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España España · Málaga
Críticas de Kaori
Críticas 2.119
Críticas ordenadas por utilidad
5
7 de septiembre de 2012
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
A ver, voy a aprobarla porque está estupendamente bien realizada, la temática de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto es algo siempre interesante; y por esos últimos veinte minutos de película que ojalá se hubieran adelantado hora y media antes.

No debería decir lo que voy a decir, pero voy a decirlo: que increíblemente atractivo aparece Thomas Kretschmann al final de una escalera en penumbra, a pesar (o quizá por eso, quién sabe) del ya maldito uniforme alemán. Este actor es una barbaridad y su elegancia traspasa la pantalla como pocas veces he visto. Él y su asombroso, desconocido, verídico y justo personaje debería haber sido el protagonista de esta película.

O si no, coprotagonizarla junto con el músico Szpilman y, en vez de tanto cambio de casa, mostrar ese encuentro y esa relación entre ambos. Porque da una pena inmensa ver desaprovechada una historia tan potente y tan ambigua, tan poética al mismo tiempo, entre un oficial nazi y un polaco errante, unidos por un piano en un edificio que se desmorona, en una guerra que los desangra.

Pero «El pianista» no es nada de eso. «El pianista» es una biografía, con todas las limitaciones que esto conlleva. Todo mi respeto para Wladyslaw Szpilman, verdadera víctima de un mundo en caos, y quien despierta auténtica lástima a medida que el tiempo va pasando y él se va hundiendo más. Pero también es cierto que, como argumento cinematográfico, no da para mucho, máxime si Polanski se olvida de las emociones y sentimientos (así como del propio piano) durante todo el metraje. No hay intensidad de ningún tipo y los acontecimientos ocurren sin dejar huella; se preocupan demasiado por la vida exterior del personaje, pero nada de su vida interior. De esta manera, a mi toda la película me transmite poco y me deja más bien fría.

Excepto por el final y Thomas Kretschmann, no es una historia que apetezca volver a ver.
Kaori
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10
1 de septiembre de 2011
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta casi imposible explicar con palabras la opinión que tengo de esta película. El lenguaje parece limitado, como si no hubiera suficientes adjetivos para describir semejante maravilla del séptimo arte. O de todas las artes posibles, porque este «Drácula de Bram Stoker» (llamado así con toda justicia) no es sólo una joya cinematográfica; es, sencillamente, una obra de arte y, como es lógico, una obra maestra sin peros ni paliativos.

Desde el primer minuto hasta el último, Coppola nos deleita con una estética para que la que no hay palabras, imposible de definir en un solo estilo o concepto. Más allá de lo gótico o lo fantástico, la película es un portento creativo a todos los niveles. Que colorido, que virguerías artísticas, que música (incluidos los títulos que crédito), que paisajes y decorados; que vestuarios (¿se puede mejora el de Lucy durante toda le película...?), que sexualidad tan bruta, y que sensualidad tan onírica... Viva el exceso y el derroche cuando es este el resultado: un auténtico prodigio visual y emocional que rezuma belleza en cada plano y en cada fotografía, con una potencia iconográfica absolutamente perfecta. Más que perfecta: es inolvidable, es indescriptible.

Ya sólo por Gary Oldman merecería el diez. Por Oldman y su Conde Drácula. El mejor y más sublime de los vampiros posibles; puede que también el más sanguinario y el más malvado, a la vez que poético, romántico (Romántico) y grandioso. Hay que verle, hay que oírle, hay que sentirle. Sólo Gary Oldman podía estremecer con una única palabra: «Elisabeta...» Y de ahí en adelante, una interpretación que es una clase magistral, pura emoción, puro sentimiento, puro terror y pura fuerza, tanto por su imagen como por su fondo. Irrepetible. Inimitable. La escena entre él y Winona Ryder sobre la cama (repito: sobre la cama) es de lo más bello que se ha rodado nunca.

Si es que viéndola se llega al éxtasis, a la hipnosis, al trance y a las lágrimas... Insuperable. Un lujo para los sentidos, para la mente y para el alma. Excelente. No tengo palabras, de verdad. Lo único que puedo añadir es que, pase lo que pase, no os la perdáis. No es que sea recomendable, es que es imprescindible.
Kaori
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5
28 de junio de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Billy Wilder es otro. Otro que hace siempre y constantemente obras maestras. Eso no se lo cree nadie, señores míos, así que, por favor, no seáis como estos periodistas de «Primera plana», dispuestos a retorcer la realidad cuantas veces sea necesario.

Puede que, efectivamente, Wilder pretenda hacer una crítica a la manipulación de los medios de comunicación, pero estoy por decir que hay también mucho de halago hacia esa casta de periodistas tipo Walter Burns o Hiddy Johnson, quienes dedican toda su vida a los periódicos y a la noticia. A mi el comportamiento de Burns, sin ir más lejos, me parece terrorífico, de una desvergüenza intolerable hasta el último minuto. No es que no tenga ética profesional; es que no tiene ética, directamente. No le importa quien muera ni quien viva, ni la felicidad de nadie; sólo le importa su «Chicago Examiner» y sus amarillistas artículos. Mención especial merece la actitud que demuestran todos hacia Mollie, la prostituta amiga del condenado, víctima de toda clase de violencia verbal y, más tarde, violencia física. Qué tipejos, de verdad, qué tipejos.

