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Críticas de RickDeckard'82
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Críticas 98
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
26 de febrero de 2020
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Disney anunció que Guy Ritchie dirigiría la adaptación a imagen real de Aladdin, no me lo podía –o no me lo quería– creer. ¿El mismo que barrió, cual vendaval, el panorama cinematográfico de principios del nuevo milenio retratando los bajos fondos ingleses con ingenio, comedia negra y diálogos punzantes? ¿Ese Ritchie? Quizá siga en la fase de negación, pero lo cierto es que no me he atrevido aún a ver la película que realizó para Disney en 2019, aunque eso no significa que su nuevo proyecto, titulado The Gentlemen, no llamase poderosamente mi atención. Primero, por contar con un reparto de lujo, entre los que destacan Matthew McConaughey, Hugh Grant y Charlie Hunnam; segundo, porque todo hacía indicar que Ritchie por fin regresaba a su género predilecto, ese que le catapultó a la fama; tercero… no se me ocurren más razones, pero con las dos primeras debería bastar.

La historia, ambientada en las calles londinenses, se centra en el capo de la droga Mickey Pearson (McConaughey), un americano expatriado que cuenta con el mayor imperio de marihuana de las islas británicas. Cansado de llevar una vida criminal, Pearson decide vender su multimillonario negocio, decisión que desatará una guerra entre bandas por hacerse con el “trono de hierba”.

Si eres aficionado a su particular forma de entender el cine, entonces estás de enhorabuena, porque The Gentlemen pretende ser una vuelta a los orígenes. Atención, cuando digo vuelta no significa que el Guy Ritchie de los 2000 haya reaparecido para rodar esta película, pero sí se aprecia un afán por alejarse de su faceta hollywoodiense.

La buena noticia es que sus rasgos característicos siguen ahí: el uso de voz en off como narrador de la historia, los montajes adrenalínicos, la cámara lenta y la deconstrucción espacio-temporal de la historia, una buena música rockera de fondo, la galería de personajes arrogantes, “tontolculo” y con tanta verborrea como facilidad para apretar el gatillo, etc. Sin lugar a dudas, The Gentlemen es su película de mayor autoría desde RocknRolla.

La mala noticia es que, a diferencia de sus primeros trabajos, a esta nueva historia se le intuye un regusto aburguesado que le hace perder potencia al conjunto. El guion, que no es nada del otro mundo, tien mucha floritura y poca concreción. La historia tarda en despegar no porque sea lenta o aburrida, sino porque carece del gancho y de la chulería “barriobajera” que solía tener el guionista británico. Los personajes que diseña son muy “cool” pero en ocasiones resultan impostados, denotando una falta de soltura en la materia, igual que un maratoniano volviendo a correr tras años de parón. No vais a echar de menos los giros de guion ni los personajes con tramas entrelazadas, pero ya no se sienten tan gamberros ni tan auténticos como antes. El cóctel narrativo que nos prepara sabe bien, pero ya lo hemos probado mejor.

Sin embargo, si algo mantiene intacto el director de Lock & Stock es su habilidad para rodearse de actores que saben interpretar sus líneas de diálogo a las mil maravillas. Todo el elenco saca lo mejor de sí para brindarnos la experiencia más entretenida posible; desde un Matthew McConaughey magnético, que no se lo pasaba tan bien con su personaje desde El lobo de Wall Street, hasta Michelle Dockery, que deja atrás la mansión de Downton Abbey para descubrir su lado más salvaje a la par que elegante. Mención aparte para dos secundarios “roba-escenas” como Hugh Grant y Colin Farrell, los cuales derrochan carisma en cada una de sus contadas intervenciones.

