Un drama tragicómico, para reír llorando.
Dedicado a Leif Erick Olsen Pinto.
Los susurros del idioma francés quedan ocultos con la hilaridad que producen las situaciones en cada escena, incluso las dramáticas.
Dejaré el guión para lo último.
Excelente fotografía y los personajes tan metidos en su historia que transmiten todo tipo de sentimiento como si fuesen cada uno el mismísimo Shakespeare y eso lo logra un excelente director, donde logra magistralmente convertir una comedia en drama, un drama en una comedia, donde la melancolía se convierte en tragicomedia, pero todo con la justa medida sin redundar en el llanto, la risa, el odio y el amor.
La dirección es tan bien llevada, que los silencios hablan, los gestos gritan y la música habla por sí misma. Sin dar vueltas en cosas tan obvias, se las salta olímpicamente porque sabe que el espectador comprende esos consabidos pasos que otros directores llenarían la historia con ello. De hecho, la escena del funeral, que siempre es un mal recurso usado por los directores y tan sólo para dar a entender que obviamente alguien ha muerto, pero aquí no es el funeral, sino un bello discurso de homenaje.
Aquí es donde entra el guionista, que pone en cada página la cuota justa para que uno sonría, grite, llore o se carcajee y no necesariamente metiendo tanto personaje, sino que sólo dos sujetos ceñidos al escritor logran que el guión navegue al puerto de la entretención y mantenerse uno pegado a la historia.
La banda sonora no es la protagonista ni pretende serlo, pero cuando los silencios lo requieren, hacen que ésta sea gratificante entre las escenas.

Un documento que muestra practicamente todas las facetas del protagonista, algo de su hijo y casi nada de su familia; pero hasta los errores personales son mostrados de una forma casi didáctica.
La filmación en blanco y negro para realzar el dramatismo no encaja mucho en todo el relato, pero uno se va acostumbrando a ello.
Definitivamente la invención del color hace diferentes las tomas y son más difíciles para editar y conservar la pureza de los mismos, que las tonalidades grises, pero no por ello deja de ser un buen relato.

Los personajes hacen vivir la historia y el protagonista la hace sentir en medio de un bello vestuario de época, hermosa fotografía y la ambientación costumbrista realzan esta genial historia.
Destaco el personaje de los niños, porque es obra del director que los niños sean niños y no sobreactúen y aquí vemos gran desempeños de ello.

El director nos muestra el desenlace desde la adolescencia hasta la madurez del protagonista y logra el personaje hacernos sentir el tremendo dolor que le agobia y eso lo hace magistralmente el protagonista.
El manejo de los silencios hablan mostrando lo que nos quiere hacer ver el guionista.

Buena realización, vestuario, sus escenas costumbristas y bien desempeñado los personajes.
En ocasiones la música está sobre las voces, dando mas importancia a ésta cómo si fuese una película musical y no una historia contada.