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España España · Vilagarcía Arousa
Críticas de María
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Críticas 17
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
4 de septiembre de 2019
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Torea como los que no matan y mata como los que no torean”, dijo alguna vez alguien sobre Manolete, describiendo una facultad temperamental y conductual que se lleva en el linaje. Cuando uno viste la determinación y la elegancia prendidos de la misma solapa en la que otros cuelgan recursos efectistas y artificiosos, el resultado discurre exquisito, delicado y minucioso.

Es el caso del guion de Quien a hierro mata, escrito con afiladísimo lápiz adjetivador - escrutador de conciencias e inclemente delator del dios de cada uno - y desde una convulsa voz narrativa que contiene y adensa la atmósfera. Juan Galiñanes, creador primero de la obra, sitúa en su pueblo, que casi casi es el mío, este thriller de provincias ambientado en un presente reciente/inmediato, en el que los cachorros del narcotráfico, hijos y nietos de los grandes capos - adiestrados mínimamente para una vida sin porvenir - toman las riendas del lucrativo negocio familiar. El rencor, la muerte, el dolor, el bien y el mal, la perversidad enquistada en el carácter, la culpa o la providencia son algunas de las capas con las que Galiñanes compone un relato de textura tan nerviosa como áspera.


Y si el intelectual obedece al designio de interpretar el mundo que le rodea, al artista le incumbe crearlo. Así, Paco Plaza, realizador de la multipremiada Verónica, ilustra este retablo costumbrista con algunas notas de onírico surrealismo, imprimiéndole un ritmo lento pero animoso y cierto lirismo a lo que será un verdadero viaje al centro de la náusea y a las fracturas del ser. Todo ello bajo una luz inclemente y cataclísmica, y un discurso muy pasional que no siempre serán efectivos.

En la página del “debe” se acumulan las escenas descuidadas (imperdonable la de la muerte de Andrés), el retrato de algunos personajes (Toño debió haber sido más primogénito, más hermano mayor, más digno heredero de su padre; marcando una sustancial diferencia con quien parece más su gemelo que su menor) o la desatención al cierre de la trama externa (¿dónde carajo están los chinos?).

Así a todo el resultado es un ejercicio deconstructivo asfixiante, bien coreografiado y fotografiado por un director audaz al que la mirada se le va inyectando en sangre a medida que se acerca a un espléndido final que huele y sabe, paradójicamente, a punto de origen filosófico y conceptual.
María
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2
4 de mayo de 2019
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Afortunadamente, las cosas no siempre son como son o como parecen ser. A menudo son exclusivamente como se recuerdan y lo más digno que nuestra memoria registrará de este caducado e insustancial festival de carne es el trabajo de la siempre solvente Lola Dueñas y del recién llegado -y muy bienvenido- Óscar Casas, únicos inmunes al raquitismo de un guion drenado de ideas y carente de una voz propia consciente de qué quiere contar y de por qué. Más importante incluso: de por qué quiere hacerlo en este momento y no en el suyo. Como respuesta solo caben las excusas porque la pregunta no es pregunta, es puro reproche.

De Instinto no extraeremos un argumento – no lo tiene - porque la estructura de su decididamente absurda historia matriz se limita a un puñado de estilizadas capas de lustre. A esta retahíla de bestsellers obsoletos le ha bastado un resultado terso, pulido y esmaltado, donde la pretendida profundidad dramática se construye haciendo (ab)uso de todos los tics del (sub)género y dejando el peso de la producción en un sentido del espectáculo con cierto tufillo aristocrático y espíritu indisimuladamente dandi.

A Instinto, la serie que Movistar + estrena este próximo 10 de Mayo bajo demanda, en colaboración con Bambú, le falta el enfermizo olor a semen de Shame, la destreza de Kubrick diseccionando el alma y la psique humanas; y la esquizofrenia estilística de Wind Refn, en la que la forma adquiere la misma trascendencia que el contenido y la misma relevancia que la narrativa. Le sobran, por el contrario, los orgasmos fotonovelados de Christian Grey y el tono adolescente de todas las adaptaciones cinematográficas de los textos de Federico Moccia. El resultado es una elegía a la inacción, desorientada y enrarecida. Un refrito de sabores ya descubiertos que, así a todo, despertará el hambre del espectador gracias a una provechosa campaña publicitaria, bien adobada, sabedora de que su plato estrella es la siempre jugosa erótica del poder joder.

Crítica publicada en Los lunes seriéfilos.
María
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8
2 de marzo de 2018
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Detrás de toda gran fortuna siempre hay un crimen"

Estrenada con la urgencia de no descuidar la obsequiosa promoción cortesía de dos de sus protagonistas: uno en huelga de hambre y otro en huelga de vergüenza, Fariña -la serie- ha significado uno de los mejores comienzos televisivos de los últimos tiempos gracias al retrato de la profunda decadencia económica y cultural que Galicia padecía y padeció durante largas décadas. La estampa paisajística que este primer capítulo esboza, lejos de caer en la habitual diplomacia, siempre encubridora de lo acusable y censora de lo imputable, consigue retratar un entorno de miseria que los gallegos estaban habituados a esquivar gracias a la emigración y para el que el contrabando representó una alternativa. Una alternativa asumida y aceptada, generalizada y frecuente. Poco justificable en muchos casos y absolutamente amnistiable en otros tantos.

