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España España · Málaga
Críticas de Kaori
Críticas 2.113
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de junio de 2016
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda una declaración de intenciones en plena España de los años cincuenta. Me he llevado una gratísima sorpresa con «Embajadores en el infierno», que me ha servido para confirmar el excelente director que era José María Forqué.

Basada en la novela de Torcuato Luca de Tena, la película nos narra la vicisitudes de un grupo de la División Azul en los campos de concentración soviéticos. Que el hecho está bastante dulcificado es evidente y que la historia no deja de ser descaradamente partidista, también. Esto no quiere decir que falte a la verdad, sino que el retrato ideológico queda simplificado y sin contrastes. Frente al Comunismo, la solución no puede ser el Nazismo, y sin poner en duda que había alemanes e italianos de buen corazón en la guerra, estos españoles tan patriotas deberían tener en cuenta que con el mismo fervor con el que combaten el Comunismo tendrían que combatir el Nazismo o cualquier otra ideología que sembrara el horror. Dicho lo cual, añado que la humanización que se hace de los habitualmente representados como monstruos (los incluidos en el llamado «fascismo») lo considero de una increíble modernidad y atrevimiento desde un punto de vista meramente cinematográfico.

«Embajadores en el infierno» cuenta con una dirección excelente, un actor principal grandioso, Enrique Vila, una dirección artística increíble y un tono dramático, pesado, negro, que te encoge el estómago desde el minuto uno; por cierto, que la película empieza con una voz en off que la censura impuso y que empeora el principio, tan duro y esclarecedor. Aunque al final se pasan un poco con el melodrama, en conjunto contiene momentos y tramas de gran emotividad, como la lectura de la carta al padre o la secuencia del «querida bambina»; al mismo tiempo que se reflexiona de un modo exaltado y españolizado, aunque no por ello menos universal, sobre la conciencia, el deber, los ideales y el sacrificio.

Una representación de cine bélico de altura.
Kaori
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3
4 de junio de 2016
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos equivoquemos, señores míos: si esta película es mala no es porque sea superficial o tonta, o porque el humor no sea sofisticado, ni porque quienes pensamos así tengamos el listón intelectual muy alto. Ese argumento es descalificativo en sí mismo, aparte de falso, así que intentad escuchar los verdaderos motivos de quienes no consideramos «Zoolander» como una obra de culto.

A ver, la parodia debe tener sentido. Es decir: debe basarse en atributos, circunstancias o situaciones verosímiles a las que se le da una vuelta de tuerca desde un punto de vista humorístico. Bien. El mundo de la moda seguro que tiene mil y una características parodiables pero, leñe, la fealdad de los modelos, su absoluta falta de inteligencia, el gusto hortera y aborrecible, la constante pluma y las actitudes obscenamente narcisistas, no forman parte de esas características. «Zoolander» no parodia: «Zoolander» critica y hace saña del hombre bello, del hombre como objeto sexual, y convierte al modelo masculino, tal y como se ha hecho con la modelo femenina por ser bella, en carnaza a la que pisotear. Esto le puede parecer muy gracioso a la gente, pero a decir verdad «Zoolander» solo es divertida cuando se sale de esa crítica ideológica y va por otros derroteros; por ejemplo, las campañas publicitarias, ese «obedece a mi perro» absurdo que se lanza en un momento determinado o incluso «la mirada acero azul» por las caras que pone Ben Stiller.

Realmente la película va de más a menos y como a mitad de metraje la historia empieza a ir en picado en una insipidez y desagrado progresivos, orgía repugnante incluida que a ninguna mujer debería hacerle gracia por lo que tiene de insultante: aceptamos con dolor a Ben Stiller, aceptamos llorando a Owen Wilson... pero ¿a un monje tibetano de ochenta años?

Venga, hombre.
Kaori
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2
31 de agosto de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya rollazo monumental. Mi desesperación estaba llegado tan alto, que en un momento dado deseaba intensamente que todos se murieran para que la película acabara de una vez. Que se muriera Blancanieves, la madrastra, el apoderado, el toro, los siete enanitos, los espectadores de la plaza, el gallo Pepe y hasta la gallina que le parió.

Esto de ser retro queda muy chic, desde luego, pero no es una cualidad en sí misma. Si el cine mudo tiene, a mi parecer, grandes limitaciones, regresar a él en 2012 cobrará o no cobrará sentido según cómo afrontes el género. Me quedo esperando, no ya la copia y la repetición de unos cánones, que es lo que hace Berger con su «Blancanieves», sino una reinterpretación real, poderosa y rompedora del pasado, que aquí no existe. En este caso, su mayor acierto es que trasplante el cuento de Blancanieves a la España de los años veinte, idea bastante curioso que merece, cuanto menos, que te sientes a ver la película.

