Ante la muerte inesperada de Heath Ledger esta semana decidí pasar esta tarde de domingo con una de sus películas para rendirle mi pequeño homenaje personal. Me alegré al comprobar que guardaba en mi videoteca una película que adquirí hace tiempo y que aún no había visto: "El devorador de pecados". Me pareció una buena opción al ser su director Brian Helgeland, del que guardaba grato recuerdo por su participación en los guiones de "Mystic River" y "L.A. Confidential".
A los 5 minutos de película, ¡a los 5!, me di cuenta de mi nefasto error. No me lo perdono, el haber pasado la tarde del domingo con semejante pestiño infumable. La película no tiene ni pies ni cabeza de principio a fin. Lenta en su desarrollo, aburrida hasta la saciedad, en ningún momento engancha al espectador con una trama que ni va ni viene. Efectos especiales de patio de colegio, y una serie de incongruencias e idioteces que rayan el más absurdo esperpecto. El punto de partida parecía interesante y se podría haber sacado mucho partido. El resultado ha sido todo lo contrario.
Consideraba a Heath Ledger un buen actor con registros interesantes, siempre nos quedará la excelente interpretación de "Brokeback Mountain", pero a pesar de que en esta película hace un esfuerzo considerable por salvar el papel el film es un despropósito preocupante.
Conforme avanzaba la cinta entre un duermevelas continuo y un esfuerzo considerable por mantenerme despierto empezaban a resultarme extraordinariamente familiar el elenco de actores hasta que caí en la cuenta de que conforman el mismo plantel que otra película pestiño: "Destino de caballero", incluido el laureado director. Pese a que haya alguien que quizás considere esta última algo mejor que "El devorador de pecados", pienso que se dan la mano en puro aburrimiento y comportan una lejanía considerable de lo que debe ser tanto una cinta de terror como una de aventuras. Al menos en "Destino de caballero" salía la música de Queen. ¿Será suficiente para consolarme?

Querido Soderbergh, ¿dónde te metes? No te bastó con dormir a media sala de cine con la infumable "Solaris", a la que muchos críticos calificaron como la séptima maravilla del cine moderno; no te bastó con filmar de la forma más ramplona posible el culebrón de sobremesa de "Erin Brockovick", menos mal que Finney salvaba la función, te conformaste a sabiendas malgastando inmisericorde los 117 minutos de "Ocean's Eleven" en los que destacaba una sóla escena en todo el metraje que valiera la pena, lo que hiciste ya con "Ocean's Twelve" es de juzgado de guardia; no te bastó con dinamitar la tan cacareada química entre George Clooney y Jennifer López en la horrenda "Un romance muy peligroso, no te quedaste satisfecho con imitar hasta en el cartel publicitario a "Casablanca" en "El buen alemán", a pesar de todo esto, ahora te atreves con el "thriller" de altura y nos entrega esta cosita envuelta en un hermoso papel que dentro no contiene nada. Esta "Indomable" no es comparable ni al más patético Jason Bourne. Se nota a la legua que el encargo te venía grande. A Banderas, a Douglas y a McGregor le debieron contar la milonga de que rodaban la releche y cuando se vieron cada uno de ellos 5 minutos, bueno, 3 minutos en la pantalla, a saber las imprecaciones que soltarían. Déjalo ya Soderbergh, tu cine es soporífero, a "Contagio" me remito en la que se ronca de maravilla, no sabe mantener la tensión, carece de clímax, desconoce el "tempo" narrativo y así sucesivamente. Yo que pensaba que no había nada más aburrido que Sidney Pollack y sí lo hay. Demasiadas pruebas tenemos ya. Y no te obceques en el "thriller", déjale esas cosas a Brian de Palma, él, en la escena del rescate en Barcelona, hubiera hecho maravillas. ¿Puede sustentarse una película en una sola escena medianamente bien hecha? (Pelea en la habitación del hotel). Mi respuesta es no.

"Otra película de Soderbergh", me digo y después del sufrido visionado de lo único que hay ganas es de tirarla a la basura. Y sería agradable encontrar en este hombre algunos atisbos que valieran la pena, pero de momento su cine representa un encefalograma plano. Steven Soderbergh jamás oirá esta plegaria y mis lamentos, aunque ha anunciado que se retirá de la dirección, por lo que todavía no está todo perdido.

