Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de claquetabitacora
1 2 3 4 10 20 28 >>
Críticas 139
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
10 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Indiana Jones, el arqueólogo cuyas aventuras se convirtieron en estandarte y emblema de un estilo, fue la personificación del aguerrido héroe que no teme a nada ni nadie y a pesar de que, en contadas ocasiones, la fantasía empírica del propio género ofrecía cabriolas imposibles y situaciones que en más de una ocasión daban pie a dudas razonables [...]. Alejándose de misticismos y reliquias religiosas la idea era avanzar en la línea del tiempo unos cuantos años pero lo justo y suficiente como para poder mantener la esencia y el tono de aventura clásica. Si hay algo que define y configura al personaje de Indiana Jones es que siempre debe destilar y ofrecer ese sabor añejo, alejado y ajeno a la acción adrenalítica de planos cortos y montaje contemporáneo. Decidieron que lo suyo era ambientarla en plena década de los 50, con la Guerra Fría como telón de fondo, los rusos serían los enemigos, los extraterrestres como elemento fantástico y las míticas calaveras de cristal como el clásico mcguffin [...]..

Tristemente, “Indiana Jones y la calavera de cristal”, llega tarde. Demasiado. Todo lo que contiene no se puede negar que pertenecer al universo del Dr. Jones pero se antoja extraño, confuso, como si no llegáramos a reconocer los tics y maneras del personaje por los que tiempo atrás fue venerado y referenciado. Todo cuanto contemplamos resulta demasiado difuso, no tiene identidad propia y cuando la tiene, si acaso lo consigue, se convierte en un émulo o incluso en una copia, no barata pero sí manida, casi entumecida [...].

[...] Nos encontramos en la América de los años 50. Jóvenes guapos y rebeldes corren por carreteras extensísimas como si la vida fuese a durar un segundo. Mientras tanto aparecerá un convoy de camiones repleto de militares dirigiéndose hacia la meca de la ciencia ficción pulp: El Área 51. Lo que parecía una expedición se torna en un secuestro en toda regla y lo que eran soldados americanos no son más que los villanos de la función: los rusos. Lógicamente los nazis no tendrían razón de ser pero por la pose, indumentaria y forma de actuar estos nuevos enemigos se les asemejan tanto en forma como en resultado. Un coche para y del maletero salen dos personas secuestradas. Gracias a una sombra y un sombrero descubrimos que uno de ellos no es ni más ni menos que el famoso arqueólogo, Indiana Jones [...]. Irina Spalko, la villana de la función e interpretada por una entregada Cate Blanchett quien se esfuerza todo lo posible por resultar letal, eficaz y pérfida [...]. El problema radica que a pesar de ser una villana en ciernes funcional y dentro de los parámetros exigidos para conseguir ser creíble no hay una interacción completa entre Jones y Spalko. Puede llegar a superar en cierto grado a algún personaje de la trilogía original en comparativa (cítese A Donovan de la tercera parte) pero Blanchett, a pesar de hacer todo lo posible por resultar convincente dentro de su dialéctica y villanía, de sus dotes con la espada y su determinación hacia Stalin, no acaba de ser un personaje perfecto o redondo como uno podría esperar dentro de los villanos de la saga.

Podría decirse que este comienzo empalmaría perfectamente con el final de “En busca del Arca Perdida” pues descubrimos que aquel almacén de pasillos interminables donde se ocultaban los secretos mejor guardados del mundo no era ni más ni menos que el Área 51 [...]. También hay que añadir que toda ella, por derecho propio, se convierte en, quizás, una de las pocas escenas que ofrece una cinematografía que recuerda a las dotes innatas de Spielberg para el género, para sorprender y para demostrar que a estas alturas no necesita crecerse para seguir demostrando que en el arte de la narrativa es un auténtico maestro. Una vez se abren las puertas del hangar el misticismo del propio lugar recobra un aroma especial, como si de un sabor añejo, nostálgico y agradable se tratase [...]. El instante en el que Harrison Ford se mete de lleno en la acción frenética a la cual el personaje de Indiana Jones está acostumbrado llegamos al punto de no retorno, ese que nos deja clara una situación que por mucho que intentemos evitarlo y por mucho que cerremos los ojos a la evidencia es innegable. La edad avanzada del actor hace mella (y no para bien) en el personaje que lo consagró. Uno desea con vehemencia querer seguir viendo en faena al héroe del látigo, al arqueólogo aguerrido que lucha, tropieza y golpea (y viceversa) pero así como los personajes ficticios nunca mueren, nunca flaquean ni pierden las fuerzas los actores que los interpretan no pueden evitar perder la batalla contra el tiempo y la edad. La vejez es un grado pero no el que el personaje necesita [...].

