Kubo y la búsqueda samurái

Espectacular película animada que derrocha imaginación por los cuatro costados, dotada de impresionantes dibujos acompañados de una hermosa banda sonora, que incluye una magnífica versión del tema de George Harrison "When my guitar gently weeps" y una entretenida historia de aventuras tal vez demasiado adulta por el carácter alegórico y onírico de la cultura japonesa que trata.

Revolucionaria en su género al combinar las técnicas más avanzadas y modernas de animación con el stop motion, la película es un prodigio desde el punto de vista técnico pero también tiene una historia trabajada y original que lamentablemente no dio los frutos deseados en taquilla aunque la crítica la encumbró como merecía.

Ver para creer. Ha tenido que venir, cual superhéroe sin capa, un pequeño estudio de animación artesanal en stop-motion para obrar la perfecta y definitiva cinta de aventuras de corte fantástico que Hollywood lleva todo el siglo XXI intentando replicar con nulo éxito. No busquen más, “Kubo y las dos cuerdas mágicas” es lo que llevamos años esperando.
“Kubo y las dos cuerdas mágicas”, cuarto largometraje del estudio Laika, es bendita orfebrería para sibaritas. Una sincera a la par que sustancial fabula, ambientada en ese Japón feudal de samuráis, honor y origami, acerca del valor de los recuerdos. Kubo es un juglar de 12 años que cuida de su madre, una mujer continuamente torturada por su pasado, lo que le deja pocos minutos de lucidez al cabo del día. Ese pasado está a punto de cobrar vida, haciendo que la historia que Kubo cuenta una y otra vez a los habitantes de la aldea, cobre vida. Mediante la aventura que está a punto de vivir Kubo recompondrá su pasado para, de esa forma, intentar aclarar su futuro.
“Kubo y las dos cuerdas mágicas” es una cinta mediante la que Laika vuelve a esa reconocible melancolía de films como “Los mundos de Coraline” (Henry Selick, 2009) o “El alucinante mundo de Norman” (Chris Butler & Sam Fell, 2012). Todo el primer acto de la película es magnífico, de una bella tristeza sublime y de una madurez brutal. Luego, como cinta de animación mainstream que es en el fondo, y como cinta de aventuras, “Kubo y las dos cuerdas mágicas” se entrega por entero a su particular búsqueda del tesoro. Seguramente en todo su tramo central la obra de Travis Knight se normalice, resultando seguramente esquemática y hasta encorsetada. Muchos le afean al producto ese salto de lo ambicioso del primer acto a lo acomodado del segundo, pero en el fondo “Kubo y las dos cuerdas mágicas” es un film de aventuras, y como tal ese viaje era un peaje necesario. Debería haberse soltado más la película en toda su parte, no lo niego; pero el cambio de senda no me ha molestado en absoluto.
“Kubo y las dos cuerdas mágicas” es verdaderamente entrañable, el trazo de cada personajes derrocha un mimo envidiable, todo en ellos funciona. Y sobre decir que cada fotograma del film es pura belleza.
En resumidas cuentas, “Kubo y las dos cuerdas mágicas” es genial.

Tengo sentimientos encontrados con "Kubo y las dos cuerdas mágicas". Como resumen diré que por un lado creo que tiene aspectos buenísimos, como todo su apartado técnico, pero por otro también pienso que naufraga en algo completamente básico en cine como es el guion y la narrativa.

Voy a empezar con lo que creo que indiscutiblemente es lo mejor de la película. Visualmente es una auténtica maravilla, la verdad. Empezando por ese estilo artístico tan peculiar, que al principio puede chocar un poco, pero que a las pocas escenas empieza a encajarte como un guante y a fluir en pantalla en una sinfonía de naturalidad y belleza. Además resulta más impactante aún si uno conoce (o se informa) de la técnica que hace posible esto, ya que lleva detrás un trabajo arduo y minucioso hasta conseguir un resultado tan magnífico. No solo destaca en lo que es la animación en sí, ya que por ejemplo el trabajo de fotografía es excelente. Hay momentos con planos y enfoques verdaderamente espectaculares, especialmente en ciertos planos en escenarios abiertos. La banda sonora, aunque no demasiado original, también raya a un gran nivel y acompaña a la perfección en todo momento. Mención especial también para unos créditos muy, pero que muy bonitos, señal del mimo que se ha puesto en el apartado visual de la película.

Por desgracia, creo que lo demás no está a la altura en "Kubo y las dos cuerdas mágicas". Y es una pena, porque realmente creo que las ideas en las que basa su argumento tienen muchísimo potencial. Familia, crecimiento personal, sentimientos de pérdida y dolor en contraposición a buscar siempre el lado positivo... existía un material muy interesante para crear una historia memorable. No ha sido así, básicamente por dos razones. La primera es la trama en sí, que aunque arranca genial (el prólogo/primer tramo es muy bueno), se va desinflando con el paso de los minutos hasta casi convertirse en un cliché demasiado previsible y diría que incluso incongruente. La segunda razón, aunque esto quizá sea más personal, es que la narrativa y el montaje me han parecido muy deficientes. La historia se presenta de forma confusa, a ratos precipitada, con multitud de cabos sueltos y puntos sin demasiado sentido. Esto está bien al inicio (por algo los primeros minutos son lo mejor), pero cuando todo sigue siendo igual a la hora y media de metraje, final incluido, lo que podría considerarse una virtud pasa a ser, más bien, un punto negro bastante importante.

En definitiva, el genial apartado artístico/técnico de "Kubo y las dos cuerdas mágicas" queda un poco opacado ante una historia mal aprovechada y presentada de forma un poco torpe. Sin ser mala película para nada, deja un sabor de boca bastante agridulce, básicamente por lo que podría haber sido, pero no ha llegado a ser del todo.

Auténtico festín para los sentidos, una obra audiovisual que hipnotiza y cautiva con su exquisita animación y su despliegue de detalles minuciosos. Esta película es un verdadero viaje a través de un mundo mágico y fascinante, inspirado en la rica cultura japonesa. Sin embargo, en lo que respecta a su trama, a veces peca de ser un poco fragmentada y sin el ritmo adecuado, lo que nos dificulta la inmersión completa en la historia. Además, algunas decisiones de dirección pueden resultar confusas o bruscas.

A pesar de estos pequeños tropiezos, el reparto vocal es sólido y los personajes, aunque no siempre están suficientemente desarrollados, son interesantes y atractivos. En resumen, “Kubo y la búsqueda samurái” es una obra creativa y estimulante que, a pesar de sus imperfecciones, merece la pena ser contemplada por su belleza visual y su capacidad para evocar un sentido de misterio y aventura.

Si me hubiera visto obligada a salir del cine después de los veinte primeros minutos de película, habría jurado que esta iba convertirse el mejor trabajo de animación del s. XX. Desafortunadamente, tanto la técnica como el contenido decaen a partir de ese momento y no se recuperan. Las sobrecogedoras escenas que demuestran que el stop-motion no ha caducado (ni lo va a hacer) escasean cada vez más y llegan a despertar la desconfianza del espectador sobre ciertos diseños y escenarios, las soluciones a los dilemas planteados se vuelven predecibles y el final no es más que el resultado de una suma simple y simétrica de estructuras narrativas gastadas y desgastadas.

Hasta aquí mi lamento. Ahora llega la rabia. Lo que es absolutamente imperdonable es la apropiación cultural de la que hace gala este travestimiento de ambientación japonesa y vieja moraleja americana. El comportamiento, las tradiciones y cualesquiera otras referencias no sobrevivirían a un vistazo antropológico superficial. Un abuso absoluto del exotismo para atraer el ojo del espectador y vestir de novedosos mensajes muy antiguos que, además, obstaculizan el entendimiento de culturas lejanas e incitan a Occidente a continuar con su acostumbrado egocentrismo.

Si no creyera en el arte que entrañan la animación y el cine juvenil, habría puntuado a esta película con un notable. Pero como espero más del género, se queda con la ordinaria puntuación que se merece. Siempre nos quedará recortarla y visionar solamente los fantásticos, perfectos, dialécticamente inmejorables, primeros veinte minutos.