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España España · Madrid
Críticas de Naran
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Críticas 136
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
22 de abril de 2012
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un aire a españolada que echa para atrás, de castañuelas y largas boquillas humeantes. ¡Pero si hasta sale Marujita Díaz en sus años mozos cantando un delicadamente chistoso "mantón verbenero"! Pero no, se trata de una joyita de la época, que retrata crudamente una sociedad muy difícil.

Estamos ante un verdadero dramón al que, sin embargo, le cuesta perder la sonrisa. Somos testigos de las peripecias de una familia del campo que emigra del pueblo a un Madrid que prácticamente no ha cambiado nada. Involuntariamente profética: -"Llévame al cine a ver una psicológica"-. -"Ahora lo que se lleva es el neorrealismo, así lo llaman"- "¡Pero quién va a querer ver las desgracias de la gente!".

Aunque la historia raya en lo maniqueo, el guión sabe bordear con acierto los tópicos. Porque aunque la ciudad está llena de vividores y aprovechados, que sólo miran por su interés, la pela es la pela y lo mismo ocurre con aquellos del pueblo que dejan un trabajo duro pero honrado, con su jornal, por la búsqueda de una vida mejor y dinero fácil. Más que la miseria o la desesperación, es la codicia y el egoísmo. Hasta una familia honrada se niega a fiar un cuarto de judías a los vecinos, que ya está bien de vivir de gorra. No hay piña, desde el mismo momento en que la familia baja del tren, el primer tropiezo, y la desunión gradual.

Desterramos por completo el concepto de españolada. En el montaje, con la escena del padre en la fábrica. En el sonido, con la pelea muda de los gualtrapas en el camión nocturno. En la imagen, con el Chamberlán en la estación de tren. Que si bien el retrato incómodo y la crítica social ocupaban mayor protagonismo, la forma de contarlo (la escena del guiñol casero es genial) no se descuida nunca.

No sé qué gusto encuentran en sacar a la luz la miseria. Con lo bonita que es la vida de los millonarios. En Hollywood esto no pasaba.
Naran
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8
27 de diciembre de 2011
29 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Hollywoodland. Porque hay mucho cine detrás de The Artist. Más allá del hilo argumental que nos retrotrae a la época muda, de intertítulos, blanco y negro y música orquestral, nos encontramos ante un homenaje al cine con numerosas referencias y guiños a los años 20, 30, 40 e incluso 50. Pero la ilusión creada es prácticamente la misma.

Sea arriesgado, sea artificial, sea falso, todo está bien contado. Desde los conocidos títulos de crédito hasta los primeros pasos del sonoro, con los micrófonos torpemente ubicados y las voces desentonadas. La asombrosa caracterización de los personajes, embutidos en una fotografía que me recuerda los interiores de toda la filmografía de Bogart. La progresiva debacle del protagonista, que pasa de ser vivaz y sonriente a terminar depresivo y acabado, al contrario que nuestra pícara chica, alegre y estrella en ciernes. La música, cuando debe estar, y los silencios, cuando deben ser. Hasta el rescate del perrillo, "pues vale", pero resulta igual de entrañable.

Un bigotillo bien engomado, un lunar postizo pulcramente colocado. Una chaqueta y un sombrero colgados de una percha, un moño y un espejo, ¡qué escena!. La pastosa respiración del productor que mira por sus intereses, un perrillo hábilmente amaestrado, unos pasos de baile, y el engaño que sólo puede producir el cine.

La historia de amor, el nacimiento de una estrella, la decadencia de los que se quedaban atrás... Todo es predecible hasta la médula, porque hemos visto tantas películas hollywoodienses, de esas impecables que salían como churros, pero que dejaban el regusto de obra maestra. Es difícil no entusiasmarse.
Naran
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9
30 de agosto de 2011
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra póstuma de John Huston (dirigida en silla de ruedas y bombona de oxígeno), adaptación de la historia corta de James Joyce "Los muertos", un relato que escapa del registro del aventurero director: familiar, intimista, con la particular atmósfera de 1904.

Porque lo mejor para despedirse del cine es hacer una película sobre los muertos… aunque todavía estén vivos. Lo sabía, y lo deja saber. A partir del material literario de partida, este relato se descubre como una reflexión sobre la existencia el alma en los objetos, en los sueños, en las palabras, en las imágenes, en los momentos en blanco, en las ilusiones perdidas, en definitiva, en los recuerdos.

Existen dos categorías de espectadores para esta película. El que se duerme, aburrido de una hora de gris costumbrismo decimonónico irlandés, aunque sea intimista y elegante. Y el que se emociona con un final intensísimo y poético, donde se aprecia que la línea que separa a los muertos de los vivos es muy tenue.

