy y Robert Ryan, y ya está liada, toma toma y toma!! Añade un pueblo en el desierto, un ambiente asfixiante y secundarios como Lee Marvin y Ernest Borgine y prepárate.
Desde el momento en el que Tracy (duro y cínico donde los haya) llega al pueblo, hasta el The end, la peli te agarra y no te suelta, no puedes perderte una palabra, ni un silencio, ni una mirada.
inisfree
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12 de agosto de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante clásico que pervive con dignidad al paso del tiempo. No es fácil retratar la América profunda, esa América rural, alejada de todo y de todos, con silencios impuestos y con historias ocultas. Pero no cabe la menor duda de que gran parte del mérito de la cinta radica en abordar un tema relativamente desconocido como fue la segregación y depuración impuesta a los japoneses residentes en EE.UU. tras el ataque a Pearl Harbour y el inicio de la II Guerra Mundial. La población nipona no era muy numerosa (apenas alcanzaban los 300.000 habitantes) y formaba parte del tejido social y económico del país. Sin embargo, aquel abrupto episodio desencadenó una drástica caza de brujas que acabó con ellos en campos de confinamiento, la pérdida forzosa de sus posesiones amén de otras prohibiciones como la de obtener la ciudadanía norteamericana o los matrimonios mixtos. En 1943, a los jóvenes japoneses nacidos en el país, se les ofreció la posibilidad de redimirse si se enrolaban como combatientes del ejército estadounidense. Curiosamente estos soldados fueron enviados a luchar a Europa -donde destacaron por su entrega y valor- pues los mandos temían que desertasen si se encontraran en el frente del Pacífico.

El guión y sus personajes parecen calcados de un western pero no desmerece en absoluto el conjunto. A ello contribuye el elenco de actores -un genial e inolvidable Spencer Tracy- acompañados de unos "jóvenes" Robert Ryan, Ernest Borgnine o Lee Marvin). Por supuesto, gran encanto de la película radica en la fotografía y en algo peculiar: ese retrato de una localidad perdida y polvorienta de una América profunda, con personajes sombríos, hoscos y "palurdos" que luego volveremos a ver en filmes como "Arde Mississippi".
Goiano
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