[...] También se da presentación a uno de los personajes más antipáticos y poco acertados no sólo de la entrega sino de toda la saga: Mutt Williams. Se trata de chico inconformista, ataviado con chupa de cuero, montado en una moto y que intenta ser un guiño nada oculto de la rebeldía de los teenagers de la época a través de figuras representativas como Marlon Brando en “Salvaje” o James Dean en “Rebelde sin causa”. La pena es que más allá de ser un estereotipo y un intento de ser el nuevo sucesor del héroe resulta ser un personaje irritante e interpretado por un desdibujado Shia Labeouf demasiado ensimismado y siendo una muestra más del error de casting para esta cuarta parte [...]. A partir del momento en el que Jones y su joven acompañante abandonan territorio yanqui y se adentran en la parte más exótica y milenaria de la cultura maya el tono cambia por completo. La Ciudad Perdida de Akator, las líneas de Nazca, Francisco de Orellana, el Dorado y todo lo que representa el folklore de América del Sur intenta establecerse como el tablero de un juego donde los integrantes avanzan a través de pistas, aventuras, peleas y persecuciones [...].

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
23 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Citar a Alan Alexander Milne es nombrar, por derecho propio, la esencia de la infancia [...]. Aquellas narraciones formaron una serie de cuentos que acabarían por convertirse en cultura popular inmediata y a su vez en caldo de cultivo para que Walt Disney, quien también le leía a sus hijas las historias de Pooh y sus amigos, viera en esas narraciones material lo suficientemente atractivo para convertirlo en parte de su legado cinematográfico [...]. Claro, la obra original procedía de Londres y a pesar de que allí Winnie the Pooh era un icono cultural venerado y respetado, en Estados Unidos era un producto completamente desconocido. Eso conllevaba que no podían arriesgarse a estrenar un filme basado en algo que no contaba con la admiración del público [...]

Una de las cosas que más resalta por encima de todo es que estamos ante una película que no cuenta con ningún villano. Todo lo que contemplamos versa sobre personajes que viven, sobre problemas y circunstancias que hay que sortear, sobre aventuras que cualquier niño tuvo a bien inventar y en ningún momento hay situaciones de auténtico peligro, no hay momentos que puedan incomodar a los espectadores. Al no haber una parte mala o negativa en contraposición a los héroes de la historia todo cuanto sucede está expuesto para colocar a los niños en situaciones acomodadas a una sensación de bienestar pues hasta los momentos donde puede haber matices o situaciones tristes o dramáticas son solucionadas de la forma más rápida posible y siempre con la intención de tener un final feliz o entrañable. Por así decirlo estamos ante el título más infantil de toda la larga lista de películas auto proclamados clásicos de la compañía [...].

Otro elemento que llama la atención por su originalidad es que todo cuanto vemos se encuentra dentro de los márgenes del libro, literalmente [...] las páginas del libro se convierten en escenario de las propias historias y juega con efectos visuales acoplados a circunstancias concretas. Por ejemplo las letras vuelan cuando hace viento, si hay una inundación el agua arramblará con un montón de texto, si la historia se queda interrumpida en una hoja el personaje saltará a la siguiente de forma literal y si uno de los protagonistas está hablando la página volverá para que éste pueda terminar lo que está diciendo, rompiendo la cuarta pared e interactuando entre él y el narrador [...].