Finalmente, «Primera plana» nos cuenta una historia que, pese a lo dicho, llega a ser simpática porque hay un condenado llamado Ewan Williams que no sabe lo corto de luces que es, y que la liará parda; un sheriff que es posiblemente el más gracioso de todos (genial, Vincent Gardenia); y un psiquiatra austriaco que terminará escribiendo libros sobre impotencia. Además, tanta mala saña por parte de algunos personajes tiene hasta mérito por el ingenio que supone tener tanta cara y salir bien librado en el intento. Walter Mathau, muy bueno.

Al principio es un poco pesada, pero luego se va cogiendo el ritmo. No es para tanto, pero se puede ver y soltar alguna risa.
Kaori
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La guerra de los  mapaches
Japón1994
7,0
4.473
Animación
5
14 de enero de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero qué monada de dibujos, en serio. Fue nada más ver el cartel de la película para interesarme en esta «Pompoko» de Isao Takahata, ya que últimamente ando muy metida en la animación.

Una animación en este caso encantadora. Ya sabéis que los animalitos son habitualmente gratos de ver y que todo lo que sea naturaleza y buenos propósitos se recibe con simpatías. Así pues, «Pompoko» es una película bonita con un mensaje ecologista vigente ayer, hoy y mañana, aunque el tema no sea tan simple como sospechamos. Los animales necesitan espacio para vivir, pero es que los humanos también, con lo cual ¿qué hacemos? Viendo la película, tal parece que la solución bien podría ser la del mapache Gonta, el ala radical de la resistencia mapache al progreso en Tokio: exterminar a los humanos. Aquí la película baja algunos puntos, porque el tema de recurrir al terrorismo como solución válida a los problemas políticos me resulta demasiado serio y alarmante como para que me lo tome a risa. Es que a Gonta se le mira con cariño e incluso el protagonista participa en esos sabotajes que acaban con la vida de varias personas que, por otra parte, no tenían culpa de nada. En este sentido, «Pompoko» podría haber desarrollado un contenido político, a modo de fábula social, de lo más interesante, pero prefiere el humor negro y la ironía en un tono casi documental más bien dirigido a los adultos que a los peques.

Sea como sea, «Pompoko» tiene un par de cosillas que a mí me han gustado bastante, y una de ellas es lo respetuosa que se muestra con el folclore japonés. La idea de los animales que se transforman me ha apasionado desde niña, así que la película es un disfrute continuo y permite reencontrarse con la fantástica posibilidad de que tu vecino sea en realidad un zorro transformado y de que en las noches de luna llena los mapaches salgan al claro del bosque a dos patas para bailar y festejar. En el desenlace se logra un sentimiento de nostalgia que de verdad consigue llegarte al corazón.

No está mal.
Kaori
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7
26 de junio de 2016
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda una declaración de intenciones en plena España de los años cincuenta. Me he llevado una gratísima sorpresa con «Embajadores en el infierno», que me ha servido para confirmar el excelente director que era José María Forqué.

Basada en la novela de Torcuato Luca de Tena, la película nos narra la vicisitudes de un grupo de la División Azul en los campos de concentración soviéticos. Que el hecho está bastante dulcificado es evidente y que la historia no deja de ser descaradamente partidista, también. Esto no quiere decir que falte a la verdad, sino que el retrato ideológico queda simplificado y sin contrastes. Frente al Comunismo, la solución no puede ser el Nazismo, y sin poner en duda que había alemanes e italianos de buen corazón en la guerra, estos españoles tan patriotas deberían tener en cuenta que con el mismo fervor con el que combaten el Comunismo tendrían que combatir el Nazismo o cualquier otra ideología que sembrara el horror. Dicho lo cual, añado que la humanización que se hace de los habitualmente representados como monstruos (los incluidos en el llamado «fascismo») lo considero de una increíble modernidad y atrevimiento desde un punto de vista meramente cinematográfico.

«Embajadores en el infierno» cuenta con una dirección excelente, un actor principal grandioso, Enrique Vila, una dirección artística increíble y un tono dramático, pesado, negro, que te encoge el estómago desde el minuto uno; por cierto, que la película empieza con una voz en off que la censura impuso y que empeora el principio, tan duro y esclarecedor. Aunque al final se pasan un poco con el melodrama, en conjunto contiene momentos y tramas de gran emotividad, como la lectura de la carta al padre o la secuencia del «querida bambina»; al mismo tiempo que se reflexiona de un modo exaltado y españolizado, aunque no por ello menos universal, sobre la conciencia, el deber, los ideales y el sacrificio.

Una representación de cine bélico de altura.
Kaori
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