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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.229
Críticas ordenadas por utilidad
10
1 de mayo de 2021
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
141/37(30/04/21) El 25 de abril de 2001, hace 20 años, se estrenó en Francia este film que reside en el Olimpo de mi cinefilia, y con motivo del Aniversario de su estreno lo he vuelto a revisar, y como el buen vino y el gran cine gana, en matices, en descubrimiento de pequeños detalles, la inmersión en este París atemporal lírico es de los que te marcan. Jugando con el título original de esta espléndida película diría que esta representa el Fabuloso Mundo del Cine, el Séptimo Arte debe tener como misión principal sorprenderte, emocionarte, trasladarte a universos mágicos, hacerte sentir mejor persona, que cuando acabe sientas que has asistido a algo único, y esto el director galo Jean-Pierre Jeunet lo consigue con creces en su obra cumbre “Amelie”. Es de esas películas que definirlas es limitarlas, sientes que más que ser espectador estas asistiendo a una experiencia cuasi-religiosa, sientes (por lo menos yo, que la vi en el cine) las imágenes de la pantalla te desbordan y te sientes parte de la historia, te envuelven en su poético relato, una humanista narración, apabullante de personajes humanos, gente común, pero única en sus manías, todos somos islas buscando puentes que nos unan. Seres disfuncionales (como en realidad somos todos), que disfrutamos de pequeños placeres (como Amelie haciendo rebotar una piedra en un estanque de agua)como ese padre que no toca a su hijita más que una vez al mes para el chequeo médico, una mujer que no gusta que la rocen desconocidos, un tendero sátrapa, un empelado manco bajo de autoestima, una viuda que perdió a su marido en el Mont Blanc, un celoso empedernido, una estanquera hipocondriaca, o un coleccionista de retratos tirados de fotomatón.

Una comedia romántica escrita por el propio Jeunet junto a Guillaume Laurant (“Largo Domingo de noviazgo” o “Donde está mi cuerpo?”), en una epicúrea historia ambientada en el parisino barrio de Montmartre, un guión que debería ser una lección para algunos petulantes que se dicen guionistas, desbordante de imaginación, proyectando alegría de vivir, energía, pasión, ilusión, ello apoyado en recursos de humor inteligentes, con sub tramas mordaces, con un romanticismo trémulo, rodada con majestuosidad, creando un mundo aparte, me genera esperanza que más de cien años después de creado el Cine aún hay gente que sea capaz de ofrecer algo nuevo y refrescante. Donde la inventiva es un torrente sin fin puesto al servicio del entretenimiento y además de hacerte reflexionar sobre el egoísta mundo que nos hemos construido. Todo ello desarrollado con un ritmo trepidante, donde las viñetas colaterales de sub historias enriquecen el conjunto y dan solidez a este cuento de hadas moderno, donde la mejor de las Hadas Madrinas como es Amelie nos ilumina.

Sustentado todo en una estética parte aguas, donde la fotografía del maestro (5 veces nominado al Oscar) en la materia Bruno Delbonnel (”Largo Domingo de noviazgo” o “A propósito de Llewyn Davis”), extasiando con sus cromatismos esplendentes, con hábiles contrastes lumínicos , donde predomina los amarillos, verdes, y rojos, trasladándome una atmósfera de calor humano, de placidez surrealista fantástica, y esto sumado a movimientos de cámara asombrosos, con tomas cenitales, planos generales gráciles, con prodigiosos slows, contrapicados, impresionantes primeros planos del rostro hipnótico de la protagonista, donde sus ojos nos absorben, con giros maravillosos, con dramáticos zooms, Homérica labor (con mucho mejor que la que le ganó el Oscar ese año “El Señor de los Anillos I”);...

