Esta serie aborda de manera magistral temas tabúes que siguen vigentes en la actualidad, profundizando en los sentimientos más profundos y el verdadero daño que cada situación causa a lo largo de la trama.

Los personajes están excepcionalmente bien construidos y seleccionados. Cada episodio termina con la cantidad justa de intriga para que no puedas dejar de verla. Aunque predomina el drama, la serie presenta varios giros de trama sorprendentes.

En definitiva, es una serie completa con la que muchas personas se sienten identificadas, y eso es algo que no toda las series consiguen, además, nos muestra algo muy importante, cualquier dificultad es posible superarla, simplemente debemos dar el paso de pedir ayuda a las personas adecuadas, consiguiendo un cambio en nuestras vidas.

- Atmósfera impecable
- Actuaciones espléndidas
- Muertes brutales
- Final impactante
- Mensaje impresionante

¡GRACIAS POR LLEGAR A MÍ MARTYRS!

Buenas referencias a la original, incluso una muerte me resultó familiar hacia Viernes 13. Sin embargo, más allá de eso, la trama se siente bastante débil. Personalmente, no disfruté en absoluto la actuación de Anthony Anderson en el papel del jefe de la operación. Siempre esperaba que soltara algún chiste o se riera sin razón, como suele hacer en sus otras películas de comedia. Por esta razón, no logré tomármelo en serio.

La manera en como tardan en revelar el próximo paso del asesino crea una tensión constante que nos mantiene en vilo a lo largo de toda la película. Es esta habilidad para mantener el suspenso lo que hace que la experiencia sea tan cautivadora y emocionante en todo momento. Un claro ejemplo de que los antiguos slashers eran brutales y extraordinarios.

La manera en la que el protagonista comparte su historia es realmente conmovedor y, a la vez, impactante. La manera en que describe su propia evolución como personaje me dejó sin palabras; fue como si estuviera viendo una transformación brutal ante mis ojos. Lo más impresionante fue cómo la acosadora logró afectarlo tanto de una manera gradual, atrapándolo poco a poco en sus garras.

Resulta asombroso e inquietante a la vez, cómo el protagonista se ve impedido de denunciar a su acosadora, no porque carezca de razones válidas para hacerlo, sino más bien porque él mismo es una persona extremadamente dependiente. Parece que su necesidad de sentirse valorado y apreciado por otros es tan grande que lo paraliza, impidiéndole actuar en su propio beneficio. Es como si estuviera atrapado en un ciclo vicioso, buscando constantemente la aprobación externa sin darse cuenta de que él mismo es la única persona que puede otorgarse esa validación que tanto anhela.