La película empieza con el cortometraje “Winnie Pooh y el árbol de miel” [...]. Adentrándonos en las hojas de un libro que se encuentra en el centro de la pantalla y a través de una canción melodiosa y pegadiza conocemos todos y cada uno de los personajes que irán pululando por las divertidas y entrañables aventuras pero siempre dentro de un lugar común para todos: el bosque de los cien acres. Por así decirlo la historia de esta primera parte podría concretarse dentro de una moraleja bastante sencilla y accesible para todos: la glotonería pasa factura y no es para menos. Pooh, adicto a la miel, no hará otra cosa que pensar en comerla y hará lo que sea para conseguirla. Y a pesar de intentar hacer ejercicio para bajar de peso el deseo por comer es tan fuerte que no podrá hacer nada para evitarlo ni controlarse. Tal es así que acabará engullendo, de forma literal, toda la que vaya encontrando (con hilarantes resultados). Su desmedida ansia por zampar hará que visite a conejo, a quien no dudará en dejarle sin una sola gota al no poder reprimir su deseo incontrolable ante el pegajoso manjar. Su gordura es tal que taponará la entrada de la madriguera resultando un problema. Mientras tanto hará acto de presencia Topo, creación inventada por el equipo Disney para añadir algo propio de la compañía al universo de Pooh, que aparece y desaparece sin mucho que aportar a la historia [...]. Y si bien es cierto que la historia podría haber acentuado un poco más los peligros de no controlar el peso o cómo puede pasar factura el comer demasiado todo está expuesto para una traca final más fantasiosa: desatascar al oso del agujero para incrustarlo en un árbol repleto de miel sirviendo como astracanada jocosa y como puente para la siguiente historia.

El siguiente corto, titulado “Winnie Pooh y el bosque encantado” (aunque su título original es mucho más acertado: “Winnie Pooh y el día tormentoso”), podría decirse que es mucho más original, creativo, hilarante, tierno y a su vez el que más moraleja contiene. Todo se encuentra dentro de un día de fuerte viento y debido a una explicación que le da Topo al respecto Pooh va a visitar a su amigo Piglet para explicárselo. Aquí nos encontramos con la carta de presentación de este nuevo personaje y en pocas líneas descubrimos que es un ser muy nervioso y preocupado por todo cuanto le rodea [...]. Como antes comentaba, a pesar de haber problemas serios como es el quedarse sin nada, la bondad y el preocuparse por los demás serán temas que irán apareciendo poco a poco para demostrar que ante la adversidad los amigos están para ayudarse sea como sea, cueste lo que cueste, se tarde lo que se tarde.

De golpe la historia toma un camino distinto e introduce una set piece donde tendrá su carta de presentación y su momento de gloria Tigger. Si bien es cierto que Pooh es el protagonista absoluto, este tigre alocado, alegre, ingenuo y repleto de vida será quien robe toda la atención convirtiéndose, quizás, en el personaje más querido por el público [...]. Otra de las razones por la cual este personaje representa a la perfección todo lo que simboliza esa parte de cualquier ser humano es que tiene una imaginación desbordante para las situaciones más comunes hasta tal punto de inventarse personajes ficticios cambiándoles el nombre (Efelantes y Guartas). Eso conlleva a que Pooh acabe teniendo pesadillas con los mismos en una de las escenas más oníricas, surrealistas y fascinantes de la película [...].

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
17 de febrero de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Ya en la época de Blancanieves y los siete enanitos, allá por 1937, Walt Disney estaba interesado en la adaptación animada del relato del S. XII y XIII “Roman de Renart” [...] Pero aún así no estaba del todo convencido pues aunque sentía fascinación por Reynard no creía que las aptitudes y cualidades del zorro fuesen una elección acertada como para convertirlo en el héroe del filme [...]. Cuando el maestro falleció en 1966 y ya enfrascados en la producción de “Los aristogatos”, Ken Anderson empezó a preocuparse cuál sería el tema sobre el que versaría la siguiente película animada. La historia de Robin Hood salió a la palestra y como suele decirse el resto fue historia pues el personaje y sus aventuras casaban muy bien con el estilo y el espíritu de la animación al cual estaban acostumbrados [...]. Si bien es cierto que el tema de “Roman de Renart” había quedado aparcado ad eternum el convertir al zorro en el héroe de nuevo no parecía mala idea después de todo así que se decidió que el animal que representaría a Robin Hood sería ese animal sólo que esta vez sería un ser inteligente, sagaz y avispado pero amigo de sus amigos y gallardo para los débiles.

