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La forma del agua

Fantástico. Drama. Romance. Thriller En un inquietante laboratorio de alta seguridad, durante la Guerra Fría, se produce una conexión insólita entre dos mundos aparentemente alejados. La vida de la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja como limpiadora en el laboratorio, cambia por completo cuando descubre un experimento clasificado como secreto: un hombre anfibio (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. (FILMAFFINITY)
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Críticas 482
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2018
217 de 369 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza desde las profundidades, en el estado etéreo del sueño, donde las aguas siguen concediendo deseos.
Poco a poco, se va asentando, dejando de flotar y tomando aires de realidad, mientras una voz nos pregunta: "¿qué te contaría sobre la princesa muda?".
Todavía no se puede dar una respuesta, pero las piezas que se han mencionado, de romance y pérdida, de monstruos que intentaron destrozarlo, hablan directamente a esa parte dormida que todos tenemos, la que todavía sigue buscando finales felices antes de acostarse.

'La Forma del Agua' podría ser muchas cosas, pero que nadie se engañe: es un cuento.
Uno madurado en detalles y silencios, que tiene a sus personajes habitando laboratorios secretos, cines de ensueño y apartamentos viejos. Uno imposible porque juega con esos marcos de fantasía, y sin embargo a cada nuevo verso marca más hondo su dolorosa realidad.
Guillermo del Toro se ha sacado del corazón una pieza de artesanía que, como las obras más personales, extiende su forma más allá de la Guerra Fría, reafirmando por qué seguimos necesitando que nos cuenten cuentos al final del día.

Ya sólo la manera en la que descubrimos la rutina de la protagonista Elisa es fascinante, exclusivamente con miles de ruidos, nunca perturbados por el sonido de su propia voz, marcando el compás de una existencia autosuficiente donde ella no parece desear nada más.
Pero entonces vemos en el piso de su amigo Giles dónde le aguarda el impulso diario para afrontar la rutina, dónde parece que siempre hay una manera encantadora de pasar el día, dentro de esa caja con pantalla de blanco y negro que ha destronado al cine que reluce a través del entresuelo: imitar unos pasos de baile puede saber a poco, pero para Elisa es ganar una sonrisa que le dura todo el gris trayecto de autobús.
Algo que poco abunda en la instalación militar donde limpia, siempre atacada por sus propias compañeras al llegar tarde, y también por jefazos autoritarios que piden su fregona sin deslizar un "gracias" después, siendo todo una versión deforme y plomiza de lo que habita tras aquella pantalla de televisión.

Un día, sin embargo, llega un ser marino, también mudo, también incomprendido, despreciado en su belleza e ignorado en sus sutilezas.
La conexión es inmediata, y el romance inevitable, más hermoso porque implica un espacio fuera de las palabras: dejar un huevo duro en el borde del tanque con la muda ilusión de que el otro lo cogerá, canciones en el tocadiscos que calientan las frías paredes de una caverna de metal y, sobre todo, miradas curiosas que van descubriendo belleza sin igual.
En una época donde ocultar los verdaderos sentimientos era normal, Elisa y un posible Dios del Amazonas establecen un desafío silencioso, inundándose uno con la presencia del otro, cambiando una realidad que, cada vez queda más claro, puede volverse el maravilloso cuento que siempre hemos soñado.

Esta lenta revelación contrasta con la de aquellos ocultos tras caretas, temerosos de lo que no puedan llegar a aparentar y críticos de la persona que ven en su reflejo, esa que camufla ojos que lo cuentan todo en una cara que nunca reconocerán.
Así sucede con Giles, ocultando una sexualidad reprimida bajo una verborrea imparable y un peluquín notable, que le hacen mendigar aceptación propia en base a lo que digan otros, unos para los que nunca vendrá en el momento adecuado.
También se hace notar en Strickland, cuya vida, cual parodia mala de un anuncio televisivo de los 60, se nota vacía y carente de rumbo, siempre a la sombra de una decencia que sus superiores podrían sentenciar que no se ha ganado, algo que ni siquiera un coche último modelo podría asegurarle.
Y, finalmente, también está el doble ocultamiento de un científico soviético, para quien el monstruo representa una prueba de las maravillas naturales, pero que se ve enfrentado a sostener ese idealista argumento ante dos superpotencias para las que aprender, conectar y unir... está sobrevalorado.