En definitiva, The Gentlemen no sólo es un buen producto de entretenimiento, sino que también es una de las primeras gratas sorpresas de este año 2020. Una película bien interpretada, dirigida y escrita por un Guy Ritchie que busca recuperar a todos aquellos que nos maravillamos con sus primeras películas. Aunque el esfuerzo es loable y la ejecución tampoco es desdeñable, el resultado final está lejos de lo que una vez fue; puede que algún día, cuando se haya alejado definitivamente de la industria hollywoodiense, vuelva a tener esa chispa sinvergüenza que tanto se echa en falta en el cine actual. Mientras tanto, los yonkis de la Ritchie-droga podemos saciar nuestro mono consumiendo este sucedáneo.

Nota: 6,5

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RickDeckard'82
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7
13 de mayo de 2017
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Protagonizada por Daniel Kaluuya y Ashley Williams, la ópera prima del escritor y humorista Jordan Peele cuenta la historia de Chris y Rose, una pareja interracial que viaja un fin de semana a la casa de los padres de ella. Abrumado por tan cálida bienvenida, Chris comienza a sospechar del comportamiento de los criados negros contratados para la manutención de la casa familiar y pronto se dará cuenta de que tras la fachada de bondad y respeto se esconde una verdad escalofriante. Con un tono similar al de La invasión de los ultracuerpos y Las esposas de Stepford, Déjame Salir pasa de la comedia ácida al terror con sorprendente habilidad; el director debutante demuestra una habilidad innata para sumergirnos en este mundo de locura y desenfreno que ha creado. Teniendo en cuenta la fuerza con la que ha irrumpido en la cartelera americana y el éxito de taquilla que ha cosechado –casi 200 millones de dólares recaudados sobre un presupuesto irrisorio de cinco millones-, ¿podemos incluir Déjame Salir entre los grandes títulos de terror de los últimos años?

La productora Blumhouse, una de las referentes del género en la actualidad, fue la encargada de llevar este peculiar proyecto a buen puerto y lo consiguieron con creces, creando una pequeña joya que hará el deleite del cinéfilo que tenga la oportunidad de echarle un vistazo. Junto a A24, estas dos productoras nos han traído algunas de las mejores historias de los últimos años como Whiplash, La habitación o Langosta y continúan haciéndolo gracias a una filosofía de hacer mucho con poco. Anteponiendo el argumento sobre todas las cosas, ambas se han ganado el respeto de la industria y la confianza de los espectadores y esta película es un claro ejemplo de ello: aún sin estrellas reconocibles ni un director de renombre, la película arrasó haya donde se estrenó. Por supuesto nada de esto hubiera sido posible sin la visión de Peele, que empleo un tema candente de actualidad para incomodarnos en la sala…¡y todo ello sin hacer uso de recursos baratos! Ni sangre ni violencia desproporcionada, sino la construcción de una atmósfera que te atrapa y te asfixia a medida que la tensión va in crescendo. Con una facilidad pasmosa para pasar de cero a cien en instantes, Peele muestra gran dominio del pulso narrativo asó como maestría para mantener el equilibrio entre la comedia negra y la ambientación opresiva. El guión está tejido para mantenerte en suspense y sorprenderte con sus numerosas situaciones inverosímiles. En cuento al uso del humor, éste me recuerda vagamente al que visto en Marte; si bien giraba entorno a un eje dramático, la historia de Ridley Scott tenía ciertos tintes humorísticos que aligeraban la experiencia. Mi único pero es que es demasiado previsible; a la media hora ya intuía lo que ocurría y cada escena no hacía más que confirmar mis temores. Lamentablemente esto le resta impacto al último acto.

En cuanto a las actuaciones principales, tanto Kaluuya (Chris) como Williams (Rose) desempeñan su papel a la perfección. El primero ejerce como espejo del espectador y la segunda como medio para hacer avanzar la narración; ¿qué ocurriría si fueras a casa de tus futuros suegros y comenzaras a sospechar de su comportamiento? Puede que no te alarmes demasiado al principio pero cuando la locura vaya en aumento, sentirás lo mismo que nuestros protagonistas. ¿¡Qué demonios está pasando aquí!? Es más que probable que el espectador haya resuelto el misterio antes que Chris y Rose pero eso no impide que empaticemos con su situación y ello se debe principalmente a su química en pantalla. Ambos se complementan como una pareja haría si atravesara este tipo de problema; ella aporta la lógica y el raciocinio al asunto, mientras él sólo piensa en protegerla a ella y a su relación. Por otro lado tenemos a los padres de Rose, fantásticamente interpretados por Catherine Keener y Bradley Whitford; ellos son los encargados de ponernos de los nervios y vaya si lo consiguen. Tan pronto entran en escena sabes que algo están maquinando y ese algo no envuelve nada bueno. Además, ambos tienen ese punto carismático que convierte a un villano corriente en uno con personalidad.