Desconozco si este enjendro está basado en un viedojuego, comic o pamplina absurda por el estilo, no con la intención de ser condescendiente con él sino para reafirmar que este subproducto sonrojante debe reposar en el completo olvido de nuestra memoria cinematográfica.
La película es deudora de otros productos que camparon a sus anchas en los años '80 y '90 como "El luchador", Street Fighter" o "Sea Quest", hoy en día films de culto para muchos, pero comparando ésta con aquéllas las hace casi obras maestras siendo igualmente producciones mediocres y realizadas con escasez de medios. Utilizando los medios actuales de coreografías de lucha y copiando escenas que hemos visto hasta la saciedad, el director compone un serie de parches insufribles sin historia alguna y se permite el valor de flirtear con un argumento pretendidamente filosófico de princesas orientales con frases que escupen los personajes sin pudor ninguno. No nos engañemos, esto es cine malo, malo de narices, enquistado en la nueva moda que gobierna muchos ámbitos artísticos, desde la publicidad, hasta el teatro, etc, de que todo tiene que ir dirigido a un público con menos de dos neuronas.
Quizás algún adolescente con las hormonas revolucionadas, medio analfabeto cinematográficamente hablando y obsesionado con la estética del videoclip pueda encontrarle un sentido a esta nadería, e incluso insista en que debe encontrársele su mérito, pero el resto con dos dedos de frente debería de huír a los primeros 5 minutos. Lástima que yo no lo hice.

Antes de que a alguien le parezca original esta película y se arrogue la valentía de considerarla como la quintaesencia del género de terror, debería revisar el clásico del año '53 del mismo título en inglés y rodado en 3 dimensiones, aquí en España se tituló algo parecido a "Los crímenes del museo de cera", y con el que guarda un sospechoso parecido quizás no en la trama pero sí en algunas escenas que se quedaron grabadas en la retina del que disfrutó aquella joya protagonizada por Vicent Price.
Mientras en la antigua imperaba la belleza y el romanticismo con un uso del color espléndido, en ésta que nos ocupa rezuma la chabacanería y el mal gusto.
Evidentemente hoy no corren los años '50 y el cine ha cambiado, para bien o para mal, unas veces regenerándose, otras degradándose, y la comparación de películas de generaciones distintas quizás no sea el mejor argumento para defender o atacar un producto. Todavía hay quien defiende que la proliferación de remakes sirve para acercar los clásicos a las generaciones más jóvenes. Pero siempre que se copia, se plagia, o se reinventa, la comparación, aunque implícita, es inevitable. Pero apostaría lo que fuera a que el director de esta cinta, amparándose en la poca memoria cinematográfica del público que suele disfruntar estos productos, pensó que le sería rentable crear un híbrido basándose en un clásico, creo hoy por hoy muy olividado, y lo hizo pasar por original cuando lo que hace es a veces copiar escena por escena, e idea por idea.
La recreación del pueblo bien, el climax final bien, la trama poco original, las interpretaciones nefastas, aunque el público más joven disfruntará con los guapos de turno que suelen adornar las cintas de terror juvenil. El problema que acarrea la película es que parece todo ya visto, sobre todo, insisto, para quien haya visto la antigua.
Seguiremos esperando algo de originalidad en el cine de terror, aunque con los tiempos que corren será cuestión de fe más que otra cosa.

El cine de los '90 nos dejó ya una buena ración de cine de acción palomitero cuyo único propósito era hacérselo pasar lo mejor posible al espectador y desconectar durante dos horas. Películas de consumo rápido y fácilmente olvidables. Desde que llegó la era digital parecía que el cine de acción había entrado en crisis hasta ¿la agradecida? recuperación de las viejas estrellas por parte de Stallone en "Los mercenarios".

Quizás sea disfrutable y apetecible el intento por recuperar este cine en "Objetivo: La Casa Blanca", el problema es que bebe de unas fuentes tan reconocibles que nos chafa el experimento desde el principio. ¿Cómo no recordar durante el visionado las películas del otrora incombustible John Mcclain, o aquella frikada del presidente de los EEUU con metralleta en mado de "Air Force One"? Todo lo hemos visto ya, y posiblemente mejor hecho. Aquello que hace 20 años nos llamaba la atención y nos parecía incluso novedoso, hoy en día no aguanta la más mínima comparación.

La única novedad que nos puede ofrecer un film como este es presentarnos a los terroristas, su rocambolesco plan de ataque y demás reivindicaciones, porque el resto copia a veces sin pudor plano por plano su referente más inmediato, "Jungla de cristal". Mientras que en ésta de ahora un guión imposible avanza a trompicones con unas ganas enormes de que se resuelva todo y muestra una acción atropellada, en aquélla de Bruce Willis se planteaba una historia sólida, un guión algo más elaborado, una presentación más interesante de los personajes, se desificaba una acción más creíble hasta el clímax final y conseguía mantener el interés en de todas aquellas circunstancias que acontecían durante toda una noche.

Algunos creerán que los espectadores no tenemos memoria y pensarán que las salas de cine sólo la llenan adolescentes ávidos de adrenalina que olvidarán fácilmente. Pues no. Tenemos memoria, ya no somos adolescentes y queremos productos de calidad. Antoine Fuqua ya dirigió buen cien de acción, como "Trainig Day" y una que pasó bastante desapercibida, "El tirador", para mí, superior a ésta que nos ocupa. Incluso "El rey Arturo" me parece una joya comparada con "Objetivo: La Casa Blanca". Pese a todo, la película no engaña a nadie, uno ya sabe lo que va a ver y como puro divertimento sin plantearse demasiadas cosas es soportable.