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Fresas salvajes

Drama El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas ... [+]
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Críticas 143
Críticas ordenadas por utilidad
9 de agosto de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un viaje, del último viaje de un anciano, que a través de los sueños y de las conversaciones que mantiene con los que se cruza en ese viaje, recuerda su vida pasada, dándose cuenta que ha sido un ser egoísta, demasiado racional y centrado en sus preocupaciones y carrera profesional, dejando escapar algunas oportunidades, cómo su primer amor o haber tratado mejor a su mujer e hijo.
Que cada uno juzgue e interprete ésta película de Bergman, para mí sólo es un examen de conciencia de una persona que está llegando al final de su vida y de lo importante que es amar al prójimo tanto como nos amariamos a nosotros mismos.
Ulyses
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6 de abril de 2018
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo Van Gogh en cierta ocasión sobre un autorretrato de Rembrandt que "habría que haber muerto varias veces para poder pintar así", frase que encaja a la perfección a la hora de definir este portentoso film: habría que haberse muerto varias veces para poder haber hecho una película como esta. Y lo más importante: Bergman la rodó con sólo 38 años.
Considerada entre los mejores cinco mejores films de la historia del cine (para mí sin duda) "Fresas Salvajes (1957) resulta ser un magistral resumen y análisis de la existencia humana desde la adolescencia hasta las puertas de la muerte. La vida misma hecha cine. Existencialismo, onirismo, simbolismo serían los tres conceptos clave, tratados con una maestría inigualable. Gracias señor Bergman por esta joya con mayúsculas.

PD: Incluso el señor Carlos Boyero dice de ella que es "impresionante". Imaginaos si es buena.
reptilgusano
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1 de abril de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las décadas de los 50/60 se pusieron de moda este tipo de películas entre la intelectualidad, los progres de la época, los "culturetas" y los "snobs". Entonces se les llamaba la "gauche divine" que tenían más de divine que de gauche y eran unos hijos de papá con barbas. En Barcelona los cines Publi, Aquitania, Verdi, etc.. se sumaron a esta corriente.
Muchas eran suecas y Bergman el estandarte de este tipo de películas, tan cultas, tan elaboradas, tan magnificadas y también tan lentas y aburridas como ellas solas pueden llegar a ser.
Es un cine para mitómanos y eruditos del séptimo arte, que se deleitan escuchándose a sí mismos y haciendo el psicoanálisis hasta al perro del vecino y dando lecciones de vida a quien no se las ha pedido, o sea unos coñazos, pero poco comestible para personas normales -que no vulgares- a las que nos gusta ir al cine a pasar un rato distraído y agradable y que no nos coman el coco.
La historia es bastante insignificante, un viejo y refunfuñón médico bastante frustrado emprende un viaje en automóvil para asistir a un homenaje que le van a tributar, por el camino recoge a 3 jóvenes de lo más absurdos, demenciales e infumables, recuerdos de juventud quimérica y nostálgica y visita a su ancianísima y repelente madre.
En fin, arte y ensayo, buena fotografía en blanco y negro y buena interpretación de Víctor lo que sea.
yundriel
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24 de enero de 2021
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Las fresas son a veces recuerdos, algunos dulces y otros más amargos.

Cualquier anciano en las postrimerías de su existencia solo se nutre de las sombras y luces de su pasado, un pasado en el que vivió, amó y también sufrió.

Vidas solo hay una y la del médico protagonista de la historia narrada, pasa con frecuencia por delante de sus ojos, son imágenes cargadas de realidad que le muestran el ayer como un reflejo en el agua, visible pero intangible al mismo tiempo.

Ingmar Bergman se zambulle en la mente de una persona mayor cargada de vivencias que intenta plasmar en fotogramas, la mezcla de lo etéreo y lo real a lo largo de la película es una constante resurgiendo a flote el sentido de la existencia.
shortcut
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26 de abril de 2021
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Fresas salvajes de Ingmar Bergman es una de las obras más nostálgicas y accesibles del director. Un tributo a la tercera edad, a la nostalgia por los tiempos pasados, a la energía de la juventud y al propio autoconocimiento que ofrece la experiencia, mostrado a través de las 24 horas que dura el viaje del profesor de Estocolmo a la Universidad de Lund. Una vida concentrada en un día, viaje de introspección en el que Isak Borg revive grandes recuerdos de infancia y juventud, momentos que han marcado su vida y las vidas de las personas que se han cruzado en su camino. Un viaje en el que se genera proximidad y conexión con auténticos desconocidos con los que se cruza durante el camino, y en el que descubre la distancia emocional existente con familiares a los que creía próximos. Road movie existencialista con algunos de los grandes dilemas que obsesionan a Bergman presentes en los recuerdos y reflexiones del protagonista: la fragilidad de la existencia, la muerte, lo efímero de los éxitos presentes y pasados. Destaca en su inicio una terrible pesadilla sufrida por Borg en tono surrealista y expresionista, con escenarios deformados, personajes sin rostro, relojes sin manillas y carros fantasmagóricos que cargan con féretros en los que la muerte nos llama. Imágenes dignas del mejor Robert Wiene o sacadas de la mente del mismísimo Salvador Dalí. La historia consigue ser profundamente emotiva sin caer en el sentimentalismo, y eso es gracias al acertado texto del director y a la inconmensurable interpretación de Victor Sjöström, en la última actuación de su carrera, esencia de testamento vital en el propio film en el que se mezcla personaje con actor y persona de forma encomiable. Obra iniciática al universo Bergmaniano en el que las fresas salvajes se usan como símbolo de la primavera de la vida, una época desbordante de pasión, ilusión y un profundo sentimiento de ingenua inmortalidad, tiempos que se rememoran cuando se abren paso los temores e incertidumbres que genera la vejez. Nominada al Óscar al mejor guion original y ganadora del Globo de Oro y el Oso de Oro, Fresas salvajes es sin ninguna duda, una de las mayores odas a la vida y a la tercera edad que se ha realizado en el séptimo arte.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
Un hombre sin piedad
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