Otro aspecto muy cuidado es la fotografía, que se inspira en la obsesión simétrica de Stanley Kubrick en El resplandor. Hay algo en la perfección de la imagen que perturba al ojo del espectador. En este caso, el director de fotografía Toby Oliver otorga una cualidad casi fantasmal a la casa y al entorno rural en el que vive la familia Armitage que me recordó a la ambientación de El bosque de M. Night Shyamalan. Además, si hay una imagen que se queda en nuestras cabezas esa no es otra que la de Chris mirando perplejo a la cámara mientras llora. Los primeros planos en este filme son muy efectivos.Por último, la música basada en chirriantes acordes de violín se asemeja a otras bandas sonoras del género pero esto no le resta eficacia. Sobretodo al principio y al final, cuando se apoya en un coro hipnótico que marina perfectamente con la temática de la cinta.

Si hay alguna candidata que se postule seriamente a película revelación del año es esta, por el momento. Déjame Salir está bien ambientada e interpretada pero sobretodo cuenta con una historia original como pocas que te atrapará y te mantendrá a la expectativa desde sus impases iniciales. ¿Conseguirá sorprenderte con giros inesperados? No ¿Podría haber explotado más su vertiente racial? Sí. Pero sabe crear tensión con miradas, diálogos y situaciones que se escapan a la lógica. Si a eso le añadimos alguna que otra nota cómica espontánea, nos encontramos ante una de las mejores cintas de terror más redondas de los últimos años.

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RickDeckard'82
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7
13 de mayo de 2017
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis aquellas declaraciones en las que Scott repetía como un mantra que Prometheus no pertenecía al universo Alien y rehuía todo paralelismo con la saga? Bueno, pues en algún momento después de su estreno cambió de opinión, abrazando la idea de unir esta serie de películas con la cinta original del ’79. Uno de los problemas principales del filme es su falta de inspiración; el realizador británico no nos da un motivo para creer en su visión. Continúa alimentándonos con un sinfín de conceptos filosóficos, referencias literarias y guiños teológicos pero al final termina dándonos más de los mismo. Quizá por eso Covenant se siente como un Frankenstein cinematográfico que busca incesantemente una razón para existir, si bien sus partes están muy bien diferenciadas: una primera centrada en la presentación y desarrollo de los protagonistas y una segunda que hace lo posible –aunque no lo suficiente- por entretejer esta entrega con Prometheus e incluso proyectarla más allá con vistas a futuras secuelas.

El problema que le veo a esta nueva aventura de terror es que se sustenta demasiado en muy pocos elementos y puebla el resto del metraje con relleno y clichés; si sé que los personajes van a terminar cometiendo los mismos errores en los mismos lugares y por los mismos motivos que en películas anteriores, ¿por qué te molestas en desperdiciar tan valioso tiempo en presentárnoslos? Lamentablemente, esto lastra al filme de manera que cuando llega la mejor parte, ésta se siente apresurada e inconclusa. Aún así, la creatividad visual de Scott basta para mantenerme abrumado al menos con sus imágenes y cruzar los dedos para que lo bueno empiece. Llegados a este punto, cuando el terror se apodera de la cinta y la nueva tripulación se encuentra con un protagonista crucial de Prometheus, la cinta adquiere el propósito de su existencia: desatar los corsés en los que se habían ceñido Fincher, Jeunet y cía. y conocer más no sólo sobre la criatura xenomorfa sino sobre el patógeno que nos habían presentado en la entrega anterior. Una vez más, vuelvo a recalcar que esta parte es la que debió potenciarse en detrimento del desarrollo de los nuevos –e insulsos- personajes; no porque carezcan de potencial, sino porque no hacen nada con ellos. Si el propio Ridley sabía que ésta era una secuela directa de Prometheus, ¿por qué no ceñirse a esa idea?, ¿acaso no merecía la Dra. Shaw continuar su expedición en busca de respuestas sobre los orígenes de la humanidad? Sin embargo, los guionistas sí aciertan de pleno a la hora de exponer la dicotomía entre los dos androides (¿o replicantes?) que aparecen en la trama; esta parte es de lejos la línea argumental más intrigante en vistas al futuro de la franquicia.