Su reparto, en su práctica totalidad irlandés da mayor autenticidad a está película. Actores que transmiten una melancolía y una reposada tristeza que se contagia. Un ambiente cándido, que se torna en desgarrador. El otoño de la vida, evocador y marchito. Ese etéreo aire de nostalgia que desprende cada imagen, cada diálogo… La créme del gafapastismo costumbrista. Triste, melancólica pero sentida, honesta, y una obra maestra. Al menos para mí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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8
30 de julio de 2011
13 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá uno de las películas menos consideradas por los expertos del megalómano Mikhalkov, pero encantadora para los nostálgicos. Y es que es la nostalgia el motor de una película que recrea como pocas una historia de amor perdido mitificado con el transcurso del tiempo. Como si fuera realismo mágico, una historia narrada por el propio protagonista, ya maduro y camarero en un crucero, que recuerda ante uno de los pasajeros sus andanzas… con aire de cuento inventado.

A partir de ese flashback, la historia desvaría entre encuentros y reencuentros. Un amor entre aristócratas ociosos, aburridos en un balneario sin más distracción que eternos paseos. Mikhalkov retrata con ojos sabios el refinamiento de los italianos con la vida bohemia eslava -buena prueba de esto es el divertido recibimiento del pueblo ruso al protagonista-. Equívocos hasta el infinito, la película acaba por un tomar un giro entre esperado y melancólico.

A pesar de la maravillosa fotografía de Franco Di Giacomo en bellas localizaciones y la partitura de Francis Lai, el alma de la película sin duda es Marcello Mastroianni, ese Romano, mezcla poética, tierna y cómica. De cómo un hombre superficial y burlón puede dejar atrás sus caprichos para luchar por el amor de su vida.

Nostalgia y melancolía son las bazas de una película más sobre el amor, evocadora y delicada. ¡Ay! Un suspiro sin remedio.
Naran
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8
30 de junio de 2011
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Hombre y mujer. Amor y lujuria. Ruina y salvación. Una noche, todos se encuentran".

Una película con semejante frase promocional no puede ser contenida. En efecto, haciendo honor a la aclamada obra de Tennessee Williams, John Huston nos cuenta una historia de amor, sexo, celos y conflictos vitales. Mucho ruido, muchos sentimientos, mucha pasión, “La noche de la iguana llega a un nivel de exceso en el que es difícil respirar. Pero es una genialidad.

Un sacerdote retirado tras una crisis de fe, se dedica a hacer de guía turístico en México, acompañando a un grupo de profesoras. Entre ellas, viaja una sensual jovencita que muestra interés por seducirlo. La encargada del grupo despide al ex-pastor por su comportamiento, que se refugia en un hotel regentado por Maxine, antigua amante con la que mantiene una buena relación. Allí conocerá a Hannah, mujer rígida y anticuada que viaja con su abuelo. Las relaciones del guía con todas estas mujeres le marcarán para el futuro.

La noche de la iguana es un estudio de la mujer en sus diferentes etapas vitales, y de la perdición del hombre. También vale como comedia negra repleta de pasiones conflictivas, sin perder de vista el humor satírico con que el director retrata a sus personajes, todos de una riqueza inmensa. Y es que aquí la tortura existencial no se lleva por dentro.

"Un hombre acaba de experimentar demasiado con su saldo emocional. El mío se ha agotado". Lejos de su intención de enderezar su caótica existencia, nuestro atormentado protagonista se verá inmerso en problemas angustiosos, debatiéndose entre sus tentaciones frustradas y su deseo de paz. Una noche que muestra lo más oscuro de las almas, del contraste entre los anhelantes sueños y la agridulce realidad.

La película tiene dos puntos fuertes: su procedencia teatral, que aprovecha muy bien las localizaciones caribeñas para desplegar la pasión entretejida por diálogos geniales, y un reparto extraordinario. Richard Burton, la víctima de su propia existencia; Ava Gardner, madura, sensual, desenfadada propietaria del hotel donde se alojarán; Deborah Kerr, artista etérea; y Sue Lyon, malintencionada jovencita con ojos ardientes, que destila sexo por cada uno de sus poros.

Medida al detalle, cada elemento tiene su función. Ninguna escena, por absurda que sea, ningún personaje, por secundario que parezca, ni ningún diálogo, por artificial que resulte, están dejados al azar. Desde la comicidad hasta la poesía, La noche de la iguana es, en su imperfección, un retrato perfecto de la condición humana, del errático comportamiento humano y su propia perdición.
Naran
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