La presentación de los personajes y de sus circunstancias se hace desde/con una mezcla de generosidad y franqueza muy seductoras, donde las líneas de la magistral adaptación del guión (con insignificantes matices en forma de cambios de nombre de algunos personajes -Roque se llamaba Ramiro- y de localización -Cambados por Corrubedo-) perfilan las cautivadoras personalidades de ese grupo de delincuentes que convirtieron Galicia -en concreto la zona de El Salnés- en la cuna del narcotráfico europeo. Grandioso acierto de casting, y grandioso acierto de tono que, a buen seguro, se ennegrecerá gravemente después de esta benévola introducción.

Promete el capítulo dos, y a partir de ahí los sucesivos, un increscendo dramático que destape la indigencia moral de los grandes clanes que introdujeron la droga por una constitutiva cuestión de poder, así como la de los tan asequibles jueces, fuerzas del orden, banqueros y políticos, siempre dispuestos a dejarse seducir por don dinero. Un increscendo dramático que encontrará su punto álgido en las consecuencias del impacto social que marcó a varias generaciones y que tan rigurosamente mostró el documental Marea Blanca, donde se contaba la historia de toda una generación arrasada por las drogas y el sida, víctimas de la incomprensión popular por desconocimiento. Una realidad social de consecuencias tan desatinadas como que en la misma familia -hablo de la mía sin ir más lejos- se de la discordante situación de que la hermana de mi madre haya fallecido por una sobredosis de heroína en los noventa mientras que una hermana de mi padre se casaba con José Luis Charlín Gama, siendo la pareja, años más tarde, mis padrinos de bautizo. Hasta ese punto han llegado a convivir víctimas y verdugos.

Ojalá este capítulo dos, y a partir de ahí los sucesivos, sepan mostrar, de manera veraz y respetuosa, todas las capas de la dolorosísima historia de uno de los rincones más hermosos del mundo.
María
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10
13 de febrero de 2017
11 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
1.- Sábado, 14 De Febrero de 2015, la recién finalizada Operación Sombras deja paso al Objetivo Darker con un multitudinario, a la par que multipatético, brindis en la cervecería de Ricardo, escenario perfecto para este pacto inviolable, este vínculo sanguíneo, este compromiso sagrado. Una vez sellado no hay vuelta atrás.
Chin chin.
Salú e forza no cú, que dicen en La Coruña.

2.- Viernes, 11 de Febrero de 2017, la actividad del grupo Diosas que bailan la conga se reanuda con una captura del último mensaje: “ya podemos estar pariendo ese día al primogénito del heredero de Ikea que a esto vamos todas”

3.- Vero responde que emoji plátano+ donut, emoji berenjena+donut, emoji mazorca+ donut, agua+agua+agua+caballo.
Interpreto que sí, que ella acudirá a la cita cueste lo que le cueste. Que vendrá, si es necesario, en corcel. Me quedo súper tranquila y confirmo también mi asistencia.

4.- Sandra, Marta y Ana abandonan el grupo sin mediar palabra. Se me pasa la súper tranquilidad, frunzo el ceño, me muerdo el labio y gimo. Solo quedamos tres tristes diosas. Crisis en el Olimpo.
Pregunto qué pasa y nadie maquilla su versión ni un poquito: me dicen que tengo un severo problema de carlosboyerismo, que soy mandona, impuntual y que tengo mal perder.

5.- Me convenzo a mí misma de que todo forma parte de una burda conspiración, de que España es un país que se ha movido siempre por envidias y resentimientos, que los intelectuales tenemos la responsabilidad de no responder a esta suerte de ataques gratuitos en favor de la trascendencia histórica de la cultura universal y que ya verán estas lerdas cuando yo tenga mi propia columna en la revista de Ana Rosa.

6.- Perdono, olvido y me enfrento al futuro con positive attitude because life is a gift. Socorro, no puedo dejar de ser buena persona.

7.- Es broma. Se lo cuento todo a Ricardo. Esta penúltima y sucia traición, lo de cuando Marta se cayó en una zanja llena de caca y lo de que a veces se enrolla con un chico que trabaja en protección civil porque le pone cachonda hacerlo en el camión. Le pido que me acompañe por los viejos tiempos. Me dice que sí y me siento fatal: no tengo un sólo recuerdo nuestro de antes de que abriese el bar.