En cuanto a las interpretaciones, lo cierto es que todas están a la altura; quizá por ello resulta aún más frustrante que sus personajes sean tan finos como el papel de fumar. Katherine Waterston me obnubiló en Puro Vicio (2014) de Paul Thomas Anderson y aquí se limita a ser un clon de Ripley…¡y ya he perdido la cuenta de cuantos llevan! Danny McBride cumple el mismo rol cómico que Yaphet Kotto y Harry Dean Stanton en la original, Bill Paxton o Idris Elba más recientemente. El resto sirven de carnaza para las despiadadas bestias; no conseguí empatizar con ninguno, de forma que cuando morían el sentimiento de pérdida era nulo. Al final, Alien: Covenant se limita a ser el show interpretativo de Michael Fassbender, el cual encarna a dos androides concebidos con propósitos opuestos.

Otro grave problema de la cinta es la edición y el montaje. Aquí sobra metraje y faltan escenas que hubieran aportado mayor peso narrativo a la historia y más profundidad a los personajes. Se siente demasiado inconexa, como si faltasen piezas del rompecabezas. Además, la banda sonora de Jed Kurzel echa en falta un tema propio que se complemente con el original de Goldsmith y el más reciente de Harry Gregson-Williams. Sin embargo y pese a no conseguir insuflarla con personalidad propia, Kurzel logra crear tensión cuando le toca y rendir homenaje en ciertos compases del filme –y creedme cuando os digo que hay muchos guiños que complacerán al fan acérrimo-. Por lo demás, los efectos especiales están bien hechos, salvo contadas excepciones en las que se les va la mano en escenas gore.

Normalmente concluiría aquí el análisis, pero esta vez haré una excepción porque no puedo dejar de criticar un elemento que puede destrozaros el visionado y que curiosamente no forma parte de la obra en sí: la campaña publicitaria. Este tipo de obras están diseñadas en Cinemascope para verse en la pantalla más grande posible y resulta una blasfemia para el séptimo arte desnudarla en los vídeos promocionales; es lo más cercano a prostituirla. Por eso guardamos en nuestro subconsciente el recuerdo de la primera vez que vimos aquella obra maestra (o cualquier otra), porque sabemos que esa magia es irrepetible. El hecho de que ya hayas visto casi la totalidad del filme en la pantalla de tu ordenador o de tu teléfono le resta emoción y el cine se basa principalmente en transmitir eso. Para mi ese es el gran problema de Alien: Covenant, por encima incluso de su ritmo irregular o de sus fallos de guión.

