Una vez más las fronteras entre el cine documental y de ficción se difuminan en obras como esta que nos recuerdan que el cine es arte, aunque sea el séptimo. Cine filosófico, poético, no exento de sátira, belleza, denuncia social y por supuesto humor. Trabajo impecable de Mercedes Álvarez y su equipo que hacen gala de un estilizado dominio del lenguaje cinematográfico, conviertiendonos en observadores de ese hormiguero que ha construido nuestra especie, donde todo es efímero y no somos o no queremos ser conscientes de ello, acumulando planos de futuros tesoros que nos impiden ver y disfrutar el que se encuentra bajo nuestros pies, el único existente: la propia vida. Cada escena nos provoca sensaciones de uno u otro tipo y nos invita a la reflexión ya sea a corto, medio o largo plazo. Impresionante el dialogo de los dos ancianos hablando sobre su propia muerte. Quizá la directora quiso denunciar el boom especulativo inmobiliario y sus causas, que nos han llevado a esta penúltima crisis, pero le ha salido algo mucho más importante. Seguiremos atentos a su trabajo.

Teniendo a dos pesos pesados como Robert Redford y  George R.R. Martin en la producción ejecutiva uno espera un nivel algo más elevado de lo que alcanza esta primera entrega de la adaptación de la serie de 18 novelas "Leaphorm & Chee" escritas con éxito por el estadounidense Tony Hillerman (1925-2008) y que ha continuado su hija Anne a partir de 2013 con otros cinco títulos hasta la fecha donde el papel de la oficial navajo Bernadette (me parece el personaje más interesante) toma un mayor protagonismo mas acorde a los tiempos que corren.

Se cuenta en esta saga que puede dar mucho recorrido los casos que tiene que resolver el exiguo departamento de la policía tribal Navajo en los años 70 compuesto por tres integrantes aunque lamentablemente del cartel publicitario haya desaparecido (imperdonable señores Reford y Martin) la mujer y solo se nombre a los dos hombres, para cubrir un terreno de 27.000 millas cuadradas.

El primer caso que se nos presenta está basado parcialmente en las novelas: "Mujer que escucha" (1978) y "Gente de la oscuridad" (1980), tercera y cuarta entrega de la saga. La trama no es nada que no hayamos visto antes y se torna previsible su desarrollo pero, como ocurre en las novelas, lo más interesante es, amén del propio entorno con el Monument Valley como marco las pinceladas de la etnia de nativos navajos, su cultura, sus usos y costumbres. El nombre de Navajos se lo dieron los exploradores españoles, ellos se denominan Diné (el pueblo). Originariamente nómadas lo que propició mezclarse con otras etnias son los nativos más numerosos de USA con presencia en cuatro estados: Arizona, Nuevo México, Utah y Colorado. Sufrieron como todos la segregación racial y hoy en día casi la mitad de su población está malnutrida y en la pobreza. Para que luego algunos hablen de leyendas negras.

En conclusión la serie, bien producida e interpretada posee los elementos suficientes para seguir adelante y seguir teniendo nuestra atención.

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Hace tiempo que Dinamarca se maneja bien con las ficciones televisivas. Series como "Borgen" (2010) son un magnifico ejemplo de ello. Precisamente una de las guionistas de "Borgen" es ahora la creadora de la que nos ocupa. En ambas series la actualidad y los temas más delicados y conflictivos se afronta con valentía e invitan al espectador a reflexionar y posicionarse como ciudadano ante ellos.

La tremenda lacra de la violencia de género desgraciadamente no puede estar de más actualidad incluso en paises tan avanzados socialmente como Dinamarca. Si hay niños o adolescentes por medio la cosa se vuelve aún más complicada. El estado y las instituciones publicas en su política de tolerancia cero con el problema no lo tienen nada fácil a la hora de solucionar cada caso en particular y sofocar en la medida de lo posible el incendio que arrasa a las familias cuando estos hechos se producen. Las variantes son tantas como la mente, miedos, anhelos y condicionantes de cada uno de sus protagonistas, ya sea la propia familia o los trabajadores sociales.