Bueno, eso fue lo que pensé, inocente de mi, cosa de la que me arrepiento y me arrepentiré siempre. Desde el minuto uno se apodera de ti una sensación agobiante de aburrimiento y sopor. Secuencias larguísimas de tardes de toros y bailoteo flamenco, y mira que yo soy andaluza, pero esto se hace insoportable por caricaturesco, rancio, exagerado. Vamos, que una hora banal con la niña Carmencita, sus padres, su abuela y sus penalidades es más de lo que una persona puede soportar. La historia no engancha, los personajes te son indiferentes, la esencia de Blancanieves se ve manipulada pese a la candidez y la belleza de Macarena García; y ni te ríes ni lloras, ni te lamentas ni te inmutas.

El final aporta sorpresa y es diferente a lo que uno espera, el blanco y negro es tremendamente agradecido y la fotografía de Kiko de la Rica adorna de vez en cuando una película casi insufrible.

Yo sí que les daba a estos la manzana... Que no, yo no soy tan mala...
Kaori
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4
29 de agosto de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado estancada y no doy para mucho sobre «A todo gas 2»: no puedo quitarme de la cabeza la trágica muerte de Paul Walker, y más cuando aparece conduciendo esos coches como una bala. Ya sé, ya sé que esto no tiene nada que ver con la película pero, qué queréis que os diga, los sentimientos son los sentimientos.

Segunda parte tan pasada de rosca como la primera, aunque la anterior estaba mejor construida. No me gustaría criticarla, pero es que debo. El guión no hay quien lo entienda, es un completo McGuffin; no sé qué hace Eva Mendes, mujer por la que siento una especial simpatía, en la trama; Hauser es un malo muy malo y muy atractivo pero un poco imbécil; los efectos digitales sobran y las carreras cansan. Eso sí, consigue ser graciosa gracias a la relación entre Roman Pearce (Tyrese Gibson) y Brian, amena en general y despertar cierta intriga sobre quién es quién en la historia. Paul Walker mantiene el look de camisetas anchas y zapatillas Converse, que es bastante horrible, y aún así está guapísimo, así que imaginármelo de otra manera podría ser mortal. Al meno, le dan la patada a Jordana Brewster como novia de Walker, a quien no merece en absoluto, aunque me temo que vuelve para la tercera.

Carretera adelante y acelerando hacia la siguiente. Lo hago por ti, Paul.
Kaori
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3
22 de diciembre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El señor de los anillos» no es épica. Empiezo con esta frase tajante porque veo que todo el mundo compara y ensalza esa trilogía como si fuese casi legendaria. Peter Jackson quiere ser épico, pero lo épico no puede consistir en repetir hasta la saciedad la misma toma de rostro en primer plano con el pelo movido por el viento acompañado de una música de tono redundante y un silencio previo a la frase estrella; añádase a esto, aleatoriamente, un toque de cámara lenta. Un día me pregunté qué era la épica, pero, aun sin saberlo, tengo claro que la épica no es un cuerpo animado por ordenador que no para de flexionarse de manera antinatural matando a enemigos igual de pesados y torpes. La épica no es sinónimo de «guerra», «destino», «bien», «mal» o «rey», palabras que no faltan en todo relato que se precie, ni surge por necesidad por el mero hecho de inventarse un mundo con seres fantásticos. Hace falta más, mucho más. Así, «El Hobbit: La desolación de Smaug», que está cortada por este mismo patrón, tampoco es épica.

De hecho podríamos considerarla una grandísima comedia, porque otra cosa no, pero lo que me he reído viéndola y repasándola con la amiga que me acompañaba ha sido desmesurado. Aunque muchos ya habéis apuntado momentos innombrables, dejadme que yo también me explaye al respecto en Spoiler.

Por lo demás, destacar al charlatán y fogoso Smaug, que llega a caerte bien el muy bicho, y el posible y criticado idilio amoroso entre cierta elfa y cierto enano que a mi me parece interesante. Quizá para Tolkien sería impensable, pero ¿por qué nos va resultar a nosotros ridículo?

Si esta segunda parte es mejor o peor que la primera no tengo ni idea. Lo que es evidente es que comete los mismos errores y que en su simpleza entretiene en su conjunto. No me gusta tu estilo, Jackson.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kaori
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