En definitiva, Alien: Covenant promete más de lo que da; es una pieza que podría ser magistral de contar con los acordes y con los músicos apropiados. No me malinterpretéis, esta nueva incursión del Sr. Scott en el género de la ciencia ficción-terror es ampliamente satisfactorio y cuenta con las dosis de tensión y adrenalina necesarias para ser una más que digna secuela. Lo que pasa es que digna ya no nos vale. No cuando estamos ante la sexta entrada de la saga –sin contar las de Alien vs Predator-y los signos de fatiga hace tiempo que se evidencian; a estas alturas nos esperamos más, porque el propio creador está empeñado en convencernos de que aún le queda una última gran sinfonía por componer.
RickDeckard'82
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7
31 de marzo de 2017
249 de 308 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Host, Snowpiercer, Oldboy o Toni Erdmann…¿qué tienen todas en común? Que nadie las vio en el mercado norteamericano. ¿La razón? Porque verlas requiere que el espectador esté dispuesto a leer los subtítulos. Y por ello obtenemos innumerables remakes de películas extranjeras que, en su momento, pasaron inadvertidas en la taquilla estadounidense. Ghost in the Shell es un claro ejemplo de esto; película demasiado inaccesible para atraer al gran público que, sin embargo, consiguió un selecto club de adeptos al cual se unirían más cinéfilos al cabo de los años. Pese a todo, aún hay muchos críticos de cine que a día de hoy no están al corriente ni del manga de Masamune Shirow ni a las películas de Mamoru Oshii. Por eso cuando se da a conocer el casting de Scarlett Johansson en el rol de la Mayor, ese ejército de críticos se lanzan cual depredador. Porque en la sociedad actual estamos demasiado acostumbrados a prejuzgar y hundir las posibilidades de la cinta antes incluso de haberla visto. Ambientada en una urbe distópica similar al Los Angeles de Blade Runner, la gira entorno al nacimiento de la cyborg conocida como la Mayor; un híbrido que aúna las habilidades físicas de un cuerpo robótico con la capacidad cognitiva de un ser humano. Un año después, la Mayor trabaja como operativo para la Sección 9, un grupo dedicado a detener el ciberterrorismo, que se expande por los entresijos digitales de la sociedad. Este es el contexto en el que se desarrolla este thriller de ciencia-ficción retrofuturista y cyberpunk, que intenta dar a conocer la calidad del material original entre la audiencia occidental.

Me decepciona que tanta gente haya vapuleado el film, acusándolo de tener un ritmo lento y poca acción (sí, eso lo he escuchado de críticos profesionales) ya que ninguna de las películas de Oshii cuenta con un ritmo acelerado ni acción explosiva. Más bien todo lo contrario. Otro punto negativo que han alegado es que resulta demasiado monótona y que cuenta con unos personajes hieráticos, pero parecen hablar sin conocimiento de causa, ya que este universo se centra básicamente en explorar nuestra humanidad en tiempos en los que nuestro ADN se está viendo alterado por los implantes cibernéticos y las mejoras tecnológicas. Pretender banalizar personajes como Batou, Aramaki o la Mayor para convertirlos en caricaturas “carismáticas” en línea con las películas de superhéroes, eso sería sería prostituir la visión del manga/anime y no la elección de Scarlett Johansson en el papel protagonista, como muchos dicen. Y es que esta fue una de las grandes bazas que emplearon para criticar la cinta, alegando que un remake de una película japonesa debe contar con una protagonista japonesa. No obstante, a nadie le importa que Marvel lleve 10 años produciendo películas protagonizadas por varones caucásicos (Iron Man, Thor, Hulk, Capitán América, Ant-Man, Doctor Extraño y próximamente Spider-man) porque el año que viene estrenarán Pantera Negra que como el propio nombre indica…es negra. Ahí tendrán la oportunidad de ¿redimirse? incluyendo a todo el Hollywood de color en el reparto. Por cierto, un dato importante: Takeshi Kitano, la leyenda del cine japonés, compelta el reparto y sus diálogos están íntegramente en japonés, al menos en la versión original.

