Con un reparto coral sobresaliente y con un realismo tan sucio como la realidad misma (perdón por la redundancia), "American Crime" es un firme retrato de una sociedad hipócrita, de un caleidoscopio disfuncional de un sistema aún más disfuncional, de los errores y de los pecados, de las certezas rotas y de los perdones que no llegan. La composición de la historia no se amedranta con el paso de los capítulos y jamás deja de tomarse en serio: es más, se conjunta a lo largo de los episodios para ofrecernos un desenlace que simplemente puede calificarse de DEMOLEDOR.

Mención aparte a una Felicity Huffman espectacular, un Elvis Nolasco en el papel de Carter Nix que es puro cine o en una premiada Regina King que dará clases de actuación. Aunque en general todo el reparto está notable, con unos papeles que a priori pueden resultar difíciles pero que se rematan con las mejores cualidades.

A tener en cuenta y a empezar la segunda temporada, que también promete.

Sumergidos en un mar de ojos, en un Japón feudal, en una neblina mágica de ensoñaciones, con el cuidado y la precisión de un stop-motion perfecto, "Kubo y las dos cuerdas mágicas" nos regala una aventura con olor añejo, con la característica firma de una Laika que cada vez hace más maravillas. Los personajes están bien cuidados, con los aparejos necesarios para embarcarse en una narración hipnótica, tanto el niño protagonista que con un solo ojo puede ver más que la aldea al completo, como el resto de componentes de ese coro grupal acompañante: su madre, el escarabajo, esas dos gemelas terroríficas y el abuelo. Quizá este último sea el más carente de carisma, el que queda más al descubierto de todos.

Pero, en resumen, la película posee todos los ingredientes necesarios para ofrecer una historia épica: el ambiente del Japón feudal, el joven héroe, la heroína que cuida del anteriormente mencionado, el patoso pero valiente gerrero y un trío de villanos que sean, quizá, los que me hacen bajar algún punto a la nota final de mi valoración. Pero de todas formas, muy buena película.

Y es que en esta ocasión ya todo se nos hace más familiar, al incorporar a la saga esos personajes con carisma que quizá faltaba a su antecesora. Los hermanos tortuga tendrán que luchar esta vez a plena luz del día, con todas las diatribas interiores que eso supone, y tendrán que luchar también con el rechazo que les regalan unos habitantes de Nueva York que desconocen quiénes son sus auténticos salvadores. Shredder, tan malvado y de acero como siempre, se fuga de la policía y entabla una sociedad con un villano aún más auténtico, Krang, ese deforme y carnoso criminal que quiere acabar con la humanidad. Para acompañar la pandilla, un rinoceronte y un jabalí hipermusculados y ridículamente tontos (ah, la sociedad de hoy en día caricaturizada) que aportarán la chispa humorística.

Los personajes se ensamblan bastante bien, por lo que esta secuela se me hace más correcta que la anterior. Dice mucho de los espectadores que la mayoría de críticas se centren en Megan Fox. Una pena...

La historia de amor prima sobre la historia futurista en esta película de Winterbottom. En un prólogo que nos muestra las leyes de ese presente, se nos da a las claras las bases que sustentan el desarrollo. Tim Robbins encarna a un investigador que llega a un Shanghai del futuro para averiguar quién de los trabajadores de una empresa de credenciales está falsificando los mismos para venderlos en el mercado negro. Un mundo cuestionado por enfermedades y población surgida de fecundación "in vitro", un mundo asediado por un sol dañino y que vive sumergido en la oscuridad de la noche, hace de paisaje a lo que es una historia de amor en toda regla. La pareja de baile es una Samantha Morton sublime, cuya mirada absorbe cada uno de sus planos, bañando de una tristeza sincera el eco de la historia.

Pero, al sumergirnos en el romance, notamos el perfume petulante de lo contado con superioridad. Aquí es donde radica, a mi forma de ver, las carencias de un "Código 46" que se olvida de una premisa que pudo dar más de sí para abocarse a las mareas del amor/desamor que nos muestra la pareja protagonista.

En resumen, pudo dar más de sí y se quedó en la ribera. Aprobada pero olvidable.

"El amor es sacrificio, éste sólo es posible cuando se emerge de sí propio para vivir en el otro." Así hablaba Soren Kierkegaard.

Y de eso trata este especial corto de Joaquin Baldwind, "Sebastian's Voodoo", que arranca de manera rítmica en esa especie de corredor de la muerte de esos pequeños seres de piel de tela de saco y que transcurre a lo largo de escasos cuatro minutos dándonos la posibilidad de empatizar con el protagonista, héroe y mártir de la causa. Lo turbio y sórdido del escenario, además de su atmósfera lóbrega y oscura, le confiere sin duda más valor a ese final luminoso y esa puesta en escena rayana en el terror más clásico y en algo así como lo tribal. Con una música adecuada y na técnica a la que no hay nada que reprocharle, "Sebastian's Voodoo" es una bocanada de originalidad dentro de lo chusco y lo manido.