Y Maja Jul Larsen pone todo ello sobre la pantalla en 8 episodios de una hora. Se toma su tiempo para algo que sin duda lo merece y es plantear preguntas y dudas dejando que sea el propio espectador quien busque sus propias respuestas. Más allá de la intriga sobre la autentica realidad de los hechos que socavan a esta familia de clase medias subyacen muchas otras capas que los condicionan tanto a nivel social como personal.
El elenco es magnifico y ha sido premiado por ello, así como el guion. Imprescindible

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Reconozco que tengo debilidad por esta joven actriz irlandesa-estadounidense desde que la descubrí en"Expiación" (Joe Wright / 2007). Ella solo tenía 13 años y ahora es una firme candidata a heredar el trono de Meryl Streep si tiene suerte y su cabeza sigue tan bien amueblada como parece hasta la fecha.

Ella sola es la película, por mucho que esté rodeada de un buen elenco de actores jóvenes y maduros a su alrededor y por mucho que suponga la consolidación definitiva en su debut como directora de una Greta Gerwing que se lo venía currando desde hace tiempo como actriz y guionista en un puñado de films indis notables. Gerwing ha tirado de experiencia vital y de sus diálogos probadamente eficaces como guionista para hablarnos de esa etapa mil veces retratada en cintas quizás mejores que esta de la adolescencia y su paso a la madurez. Lady Bird es una joven de familia de clase media tocada por la reciente crisis, en una California (Sacramento) lejos del glamour de Hollywood que va dando bandazos en busca de su propia identidad, descubriendo y asimilando lo que es importante y lo que no, en un entorno educacional religioso como el que vivió la propia directora con sus luces y sombras.

La familia, la amistad, el despertar sexual, la rebeldía..., temas recurrentes tratados con mayor o mejor acierto durante el metraje y que Gerwing expone a modo de piezas sueltas sin juzgar a nadie ni a nada en uno de sus mejores aciertos con una ambientación meticulosa para hablarnos de un pasado muy reciente, apenas 15 años, donde la historia de los adolescentes se repite mientras que va cambiando el marco social. A veces todo esto se olvida mientras que uno se queda embobado dejándose hipnotizar por esta Lady Saorsi.

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No siempre un presupuesto elevado (en este caso mucho) lleva aparejado la excelencia artística. Afortunadamente los cinco millones por capítulo de "The Crown" han rendido cuentas en un producto de una calidad impecable. Otra cosa es la reflexión que pueda provocar que en nuestro zona privilegiada del mundo nos gastemos semejantes sumas en "entretenimiento" de alta calidad mientras que cada vez más personas rozan los índices de pobreza. Dicho comentario que podría no ser oportuno en una crítica como la que nos ocupa, toma su razón de ser cuando dicha serie precisamente nos pone de manifiesto los entresijos de una casa real, en este caso la Británica, donde su nivel de vida y los lujos de su entorno están cimentados sobre siglos de colonialismo explotador que aún continua enmascarado bajo regímenes de países "independientes", dirigidos por autocratas dictadores autónomos que acumulan toda la riqueza del país dejando a sus ciudadanos tan pobres como cuando eran directamente administrados por las coronas foráneas correspondientes, a cambio de seguir cediendo los derechos de explotación de sus recursos a dichas coronas o repúblicas de rancio abolengo explotador.

Y dicho esto para justificar que uno puede disfrutar como el que más con esta serie sin olvidar lo que representan sus protagonistas.

Isabel II cumplió 90 años cuando se rodó esta primera temporada. Amén de su personalidad privada ha sido testigo y parte de casi un siglo de grandes cambios mundiales, estructurales y de pensamiento. El reputado guionista londinense Peter Morgan ya había sido nominado al Oscar por "The Queen" ( 2006) y había demostrado que no se le daban nada mal los entresijos de cortes reales y la política (Frox / Nixon / 2008), tanto en la gran pantalla como en los escenarios.