El problema, de raíz, no es que hubiesen cambios sustanciales o si había una exposición más simple de la leyenda del personaje. Incluso, en definitiva, no había mucho desventaja si la película se alejaba bastante de lo que tenía en mente Anderson. El inconveniente y la dificultad es que Disney había fallecido. El equipo se encontraba completamente solo y ya no contaba con alguien que los dirigiese en el camino correcto como siempre había hecho Walt en todos y cada uno de los proyectos animados. Esta era la primera película en la que no contaban con ninguna directriz previa de él [...]. Sin lugar a dudas el título que siempre ha sido el distintivo y referente absoluto sobre el personaje del arquero de Sherwood es “Robin de los bosques” (Michael Curtiz y William Keighley, 1938). Su visión idílica, coloreada, brillante y ante todo glamourosa sobre el personaje hicieron de esta película el icono por antonomasia [...]. Tan sólo hay que ver la película animada para ver un auto reflejo no sólo en el estilo y el tono sino también en la indumentaria, la ambientación y la dirección. Es más, muchas de las escenas de la versión animada son muy parecidas al filme de 1938 como por ejemplo el duelo de arcos o el clímax en el castillo. Aún así la versión animada pretendía ser más sencilla, más directa y más breve.

Para empezar hay una cosa que queda clara con el Robin Hood de la compañía Disney. El diseño de producción es cuanto menos cuestionable. No se puede negar que hay un ahorro muy patente tanto en propuesta como en resultado. La animación es mucho más sencilla, el diseño de personajes es blando y aunque la fisonomía y anatomía es algo que los animadores dominaban a la perfección hay cierta dejadez en lo que a innovación y avance al respecto se refiere. No se puede negar que los movimientos, gesticulaciones y acciones siguen siendo un alarde de pericia pero todo cuanto vemos resulta un tanto acomodado, sin apenas novedades. Tampoco ayuda que los fondos son comunes dentro de los títulos animados [...]. Uno de los detalles que más destaca en ese aspecto es que “Robin Hood”, quizás, es la película con más reciclaje en el campo de la animación. Muchos personajes, escenas y acciones copian y emplean diseños y metraje entero de anteriores títulos para volverlos a reutilizar [...].

Quitando lo evidente y señalando los errores de peso de un equipo de dibujantes que había entrado en una época de difícil enfoque y sin saber por dónde tirar, no todo es malo en una película que sin lugar a dudas ofrece y contiene más de lo que pueda parecer a simple vista. Para empezar no se pierde en inutilidades ni tropiezos narrativos. Desde los primeros instantes va a lo que realmente importa: presentar los personajes y descubrir sus motivaciones. Es cierto que, como suele suceder en la gran mayoría de clásicos animados dentro de la compañía, el maniqueísmo es más que evidente [...]. Una vez terminan los títulos de crédito el narrador nos coloca en una época donde se hace patente la miseria, la pobreza, la opresión de un gobierno que sólo desea enriquecerse a costa de un pueblo oprimido. A los pocos segundos aparecen en escena los dos protagonistas de la función: Robin Hood y Little John. Amigos de aventuras y siempre activos para ayudar al débil y dar un escarmiento al villano de turno [...]. También ayuda que el villano de la función, el Príncipe Juan, sea un ser despreciable, infantiloide, enamorado de sí mismo y creyendo que merece ser recompensado por su vileza. Hay que añadirle una dependencia hacia una madre ausente quien no le dio aprobación alguna. Tal es su egocentrismo que no dudará en usurparle el trono a su hermano mientras éste se encuentra luchando las cruzadas. Sus dominios son un campo de horror, maldad y manteniendo al pueblo bajo un cúmulo de deudas, leyes e impuestos completamente injustos [...].

