Yellowstone (Serie de TV)

Dice Michael Hudson que estamos asistiendo a la 'feudalización' de la economía occidental. Bueno, en Europa, y más concretamente en España, esa 'feudalización' ya se ha conseguido; a lo que estamos asistiendo ahora, justo en estos precisos instantes, es a la 'feudalización' de la sociedad europea, básicamente mediante invasiones subvencionadas de gente procedente de países tercermundistas. El objetivo claro: dinamitar los valores que hicieron de esas sociedades lo que son (o eran en algunos casos) y despojarlas de sus defensas.

Y esta serie va de eso, de valores, de defender lo tuyo hasta el final cueste lo que cueste, con la propia vida si es preciso. Todos los capítulos giran, de una u otra forma, en torno a eso. Los indios intentando mantener su identidad y recuperar lo que en su día se les quitó, y los granjeros intentando conservar lo que las grandes corporaciones les quieren quitar.

La serie va de menos a más, al principio más comedida, después más desenfrenada, con interesantes y necesarios giros argumentales que, aunque algo exagerados, ayudan a renovar el interés y conservar la tensión narrativa. La historia que se cuenta es su arma más poderosa, y sobre ella se tejen una serie de subtramas más o menos interesantes que refuerzan el hilo principal.

Las interpretaciones correctas, sin más, destacando el papel que nos regala Kelly Reilly como la hija de papá Costner. La chica ha captado a la perfección esa actitud 'punky' que demandaba el personaje, ese 'jódete tú más', para entregarnos una actuación soberbia. El resto del elenco, y salvo honrosas excepciones, son medianías. Y sobre nuestro amigo Kevin más de lo mismo: un inútil sin solución que con el paso del tiempo ha aprendido a no desentonar, a engañar a los incautos, e incluso a emitir pequeños destellos de luz cual estrella moribunda que ya es.

La pieza introductoria, tanto musical como visualmente, es digna de mención, una pequeña joya que no cansa y que te anima a consumir el siguiente capítulo.

ATENCIÓN. Esta no es una serie para todo el mundo. Aquí, amigo lector, no encontrarás la típica basura patógena que infecta a la sociedad (y al cine) y que la está degradando hasta niveles no vistos en siglos. Si eres un tipo inclusivo preocupado por la suerte que corren lo osos polares o los transexuales no veas la serie, dedica tu preciado tiempo a educarte, de forma que puedas llegar algún día lejano a tener una opinión propia. En caso contrario siempre puedes hacer lo que llevas haciendo hasta la fecha: desperdiciar tu vida viendo los bodrios de Almodóvar.

Hay películas o series TV, dignas de llamarse como tales, que consiguen que nos importen hechos lejanos o inverosímiles; ésta serie tiene la dudosa virtud de conseguir lo contrario: que algo cercano y aparentemente realista no nos importe lo más mínimo. Pero así son los productos precocinados de las grandes multinacionales: su parecido con una película de verdad es la misma que entre una hamburguesa de autoservicio y un jamón ibérico.
El argumento es tontorrón, tópico y simplista, repetido hasta la saciedad con variantes desde series como Falcon Crest (eso sí, aquí trufado de los mensajes buenistas correspondientes sobre el ecologismo y los nativos índios). Los protagonistas son de cartón piedra y tan expresivos como una máscara de teatro griego. En cuanto a los actores, Kevin Costner nunca ha sido Marlon Brando pero aquí consigue superarse a sí mismo en falta de recursos interpretativos.
En resumen, una maravilla para los entusiastas de los culebrones y de Costner; para los demás, no sirve ni para dormir en el sofá.