... Esto fundido con los f/x coordinados por Séverine De Wever (“Las vidas posibles de Mr. Nobody” o “Micmacs”) de modo fluido para punzarte y hacerte no parpadear para no perderte un detalle del tsunami que te inunda, con sobreimpresionados, fotos clonadas que hablan entre sí, la licuación de Amelie para emitir su estado, pantalla dividida, el retorcido humor negro en el aplastamiento a las puertas de Notrre Dame de un personaje, etcétera; donde París es co-protagonista, gracias al fenomenal diseño de producción de Aline Bonetto (“Largo Domingo de noviazgo” o “Wonder Woman”), creando una capital francesa de ensueño; esto ayudado por la gran edición de Hervé Schneid (“Delicatessen” o “Largo Domingo de noviazgo”), que genera cortes de modo límpido creando sensaciones en el espectador; Y todo esto envuelto en una de esas bandas sonoras que consideró de las mejores, de las que se recuerdan por siempre, la de Yann Pierre Tiersen (“La vida soñada de los ángeles” o “Goodbye, Lenin!”), la que escucho mientras escribo, esos acordes de piano del tema “Amelie” que flotan en tu mente cual caricias placenteras, esos acordes de violín y acordeón del grandioso “La Valse d'Amélie”, ese alegre “La Noyée” a acordeón, el melancólico piano de “Comptine d'Un Autre Été”, es todo un festín para todo buen melómano; En este film los astros se han rozado, las constelaciones se han unido, las musas la han tocado, Dios creo que existe por películas como esta.

Nos cuenta la vida de una tímida camarera, encarnada por la sensacional Audrey Tautou, que decide cambiar la vida de quienes la rodean para mejor mientras lucha con su propio aislamiento (quizás inspirada en la “Emma” de Jane Austen). Jeunet que originalmente escribió el papel de Amélie para la actriz inglesa Emily Watson. En ese primer borrador, el padre de Amélie era un inglés que vivía en Londres. Sin embargo, el francés de Watson no fue fuerte, y cuando no estuvo disponible para rodar la película, debido a un conflicto con el rodaje de “Gosford Park”, Jeunet reescribió el guión para una actriz francesa, Audrey Tautou fue la primera actriz a la que audicionó después de haberla visto en el póster de la película de 1999 “Venus Beauty Institute”, bendito cambio, pocas veces una irrupción en cine ha sido más deslumbrante, imposible no enamorarse de esta dulce Amelie, como se nota lo está la cámara que la acaricia en desbordantes primeros planos,... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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4
29 de junio de 2020
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
191/40(28/06/20) Grotesco remake del popular film de 1974 protagonizado por el estoico Charles Bronson ý dirigida por el artesano de la acción Michael Winner (que dio pie a una saga), que tampoco es que fuera una maravilla, pero comparada con esta de Eli Roth con Bruce Willis de protagonista es “Ciudadano Kane”. Tenía ganas de ver esta versión por saber que podría aportar el guión de Joe Carnahan (“Narc”) al libreto primigenio de de Wendell Mayes que a su vez adaptaba la novela homónima de Brian Garfield de 1972, pero lo que en la original era un cuando aire setentero serie b, con acción y tiroteos secos, con un debate sugerente sobre si podemos tomarnos la justicia por nuestra mano, ello en un contexto de una urbe sumida en el terror de las pandillas y narcotraficantes, pero este clima no se respira hoy día, y parece esto impostado desde el corifeo de la voz en off de una radio espetando los niveles insoportables de crimen en Chicago. Aquí deriva en un mensaje rancio y simplista, sin fuerza alguna, propio de un infantilismo grimante en su ideario ultra fascista de culto a las armas, quizás patrocinado por la ANR y por ende producto alabar por Donald Trump, donde parece que nos estén diciendo que no es que tenemos el derecho a llevarlas, si no que tenemos el deber de utilizarlas. Esto ya lo llevaba la de 1974, pero al menos su juego artero se notaba destinado a mentes simples que disfrutan con productos escapistas, aquí pretende más y se toma en serio a sí misma y la ‘caga’. Nada que ver con otra que hace poco trataba temas similares como “Prisioneros” (2013) de Villeneuve y lo había generando en su complejidad y hondura tono incisivo potente.