Este remake dirigido por Rupert Sanders es, de lejos, una de las mejores adaptaciones de un anime que jamás se hayan hecho; cuenta con un diseño de producción espectacular –os recomiendo que le echéis un vistazo al making of-, una ambientación calcada a la original y una fotografía que consigue la ardua tarea de replicar algunas de las tomas más recordadas de la cinta del ’95. Todos los detalles están cuidados al más mínimo detallo, demostrando todo el equipo la enorme dedicación y el respeto que le guardan a este vasto universo. Las actuaciones están a buen nivel, salvo alguna excepción, sobretodo la de dúo fomrado por la Mayor y Batou, todo un referente en la saga anime. En cuanto al argumento, podría decirse que toma como referencia a la serie Stand Alone Complex; su narración está más simplificada, con la intención de mantener la atención del espectador. De esta manera, los fans echarán en falta aquellos elementos filosóficos, metafísicos y políticos que hacían de tan compleja a la original. El villano tampoco supone un desafío intelectual tan grande para la Mayor; en cambio, se explora más en profundidad su arco personal, algo que creo apreciarán los seguidores como yo porque nunca llegamos a conocer nada de su pasado. Este remake juega más con las emociones de los perosnajes, con el concepto de familia y con la búsqueda de la identidad individual y menos con las ideas filosóficas sobre qué significa ser humano. La acción también está limitada, lo cual es algo bueno teniendo en cuenta la tendencia que tiene Hollywood de sobrecargar la pantalla con enemigos y fuegos de artificio. Hay alguna pelea un tanto confusa por culpa del trabajo de edición, que a veces puede ser frustrante, pero las coreografías son excelentes –el coreógrafo trabajó previamente en Mad Max: Furia en la carretera, Hasta el último hombre o la trilogía de El señor de los anillos, entre otras- y el ritmo es el adecuado para una historia de intriga.

En definitiva, el remake de Ghost in the Shell nos entrega un producto lo suficientemente fiel como para ganarse el título que sostiene y cambia lo necesario para hacerlo accesible a una mayor audiencia. Todos aquellos que piensen que van a ver un calco de la original, les invito a que piensen detenidamente en el significado del remake: nueva versión de una obra. Yo lo veo de esta manera: si quiero escuchar Knocking on Heaven’s door de Bob Dylan, no pongo la versión de Guns ‘n’ Roses; pero si quiero disfrutar de buena música, entonces escucharé las dos. De la misma manera, el Ghost in the Shell de Johansson guarda la melodía sintética y le añade sus propios acordes y tendrás que juzgar por ti mismo si es buen cine o no.
RickDeckard'82
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7
25 de agosto de 2016
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Café Society es la última película del incansable genio neoyorquino Woody Allen que, en esta ocasión, utiliza como lienzo el Hollywood de los dorados años 30 y emplea a actores como Steve Carrell, Jesse Eisenberg y Kristen Stewart para recitar sus magníficas líneas. Una vez más, la historia vuelve a cobrar protagonismo por encima de las actuaciones, que nos expone la crueldad del amor y retrata el inconfundible existencialismo del realizador/guionista. En ella encontramos cada una de sus críticas a la religión, la familia y otras facetas de la sociedad. Sin embargo, en esta ocasión, regresa al amor imberbe y novicio y a las estocadas que éste nos depara. La narración arranca con un joven que deja su hogar en Nueva York en busca de fama y qué mejor que Hollywood para alcanzarla. Para ello decide reunirse con su tío, un reputado productor de cine, quien le abrirá las puertas de la Meca del cine y le brindará la oportunidad de entablar amistades así como de encontrar a su amor verdadero. Lástima que a veces, el amor, no nos corresponda.