Las canciones que se escuchan, las películas que se ven... hablan de un mundo hermoso donde en algún momento se iba a vivir, pero con el que finalmente sólo fantaseamos. Y sólo queda la pena y el desconcierto, como expresa Giles, de quien de repente se encuentra viejo, queriendo decirle a su yo más joven, más inocente, que aproveche la vida mientras aún podía experimentarla sin miedo.
Por eso la desesperada confesión de Elisa cala tan hondo cuando llega, porque hace añicos su miedo tras haberse enamorado, y concibe la supervivencia de su amado, el único que nunca la ha visto incompleta, el único que es feliz al verla cada día, tan necesaria como el aire que respira.
En el momento más hermoso de todo su romance, una frase que se intenta expresar se convierte en pura fantasía, desnuda de colores y profundamente sentida, enfocando a una Elisa que, por fin, se descubre viviendo aquellos sueños blanquinegros imaginados en pantalla de televisión.

Si no nos arriesgamos a vivirlos, sino hacemos nada por cumplirlos, ¿qué somos?
Nada, enmascarados que van tirando, incrédulos que rechazan cualquier milagro inesperado, personas que se niegan el asombro ante lo extraordinario.
Niños que ya no escuchan cuentos, porque la realidad les ha devorado.

Por eso nos preguntan, al principio, qué se nos puede contar sobre lo que pasó en una ciudad a la orilla del mar.
Quizás la hermosa historia entre una mujer y un anfibio, que hicieron del agua su refugio ante el destino que les llamaba.
Quizás el exilio definitivo del monstruo como ser temible, y el delicado entendimiento de la diferencia como una condición más de la existencia.
O tal vez, incluso mejor que todo eso, la prueba de que el amor cura las heridas más profundas, y su mayor poder es transformar mundos fríos con sentimientos que inundan.