Como primeras alteraciones están que pasamos de Nueva York a Chicago, que el protagonista Paul Kersey pasa de ser un arquitecto a ser un cirujano, y que en la Home Invasion, de modo timorato y cobardica el director no hace que los asaltantes violen a la hija, la que era la escena más impactante de la de Michael Winner, aquí todo se ventila con dos disparos (y no se sabe porque no rematan la hija para no dejar testigos; Como no se sabe quién llama la ambulancia; como no se sabe cómo un tipo acomodado de cirujano como Paul Kersey no tiene alarma en su residencia) . El modo en que este protagonista pasa de cirujano a vigilante nocturno vengativo resulta inverosímil, asistido por videos risibles de tutoriales de youtube (aportación moderna, como lo es el modo de hacer viral a “El Ángel Exterminador” a través de un video viral de móvil), donde el personaje a pesar de estar dedicado profesionalmente a salvar vidas, no tiene dilemas morales al ir matando fríamente cual videojuego, ello en una trivialización de la violencia que resulta aberrante por el enfoque que se quiere dar de hacerte reflexionar. Por supuesto que hay muchísimas películas que banalizan la violencia, y algunas son muy buenas, pero lo hacen sin tomarse en serio (ejemplo de los últimos es la saga “John Wick”). Producto moralmente vomitivo que si te paras a pensar un segundo hace aguas con mayor estrépito que el Titanic. Quedándome un thriller de acción olvidable y superficial en su ideología reaccionaria, donde todo se siente tan artificioso como unos personajes acartonados (que habría pasado si eliminan al hermano y a los policías del guión? Pues que la película sería la misma por la nula interacción de estos con los acontecimientos), capitaneados por un insulso e inexpresivo Bruce Willis, que en su modo de comportarse es una especie de “Unbreakable” (2000) que el encarnó, donde incluso mantiene la imagen con la muda con capucha, cruzado con el justiciero de la noche Batman, pariendo entre las dos un film mediocre, ello contraponiéndose a unos villanos desprovistos de mínima alma, meros guiñoles que se comportan de modo burdo. Sumándose una visión bastante reprochable de racismo y clasismo.

Se intenta proyectar un debate sobre si es bueno o malo este justiciero, ello con el altavoz penosamente ideado de unos debates radiofónicos con unos tertulianos más planos en sus argumentos que el encefalograma de Napoleón, donde se nos quiere dar imparcialidad y todo está 99% enfocado a que es justo los justicieros, no hay ambigüedad alguna. Se nos quiere ofrecer una transformación del protagonista, para ello al principio nos lo muestran como un manso, con escenas tan chirriantes como esa discusión que tiene con un padre en un partido de futbol de su hija, que termina intermediando su esposa, solo grita sus carencias orgánicas. Asistimos al Santa Santorum de una familia salida de un anuncio de catequesis, la esposa e hija (Elizabeth Sue y Camila Monroe) preciosas y rubias, la hermosa chica acaba de elegir Universidad, es la noche de cumpleaños de la hijita, la madre en ausencia de su buen marido ejerciendo de salva-vidas en el Hospital, prepara una tarta de celebración, no puede ser todo más idílico y a la vez vomitivo, y entonces la Home Invasion. Pues todo se resume al final (o al menos eso quiere el guión) en que el suegro dispara a unos cazadores furtivos y dice a su yerno que la policía no puede ocuparse de todos los malos (o algo más o menos así). Y voilà, ya tenemos cociéndose al Justiciero del título, y entonces cual Elegido Divino (hay una escena en el rush final donde de nuevo aparece el elemento cuasi-Divino de su misión cuando la suerte vuelve actuar en modo bolo), Dios le ‘regala’ una pistola glock que él recoge como espada deidífica a la que rinde culto aprendiendo a manejarla. Ello reflejado de modo repelente en un montaje paralelo a pantalla dividida en que Paul aprende por un lado a desmontar y montar el arma y por el otro lado vemos movimientos similares para operar a Paul en el hospital, edición con la música de fondo de Back in Black" de AC/DC. Entonces saldrá por las noches al azar en busca de ‘malhechores’, al principio todos negros (¿?), teniendo un momento ochentero con uno al que acribilla con una frase lapidaria (“Soy tú último cliente”).
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TOM REGAN
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7
19 de febrero de 2020
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
34/11(18/02/20) Segundo capítulo de la serie de culto antológica de la BBC creada por Steve Pemberton y Reece Shearsmith, media hora de episodios auto-conclusivos con diferentes personajes, revestidos de imaginación perversa puesta al servicio casi siempre del humor negro. En este caso dirige MattLipsey (“Little Britain”) un capítulo de humor tétrico que en realidad es un cross-over (o excusa) para regalarnos un capítulo cuasi-extra de la anterior serie creada por el binomio Pemberton & Shearsmith, me refiero a “Psychoville” (para la BBC 2), que estuvo en pantalla del 2009 al 2011, con 14 episodios, el episodio ambientado completamente en su apartamento, filmado en una sola toma (un homenaje a Hitchcock’s Rope) fue la inspiración para Inside No.9. Siendo este cruce dado de modo sorpresivo cuando se abre la puerta de un apartamento donde están sucediendo sucesos extraños y aparece David Sowerbutts (Steve Pemberton), estrafalario personaje perteneciente a la mencionada producción, añadiendo otros personajes, como la madre de este, Maureen (Reece Shearsmith), y el clown (Reece Shearsmith), siendo el centro de este capítulo el flash-back de la disfuncional relación materno-filial que se extiende más allá de la vida. Si has visto Psychoville puedes sentir mayor satisfacción con el guiño, pero si no la has visto también disfrutaras. Estando el escenario en el número 9 de una residencia (anteriormente el 2), donde hubo una muerte en extrañas circunstancias, motivo por el cual se rebajó su precio y a la que llega unos recién-casados, Beattie (Jenna Coleman) y su novio Sam (Kadiff Kirwan), y donde ella comienza a sufrir acontecimientos extraños, hasta que un día tocan a la puerta y aparece el peculiar antiguo residente de este hogar.

