Amable adaptación de la novela homónima de Jack London en la que lo más reseñable son los impresionantes paisajes en los que transcurre la acción y el trabajo de los entrenadores de perros.

Al tratarse de una producción Disney se suavizan los pasajes más violentos de la trama como los relativos a las violentas peleas de perros por ejemplo.

Un joven Ethan Hawke encarna al protagonista de esta clásica historia sobre la amistad entre un perro huérfano y un muchacho bondadoso que sueña con hacerse rico buscando oro en los helados parajes del Yukón.

El nulo desarrollo de los personajes hace que el resultado final sea bastante superficial. Yo la vi en su día en el cine y la tenía completamente olvidada. Klaus María Brandauer está muy desaprovechado.

Una de las pocas películas en las que Bill Paxton es el protagonista siendo como era habitual secundario en títulos muy populares, especialmente los dirigidos por James Cameron con quien trabajó en varias ocasiones.

Se trata de una modesta producción independiente de cine negro, escrita y co-protagonizada por Billy Bob Thornton en los inicios de su carrera en los que ya demostró su faceta como guionista, de hecho, no tardaría en ganar el Oscar en ese campo por el film El otro lado de la vida.

Dirigida por Carl Franklin, que también tuvo su momento por aquellos años con trabajos como El demonio vestido de azul o A contrarreloj, cuenta la historia de un par de traficantes y la novia de uno de ellos, que después de perpetrar un robo que termina en una masacre, huyen de la policía en busca de unos socios que les compren la droga sustraída.

No ha envejecido mal, recuerdo que en su día tuvo buenas críticas y por eso la vi, pero de eso han pasado muchos años. Tenía ganas de volver a verla como adulto, ya que entonces tampoco me pareció nada del otro jueves, y la verdad es que me ha gustado más ahora que en su momento.

Tiene un guion sólido con buenas interpretaciones, Thornton está especialmente desagradable, y un gran trabajo de la atractiva Cynda Williams, lástima que su carrera no cuajara relegada sobre todo a la televisión.

A finales de los ochenta se estrenaron varias películas que hablaban sobre las organizaciones supremacistas norteamericanas y sus complots para cometer atentados, tal es el caso de El sendero de la traición, Arde Mississippi o incluso El cadillac rosa.

John Frankenheimer en esa época sobrevivía dirigiendo proyectos mediocres pero aquí consigue aderezar un policíaco bastante tópico, policía divorciado, expeditivo e incomprendido, que investiga dichas organizaciones a raíz del asesinato de un agente, logrando un resultado muy digno gracias a la interpretación del siempre minusvalorado Don Johnson, en esa época en la cima de su carrera gracias a Corrupción en Miami.

Quedan para el recuerdo, como ya han apuntado otros compañeros por ahí, la divertida secuencia con el psiquiatra parecido a Woody Allen y la escena en la que el protagonista vomita sobre un delincuente al que perseguía después de una buena carrera.

En su día pasó sin pena ni gloria y el ajustado presupuesto hace que tenga cierto aire a telefilm pero no ha envejecido mal y la profesionalidad de sus creadores hace que merezca la pena revisarla para hacerle merecida justicia. Buena.

El nombre de Roger Corman se asocia al cine de serie b de los cincuenta y sesenta, especialmente al género de terror pero también cultivó otros en títulos como La matanza del día de San Valentín o El intruso, en los que demostró que su talento e inquietudes iban más allá del cine fantástico y de terror.

Aquí tenemos un drama racial de argumento similar al de Matar a un ruiseñor, sobre un encantador de serpientes que llega a un pequeño pueblo del sur a comienzos de los sesenta en el momento en el que se revoca la segregación racial. Con su verbo fácil y demagogia consigue embaucar a los lugareños y alimentar su odio hacia los negros hasta el punto de desencadenar unos violentos acontecimientos que escapan a su control.

Un jovencísimo William Shatner, antes de convertirse en el capitán Kirk, interpreta convincentemente al agitador que busca fama y notoriedad a cualquier precio.

Picnic en Hanging Rock fue el segundo trabajo de Peter Weir como director y uno de los primeros éxitos del cine australiano.

Basada supuestamente en un hecho real, Weir adapta la novela homónima de Joan Lindsay, sobre la historia de la misteriosa desaparición de un grupo de chicas durante una excursión campestre. La acción transcurre en la Australia de comienzos del siglo XX, concretamente en el día de San Valentín.

Más que la trama en sí lo que destaca de la película es su misteriosa atmósfera, realzada por la emocionante banda sonora, esa flauta hipnótica, la belleza del paisaje hermosamente retratada por el camarógrafo habitual de su director Russel Boyd, y la maestría de Weir al narrar historias con delicadeza y buen gusto.