Me duele decir que Café Society comete un fallo garrafal que es el de otorgar buen material a dos actores (Stewart y Eisenberg) que no lo saben ni apreciar ni interpretar con los matices oportunos. Obviamente yo no puedo hacerlo mejor -sino no estaría escribiendo estas líneas- y tampoco digo que estos actores no tengan talento. Lo que digo es que para interpretar el exquisito diálogo de Allen, hace falta sintonizar con su forma de ver el cine y la vida. Hace falta cierta sensibilidad de la que Kristen Stewart y Jesse Eisenberg aún carecen -nótese el aún-, ya que su temprana edad juega en su contra. En contraposición tenemos a un Steve Carrell magistral, que imparte una lección a estos dos novicios de la que seguro aprenderán. El actor nominado al Oscar por Foxcatcher hace gala de un rango soberbio interpretando al magnate de Hollywood dividido entre el amor febril y su responsabilidad marital. ¿Qué cuál de las dos vence? Bueno, la respuesta parece clara a juzgar por la trayectoria de Allen pero, no os confiéis, porque Café Society esconde un as en la manga: un sentido deliciosamente maquiavélico que podría clasificarse de la tragicomedia teatral. Como decía, el dúo protagonista conformado por Eisenberg y Stewart muestran una frustrante falta de emotividad que, junto a su falta de química y lo limitado de sus registros dramáticos, lastran el filme y consiguen lo imposible: aburrir a las piedras. ¡Vaya par de maromos! Eso debió gritar para sus adentros el bueno de Woody, viéndose incapaz de sacar nada mejor a estos dos actores. Por un lado tenemos a Eisenberg, también conocido por ser el actor que repite el mismo papel en todas las películas; antisocial, raro e hipocondríaco. Es decir, una marca blanca de Woody Allen. Por el otro está Stewart, cuyo único trabajo decente fue en Viaje a Sils Maria apoyada por Juliette Binoche, que aquí vuelve a poner esa expresión que está a caballo entre la indiferencia y el asco. Entiendo que Allen quiera apostar por la juventud, ya que la historia se presta a ello, pero teniendo a actores como Oscar Isaac, Domhnall Gleeson, Alicia Vikander, Saoirse Ronan, Rooney Mara o Brie Larson entre otros que morirían por colaborar con él, no comprendo muy bien el por qué de sus elecciones.

Tras exponer lo negativo, toca deleitarse con lo positivo de Café Society. Empezando por la historia, que me enganchó desde el primer minuto y me entretuvo hasta el final, gracias al inconmensurable talento de Woody como narrador. Hablando de narrador, el propio cineasta interviene en forma de voz en off. Un añadido que le viene muy bien al filme, dada su naturaleza emocional. Probablemente no me equivocaría al decir que ésta es su película más humana desde Match Point (2002), con la que curiosamente guarda ciertas similitudes como la vengativa idea del amor y las consecuencias que éste acarrea en nuestras vidas. Allen deja entrever las mismas reflexiones y nos propone de nuevo un debate interesante centrado sobre la difusa línea que separa el deseo del amor verdadero. Podríamos hacer una disertación entera sobre este tema pero, para qué liarse la cabeza con ideas metafísicas cuando el bueno de Woody ya te las sirve en bandeja de plata, para una mejor digestión. También me gustó la amplia paleta de personajes que presenta; desde el exitoso hombre de negocios sumido en una crisis existencial hasta la pobre señora judía chapada a la antigua, malviviendo en un humilde apartamento en el bullicioso Nueva York, pasando por una pareja de jóvenes que, embriagados de amor, viven ajenos a la realidad que les rodea. El jazz vuelve a hacer acto de presencia y en Café Society, por razones obvias, más que nunca. Los dorados años 30 vieron nacer a uno de mis géneros musicales favoritos y como enamorado y músico de jazz, Woody se cerciora de que ocupe el lugar que se merece.

En definitiva, Café Society es una obra que me dejó un regusto amargo porque algunos de sus fallos tenían fácil corrección y el casting me pareció que estuvo terriblemente desacertado. Desde Roma con amor fue la primera participación de Eisenberg, donde ya desentonó, pero aquí Woody vuelve a entregarle los mandos de su obra y una vez más vuelve a decepcionar. Resulta aún más frustrante porque la obra resulta ampliamente satisfactoria en todo lo demás; la ambientación y el vestuario es sensacional, el metraje es el correcto -aunque no dejo de pensar que algunas subtramas podrían haberse cortado más- y la historia recuerda más a una obra de teatro, por lo cercano que resultan sus situaciones. Por eso, guardo la esperanza de que algún día este guión pueda ser reinterpretado y podamos ver versiones más redondas que ésta. Sin embargo, los adeptos del artista neoyorquino -entre los cuales me encuentro- se alegrarán de ver que su ídolo sigue encandilando al público con sus historias.
RickDeckard'82
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