No importa porque, sea como sea, este cuento se te va a quedar en el alma.
Para que recuerdes, por si se te olvida, lo maravilloso que es que nos quieran tal como somos, en esta vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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11 de enero de 2018
132 de 203 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver la película más premiada del año. Y tristemente tengo que decir, no solo que no me ha gustado, sino que es una película MALA. Pero mala que duele.
Guillermo del Toro tiene derecho a hacer una mala película, lo que es indignante es que toda la industria cinematográfica (incluyendo como industria a críticos, revistas y webs especializadas, academias de cine, de directores, de actores..) eleven a la categoría de obra maestra una película tan mala.
La Forma del Agua es una mezcla incomestible de La Piel Fría, ET y 1,2,3 splash. Mal contada, con unos personajes sin ninguna profundidad, con unos malos malísimos a la altura de las peores producciones de Disney, unos rusos demoníacos, llena de clichés y con un guión en definitiva que lo podría haber escrito un niño de 7 años y no muy brillante. Eso sí, como acostumbra Guillermo del Toro, todo ello envuelto en una magnífica fotografía y una dirección artística fabulosa. O sea, un regalito cubierto de purpurina pero VACÍO.
Y me duele porque yo AMO el cine y se está haciendo muy buen cine, aunque hay que buscarlo.
Imagino a esos buenos directores que con gran esfuerzo sacan adelante películas de las que elevan el cine a la categoría de arte, viendo sus obras despreciadas por esa mera industria de marketing que solo busca acumular más dinero vendiendo películas como quien vende zapatillas Nike o Cocacolas. Y me cabrea porque mientras esta superproducción arrasará en taquilla y millones de personas se creerán que esto es buen cine (porque así se lo han contado), otras magníficas películas como "Three Billboards Outside Ebbing, Missouri" -por decir una del mismo año- pasarán tímidamente por la cartelera, si tienen suerte de llegar a ser exhibidas.
Como dijo Rato " Esto es el mercado, amigos"
#MuerteAlCapitalismo
Matsi
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20 de diciembre de 2017
132 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y entonces comencé a leer las emotivas críticas que navegaban los terrenos de la alabanza, de la majestuosidad y del deslumbramiento hacia la más reciente obra de Guillermo del Toro. Lo de rottentomatoes ya lo considero una estafa y metacritic va por el mismo camino. Luego de ver la película no puedo, aunque he tratado de entender el por qué, algunos top critics llaman a la forma del agua "muy original". Esa famosa originalidad es tan solo un cocktail de películas como ET, Splash de Ron Howard, La bella y la bestia, (pese a que lo de bella no se aplica para nada a Sally Hawkins), Little Mermaid, el monstruo del pantano y unas cuantas gotas de cualquier largometraje sobre la guerra fría. Y entonces esa forma del agua, SÍ, tiene muchísima forma, pero carece de fondo. Estéticamente es fiel al estilo del mexicano, pero más allá de esa forma, lo que aparece en pantalla es un refrito de una historia de amor trillada, predecible, efectista y maniqueista. Qué fácil resulta vender la idea de la mujer muda y la criatura fuera de su hábitat como dos incomprendidos. Y para hacerlo más efectista entonces agregarle su mensaje anti racial, anti bélico, anti discriminatorio. Y la cereza del cocktail, la fórmula de cuanto cineasta no americano puede echar mano en temporada de premios, lamerle los zapatos a Hollywood con forzados homenajes, , (El Artista, Birdman). Creí que la crítica estaba rendida a Disney por unos cuantos dolares, pero con La forma del agua, ya de verdad no entiendo que es lo que ven el resto, que yo no puedo ver. Con esta forma del agua, prefiero vivir en un desierto y morir deshidratado. Soy consciente que he citado muchos films, pero es inevitable hacerlo cuando se trata de una película tipo cocktail.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mario Alcalá
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17 de febrero de 2018
77 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Esto es de lo mejorcito que hay en cine?... La forma del agua es forzada, tiene vacíos argumentales, poco espontánea y para nada original. Podrían haber contado la misma historia de otra manera que fuera incluso más fácil de darle coherencia en la historia o ni siquiera coherencia, solo espontaneidad que todo fluya con naturalidad en la historia. Pero no, al caprichoso de Guillermo del Toro, le da por meter su obsesión por ocupar al monstruo de la laguna negra sea como sea, inventando la forma de encajar su fantasía romántica con el monstruo y la chica de la forma que sea, sin tomar en cuenta una mínima cosa. Además de contener escenas sexuales totalmente innecesarias que no aportan en nada. ¿Originalidad? para nada, la película desde el principio chorrea una penosa intención de ser una especie de Amelie 2, ¡vergonzoso!, con la música, paleta de colores, el personaje de ella y del vecino publicista (pintor en Amelie) la paleta de colores verdes... todo mal y ademas la música esta mal utilizada, entra en malos tiempos, no aporta, no ayuda, está completamente desordenada. Ahora, ¿me dices que tiene como 13 premios y nominaciones al oscar? ¿ME ESTÁN ?¿tan mala esta la calidad del cine, para que esto sea considerado bueno? definitivamente esta película nos está tratando de idiotas a todos nosotros.
Pablo
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22 de febrero de 2018
54 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
El atractivo de la película consiste en la elegante y muy bien lograda composición visual y musical llevada a cabo por el director, y sanseacabó. Y algún primer plano, quizá, de la muy brillante Sally Hawkins. Y ahora sí que sanseacabó.

Por lo demás se trata de un drama romántico de ciencia ficción/cuento de hadas/sireno totalmente plano, ramplón y anodino. Los elementos sobrenaturales no funcionan, aparecen sin ninguna explicación, sin ningún pasado que les dé espesor, sin ninguna razón que los justifique más que la voluntad de ponerlos ahí como elementos decorativos. La relación sentimental de los «amantes» (manda huevos, y ya sabrán por qué lo digo) va por el mismo camino, surge de la nada más absoluta sin una progresión coherente que le dé sentido, aparte de ciertas carencias con el lenguaje que ambos comparten, y ya está. Otro tanto podría decirse de los, por llamarlos de alguna manera, elementos sensuales del film: no encajan (uy, se me ha ido), aparecen de forma arbitraria sin aportar ningún matiz digno de relevancia a la historia (bueno, llamar a eso historia...). En una escena (de la que no voy a dar más detalles para no hacer spoiler) uno de los personajes secundarios, sin venir a cuento (pero, vaya, ¿no era un cuento?), simplemente se pone a echar un polvo de forma más o menos explícita, mientras uno se queda con cara de idiota contemplando tal sucesión de despropósitos.

En fin, la película es un desastre, pura ñoñería emocional para el consumo masivo. Es tan mala que con solo contemplar el cartel ya te la han contado.
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