Quizás porque el tiempo de ahora es distinto y yo fui niño que lei y vi las aventuras del capitán Trueno en tebeos en blanco y negro, sigo prefiriéndolos a esta película repleta de magnificencias y técnicas actuales.

Pero, hay que reconocer el buen trabajo del que ha fotografiado la película, pues en este aspecto es excelente, también las tomas de escenarios naturales son preciosas.

Y lo mejor de todo, el besazo final de Sergio Peris en esos labios paradisíacos de Natasha Yarovenko. Por un beso como ese, merece la pena ver toda la película entera y esperar ese triunfo sobrenatural o postre sensual. ¡Qué boca, Dios mío, qué boca tiene Natasha, y ver como sobre ella se estampa el beso de Mencheta, es el no va más!

Un hombre solitario, violento, mataperros, encuentra consuelo, acogida, comprensión y rezos en una mujer que tiene una tienda de ropa usada. Pero resulta que esta mujer que parece de una estatus superior en cuando a vivir mejor y con más calidad, lleva su procesión por dentro. Ambos encontrarán alivio estando juntos.

Está bien, pero resulta demasiado triste, como las que se hacen en España siempre igual sobre lo malos que eran los nacionales de Franco durante la época posterior a la guerra civil, pues aquí igual pero en cuanto a la mismísima repetición de esquemas sobre el ambiente de los barrios marginales británicos (¡qué para nosotros los quisiéramos en España, pues en comparación los nuestros son del inframundo!).

En fin, una buena película, pero también se puede clasificar como totalmente prescindible.

Notable filme sobre el amor a edades maduras o vetustas. Dustin Hoffman hace el papel de un músico separado de esposa e hija, cuando ésta última se casa viaja a Londres a su boda, allí conocerá a una trabajadora de encuestas con la que su patética vida de persona fracasada, adquirirá repentinamente un halo de esperanza, de ilusión, de sentido y vitalidad. ¿Cómo puede ocurrir un milagro así de improviso y qué lo origina? Ya se lo pueden imaginar, la causa es tan humana que se vislumbra a leguas.

"Incedies" no puede ser calificada con menos de "excelente".

Es un filme tan impactante y tan bien manejado en su desarrollo y comprensión que eso indudablemente es mérito de su director Denis Villeneuve, quien ha logrado ni más ni menos que por fin haya una película superior ("la mejor") con distancia sobre las demás en la historia filmográfica de Canadá.

Trata de una mujer de origen libanés, instalada en Canadá, que al morir deja un extraño testamento a sus dos hijos (un varón y una hembra). Ese testamento en verdad es una misión de descubrimientos enormes, tremendos, de los cuales no tienen ni idea sus hijos (cuando viajan a "El Libano", donde se desarrolla gran parte de la filmación), pero igualmente los espectádores, pues también nos vamos quedando atónitos a la par que los dos hermanos.

Una película de enorme calidad, la máxima. Muy recomendable. Me ha recordado en cierto manera, aunque sea una historia completamente distinta, a la obra "El conde de Montecristo". Para mí "Incendies" pasa desde este momento a integrar un puesto entre las mejores cien películas de la Hª del cine.

Buena película, al menos tan buena como está la actriz Sara Forestier; es una delicia verla desnuda o con minifalda, o también vestida de musulmana integrista, como quiera tiene un atractivo de gran grado.

El filme toca la inmigración norteafricana en Francia y cómo los hijos de esos emigrantes, a pesar de sentirse franceses y asumir sin problemas su cultura libertaria, sienten algo de segregación (que la mayoría de las veces es sólo producto de la mente más que de la realidad).

Una joven, hija de un argelino, simpática, de izquierdas y con mucho dinamismo conoce a un zoologo especialista en aves, bastante mayor que ella, hacia el que poco a poco se irá sintiendo cada vez más atraida. Y viceversa, porque dos tetas, como dice refrán, tiran más que dos carretas, y el caso de Sara Forestier, tiran más que dos camiones de máxima potencia.