La película se divide en tres aspectos: la enemistad entre Hood y el Príncipe Juan, la interacción del pueblo con su héroe salvador y el romance entre el protagonista y Lady Marian. A través de estas tres secciones la historia irá avanzando sin apenas interrupciones innecesarias y siempre con la intención de convertir el producto en una aventura ágil, ligera y accesible. Incluso uno puede llegar a ver el romance como algo secundario, sin llegar a ser el eje central de la historia [...]. Lo que aquí prima es ver como en todo momento Robin Hood está al acecho para acabar de una vez por todas con un tirano que se ha auto proclamado rey sin merecer serlo. Por esta razón las escenas más interesantes son aquellas donde el héroe y el villano se enfrentan o mantienen en pugna sus propias ganas de acabar el uno con el otro [...].

- Continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
10 de febrero de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 15 de diciembre de 1966 podría decirse que fue el año que marcaría un antes y un después. Walt Disney moría de un cáncer de pulmón. Todo lo que significaba ese apellido para una compañía que se había convertido por derecho propio en el estandarte del género de la animación estaba ahora en manos de un grupo de animadores que se encontraban ante la encrucijada de decidir por ellos mismos qué hacer, qué decisiones tomar y qué películas presentar. “El libro de la selva” se estrenó en 1967 y el maestro no tuvo la oportunidad de poder contemplar la gran obra maestra que fue. Aún así, antes de fallecer, tomó interés por una historia basada y protagonizada por unos gatos de la alta sociedad francesa [...].

Por extraño que parezca la historia es auténtica. En 1910 una familia de gatos heredó una gran fortuna. Como suele decirse la realidad supera una vez más a la ficción. Fuera de esa anécdota y como punto de partida, todo el entramado se remonta al año 1961 donde Disney sugirió a Harry Tytle, uno de los productores más importantes de la compañía y hombre de confianza de Walt y a Tom McGowan, guionista, que empezaran a buscar nuevas historias de animales, algo que siempre le había dado beneficios económicos, para realizar una adaptación en imagen real y dividida en dos partes para el programa de televisión “Wonderful World of Color”. De entre todas las historias que encontraron McGowan se fijó en un cuento escrito por Tom Rowe que trataba sobre una gata y sus cachorros ambientada en la ciudad de Nueva York. Se pensó que podrían situar la acción en Londres pero eso hubiese llevado a que la gente lo asociase a “101 dálmatas” así que prefirieron ambientarla en París [...].

[...] Como siempre solía suceder, las discrepancias sobre el tono de la obra, sobre las diferencias creativas y sobre lo que a Walt le parecía bien o no dio como resultado que el guión original acabase en un cajón pero tiempo después se vio acertado que en vez de ser algo para la tele fuese una película de animación, rebajando el tono funesto y reduciendo el número de villanos, en este caso a uno sólo y dejando que el mayordomo fuese el malvado de la función. McGowan, después de haberse implicado en el proyecto, no estaba de acuerdo y se desentendió de él [...].

[...] En pocos minutos se hace una panorámica sobre un lugar que intenta presentar un estilo de vida idílico, muy lujoso y sin apenas preocupaciones. Aparte de que la protagonista, Madame Adelaide Bonfamille, cuya traducción del francés (“Buena familia”) deja claro que es una mujer acaudalada, sin problemas financieros y que vive en la última etapa de su vida teniendo a bien realizar un testamento para que cuando ella desaparezca sus mascotas, a quienes trata como si fuesen su familia, reciban su herencia. Los animadores se regodean en el estilo casi Art déco, colocando la acción en una especie de mansión palaciega, muy iluminada y con un mayordomo como símbolo de poder adquisitivo y estatus en la alta sociedad. En pocas pinceladas también descubriremos que en su juventud fue cantante de ópera. Y esa es otra de las intenciones de esta pequeña introducción. Intentar transmitir el mundo de la cultura de la época a través de los gatos pues su educación se centra en la música (el piano), el canto y la pintura (cuadros de toque pre cubista) aparte de la compostura y modales que da la buena educación.

