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Ligeramente escarlata

Cine negro. Drama Solly Caspar es un gánster que se ocupa tranquilamente de sus negocios porque tanto el alcalde como el jefe de policía se han dejado sobornar por él. En vísperas de unas elecciones, Caspar asesina a un periodista que lo hostigaba continuamente desde las páginas de su diario. Mientras tanto, el candidato a alcalde, que es un político reformista, hace una durísima campaña contra el crimen organizado. Entonces Caspar, temiendo perder el ... [+]
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
16 de junio de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La corrupción, la política y la prensa forman el triángulo fatal de una intriga intensa debida a la pluma de J.M. Cain que A. Dwan sólo es capaz en parte de trasladar al celuloide.
Le falta pulso narrativo, la ilación entre sus partes resulta escasa e incluso, a veces, las transiciones muestran discordancia.
La historia, a pesar de todo, es capaz de dejar destellos de su magnífica factura que permiten adivinar la calidad del texto original.
Adaptación poco afortunada cuya mayor virtud consiste en que puede invitar a la lectura de la novela.
ABSENTA
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8 de febrero de 2024
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No estamos acostumbrados, salvo por alguna película de Roman Polanski, Nicholas Ray o John Huston, pero también se hizo buen cine negro a todo color y en cinemascope, como ocurre con esta película del prolífico y no muy prestigioso Allan Dwan. Pero es que tener a las pelirrojas Arlene Dahl y Rhonda Fleming y que no brillen con cabellos, vestidos, bolsos, estolas, zapatos, cochazos y copas de whisky sería un crimen. También sorprende el argumento, basado en una novela del gran James M. Cain, en la que nadie se salva de la corrupción. No hay 'buenos', solo gente que va a lo suyo, como en 'El cartero siempre llama dos veces', del mismo autor. Y todo sumido en unos decorados maravillosos, casi de película de Vincente Minnelli y en exteriores suntuosos de Santa Mónica, California. Así cualquiera.
Ojka
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1 de mayo de 2024
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No se decide el bueno de Grace. Una vela para los dos, el Bien y el Mal por el que siempre se está debatiendo. O tal vez sean las dos hermanas que simbolizan dichas posturas, June y Dorothy, el ying de una, el yang de la otra.
El crimen se entremezcla con el amor y la indecisión...

Es una de esas combinaciones del mundo del cine por las que cualquier director mataría y por las que cualquier fan se derrite: Marilyn Louis (o Rhonda Fleming) a un lado, con sus deliciosas curvas, Arlene Dahl al otro, con su mirada descarada y viciosa; dos peligrosas pelirrojas que prenden fuego a la pantalla gracias al milagro del Technicolor y tienen a John Payne sudando. Y el veterano Allan Dwan, ya casi dando carpetazo a su larguísima carrera, los reúne en un solo plano, aunque de primeras eran Robert Ryan y Barbara Stanwyck los protagonistas.
Todo ello gracias a que Benedict Bogeaus, en colaboración con RKO, se hizo con los derechos de "Love's Lovely Counterfeit", una novela un tanto peculiar de James Cain, escrita años antes y con la que incluso planeó una rápida adaptación cinematográfica, pero el tema de la dura corrupción política y la violencia de los grupos criminales no captó el interés de las productoras en un momento tan delicado como la entrada del país en la 2.ª Guerra Mundial. Y si por algo destaca esta obra es por su narración omnisciente, cuando la mejor manera de expresarse del autor siempre ha sido la primera persona.

Ello no afecta nada a su lectura entretenida, sus giros inteligentes, su fuerte dramatismo y sus diálogos bastante vulgares en comparación con otros relatos, pero no me pudo importar menos. El director empieza la historia también de un modo peculiar: poniendo sobre el tapete a sus tres protagonistas, unidos sin realmente saberlo, y presentando a las hermanas antes que a nadie, sacando la buena de June a la descarriada Dorothy una vez más de la cárcel. Por su parte, Grace está ahí preparado para llevar a cabo un movimiento clave contra su jefe.
El guión, sin embargo, nos lleva muy adelante de lo descrito en el texto; aquí no sabremos, ya que no hay "flashbacks" en ningún sitio, que Grace es un otrora jugador de football resignado a hacer de chófer para un mafioso imbécil y violento llamado Caspar y que, comido por el rencor, se propone derrocarle. Lo más llamativo, como en el libro, es que es un individuo que camina en la cuerda floja; actúa para buenas causas a través de procederes sucios, y eso le lleva a June, secretaria del clásico ingenuo (Jansen) que quiere ser alcalde y limpiar la ciudad de carroña.

En la piel de Fleming ella pasa a ser un personaje un tanto más mojigato y pasivo, perdiendo la ambivalencia de su álter-ego literario; Dahl consigue a una excelente Dorothy, estúpida y seductora. La película, atiborrada de esa crueldad propia del "hard-boiled", fluctúa así entre esas dos tramas paralelas: una centrada en el melodrama que viven las dos hermanas y otra en las astutas maniobras de Grace para hacer que el jefazo huya y quedarse a cargo del negocio; lo malo es que cuando esto sucede la tensión y la intriga parecen diluirse poco a poco y el argumento divaga sin saber muy bien en qué enfocarse...
Mientras se examinan los tejemanejes del submundo que en las pequeñas ciudades de Norteamérica dejan su huella de corrupción en los departamentos de ley y justicia, y su conexión no oficial con la política (aunque ésta se encuentra más bien en un segundo plano), Payne acaba recordando a aquel Clark Gable que se movía cual pelota de pin-pon entre el amor de Jean Harlow y Mary Astor en "Tierra de Pasión", y del mismo modo que ésta última le era infiel al marido, June también se volverá una traidora (Jansen desea casarse con ella, pero aquí la relación entre ellos no tiene mucha importancia ni se desarrolla coherentemente, por lo que uno se olvida rápido).

El guión de Robert Blees le quita también algo de poder y decisión a Grace (de hecho uno de los más brillantes pasajes del libro le mostraba confiscando a través de la policía las máquinas de pinball ilegales y convirtiéndolas en juegos legales) y cambia considerablemente el desenlace de la historia, porque Caspar no es derribado por June (espectacular momento de Fleming) ni la policía toma parte de la forma tan convencional que lo hace aquí...
En ambas versiones sobresale el aura de inevitable fatalidad, el intento de redención y el sentimiento de culpa, y el cineasta, que en aquel 1.956 ya rondaba los 70 años, expresa toda la dureza de la narración de Cain con una energía audaz y un ritmo nunca tedioso, porque si algo le caracterizó fue su manera de exponer las situaciones y a los personajes: concisa y sin dar rodeos. Hoy se diría que esta es una joya de culto del "noir", pero en su época pasó entre la indiferencia y el desdén, en especial por los cambios que la separaban de la novela (también fue de poco aprecio entre los fans del autor...y el mismo autor).

En opinión de un servidor fue otra colaboración infalible del cuarteto Dwan/Bogeaus/Payne/Fleming.
Chris Jiménez
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