Tenía mis reservas y prejuicios con respecto a la adaptación del libro de Ian McEwan, que es una novela tan maravillosa y profunda como compleja de llevar al cine, ya que narra con enorme habilidad una de esas historias en las que parece que no sucede nada pero está ocurriendo de todo, pero al ver la película me he dado cuenta de que mis temores, por suerte, pese a ser comprensibles, no se han hecho realidad.

La adaptación es francamente buena, la historia se plasma con acierto punto por punto para que el espectador conozca el pasado y las circunstancias personales de los dos protagonistas, con quienes empatiza por igual, y sobre todo, al igual que en el libro, se revela con acierto el principal tema: los estragos que causa en parejas jóvenes e inexpertas una mala educación sexual basada en la represión, el silencio, la ignorancia y los roles preestablecidos hombre/mujer, imposibles de cuestionar en la época en la que está ambientada la historia (años 50-60).

De obligado visionado, además, en estos tiempos en los que es esencial revisar nuestros conceptos de consentimiento y deseo y cada vez se hace más necesaria una educación sexual entre niños y adolescentes basada no en el porno sino en el respeto, la libertad, los afectos y la igualdad.

No pude ni pasar de la mitad, estaba sufriendo físicamente de ver lo que habían hecho a esa maravilla de película que es la original de los 80. Aquí no hay naturalidad ninguna ni química entre los actores (uno con cara de pánfilo y la otra bastante entrada en carnes, la verdad), todo es forzado y estúpido. Las conversaciones familiares que en la Dirty Dancing original eran reales, porque verdaderamente transmitían timidez frente a los padres, cohibición, valentía o miedo, aquí resultan de lo más artificiales y bobas, tan falsas como en cualquier serie mala de familias felices y buenrollismo impostado. Y lo mismo de los protagonistas, cero interés en la relación entre ambos. Y para mostrar una chica normal como era la Baby interpretada por Jennifer Grey, que sin ser espectacular ni tener medidas imposibles transmitía ternura, candidez y atractivo, no hace falta decirle a la actriz que engorde 80 kilos...

Vamos, una vergüenza y un dolor. Pobre Patrick Swayze si viera la basura que han hecho con una película tan querida por el público de todas las edades...

Que nadie venga con que no hay responsabilidad en la ficción, porque no es cierto. Somos las películas que hemos visto, las canciones que hemos escuchado y los libros que hemos leído, y el cine y todas las demás representaciones culturales forman conciencias. Porque el problema es que tanto la imagen que se da del hombre en ésta y la mayoría de las películas (descerebrados que sólo quieren follar y hacen lo que sea por conseguirlo) como la representación en clave cómica de una violación, en un país donde se comete una cada 7 horas, contribuyen a crear un imaginario en el que se perpetúa la cultura de la violación y se minimiza, se ningunea o se resta credibilidad e importancia a la violencia que sufrimos las mujeres. Eso es lo que hace "Ligones". Y no, no es humor ni se pueden tomar a la ligera supuestas gracietas que fomentan que este bucle no cese nunca.

Ni se puede justificar la violación ni se puede presentar como si fuera un chiste, algo divertido que se te ocurre hacer con tus amigos y que no tiene consecuencias. Si a nadie se le ocurriría hacer una comedia en la que se le da una paliza a un negro, ¿por qué sí sobre una violación?

Es difícil comentar todas las bondades de esta película sin caer en el spoiler, así que me limitaré a decir que ha resultado ser una gratísima sorpresa, de una profundidad (dentro de lo que cabe y dado el género infantil) mayor de la que parecería, con unos personajes tiernos, divertidos e ingeniosos y un mensaje ejemplificador sin caer en absoluto en moralinas tópicas, sobre la identidad y la igualdad. Muy recomendable.

Me acerqué a la película de James Franco con bastantes prejuicios, la verdad, porque consideraba harto improbable que ni él ni nadie supieran adaptar con suficiente maestría la colosal obra de Faulkner, muy difícil de llevar a la pantalla, pero cuando acabé de verla me pareció un trabajo más que aceptable, incluso notorio, ya que se mantiene muy fiel al texto y resulta una adaptación muy digna.