Interesante y olvidado slasher ochentero, que mezcla los tropos clásicos del género con algunos elementos puntuales y casi anecdóticos tomados de la decimonónica novela de Gaston Lerroux. Encontramos unos personajes de trazo grueso, apenas reducidos a arquetipos. Una protagonista pura e incorruptible a la que ayudan varios comparsas (el amigo friki, el novio apuesto, y la amiga más picaruela) se enfrenta a unos villanos bastante hostiables, encarnados por el dueño del centro comercial, una concejala sin escrúpulos (Morgan Fairchild, la única actriz que me suena, y por un anuncio de blanqueador dental, no por una peli) y un esbirro implacable a lo T-1000 de Terminator 2.

Todos ellos ven su vida alterada por Eric, aka El Fantasma del Centro Comercial, cuyo dominio son los conductos de ventilación del complejo. A lo largo de los 90 minutos que dura el embrollo se nos revelará progresivamente el por qué de sus actos a priori inenarrables.

Las muertes violentas tienen cierta gracia, y el maquillaje de efectos visuales, si bien no es Rick Baker, aguanta bastante bien. Quizá sea que la fotografía no es del todo mala y da cierto empaque al asunto. La calidad actoral es variable tirando a escasa, lo cual es lo esperable en este tipo de producciones.

No voy a enarbolar la manida (y cuñada) frase de "es tan mala que es buena" (sentencia a menudo indulgente emitida acerca de un buen puñado de truños que me ha tocado sufrir) pero lo cierto es que la película sí se encuentra en ese límite de lo tolerable; esa fina línea en la que, pese a lo justito y a veces sonrojante de la propuesta, hay unos mínimos valores de producción y un espíritu juguetón que logran salvarnos del aburrimiento y hasta podemos sonreír tiernamente ante algunos de sus defectos.

La he aprobado porque no ha insultado mi inteligencia, pero supongo que quien le dé un 4 ó un 3 también "tiene razón", si tal cosa es posible en un terreno tan pantanoso, parcial, y preso de fobias y filias, como es la "crítica" "cinematográfica" (entiéndase el doble - y separado - entrecomillado, usado de forma consciente y con toda la intención).

Agradecer y mandar un saludo a mi amigo Paco, que me estará viendo, y que desempolvó esta peli del olvido para mi disfrute y el de los usuarios de FA. Al ver el terreno virgen que era la ficha de esta película, no me he podido contener ¡Pues eso! ¡Un saludo, Paco!

Hay que ver como se rasgan las vestiduras algunos tildando esta película de innecesaria. Vaya, qué original, como con el West Side Story de Spielberg o el live action de La Sirenita (y no estoy diciendo que sean perefectas, pero tampoco hay que condenarlas a priori por ser adaptaciones). Otros hablan de agenda woke, o refrendan burlonamente otro gracejo cuñadesco: aquel que reza "para la próxima ponme a un Frodo negro y a un Gandalf homosexual" (que sí, que te hemos entendido, ya) ¿Hasta cuando vamos a tener que leer obviedades tan manidas que por repetición, pierden rigor y hasta su sentido? ¿Por qué hay tantos cuarentones hablando como si tuvieran ochenta años?

El original no es intocable y las relecturas o libres interpretaciones son plausibles, respetables y hasta refrescantes. Algunos quisieran quizá prohibirlas, o eso se trasluce de una crítica tan agüerrida aludiendo solo a su reparto multicultural (para algunos punible) e inexactitudes históricas (para otros imperdonables). Os importa demasiado, creo yo. Nadie niega la valía de la obra original, ni de la respetada adaptación de Rappenau.

Personalmente aplaudo la propuesta de Erica Schmidt (convertir Cyrano en un musical pop, y cambiar la nariz por la estatura), admiro la calidad de sus composiciones, así como las estilizadas imágenes de Joe Wright y el genio actoral de Dinklage. Si bien esta suma de talentos no llega a ningún cénit de excelencia, y solo cristalizan en una película un tanto convencional bajo su apariencia innovadora, poco importa, es muy disfrutable, cada plano es un cromo, cada canción es una suave y pasajera catarsis emocional.

Por lo que he podido leer, este musical es un poco un capricho de Schmidt (pareja sentimental del propio Dinklage), quien construyó sobre las tablas de Broadway (y lleva ahora a los cines) un vehículo para el lucimiento de su marido. Quizá esa libertad para hacer y deshacer que a veces da el dinero, haya levantado también algunas ampollas.

Ante esa airada afectación yo prefiero decir no al inmovilismo cultural, y defender la mutabilidad de las historias, porque nada es intocable, ni siquiera los clásicos. No es plan de ponerse ahora a enumerar, pero cabría preguntarse si muchos de nuestros intocables no son sino revisiones (con no pocas licencias artísticas) de los clásicos de nuestros padres. Podría daros una lista bien larga. Ah, pero eso no interesa. Interesa poner a pelear los dos únicos Cyranos que conoces, con el que creciste y este. Ahí falta madurez y sobra pasión desmedida (y mucha ranciedad también).

Hughes relata su crónica personal sobre casarse a los 20. Se nota la implicación en el guión y la carga biográfica, pero a pesar de que las intenciones son buenas y los actores son competentes, la película se queda a medio gas. Es una de las más flojas de su director.

Tiene alguna frase sesuda y muy inspirada, pero los personajes están a medio perfilar. Intenta ser original haciendo uso de un lenguaje visual que encuentra sus referentes en el mundo de la publicidad (profesión que ejerce el protagonista, y el propio Hughes en su juventud) pero se queda en una simple curiosidad.

No es un completo desastre, pero no está a la altura de los títulos que hicieron grande a su director.

Hoy nos resulta chocante, pero hace 40 años, que un padre se hiciera cargo de sus hijos mientras la esposa trabaja, bien podía ser una propuesta humorística.

En efecto, la película excusa y justifica al personaje de Keaton, perdonando y hasta celebrando su ineptitud en las tareas domésticas. Aquí la película es hija de su tiempo. No ocurre lo mismo con el personaje de Teri Garr. Una mujer en un mundo de hombres, sale sin embargo airosa de las zancadillas y encerronas de su jefe y el resto de su equipo, en lo que podría entenderse como un tímido empoderamiento.

No creo que se busque hacer un discurso de género, más bien juega al humor con unos personajes alocados de trazo grueso. En los 80, un 'señor mamá' era algo que hacía gracia.

La película está a años luz de los posteriores logros de Hughes, pero se deja ver, gracias principalmente al buen trabajo de la pareja protagonista y a un tono amable que provoca alguna risa genuina.

Tras el éxito de la trilogía espiritual que constituyen Dieciséis velas, El club de los cinco, y La chica de rosa, el estilo de Hughes estaba definido por completo, y eso se nota en Una Maravilla con Clase, un producto canónico de su creador, aunque tengamos a Howard Deutch a la dirección.

Algunos podrán achacarle falta de originalidad o de riesgo, pero a mi juicio, la fórmula ganadora de Hughes (su retrato de unos adolescentes de comportamientos casi realistas y con cierto fondo dramático) aun no se había agotado y aguanta bien en esta historia de tintes agridulces, un poco menos humorística de lo que nos tenía acostumbrados.

Es curioso ver a Lea Thompson como interés amoroso de Eric Stoltz, con quien compartió escenas en 'Regreso al Futuro' antes de que el actor fuera sustituido por Michael J. Fox.