La novia vestía de negro

Magnífica película de venganzas dotada de una atmosfera muy particular, a la que el sello Truffaut (en principio chocante con la manera de contar este tipo de historias a las que nos tiene acostumbrados Hollywood), la excelente banda sonora de Bernard Herrmann y la seca composición del personaje de la viuda vengativa por parte de una soberbia Jeanne Moreau, han elevado a cuasi de culto (la supuesta utilización de Tarantino como inspiración para Kill Bill, le han quitado el “cuasi”).
Absolutamente recomendable.

Sobrevalorado relato de venganza, posiblemente debido a que venga firmado por François Truffaut, que si bien está bien construído, ofrece un ritmo parsimonioso y carece de la garra necesaria para resultar satisfactorio.
Se suceden los asesinatos que realiza una mujer, de la que progresivamente se van exponiendo los hechos que le conducen a cometer dichos actos.
El argumento resulta sencillo y previsible, acusa la falta de ritmo y la forma en que todo se desencadena, resulta absurda y poco verosímil, que queda metida con calzador, se echa en falta mayor violencia e intensidad en un relato de estas características.
Lo mejor sin duda es el proceso frío y calculador, urdido por la protagonista para eliminar uno a uno, a los responsables de la perdida de su marido a puertas del altar.

69/13(18/03/18) Interesante sexto film del francés François Truffaut (lo dirige y guioniza), thriller basado en la novela homónima de 1940 de William Irish (seudónimo de Cornell Woolrich), escrito por el director junto a Jean-Louis Richard (“Fahrenheit 451” o “La noche americana”), relato de una mujer (gélida Jeanne Moreau) obsesionada por venganza que se embarca en una espiral de muerte, siendo sus bazas positivas el misterio y la tensión que se establece entre la asesina y sus víctimas, además del enigma que se produce en parte del film por saber las motivaciones de la mujer. Sus defectos están en una delineación de la protagonista robótica, monolítica, pétrea en su expresividad, no parece sentir ni padecer, no tiene dilemas morales ni éticos, no estableces vínculo alguno con ella que actúa de forma mecánica, sin mostrar sentimiento alguno, no es creíble tanta frialdad, esto agrieta u relato que mejor llevado habría dado mucho más de sí. Cada uno de los objetivos de la protagonista es un hombre que representa un estrato social marcadamente diferente (un político, un estafador, un pintor,…), que además se comportan con ella de un modo desigual, como epítomes del comportamiento masculino con la mujer (el machismo, el seductor, la arrogancia, la galantería,…). Truffaut buscaba referenciar (y reverenciar) al cine negro de su idolatrado Alfred Hitchcock, ello ya desde el escritor de la novela guionizada, el mismo que escribió “La ventana indiscreta” (1954), la música la pone uno de los habituales del orondo director de la icónica papada, Bernard Herrmann (“Vértigo”, “Con la muerte en los talones” o “Psycho”), además de durante el desarrollo manejar señas de identidad hitchcockianas , como los fuera de campo, el fetichismo visual, como la escena en el teatro (referencia al clímax “El hombre que sabía demasiado”), o el vaso envenenado (de “Notorius”). El film reverdeció tras el estreno de “Kill Bill” (2003) de Quentin Tarantino, y es que las similitudes con este son incuestionables, una mujer que va matando uno a uno a los asesinos de su marido, matado durante su boda, y que ella va tachando en una libreta, no creo en tanta casualidad, por mucho que Tarantino dijera no conocer la película de Truffaut, que un gran cinéfilo como él se le hubiera escapado esta referencia es harto increíble; parece más un exceso de celo frente a quienes le pudieran acusar de haber plagiado la idea, pero si hasta una pieza de Herrmann está en la banda sonora. Nominada a un Globo de Oro (película extranjera)