Es media hora muy propia de los creadores, jugando con muchos de los elementos que nos han cautivado de los seguidores, como es la mezcla entre el humor mordaz y el thriller de terror, añadiendo giros sorpresivos que producen muecas de sonrisas por el ingenio e imaginación, ello siempre en un final del que siempre esperamos de la vuelta a lo visto, y en este sentido el capítulo no defrauda. Elevando el resultado escenas de comedia, que van desde los delirantes diálogos (el comentario sobre las deposiciones de la Reina inglesa), frases (‘Ojalá pudiera matar a la muerte. Entonces no podría matarte’, David), dobles sentidos verbales en inglés (La madre: "Lo inventaste?", respuesta de David:"No, John Donne", y le corrige la madre: "Fue John lo hizo, David. John lo hizo"), situaciones turbadoras (el baile entre madre e hijo con el tema “Guess the serial killer”; la madre dirigiendo digitalmente las micciones de su hijo; o la sesión de bebes adultos que lleva la novia de David, Emily [personaje de “Psychoville], donde está ese tipo con perilla [David Bamber que también aparece en “Psychoville”] haciendo una radiografía del porque gusta de transmutarse en bebe), o momentos de terror estremecedor (esa sesión de payaso del horror; pero sobre todo el tramo infanticidio, con esa imagen nadir del bebe a punto de ser hervido). Y por supuesto está el gusto de creadores por aparecer en papeles muy disfrazados, aquí esto atomizado con travestidos.
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TOM REGAN
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6
5 de diciembre de 2019
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
219/01(01/12/19) Interesante capítulo de la serie (el 11 de la primera temporada) antológica de culto creada por Rod Serling, The Twilight Zone, se emitió originalmente el 11 de diciembre de 1959. Es una adaptación de Serling bastante libre del cuento de Richard Matheson "Disappearing Act" (La historia se publicó por primera vez en la edición de marzo de 1953 de The Magazine of Fantasy and Science Fiction), dirigido por Douglas Heyes (nueve episodios realizó durante la primera y segunda temporada de la serie). Gira en torno a tres astronautas que acaban de regresar a la Tierra, y comienzan a sucederles hechos extraños. Es un relato que explora la paranoia, el miedo a dejar de existir, a que el mundo te engulla en medio de la nada, ello desarrollado de modo fluido, indagando en la psicología del protagonista, apoyado en un notable Rod Taylor, que transmite el temor de forma que te cala. Como es cuasi-norma en la serie, hace de la frugalidad de medios bandera, en este caso filmando todo en interiores, siendo lo importante el transmitir ese miedo a lo desconocido, te atrapa en sus redes sobre todo por querer enterarte del porqué de lo que sucede, deseas tener una respuesta coherente, pero el episodio patina en este aspecto, pues en su final decepciona, pues realiza un triple giro mortal que estropea mucho de lo bueno, que explicaré en zona spoiler.