8.- Llegamos al cine y, no te lo pierdas, no hay cola. Ya verás como hoy que me he venido a lo Daenerys invadiendo Poniente en camisón y que de lo que llevo puesto lo que más abriga es la goma de la braga, sí hay sitio para dejar la ropa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
María
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6
31 de agosto de 2016
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su anterior obra, La Caza (2012), el danés Thomas Vinterberg elaboraba un sonrojante análisis de una sintética sociedad actual más tendente a operar desde la hipersensibilidad más superficial que desde la robustez de la conciencia, poniendo sobre la mesa cuestiones tan universales y frecuentes como la sobreprotección, la educación, los imborrables estigmas sociales, nuestra tendencia prejuiciosa, la lealtad, el devaluado valor de la verdad y la trascendencia de la mentira… todas ellas retratadas desde una perspectiva que enjuiciaba el desfigurado concepto de la sacrosanta unidad familiar.

Cuatro años después, sustituyendo la alfombra roja de Cannes por la del frío Berlín, vuelve a sugerirnos un debate concentrado en los mismos valores (o en la ausencia de ellos) con los que un día conquistó a público y crítica. Si bien es cierto que La Comuna (2015) carece de la profundidad reflexiva de su anterior trabajo y de su carácter hiriente, sí logra mantener intactos el espíritu reivindicativo -siempre tendente a mostrar la vulnerabilidad del ser humano- y la procurada objetividad, con que el que fuera niño prodigio del movimiento Dogma logra trenzar las subtramas de ambas “tribus”, sometiendo a juicio, sin necesidad de pronunciarse, enraizadas estructuras familiares y establecidos modelos sociales.
Las particularidades de la vida colectiva, ya descritas por Vinterberg en una obra de teatro estrenada en Viena allá por 2011, dan origen a esta adaptación cinematográfica que parte de una curiosa experiencia personal muy similar: al igual que el personaje de Freja (Martha Sofie Wallstrom Hansen), él también superó su etapa adolescente creciendo en un modelo de convivencia comunal del que ahora asegura resultó ser “un entorno muy estimulante en el que aprender a manejar el comportamiento humano” y que además le concedió la oportunidad de escoger a los integrantes de su más íntimo círculo fraternal, de ordenarlo y mejorarlo en base a sus preferencias o necesidades… y de eso precisamente habla la primera parte del film: de la gente que tienes cerca y de la que quieres tener, que no siempre tienen por qué ser la misma.

Erik y Anna, padres de la joven Freja, deciden, cansados de una existencia tediosa y rutinaria, que comienza a hacer mella en su consolidada relación matrimonial, convertir la enorme propiedad recientemente heredada por él en una organización colectivista en la que coexistir bajo su propia normativa, con la que consolidarán una innovadora dinámica familiar muy alejada del ideal hippie setentero: más al contrario, los dos protagonistas se perfilan como profesionales de éxito (él profesor de arquitectura, ella reconocida presentadora de informativos) acostumbrados a una forma de vida evidenciadamente privilegiada.
Planteada en clave de ligera comedia durante sus primeras secuencias, la exposición inicial ennegrece tono, enfoque y lenguaje cuando el colérico Erik (Ulrich Thomsen) se enamora de la encantadora Emma (Helene Reingaard, pareja de Vinterberg en la vida real), una de sus estudiantes. El grupo al completo acepta su inclusión como miembro tras someterlo a votación, provocando la tormenta emocional de Anna (la ganadora del Oso de Plata, Trine Dyrholm). Será ella quien sostenga en esta segunda parte todo el peso del ahora inquietante guión, construyendo un testimonio contenido e inspirado, descomponiendo a esa esposa herida y desorientada, incapaz de afrontar el sentimiento de desconsuelo, fruto de la pérdida, con la actitud abierta y tolerante que creía poseer.

El Lucas de La Caza y la Anna de La Comuna son víctimas respectivas de los incalculables daños directos y colaterales consecuentes de esos contratiempos que golpean imprevisiblemente sus apacibles vidas. Dos seres perjudicados por la falta de compasión e indolencia de la sociedad a la hora de emitir veredictos: él como objeto del prejuicio general y ella siendo expulsada del grupo de forma inmisericorde. Es en ese aspecto donde La Comuna -la obra- funciona más y mejor. Es su talante observador de la naturaleza humana y la respuesta de ésta ante el conflicto el que aporta cierta profundidad a un relato que no encuentra su sitio hasta haber cruzado su línea ecuatorial, conformándose hasta ese momento con ser una modesta descripción de un sueño de aumentar la familia, formulada con frescura y gracia, pero de rendimiento escaso e ingenuo.
Ésas son las grandes bazas de una cinta que no destaca en ningún otro apartado formal, quedándose muy justo en el tibio homenaje que su autor buscaba rendir de esa filosofía altruista y liberal que marcó su infancia y personalidad, despojándolo de toda huella nostálgica y convirtiendo esa añoranza generacional en un asunto menor. Resulta paradójico que intentando reprocharle a nuestro actual sistema de vida un carácter extremadamente individualista, caiga en el error de omitir el desarrollo de los demás personajes, desaprovechando imperdonablemente un maravilloso reparto coral que logra salir airoso, incluso, de las insultantes trampas con que guionista (el casi siempre -esta vez un poco menos- eficaz Tobias Lindhom) y director manipulan al espectador.
María
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