El film tiene sus fuertes en varios recursos bien manejados. Como el modo en ir desplegando las acciones de la vengadora, una especie de fantasma vestido de blanco que parece asesinar de modo cuasi-etéreo a su primera víctima, nos descoloca tanta frialdad criminal, hasta que in media res Truffaut incrusta los dos flash.-back que darán luz al espectador, ello con gran sentido visual, sin sonido diegético, lo hará desde dos puntos de vista (la de la reunión de la que surge el asesinato, y como lo sufre en tercera persona de la novia) que nos darán las claves del motor deux machine que mueven enfermizamente y de modo ataráxico. El resto es una sucesión de la “novia” con sus potenciales objetivos, hombres con los que se puede atisbar un alegato feminista de como la mujer es capaz de utilizar sus sutiles armas de mujer, de cómo la mujer puede manipular a hombres que en su altanería se cree en superiores a la mujer, la sienten como una ama de casa o un objeto sexual, pero esto se siente forzado, pues parta que esto se produzca con fluidez habría de haber sido ella un ser con emitiera sensaciones, emociones, sensibilidad, aunque fuera fingida, para que sintiéramos como real que los hombres quedan prendados por ella, tampoco ayuda que nos tengamos que tragar que los varones vean a la Moreau (penosa elección como protagonista) a una belleza por la que babear, pues Jeanne será una gran actriz, pero hermosa no lo es, para ello debería el realizador haber echado mano de sus compatriotas Catherine Deneuve o Brigitte Bardott, dos sensuales mujeres que irradian embrujo, pero no Moreau con ese mentón cuadrado cuasi de machos, y no me gusta juzgar el físico, pero es que aquí es básico para dar veracidad a lo que vemos. Asimismo resulta turbador el modo en que Truffaut delinea a los hombres objetivo de la novia, lo hace sin caricaturizarlos en modo villanos, les da vida y alma en los pocos minutos que tienen en pantalla, con lo que el acto de venganza resulta cruel y duro, aunque el realizador par a demonizar en demasía a la novia filma estos actos en fuera de campo o con elipsis. También es de alabar el penúltimo objetivo, donde la novia se convierte en la diosa griega Diana, diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza y la Luna, ello cuando posa como modelo par aun pintor, pero esto es claramente una alegoría de la personalidad de la novia, fémina que utiliza para cazar a sus “presas” todo tipo de “armas”, jeringas, cuchillos,… y por supuesto flechas.

Jeanne Moreau es un lastre tremendo que no sé si motu proprio o a indicaciones del director realiza una actuación pésima, una cara de palo sin capacidad de empatizar con el espectador, está bien el recurso de que siempre está vestida de blanco, pero si dentro de estas ropas no hay vida todo naufraga, además de lo referido arriba sobre su físico que choca contra el modo que nos quieren hacer verla; Charles Denner como Fergus el pintor es el único que deja algo de huella en su relación la novia, exponiéndose como un playboy encantador.

Hay que reconocer que el largometraje está dirigido por F. Truffaut con buen gusto, que posee un hálito de intriga, que desde algún punto de vista puede juzgarse interesante, que sus fotogramas destilan solvencia profesional y que se apoya en una fotografía brillante.

Pero no hay más.
Resulta estrafalaria, inconsistente, estereotipada y parece que sólo aspira a provocar.
Nos encontramos ante una película irreal, superflua y extravagante convertida en obra de culto por circunstancias completamente ajenas al film en sí mismo.

Leí que esta película es un homenaje a Alfred Hichtcock, pues a mi me parece que de homenaje tiene poco. También leí que sirvió de idea a Tarantino para hacer Kill Bill, sólo sería por el papel de la novia vengativa, porque del resto de la historia, nada de nada.
La principal incoherencia en ésta película, tiene muchas otras, pero hay una que se lleva la palma y que para mí es una error de aprendiz y eso que hablamos ya de un director con bastantes películas realizadas. El mayor error y que estropea toda la trama, es cómo llega averiguar la novia la identidad de los que asesinaron a su novio.
Del resto, mal también, los actores, fatales y la actriz, pues no he visto una cosa más desangelada, fría, poco atractiva y carente de empatía.
Es de esas películas, que una vez vistas, piensas que ha sido una pérdida de tiempo y te juras no volver a verla nunca más.