Narración de apertura:
"Su nombre: X-20. Su tipo: un interceptor experimental. Historia reciente: un aterrizaje forzoso en el desierto de Mojave después de un vuelo de treinta y una horas novecientas millas al espacio. Datos incidentales: la nave, con los hombres que la volaron, desapareció de la pantalla del radar durante veinticuatro horas ... Pero los obenques que cubren los misterios no siempre están hechos de una lona, como este hombre pronto descubrirá en el otro lado de la puerta de un hospital."

Tras una misión espacial el Coronel Clegg Forbes (Taylor) visita al mayor William Gart (Hutton) en el hospital. Forbes está en un estado de casi pánico, e inmediatamente comienza a interrogar a Gart sobre su misión y las secuelas. Forbes le muestra un periódico que proclama con orgullo que dos astronautas regresaron a la Tierra; solo Forbes afirmó que había tres hombres en ese cohete experimental X-20, porque el X-20 tomó tres hombres para volarlo. Gart no recuerda a ningún tercer hombre; lo que es peor es, tampoco nadie más.

Puede pecar el episodio que llegado a cierto punto, donde se explica que un personaje ha desaparecido, entramos en un bucle donde ya no sorprende, me refiero al tramo a partir de que va a su apartamento el protagonista, se estira sin dar un elemento que haga avanzar lo que vemos, hay un parón, solo para desembocar en un rush final atractivo, pero que como he mencionado en su epílogo desbarra. También cabe achacarle demasiada sencillez, pues cuando te han expuesto el problema todo es un ir hacia adelante sin más, no hay nada que alimente esta intriga, esto se podría haber paliado si llegados a un punto se hubiera detenido (me extiendo en spoiler), pero al querer rizar el rizo se pasan de vueltas.

Rod Taylor da un gran rendimiento en el capítulo como el Coronel Clegg Forbes, proyectando el desasosiego y delirio que nos hace entender su paranoia a un miedo invisible que puede tragárselo, teniendo un esmerado arco de desarrollo, con gran capacidad expresiva, haciendo que el espectador sienta cierto estrés en su caída al vacío. Taylor era un actor nacido en Australia que ha pasado a la historia del cine por dos papeles, por el de H. George Wells en “The Time Machine” (1960) de George Pal y el Mitch Brenner en “The Birds” (1963) de Alfred Hitchcock; Jim Hutton cumple en un rol un tanto percha de Forbes.
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TOM REGAN
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6
23 de octubre de 2018
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
121/04(05/10/18) Irregular realización de suspense en intriga psicológica del maestro londinense Alfred Hitchcock en su primera realización en technicolor, ejercicio de estilo realziado en en una (falseada) única toma, y en tiempo real, relato que parte de modo atractivo, centrado en idea darwinista del teutón Friedrich Nietzsche del superhombre, un crimen puede estar justificado por ser los asesinos de intelecto superior a la víctima, juegan a ser Dioses, los protagonistas matan a un tipo solo por ser ordinario, e intentan regodearse en su superioridad moral montando una cena con el muerto en el centro de la acción (escondido en un arcón sobre el que está el catering y unos candelabros), pero su desarrollo peca de irregular y poco creíble, con personajes demasiado artificiosos. El guión de Hume Croyn (“Atormentada”), Arthur Laurents (“West side story”), y el no acreditado Ben Hecht (“Notorius”), se basa en la obra teatral homónima de 1929 de Patrick Hamilton (“Luz de gas”), inspirándose en el crimen real de Bobby Franks de 14 años de edad, en 1924 en la Universidad de Chicago por parte de los estudiantes Nathan Leopold y Richard Loeb. Crimen del que también se inspiraron las cintas posteriores “Impulso criminal” (1959) de Richard Fleischer y "Swoon" (1992) de Tom Kalin. Fue el primer encuentro del director inglés con el gran actor James Stewart de los cuatro que tuvo.