Una vez la dueña deje cerrado su testamento ante su abogado, George Hautecourt, es cuando se dará presentación al villano de esta función que no es otro que Edgar, el mayordomo [...]. En pocos minutos la acción se centra en la desaparición de los gatos, la desesperación de su dueña por encontrarlos, la soledad de la misma ante la situación de encontrarse desamparada y el intento de Edgar por eliminar todas las pruebas sin que nada pueda relacionarlo con la vil acción. Pero en Disney nunca hay nada que haga perder la atención y una vez los felinos son abandonados en medio del campo estos deberán realizar el camino de vuelta. Es aquí donde entrará en pantalla el personaje que entra en contraposición a la vida acomodada, señorial, urbana y por ende atada a cánones y principios de sociedad. Se trata de Thomas O’Malley, un gato callejero, vividor, Don Juan y libre de ataduras. Pero a poco que uno conozca las intenciones de una empresa que siempre ha estado ofreciendo historias convencionales y encorsetadas al respecto sabrá por dónde van los tiros y cómo acabará todo a pesar de presentarse ciertas vicisitudes por el camino.

[...] Por un lado uno puede ver que la parte romántica entre Duquesa, que es como se llama la gata y O’Malley, el gato arrabalero es muy parecida y bastante deudora de “La dama y el vagabundo” (Clyde Geronimi, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1955). Las intenciones son claras: aburguesar al chico de la película. En los primeros momentos se le presenta como alguien que no tiene ataduras, que se busca la vida y presume de no necesitar nada de nadie como bien expone la canción “O’Malley del arrabal”, algo que podría llegar a considerarse una declaración de intenciones. Pero una vez aparece Duquesa y sus hijos en su camino entrará en un conflicto de intereses personal para llegar a la comprensión de que debe sentar la cabeza, aceptar que debe ser alguien de bien y convertirse en el hombre de la casa para poder darles estabilidad emocional a la familia. Eso sí, un pater familias acaudalado ante la jugosa herencia recibida. Pero claro, estamos ante una película que sigue a la perfección unos cánones establecidos por alguien que siempre idealizó la vida cómoda y que siempre representó el hogar como un lugar de satisfacción y seguridad. Para eso, en Disney, siempre han enfatizado un punto de vista conciliador y carente de sobresaltos emocionales al respecto [...].

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
8 de febrero de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
La razón principal por la que Steven Spielberg decidió hacer una tercera parte, más allá del éxito en la taquilla y perpetuar las aventuras del arqueólogo más famoso del séptimo arte, fue que quería pedir disculpas a los fans por la segunda entrega [...]. Tal es así que una vez se planteó dar el pistoletazo de salida para la tan esperada tercera parte (y en un principio última) serviría para enmendar el error y pero también para darle un final adecuado al personaje [...]. Lucas siempre tuvo en mente convertir el Santo Grial en el objeto sagrado a conseguir. Boam lo tuvo en cuenta en su libreto pero a decidió centrar la historia en algo que dio un giro radical a los acontecimientos y no fue otra cosa que introducir al padre de Indiana Jones como eje argumental. Su intención era convertir esta nueva entrega en una reunión familiar y exponer las rencillas, los reproches y las diferencias emocionales para aunar padre e hijo en una historia que iba mucho más allá de las aventuras clásicas [...].

Otro elemento que servirá de preludio es conocer al padre de Indiana (a quien sólo podremos verle las manos), quien demuestra tener un carácter duro, rudo, tajante y metódico. Alguien que se encuentra totalmente absorto en una de sus obsesiones, en este caso el Santo Grial y cuya forma de vivir su pasión por las reliquias y la arqueología será traspasada a su hijo en el futuro. [...]. Pero lo que nadie podía imaginarse es que el personaje del padre superaría al hijo en cuanto a carisma, presencia, mítica y actuación. Se convertía, por mérito del intérprete, en una contrarréplica madura, irónica, ácida en ciertos aspectos, solvente y ante todo inocente en cuanto al mundo de la acción y la aventura pues el convertir al padre en un ratón de biblioteca y sacarlo de esa zona de confort lo transforma en alguien neófito en el campo de las heroicidades. Todo lo contrario a su hijo quien la acción forma parte de su día a día.

