La trenza o piensa en global, debería haber sido el título de la película. No he leído el libro pero por desgracia he visto la película. En ella aparecen tres historias cada una desarrollada en un punto distinto del planeta y que tienen una conexión. Un nexo que nos hace pensar en un mundo global. Es decir, que nuestros actos pueden afectar a otras personas aunque no lo veamos. En la película se trata únicamente de actos que tienen un buen fin, llevándonos a un estado mental buenista que ralla la ingenuidad. Ingenuidad por cierto, que se presupone al espectador desde el minuto cero de la película. En ella todo nos es explicado, por si no lo sabíamos. Qué es un bindi, un Sij o las consecuencias que sufre una mujer tras quedarse viuda en la India. Tratándose de un libro esta información estaría justificada. Pero en la película, hasta se nos informa por adelantado de lo que va a pasar. La madre hindú le dice a su marido que sabe dónde guarda el dinero el maestro que humilló a su hija en la escuela y en la siguiente escena la vemos robándolo. La hija italiana se despide de su padre un día cualquiera tras multitud de besos y abrazos que nos dicen que va a ser la última vez que lo va a ver. Así que, lo de piensa en global, que podría haber sido la premisa de la película tampoco se cumple porque no nos deja ni pensar. Y tampoco nos da una visión global ya que sólo trata de los actos con un buen fin. Sin dejarnos vislumbrar las consecuencias de los actos con fines maléficos.

Esta es una película para todas aquellas personas que a pesar de convivir con el uso reiterado de la palabra empoderamiento no logran entender su significado profundo. Desde el principio de la película no podemos dejar de empatizar con la lucha diaria por salir adelante de Panayiota. Un salir adelante que vemos dinamitado por la economía, la sociedad... Pero la lucha es otra y podemos ser optimistas sabiendo que esa ya la está ganando. Panayiota logra encontrarse a sí misma en la vorágine de sus circunstancias.