Morgan pues mezcla ambos conceptos con equilibrio y sabiduría apoyado por un equipo artístico y actoral de primera, donde destaca la composición del gran John Lithgow como Winston Churchill. Gozosa para todos los sentidos, con un excelente diseño de producción, fotografía, vestuario, música...,
"The Crown" al menos en esta su primera temporada se posiciona en lo más alto de un mundo, el de las series, que ya de por si ha puesto en las últimas décadas el listón cada vez más alto, independientemente de que en la excesiva oferta haya de todo y no siempre bueno. NETFLIX se apunta pues un tanto importante como productora de series de calidad al margen de tanto superhéroe venido a menos.

Dicen que quieren 10 temporadas que abarquen hasta la muerte de Lady Di en el 97. Morgan de momento solo se compromete una temporada más. A tenor de los visto la cosa promete.

TERCERA TEMPORADA

A priori, por lógica, una serie sobre la Corona de Isabel II tiene que ser, en proporción tan longeva como lo es la soberana que va ya camino de los 94. No solo hay que contar los hechos más destacados durante su reinado en el siglo XX y parte del XXI sino que además los entresijos de tan insigne familia de puertas para adentro darían para más años que el reinado de Isabel. Ahora sin ir más lejos el príncipe Andrés copa titulares desafortunados.

Por otro lado y tratándose de su graciosa majestad, hay que hacerlo bien sin escatimar en gastos. Británicos y estadounidenses están cumpliendo en ese sentido con creces a la cabeza de las mejores producciones televisivas de la historia, El reparto remozado o mejor dicho envejecido para esta tercera temporada con Olivia Colman a la cabeza toma el relevo sin un fallo y bordan cada uno de sus personajes. Finales de los 60 y los 70. La reina sonríe menos, el deber se impone al placer y reconoce que le cuesta mantener las riendas en una Gran Bretaña un poco menos "Gran" con el devenir de los nuevos tiempos.

Algunos episodios, sobre todo los de la primera mitad son soberbios; el derrumbe de la escombrera en Gales sobrecoge. Los encuentros con el primer ministro laborista Harold Wilson son magníficos y el resto de "secundarios" se convierten en auténticos protagonistas a un excelente nivel cuando les toca. Es cierto por otro lado que en la segunda mitad de sus episodios la reina cede protagonismo y la cosa pierde algo de fuelle. La cuarta temporada ya está tardando.

CUARTA TEMPORADA

Polémicas históricas aparte, la verdad es que realidad y ficción se dan la mano en tanto en cuanto la irrupción de Lady Di, la real y la brillantemente interpretada por Emma Corrin fagocitan todo lo demás, dejando en esta temporada en segundo término a su graciosa majestad y a la soberbia, (entiéndase como pecado capital), Margaret Thatcher que defiende notablemente Gillian Anderson.

Tres horas (los tres primeros capítulos) de la melodramática pareja principesca se me han hecho bola, por mucho que esten arropados por los estandares de exquisitez en todos sus apartados que se gasta la serie. Morgan nos da un respiro e intercala algunos capítulos donde el resto de personajes asoman sus patitas plagadas de frustraciones reales.

Sobre los conflictos sociales, la guerra de las Malvinas o el Apartheid sudafricano Peter Morgan pasa de refilón, para enseguida volver al triángulo de las Bermudas (Camila-Andrés-Diana) familiar donde todos andan atrapados y perdidos. 

En la 5ª próxima temporada (habrá sexta) llega el "annus horribilis" (1992) que tendrá que encajar Imelda Staunton como nueva soberana y el melodrama familiar se multiplicará. Veremos si Netflix-Morgan se atreven a fantasear demasiado. Avisados están.

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