Lo interesante del caso, en esta ocasión, es ver como el Santo Grial, otro clásico y típico mcguffin en la trilogía, sirve como puente para el reencuentro entre los dos personajes. Por así decirlo Indiana Jones necesita encontrar a su padre para encontrar el cáliz, no tan sólo para recibir su ayuda sino para acabar con los fantasmas del pasado y recuperar el tiempo perdido [...]. Pero el ir tras la reliquia arqueológica lo que encierra realmente es el reencuentro del héroe con su pasado, con su origen, con sus raíces y recuperar el amor de un padre ausente, distante, frío y seco [...]. Es impresionante al respecto ver la entrega absoluta de Connery para un personaje que podría haber caído en el esperpento o en lo irritante. Todo lo contrario. Su vis cómica entronca a la perfección con la seguridad de su hijo [...]. Porque cada escena compartida entre ambos es un ejemplo magistral de emocionales puntos de encuentro entre las distintas formas de encajar las cosas de un padre y un hijo. La dialéctica frente a la acción, la socarronería frente a la pericia o la bofetada ante la blasfemia o lo que es lo mismo: el respeto ante los mayores o la falta del mismo ante lo religioso. Por así decirlo lo agnóstico frente a la fe. Porque este último elemento, en esta entrega, es donde más se hace hincapié pues de ella depende que todo vaya hacia delante para dejar a un lado lo que cree Indiana. La fe es lo que le hará avanzar en las pruebas finales. Es en la última donde el héroe, alguien que siempre se ha guiado por lo práctico o lo tangible, deberá saltar al vacío ante una confianza absoluta [...].

Aún así, uno de los géneros que resulta raro ver y que está colocado con acierto es el de la comedia [...]. Y todas gracias al padre de Indiana. Su tozudez, su carácter empírico frente a según qué circunstancias y el estar siempre seguro de sí mismo hacen que sus expresiones, sus gestos y su forma de enfocar las cosas frente a la forma de ser de su hijo hacen que su forma de ser y actuar resulten acertadas. Hay tanta complicidad y tanta química entre ambos que podría decirse que el género de la screwball comedy tiene un claro ejemplo aquí. Porque no se trata únicamente de gags visuales o gesticulaciones acertadas como esa donde Indiana sonríe al haber acabado con los nazis que les persiguen mientras Henry pone en hora su reloj o éste destruyendo por accidente la cola del avión al no controlar la metralleta. Son diálogos y frases que encierran una comedia excelente como muestran la conversación en el zepelín o las frases ante el enemigo en el interior del castillo por decir sólo algunas.

Lógicamente, si querían volver a seguir la estructura de la primera parte los villanos debían volver a ser los nazis [...]. Quizás en este caso quien destacaría por encima de todos es Ernst Vogel como el coronel nazi que le hará la vida imposible a los protagonitas. Vogel es interpretado por un entregado Michael Byrne. Su presencia es perfecta y sus dotes como villano son creíbles en todo momento. Tristemente no sucede lo mismo con Julian Glover quien interpreta al malo principal de la función, Walter Donovan. No da la talla como tal y aunque sea un actor conocido en el sector su personaje se encuentra difuminado, su maldad es más digna de un villano de opereta que de alguien con las dotes maquiavélicas bien engrasadas. Incluso sus diálogos resultan superfluos y bastante toscos [...]. En cuanto a la parte femenina se cuenta aquí con Alison Moody interpretando a la Dra. Elsa Schneider. En este caso será la chica a la cual le darán un enfoque más acorde a las femmes fatales típicas del Hollywood dorado quien juega con su belleza y su inteligencia para ser una digna oponente a pesar de mantener una ligera guerra de sexos con Indiana Jones. Lógicamente no se podrá evitar caer en los clichés amorosos típicos del género como la escena del hotel [...].

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 10 20 28 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow