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España España · Gijón
Críticas de Loberto
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Críticas 49
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
2
19 de febrero de 2007
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que se me ocurre tras haber visto “El regreso (The Return)” es que las películas que les enseñan a los productores no pueden ser las mismas que las que llegan al cine. Si no, ¿a qué viene tamaño despropósito en la pantalla?

Joanna (Sarah Michelle Gellar) es una representante de ventas de una compañía camionera, lo cual sé tras haberme leído la sinopsis, que decide aprovechar un negocio para irse a Texas, y visitar su ciudad natal. Allí acaba siendo salvada de su ex-novio (Adam Scott) por un tipo circunspecto y de pinta poco recomendable, Terry (Peter O’Brien). Además, Joanna tiene visiones confusas de un asesinato, tras lo cual siempre acaba cortándose o clavándose algo (no, tampoco se explica por qué).

En realidad, la sinopsis es mejor que la película, y está bastante mejor contada. Y es que el guión no hay por donde cogerlo, porque encima, apenas se entiende. No hay la más mínima presentación de los personajes, y resulta imposible entender por qué les pasa lo que les pasa, o por qué actúan como actúan. Además, algunos de ellos aparecen unos segundos exclusivamente para darle un empujón a la trama, que entre visión y visión, no acaba de arrancar. Los casos más sangrantes son… bueno, todos, pero se lleva la palma el padre de Joanna, su ex, y su amiguísima, de los cuales, tras sus escenas, no se vuelve a saber nada.

La cosa está tan mal hecha, que muchas veces es imposible distinguir lo que es sueño y lo que es realidad, y para colmo, si alguien muy entregado a la causa intentase atar cabos, se encontraría que al final las piezas encajan de la manera más burda y tramposa posible: ocultando información clave al espectador.

La fotografía también es destacable, ya que consigue que todo lo que aparece en la pantalla resulte feo, la Gellar incluída, aunque puede que entre bostezo y bostezo no lo noten. El director, Asif Kapadia, hace lo que puede, y le sale bastante mal, porque si en algo destaca “El Regreso” es en aburrimiento. Porque esa es otra: un thriller puede ser cualquier cosa, menos aburrido. Vamos, que tiene que causar “thrill”, y aquí es difícil mantener los ojos abiertos.

Así que otro producto fallido más en la deslumbrante carrera de “Buffy”, no porque ella esté demasiado mal, que no es así, sino porque el guión es tan penoso que resulta imposible distinguir entre la realidad, los sueños de la protagonista, y los propios, que es a lo que acaba conduciendo tanto estiramiento artificial de la trama. Para esto, mejor no haber “regresado”, de verdad.
Loberto
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9
18 de febrero de 2007
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco después del estreno de “Banderas de nuestros padres” llega “Cartas desde Iwo Jima”, rodada casi en su totalidad en la lengua original de los protagonistas, el japonés, al más puro estilo de Mel Gibson. Sin embargo, más que una búsqueda de realismo, yo creo que es una elección lógica, puesto que las inflexiones de voz, la forma de expresarse, y en definitiva, la carga emocional del idioma nipón es prácticamente imposible de adaptar a otra lengua sin perder credibilidad.

“Cartas desde Iwo Jima” se centra de nuevo en la batalla en la isla de Iwo Jima, aunque esta vez la historia se centra en el bando japonés, al mando del general Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe), desde su llegada a la isla, hasta que el último soldado japonés cae.

Hay que decir que Eastwood presenta una película radicalmente distinta a “Banderas…”. Si en aquélla veíamos las secuelas que había dejado la batalla en los soldados, en ésta vemos el día a día de los mismos. Si en “Banderas…” asistíamos a espectaculares secuencias de combates, en “Cartas…” sirven únicamente como contexto del drama. Si la “americana” no dejaba un segundo de respiro, el ritmo de la “japonesa” es pausado, relajado, como el de la calma que precede a la tormenta.

Eastwood se toma su tiempo con los personajes: cada uno tiene su historia detrás, sus circunstancias, sus porqués. Por esa tranquilidad que despiden las imágenes es precisamente por lo que cada estallido de violencia sobrecoge más que cuando se está constantemente envuelto en tiros y bombas. Si hubiese que describir "Cartas..." con una palabra, esa es "cruda": no sólo por lo explícito de la violencia, sino por el tremendo drama que representa ir a una batalla a sabiendas de que no hay esperanza.

A decir verdad, no sabemos si lo que Eastwood, Yamashita y Haggis cuentan es verídico o no; tampoco conocemos el final auténtico de Kuribayashi, o de los otros soldados caídos, pero realmente poco importa: por lo que llegamos a conocer de los personajes, es perfectamente posible que así fuese.

Además, “Cartas…” está plagada de secuencias emocionantes: los suicidios de los soldados, las lágrimas contenidas de Saigo cuando habla con el general, la carta que porta el soldado americano capturado… Eastwood, apoyándose en una fotografía excelente, y en unas interpretaciones magníficas, sabe llegar al espectador con sus personajes, y tocar la fibra sensible sin caer en el sentimentalismo barato.

El tiempo dirá si “Cartas desde Iwo Jima” es una obra maestra o no. Yo sólo puedo decir que posiblemente sea la mejor película del año, y que está a la altura de otras magnas películas del veterano realizador, como “Sin Perdón” o “Million Dollar Baby”. Si hay justicia en los Oscar, Eastwood volverá a levantar una estatuilla. Con razón. Kurosawa la hubiera firmado.
Loberto
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7
13 de febrero de 2007
64 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde ya, me declaro fan incondicional de Jack Black. Hoy por hoy, en lo que respecta al humor físico, con la posible excepción de Jim Carrey, me parece el tipo mejor dotado para este tipo de comedias. Y encima, el tipo canta fenomenalmente, y si no me creen, ahí tienen a su grupo “Tenacious D”.

“Tenacious D: The Pick of Destiny” (algo así como la “Púa del Destino”, miedo me da imaginar cómo se traducirá aquí el título) trata sobre la génesis de “la mejor banda de rock de la historia”. JB (Jack Black), tras una visión, se va a Hollywood a labrarse una carrera como rockero, y allí conoce a Kyle Gass (la otra mitad de “Tenacious D”), un guitarrista talentoso, pero fracasado. Entre los dos, descubren que la auténtica responsable de la fama de grandes rockeros como Eddie Van Halen o Angus Young (de AC/DC) es la Púa del Destino, una púa de guitarra hecha a partir de un diente del mismísimo Satanás (Dave Grohl, de Foo Fighters), y que está expuesta en un museo del Rock’n’Roll. Así que deciden robarla para catapultarse al éxito.

Todo el humor que rodea a la trama es el clásico que puede esperarse: muchas drogas, muchas referencias sexuales, y sobre todo, mucho rock, que es lo mejor de la película. El prólogo que cuenta la historia de JB es sensacional, con las apariciones de Meat Loaf o Ronnie James Dio (de Black Sabbath) y, en general, cualquier momento en el que hay canciones de por medio es disfrutable, no sólo por lo divertido de las mismas, sino porque ayudan a que la historia avance.

Black es la auténtica estrella de la peli, y se nota que, como en “Escuela de Rock” (masacrada con un doblaje terrible), en las comedias musicales se maneja como pez en el agua. El resto de actores no es que estén mal, al contrario, pero no pueden eclipsar al californiano, que devora a todo el que comparte plano con él. Además, hay otros cameos divertidos, como el de Ben Stiller, John C. Reilly o Tim Robbins.

En suma, una película que disfrutarán los fans de Black y del rock’n’roll, aunque sea exclusivamente por descubrir cada referencia que aparece sobre grandes monstruos del rock, y que a los demás posiblemente les resultará una del montón. Sólo me resta rogar porque esta vez doblen únicamente los diálogos, y que se esmeren en el subtitulado de las canciones. No más Dani Martín, por favor.
Loberto
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7
8 de febrero de 2007
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Christopher Nolan, al igual que ya hiciera en “Memento”, vuelve a solicitar la colaboración de su hermano Jonathan para ofrecernos este “The Prestige”, título que, así en inglés, trae malos recuerdos a nuestras costas septentrionales. También es su segunda película con Christian Bale, tras “Batman Begins”. Es más, fue el propio Bale el que llamó a Nolan para exigir un papel en la película. Además, Hugh Jackman y Scarlett Johansson ya habían coincidido en “Scoop”, así que casi todo queda en cas. Es más, seguro que todos son fans de David Bowie.

“El truco final: el prestigio” trata de la rivalidad entre dos magos de principios del siglo XX, Robert Angier (Hugh Jackman) y Alfred Borden (Christian Bale), que pugnan por conseguir el truco más asombroso posible. Al final, Borden parece conseguirlo, y Angier, desoyendo los consejos de su ingeniero Cutter (Michael Caine), decide averiguarlo a cualquier precio, lo que incluye entrevistarse con Nikola Tesla (David Bowie).

Nolan vuelve a hacer lo que tan buenos resultados le dio en “Memento”: jugar con la línea temporal, de forma que los flashbacks son continuos, si bien con la habilidad suficiente para no despistar al espectador. A veces sí parece que la narración avanza sin profundizar demasiado en los personajes, y ya que Borden y Angier siguen caminos separados (aunque relacionados), la trama tiende a descompensarse entre los dos.

Las actuaciones son buenas, sobre todo, la del dúo protagonista: Jackman da perfectamente el tipo de hombre con clase y elegante, mientras que Bale, incluso en las escenas que se muestra con su familia, sigue manteniendo su aire siniestro y astuto. Caine y Bowie salen realmente poco, y son un simple apoyo en la trama. Scarlett Johansson sale poco más que para lucir palmito, y su personaje está realmente mal perfilado. Además, sale Andy Serkis, aunque esta vez haga de humano e incluso tenga diálogos.

Y cómo no, al final viene la sorpresa a la que hace alusión el título, si bien hay suficientes pistas a lo largo del metraje para, si no adivinar completamente cada punto, sí como para esperarse ciertas revelaciones que no resultan tan impactantes como estaban previstas.

De todas formas, una obra de calidad, con buenas interpretaciones, y una atmósfera mágica y misteriosa, como tan bien sabe Nolan crear.
Loberto
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8
7 de febrero de 2007
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera de las cartas de Iwo Jima, Clint Eastwood nos hace abrir boca con la historia contada desde el bando americano. Cada estreno del veterano realizador/actor se ha convertido en una cita obligada para los amantes del cine.

“Banderas de nuestros padres” se centra en la historia de tres hombres, “Doc” Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jesse Bradford) y Ira Hayes (Adam Beach), que participaron en la batalla de Iwo Jima, y que, como supervivientes de la famosa foto de los soldados colocando la bandera, fueron prácticamente obligados a recorrerse los USA para que su fama incitase a los ciudadanos a comprar bonos de guerra, y así poder financiar la batalla.

Eastwood, como siempre, ayudado por la precisión de Paul Haggis, tiene la habilidad de humanizar a todos sus personajes, cosa más curiosa si cabe para alguien procedente de aquellos westerns, con héroes y villanos absolutamente unidimensionales. Así que, más que ser una película sobre la guerra, es sobre las personas que en ella lucharon.

La historia va saltando continuamente de la guerra a los actos publicitarios, y de ellos, de nuevo a la isla japonesa, con lo que la sensación de estar en medio de los tiroteos es continua. Es más, el caos que se vive durante dichos actos de promoción supera en muchas ocasiones al de la propia guerra.

Las escenas de batalla están rodadas de la manera que dicta la moda: cámara al hombro; mucho, muchísimo grano; y máxima degradación de los colores. Es justo avisar que el grado de violencia es enorme, superando con creces a lo que Spielberg nos mostraba en el día D.

También Eastwood señala especialmente cómo la guerra es una maquinaria que tritura a la gente, no sólo por fuera, sino, y lo que es más grave, por dentro. Así, cada uno de los tres protagonistas encarnan las diferentes formas de afrontar un suceso tan terrible como la de unos hombres matando y muriendo, muchas veces sin saber por qué. Esta destrucción es especialmente patente en el soldado Hayes, en lo que es sin duda la actuación más destacada de la peli, a cargo de Adam Beach, sin que eso merme un ápice el gran trabajo de Phillippe y Bradford.

Si algo se puede reprochar al filme, es la lentitud con la que transcurren los minutos finales, y el largo epílogo narrado, que sirve como reflexión en voz alta. Pero eso no desmerece en absoluto otro gran trabajo tras las cámaras de Clint Eastwood, que no hace sino obligarnos a esperar con ansiedad la versión japonesa de la historia. Otra estupenda película, una más, del veterano realizador californiano.
Loberto
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