Hitchcock quería encontrar un equivalente cinematográfico a la obra teatral, tiene lugar en tiempo, por lo que decidió rodar en lo que parece ser una "toma" larga y continua, sin cortes ni interrupción en la acción (lo que también maximizaba el trabajo actoral), aunque en realidad tendría que haber un corte disfrazado cada 10 minutos. Ejercicio de estilo con un solo espacio, esta sensación claustrofóbica se acentuaría por la extraordinaria cámara de Joseph Valentine ("La sombra de una duda”), y William V. Skall (“Quo Vadis”), con un unos 300 movimientos en el interior de un escenario limitado, un sublime plano-secuencia que abarcaría todo el metraje (a excepción de los créditos iniciales), también sería otro ejercicio de estilo la posterior “La ventana indiscreta” (1954), rodada toda desde un apartamento con vistas a un patio interior de vecinos. Las cámaras del momento (1948) sólo permitían grabar diez minutos seguidos, lo cual le obligó a improvisar un ingenioso encadenado de tomas. Filmada en diez tomas largas, la película crea una ilusión elaborada de que no hay un corte o ruptura de la acción, como para indicar que un observador tranquilo está presente en la sala durante toda la historia en lugar de una mera cámara de cine (sin embargo, las pausas ocurren, la mayoría de ellas involucran zooms en sombras al final de una toma y luego vuelven a desplazarse hacia afuera al comienzo de otra). Para enlazar cada una de ellas, sin que se notara la transición, con cada fin de rollo se hacía enfocar la cámara hacia algún espacio oscuro.

Gracias a la formidable dirección artística de Perry Ferguson (“Ciudadano Kane”), rodando en un set de los Warner Brothers Burbank Studios (California- USA), se ideo un plató moldeable extraordinario. Las paredes del conjunto estaban en rodillos y podían ser apartadas silenciosamente para dar paso a la cámara y luego ser reemplazadas cuando debían volver a dispararse. Los hombres de utilería constantemente tenían que mover los muebles y otros accesorios fuera del camino de la gran cámara Technicolor, y luego asegurarse de que fueran reemplazados en la ubicación correcta. Un equipo de expertos en sonido y operadores de cámaras mantuvieron la cámara y los micrófonos en constante movimiento, mientras los actores seguían un conjunto de señales cuidadosamente coreografiadas. El extraordinario ciclorama en el fondo fue el respaldo más grande jamás usado en un escenario de sonido, abarcaba 35 millas cuadradas de horizonte, incluía modelos del Empire State y los edificios de Chrysler, en el horizonte hay un anuncio de Reduco, con una silueta de Hitchcock antes y después. Numerosas chimeneas humean, las luces se encienden en los edificios, se encienden letreros de neón y la puesta de sol se desarrolla lentamente a medida que avanza la película (creando efectos dramáticos cuando los rostros se iluminan de rojo con las luces de neón exteriores). En el transcurso de la película, las nubes, hechas de vidrio hilado, cambian de posición y de forma ocho veces.ni

Tiene un inicio cautivador, primero sus créditos iniciales desde las alturas vemos una tranquila calle diurna con sus transeúntes, de pronto oímos un grito doliente y cortamos a un apartamento, donde vemos a dos tipos que tiene a otro estrangulado y asfixiado letalmente entre ellos, cogen y lo meten en un arcón, y uno de ellos cual alegoría sexual después de fornicar se enciende un cigarrillo, y comienzan los dos a charlar sobre las filosóficas motivaciones del crimen.

Hitchcock juega en este opresivo relato a filosofar sobre los peligros de la educación, sobre el poder que tienen los profesores en sus enseñanzas sobre temas puntiagudos sobre muchachos influenciables por tener edades aun volubles en sus inquietas formantes personalidades, sobre lo torticero y arrogancia que es sentirse superior a otro. Esto lo escenifica Hitchcock fundamentalmente en una reunión nocturna en que se dejan perlas mediante conversaciones sustanciosas, llenas de teorías filosóficas sobre mentes e intelectos superiores, sobre lo ambigüedad moral de asesinar. Esto se realzado por el recurso de que el espectador sabe desde el principio que en el centro de la reunión hay un asesinado, con lo que los diálogos resultan más puntiagudos, sobre todo los que prodiga Brandon divagando sobre seres superiores, atacando a Hitler de forma artera, teniendo de oponente-compañero de ideas a Rupert, con argumentos fríos maquiavélicos y complejos, pero cobran inmenso valor porque sabemos que de la teoría los dos anfitriones han pasado a la práctica… (sigue en spoiler)
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TOM REGAN
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